CHAPTER FOURTEEN

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐅𝐎𝐔𝐑𝐓𝐄𝐄𝐍

( congratulations!)

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HILDA HADDOCK, ACTUAL JEFA DE BERK, LÍDER DE la primera utopía de vikingos y dragones, estaba a punto de arrancarse su pelirrojo cabello del estrés.

Mientras ella se ocupaba de la parte humana del pueblo, su hermanito Hipo, se ocupaba de la dragona. Se podría decir que el área de la mayor se encontraba perfectamente equilibrada, todos tenían una tarea para ayudar al pueblo a prosperar y si había alguna pelea, se solucionaba de inmediato. Por otro lado, los dragones estaban fuera de control.

Hilda había hecho todo lo posible para que las bestias se sintieran cómodas en su nuevo hogar, aceptaba las ideas de Hipo sin dudarlo, hasta otorgó el visto bueno para la locura de un "descendedor" de dragones. Pero tal parecía ser, que los reptiles les ganaban en número y ya no había ni lugar para caminar por la aldea.

— Vas a quedarte sin cabello— escuchó la voz de Eret, mientras alejaba sus manos de su cabeza.

— ¿Dónde está?— preguntó refiriéndose a su hermano, quién junto al resto de los jóvenes y su madre, fueron a rescatar más dragones— ¿Por qué todavía no han vuelto? ¿Sabes la cantidad de quejas que tuve hoy? Cincuenta... ¡Cincuenta!

— Tranquila, tranquila...— murmuró el hombre asustado al verla histérica, masajeando sus hombros para calmarla—. Deben estar volviendo.

— ¡Más les vale!— exclamó comenzando a caminar entre los Nadders, con Eret tras ella—. Puedo controlar al pueblo, pero a los dragones... ¡JA!— rió falsamente, asustando a varios Terrible Terror—. Con suerte puedo hacer que Camaleón me deje un espacio en mi cama, ¡mi cama!

Eret la detuvo del brazo para mirarla a sus azules ojos, los cuales últimamente se habían vuelto una debilidad para él.

Respira— le sugirió, inhalando lentamente para que lo copiara.

Pero cuando ambos iban a exhalar, un gran golpe sacudió toda la tierra.

— ¡Amigos, conozcan a los nuevos berkianos!— la voz de Hipo se escuchó, provocando que el ojo de Hilda comenzara a temblar, alertando al morocho frente a ella.

Al girarse, se encontraron con varios dragones nuevos, entre ellos un Destripador Carmesí, el cual había provocado el temblor. Varios vikingos se acercaron para darles la bienvenida a los nuevos dragones, mientras el grupo de jóvenes se acercaba a Hilda para dar su informe de lo sucedido.

— De nada, de nada— exclamó Patán con falsa modestia—. Me enfrenté a un centenar de tramperos, ¡a mil tramperos!

— Sí, con su trasero en llamas— comentó Brutilda, provocando que Hilda se relajara al dejar salir una risa, la cual alertó al gemelo de su presencia.

— Mi barba gruesa y tupida casi se incendia— siguió Brutacio, tratando de llamar la atención de la jefa, acariciando su falsa barba mientras miraba mal a Eret.

— Ya basta— se quejó su hermana.

— Creo que el verdadero héroe del día fue Chimuelo— habló Hipo, antes de comenzar a acariciar al nombrado y hablarle como bebé— ¿No es cierto, amigo? ¿Qué haríamos sin ti, Rey de los Dragones? ¿Qué haríamos nosotros?

— Podríamos entrenar mucho más duro para empezar— dijo Astrid, dándole a Hilda la información suficiente para saber que el rescate en realidad había sido un desastre—. Eso fue bastante descuidado.

— Astrid, tiene razón— afirmó Valka—. Tal vez todos ustedes confían demasiado en sus dragones y no lo suficiente el uno del otro.

— Ven, eso es exactamente lo que estaba diciendo— se metió Patán, antes de acercarse a los Haddock—. Sí, su mamá está muy impresionada conmigo. Soy como el hijo que siempre quiso.

Ugh— fue lo único que Hilda pudo decir, antes de que el Destripador Carmesí comenzara a saltar al jugar con el bebé de Albóndiga, haciendo temblar nuevamente todo el suelo.

El enorme dragón chocó contra el "descendedor", provocando que éste creara un efecto domino, destruyendo varias estructuras.

