CHAPTER NINE

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐍𝐈𝐍𝐄

( we got nothing to do here! )

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LOS HERMANOS HADDOCK VOLABAN SOBRE EL OCÉANO EN busca de aquel barco lleno de tramperos de dragones. Hilda tenía un nudo en la boca del estómago, odiaba discutir con su padre, a pesar de que pareciera que eso era lo único que hacía últimamente. Al contrario de su hermano, quien siempre se encontraba en contra de todo lo que Estoico decía, cuestionando sus órdenes, mientras ella las acataba.

— ¿Te encuentras bien?— preguntó Hipo, mientras acercaba a Chimuelo para que volaran paralelamente.

— Lo estaré— contestó con una pequeña sonrisa, antes de visualizar su objetivo a lo lejos— ¡Ahí!

Ambos compartieron una mirada, antes de comenzar a volar hacia la embarcación. Pudieron apreciar como la tripulación del barco comenzaba a moverse al verlos llegar, cuando de repente, empezaron a lanzarles redes para atraparlos.

Los dos jinetes las esquivaron con agilidad, antes de aterrizar en el medio de la cubierta, como si no estuvieran siendo apuntados con todo tipo de armas.

— ¡Y a mí que me preocupaba llegar con las manos vacías!— exclamó Eret con una sonrisa socarrona, mientras los apuntaba con su espada.

— No. Es tu día de suerte, cariño— contestó Hilda a la vez que se bajaba de su dragón, al igual que Hipo— ¡Nos rendimos!

Eret no podía creer lo que estaba escuchando.

— Son un Furia Nocturna, un Gruñón Tambaleante y dos de los mejores jinetes de dragones al oeste de Luk Tuk— continuó Hipo, antes de avanzar seguido de su hermana hacia los trampantes.

— Eso hará feliz a tu jefe, ¿no?— siguió Hilda, entregándole con un golpe en el pecho sus dos hachas, aún ante la sorpresiva mirada del líder.

Ambos hermanos comenzaron a adentrarse a una de las celdas para los dragones, impidiéndoles el paso a Camaleón y Chimuelo, quienes querían entrar junto a ellos.

— A los dragones no les gustan los espacios cerrados, se quedarán afuera con ustedes— les informó el castaño—. No causarán problemas.

El sonido de sus armas siendo blandidas se escuchó, provocando que ambos dragones dieran un gran salto del susto, antes de gruñirles.

— A menos que hagan eso— comunicó Hilda, dejando ver su cabeza a través de las rejas—. Barco de madera, el inmenso océano... ¿Son buenos nadadores?

— No muy buenos— contestó un hombre de la tripulación, provocando que Eret negara con su cabeza.

Volvieron a llamar su atención, cuando Hipo encendió su espada de fuego, para luego entregárselas.

— Casi lo olvido— se hizo el tonto—. Sus prisioneros no pueden tener armas. Es lo que todo trampero de dragones necesita. Un extremo cubre la espada de saliva de Pesadilla Monstruosa y la otra rocía gas de Cremallerus Espantosus.

— Basta una chispa y...— terminó Hilda, viendo como Eret se alejaba al saber lo que iba a ocurrir, antes de que se generara una gran explosión—. Sí, justo así.

— Si te ve como uno de los suyos, se puede entrenar incluso al dragón más malhumorado.

— ¡Dame eso!— exclamó Eret, agarrando el arma para tirarla por la borda, sin notar que Camaleón había corrido a buscarlo— ¿A qué están jugando?

El dragón volvió dejándole el arma como si de un juguete se tratara, ante la sorpresiva mirada del líder y la divertida de la pelirroja.

— A nada, sólo queremos ver a Drago— contestó Hilda, viendo como Eret lanzaba nuevamente el arma, esta vez hacia el otro lado.

— ¿Por qué?

— Haremos que cambie de opinión respecto a los dragones.

Todos comenzaron a reír sonoramente, pero callaron al ver que Camaleón volvía a traer el arma, dejándola a los pies de Eret.

— Cuando te has ganado su lealtad, no hay nada que un dragón no haga por ti— terminó Hipo, a la vez que acariciaba a Chimuelo.

— ¡Ja! No van a hacer a nadie cambiar de opinión— contestó el líder.

— Podemos hacer que cambies de opinión, aquí y ahora.

Hilda pudo ver que la mirada de Eret cambió, pero antes de que pudiera hacer algo, Hipo desapareció siendo agarrado por un dragón. La pelirroja corrió hacia el borde del barco, antes de notar de quienes se trataba.

— ¡Jinetes de dragones!— exclamó el líder a sus hombres, comenzando a preparar las redes.

Comenzaron a dispararles mientras los jóvenes los esquivaban, excepto por Brutilda, quién extrañamente se dejó atrapar. Hipo se soltó del dragón de Patán, antes de extender sus alas y regresar al barco.

