CHAPTER FIFTEEN

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐅𝐈𝐅𝐓𝐄𝐄𝐍

( light fury!)

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HILDA SE ENCONTRABA AYUDANDO A GUARDAR A LAS ovejas en el corral y asegurándose que todas tuvieran sus disfraces de dragones bien colocados. Aún recordaba el desastre que había sido hace unos meses, haciéndola temblar en su lugar.

Había escapado de Bocón apenas tuvo oportunidad, entendía que el hombre estuviera preocupado por ella, pero uno caso era hablarlo en privado y otra muy diferente era tirar aquella pregunta frente a todos. Especialmente frente a Eret.

Al terminar, el resto de los hombres y mujeres que estaban haciendo el trabajo junto a ella, le agradecieron, antes de partir a sus hogares. Los rayos del sol ya se estaban escondiendo en la distancia.

Se encontraba caminando en dirección a su casa, cuando vio a la razón de sus pesadillas esperándola. Se escondió rápidamente detrás de una de las casas, chocando con algunos dragones ya dormidos, rezándole a los dioses que Bocón no la haya visto.

— ¿De quién nos escondemos?— la voz de Eret sonó en su oído haciéndola saltar.

— No me asustes así— se quejó mientras lo golpeaba en su fuerte brazo.

— Lo lamento— se disculpó, lo cual en realidad era una mentira, ya que lo había planeado todo al ver la escena desde lejos. Era realmente tierna cuando fruncía el ceño de aquella manera— ¿Entonces? ¿De quién te escondes?

— Bocón está en la puerta de mi casa, seguramente quiere seguir la charla del supuesto pretendiente— explicó Hilda, ahora ya con la respiración más calmada.

— Ah, ya veo— murmuró, antes de sonreír socarronamente—. Solo debes aceptar la propuesta de Brutacio.

Hilda abrió la boca ante las palabras del morocho, antes de dejar salir una risa silenciosa, aun intentando no ser encontrada.

— ¿Cómo te atreves?— siguió riéndose, al igual que Eret—. Nunca podría, es un niño ante mis ojos.

— Ahora es un hombre, ¿no has visto su tupida y varonil barba?

Esta vez a ambos les costó controlar sus risas, despertando a algunos dragones, los cuales se alejaron de allí gruñendo por lo bajo.

»No, pero enserio...«, volvió a hablar el hombre cuando sus risas se apagaron. »No necesitas a nadie a tu lado, ya eres la mejor líder que Berk puede tener y estoy seguro que siempre será así. Y si llega un chico que gane tu corazón, él va a ser el más afortunado de todos.«

El corazón de Hilda gritaba con cada bombeo: "¡Eres tú, maldita sea!", pero su cerebro lo ignoró completamente, generando únicamente una sonrisa.

— Gracias— agradeció por lo bajo, antes de darle un pequeño abrazo que pareció reiniciar el mundo de Eret.

Hilda pudo apreciar a lo lejos, en uno de los acantilados de Berk, específicamente donde su padre solía llevarla cuando era pequeña junto a Hipo. Desde siempre, aquel había sido el lugar donde se sentía como más paz en todas sus tierras. Pudo notar la gran figura Chimuelo, por lo que dedujo que su hermanito se encontraba junto a él.

Con una despedida hacia el morocho, silbó para que Camaleón se acercara, antes de subirse y comenzar el vuelo hacia su destino. A lo lejos pudo escuchar el grito de Bocón, el cual ignoró con todas sus fuerzas.

— Así que robaste mi escondite personal— dijo la pelirroja planeando frente a Hipo, quién se asustó por su repentina aparición.

La chica rió, antes de bajarse de su dragón, quién corrió hacia Chimuelo para jugar.

— Me escondo de Bocón, supongo que tú también— respondió su hermanito, dejándole un lugar para que se sienta a su lado.

— Tiene razón— afirmó Hilda por lo bajo, llamando la atención del castaño.