A diferencia de Hipo, Hilda quedó totalmente quieta mientras veía la escena desarrollarse frente a sus ojos. La seriedad en su rostro, preocupó a su hermano, quién rápidamente se disculpó.

— Voy a arreglarlo, lo prometo— habló rápido Hipo, mientras Bocón aparecía detrás de la jefa.

— ¿De qué sirve tener al Rey de los Dragones, si no puede mantener el orden?— le preguntó el hombre, totalmente furioso.

Hipo le hizo una seña a Chimuelo, haciendo que su dragón detuviera el juego que estaba destruyendo la aldea.

El suspiro de Hilda, llamó la atención de Hipo, quién comenzó a jugar con sus manos nerviosamente.

— ¿Dónde esperas que pongamos a estos nuevos dragones?— preguntó la pelirroja intentando mantener su voz calmada.

— Haremos espacio— contestó el castaño como si la tarea fuera la más fácil del mundo.

El gritó de Bocón detuvo su conversación. El hombre señalaba tembloroso a un pequeño dragón violeta.

— ¿Trajiste un Hobglotón?— preguntó totalmente asustado—. Son un mal presagio, ¡estamos malditos!

Tengo un hermano acumulador y un consejero supersticioso...— murmuró Hilda por lo bajo, mientras tapaba su rostro con sus manos, escuchando la leve risa de Eret.

— Qué daño podría hacer— habló Valka levantando al pequeño dragón—. No hay heridas, un poco agitado, pero lo demás está bien.

— Si todos están bien, ya es hora de comer— avisó Hilda, sacando su rostro de entre sus manos, antes de guiarlos hacia el gran salón. La pelirroja sujetó fuertemente el hombro de su hermano, haciendo que se quejara—. No había aprobado esta misión, creí ser clara con mi decisión.

— Lo sé, lo sé— contestó el castaño—. Pero todo salió bien.

— La cuestión es que no puedes seguir trayendo dragones aquí— siguió hablando Hilda, mientras esquivaba a las bestias que deambulaban entre las mesas por comida—. Esos tramperos se acercan día a día, es cuestión de tiempo para que ataquen.

— Podemos manejarlos— respondió Hipo—. Tenemos al Alfa, mira lo felices que son. Somos la primera utopía vikinga de dragones en el mundo, hicimos realidad el sueño.

— Cuando soñamos con esto, no imaginé a un Hobglotón en mi sopa— Hilda señaló a la olla, donde el pequeño dragón se estaba bañando.

La jefa se sirvió el resto de la comida, evitando la sopa, antes de sentarse en su gran asiento de líder, con Eret a su lado izquierdo. En la mesa se encontraban el resto de los jóvenes y Bocón, quién los miraba jugar con su comida.

— Es hora de dejar de preocuparse por los problemas de afuera y empezar a ordenar los que están justo aquí— dijo el hombre, haciendo que el trozo de comida que Hilda se llevaba a la boca, se detuviera a medio camino.

Mierda, maldijo internamente la pelirroja sabiendo a qué se refería.

»¿Cuándo encontraras a alguien para casarte?« le preguntó el hombre a la jefa, quién agachaba su rostro por su sonrojo. »¡Has rechazado a todos los muchachos que pidieron tu mano!«

— ¡A mí no!— exclamó Brutacio, mientas acariciaba su falsa barba y miraba fijamente a Eret con una sonrisa victoriosa—. Dijo que lo pensaría, en cualquier momento estaremos unidos frente a los dioses.

Wow, eh...— tartamudeó Eret, sin saber que contestar, notando la gran incomodidad de la pelirroja—. Te felicito.

Hilda había ignorado todos los intentos de Brutacio por ganar su corazón, primero que nada, era muy joven para ella. Y segundo, los sentimientos de la pelirroja estaban bastante confusos como para pensar con claridad. Y esa confusión tenía un nombre bastante claro.

Eret.

Desde que había tomado el cargo de jefa, el morocho siempre estuvo a su lado, ayudándola en todo lo que necesitara. A veces parecía ser su consejero, en vez de Bocón, pero Hilda no se quejaba de que siempre se encontrara junto a ella. Después de todo, sí que eran buenas vistas.

— Es muy difícil pensar en el amor, cuando tienes un pueblo por liderar— habló Hilda luego de tomar de su hidromiel, ignorando a los hombres a su lado.

— No para tu padre— contestó Bocón, antes de dirigir la misma pregunta hacia Hipo y Astrid.

Mi padre podía hacer cualquier cosa.













¡Primer capítulo basado en la tercera película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥







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