Hilda vio como Eret apuntaba a su hermanito, por lo que corrió a detenerlo. Tiró de su brazo, desestabilizándolo, provocando que la red fallara con su objetivo. El morocho la miró entre sorprendido y con admiración, por la capacidad que tuvo de moverlo, al parecer la pelirroja tenía más fuerza de lo que aparentaba.

— ¿Qué hacen aquí?— les preguntó la mayor de los Haddock, al verlos acercarse.

— ¡Vinimos a rescatarlos!— respondió Bocón, aterrizando en el barco.

— ¡No necesitamos ser rescatados!— siguió Hipo.

— ¡BASTA!— el grito de su padre se escuchó, haciendo que todo se mantuviera en silencio ante su presencia.

— Vaya, ¿no se equivocaron de barco?— habló Eret, ofendido por la nueva interrupción—. Soy Eret, hijo de Eret...

Pero antes de que pudiera continuar, Estoico lo empujó con su mano en su rostro y Bocón lo golpeó con su mazo, haciendo que callera al suelo y Gruñón lo retuviera con su mandíbula.

»Quítenme esta cosa de encima«, ordenó con el poco aire que podía entrar a sus pulmones, provocando una risa de Hilda ante tal escena, generando que la mirara con mala cara.

— Ustedes, suban a sus dragones— les indicó Estoico a sus hijos—. Nos vamos a casa.

— No— respondieron ambos al mismo tiempo, siendo la primera vez para Hilda, en la que desafiaba a su padre.

— De todas las irresponsabilidades...

— ¡Intentamos proteger a nuestros dragones y evitar una guerra!— lo interrumpió Hipo— ¿Eso es ser irresponsables?

— ¡Porque guerra es lo que él quiere, hijo!— gritó, antes de suspirar al ver los rostros de sus hijos—. Hace años, hubo una reunión de jefes para hablar sobre la plaga de dragones que enfrentábamos.

»De pronto, llegó un extraño de tierras extrañas lleno de cicatrices, con un manto hecho de piel de dragón. No iba armado y habló tranquilamente, y dijo que él, Drago Manodura, era un hombre de la gente dedicado a librar a la humanidad de la tiranía de los dragones. Aseguró que solo él podía controlar a los dragones y que solo él podía mantenernos a salvo, si decidíamos doblegarnos y seguirlo.«

Patán y Patapez comenzaron a reír junto a Brutacio y Brutilda.

— Tarado— comentó Brutilda.

— Buena historia— continuó su hermano, sacándose una lágrima.

— También nos reímos— siguió Estoico—. Hasta que se cubrió con su manto y dijo: "¡Entonces verán cómo les va sin mí!"

»De pronoto, el techo estalló en llamas y descendieron dragones con armaduras que convirtieron la sala en cenizas. Yo... fui el único que logró escapar. No se puede razonar con quienes asesinan si razón.«

— Tal vez— contestó Hipo como si aquella historia no hubiera conmovido a nadie.

— ¡Hipo!

— Aun así, lo voy a intentar— dijo mientras se subía a Chimuelo—. Es lo que hago mejor. Si pude hacerte cambiar de opinión, también puedo cambiar la suya.

Hipo salió volando, por lo que Hilda corrió hacia Camaleón, lista para seguir a su hermanito, cuando una gran mano que ya conocía la detuvo.

— ¡No!— exclamó su padre—. Ya tengo suficiente con un hijo desobediente, ¿quieres saber lo que es ser líder? Lleva a estos niños de vuelta a Berk.

La pelirroja apretó los labios, intentando reprimir la cantidad de insultos que quería dejar salir en aquel momento. Viendo como su padre y Bocón iban a buscar a Hipo.

Pudo sentir las escamas de Camaleón en su mano, tratando de buscar afecto para tranquilizarla. Suspiró dejando ir aquella ira, antes de acariciar al dragón, quién cambió su color a amarillo de felicidad.

— Vámonos, no tenemos nada que hacer aquí— ordenó a los jóvenes, quienes subieron a sus dragones para partir.

Se detuvo al notar que Brutilda no los seguía, para encontrarla acostada a un lado de Eret tocándole su musculoso brazo.

»¡Brutilda!«, exclamó haciendo que la rubia se quejara y besara su mano para llevarla a los labios del hombre, quién se asqueó.

— Nunca me dejas divertirme— dijo la rubia subiendo a su dragón para despegar junto a los otros.

— Nos vemos después, casanova— dijo la pelirroja con una risa, burlándose del reciente suceso, antes de correr para subirse a su dragón y alcanzar a los niños.

Eret la vio irse, no pudiendo evitar pensar lo bella que se veía riendo y el hecho de que sus últimas palabras, prometían que volverían a verse.











¡Tercer capítulo basado en la segunda película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥

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