— ¿En serio? ¿Crees que deberías casarte?— preguntó exaltado— ¿Astrid y yo también?

— ¡Dioses, no!— se quejó la pelirroja, empujando su hombro, antes de señalar a la aldea llena de dragones—. Quiero decir que tiene razón sobre todo esto.

— Parece que todo el mundo sabe de nosotros ahora— dijo Hipo en un suspiro.

— Si, y mientras más dragones traigamos, seremos un objetivo mayor— respondió Hilda, antes de girarse para mirarlo—. Ojalá hubiera una forma de que nos dejaran en paz, no puedo permitir que el pueblo sufra por esto.

— Puede que la haya— contestó Hipo, haciendo que su hermana lo viera— ¿Recuerdas que papá solía hablarnos de un viejo mito de marineros?

— ¿La tierra secreta al borde del mundo?

— Sí, donde los dragones vivían fuera de nuestro alcance.

— Hipo, los marineros son conocidos por exagerar— se quejó la pelirroja con una sonrisa.

— Cierto, ¿pero y si es real?— preguntó Hipo—. Podría ser la respuesta a todos nuestros problemas.

— ¿Cómo? ¿Moviendo a los dragones ahí?— indagó la muchacha sin estar anda convencida.

— No, a todos nosotros.

Hilda dejó salir una risa sin una pisca de gracia, a la vez que se elevaba sobre sus pies para rondar con un deje de molestia que comenzaba a crecer.

— ¿Y abandonar nuestro hogar por siete generaciones?— cuestionó, antes de señalar el pueblo con su mano—. El hogar que nuestro padre me dejó para proteger. No lo creo, necesitamos una verdadera solución, algo real.

— O podrías seguir el concejo de Bocón y casarte, eso sí que arreglaría las cosas— se burló Hipo para hacer sonreír a su hermana, intentando que ya no esté enojada con él—. Estoy seguro que Brutacio sigue esperando impacientemente tu respuesta.

— ¡Oh, cállate!— exclamó Hilda sin poder evitar reír, antes de acercarse a tirar del cabello de su hermanito.

Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera seguir con el juego, Chimuelo se alejó bajando del precipicio hacia el bosque.

— ¡Sí, claro! ¡No te molestes en esperarnos!— gritó el castaño.

Ambos hermanos corrieron como pudieron para perseguir al dragón, no sabían cuánto habían caminado, pero el sol ya se había escondido, dando pie a la luna en un cielo oscuro. Pocos minutos después encontraron a Chimuelo en el claro, acercándose a una dragona color blanca, la cual sus escamas brillaban bajo la luz de la luna.

Una mal pisada de Hilda, provocó que una rama se rompiera, generando que una gran bola de fuego fuera dirigida hacia su dirección. Por suerte ambos hermanos pudieron esquivarla, antes de dejarse ver.

Dioses— murmuró Hipo a ver el nuevo espécimen de frente.

— ¡Hipo!— exclamó Hilda, al ver que otra bola de fuego se dirigía a su hermanito, empujándolo antes de que fuera tarde.

Chimuelo le gruñó levemente, evitando que volviera a atacar.

— Sí, eso. Somos amigos— continuó Hipo, tratando de acercarse—. No hay necesidad de matarnos.

Pero la dragona se alejó asustada, antes de volar lejos, desapareciendo finalmente en la noche de igual forma que los Furia Nocturna hacían. Chimuelo la persiguió como pudo, pero solamente llegó hasta la copa del árbol.

— Otro Furia Nocturna— murmuró Hilda, aún sorprendida por los sucesos.

— Bueno, no exactamente— la corrigió Hipo—. Es más bien como... Brillante...

La pelirroja rodó los ojos hacia la erudición de su hermano, antes de conseguir un nombre mejor.

— Un Furia Luminosa.









¡Segundo capítulo basado en la tercera película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥








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