CHAPTER TEN

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐄𝐍

( do you trust me! )

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HILDA NO SEPARABA SU VISTA DEL CIELO, ESPERANDO ver a su padre y Bocón junto a su hermanito. Sin embargo, las horas pasaban y no había rastro de ninguno de los tres. La pelirroja imploraba a los dioses que su hermanito no haya encontrado a Drago, al menos no sin ella para luchar por sus dragones juntos.

— Esto no me gusta— habló Astrid, acercándose a la líder sobre Tormenta, mientras se encontraban en un pequeño iceberg sobre el océano—. Ya deberían estar de vuelta con Hipo.

— A mí tampoco me gusta— dijo Brutilda, antes de que Hilda pudiera hablar—. Eret, hijo de Eret, era el hombre de mis sueños. ¡Mi príncipe azul!

La Haddock rió por lo bajo, a la vez que negaba con la cabeza, ante el enamoramiento adolescente de la rubia por un hombre que conocía cinco minutos.

— Pero, nena, me dejé crecer la barba por ti— le contestó Patán.

— Yo también— siguió Patapez.

Aquella guerra entre los dos por el amor de Brutilda, ya se estaba volviendo una rutina diaria.

— ¿Y si Drago los derribó?— continuó Astrid, ignorándolos, centrando su atención en Hilda— ¿Y si necesitan nuestra ayuda?

La mayor no quería continuar desobedeciendo a su padre, pero no tenía más elección. Ella lucharía por su pueblo, su familia y nadie podría detenerla de ello.

— Debemos encontrarlos— ordenó finalmente, generando una sonrisa en Astrid por convencerla.

— Estoico dijo...— empezó a hablar Brutacio, pero la pelirroja lo interrumpió inmediatamente.

— No importa lo que haya dicho mi padre, si es que los capturaron— respondió, antes de darle la señal a camaleón para que tomara vuelo— ¡Vamos!

Los jóvenes siguieron su orden, comenzando a seguirla por los aires.

— ¿Cómo sabremos donde encontrar a Drago?— preguntó Astrid, ubicando a Tormenta a un lado de Camaleón.

Hilda le sonrió con diversión.

— Con la ayuda de un gran amigo— contestó, antes de hacer que su dragón volara con más velocidad.

Los cinco dragones volaban con rapidez, dirigiéndose al barco que tenían frente a ellos. Hilda le dio la señal a Astrid, por lo que, junto con Tormenta, voló hacia al hombre antes de que el dragón lo sujetara con sus garras y se lo llevaran junto a ellos.

Eret gritaba, mientras se alejaban de su tripulación, quienes intentaron detenerlos con las redes, fallando increíblemente.

— ¿Qué es esto?— preguntó el morocho intentando no caer de las garras del dragón, ante una inminente muerte.

— Un secuestro, guapo— dijo Hilda a su lado, asustándolo por su repentina cercanía—. Te dije que volveríamos a vernos— guiñó su ojo.

— ¡Qué bien!— exclamó Brutilda acercándose a él por el lado contrario, para sujetar su brazo con admiración— ¿Puede viajar conmigo? ¿Puede? ¿Puede?

Eret hizo una mueca de asco, soltándose de su agarre, acercándose más a la pelirroja que volaba a su altura.

— Nos vas a llevar con Drago— afirmó Hilda con su voz de líder, dejando las risas de lado, mirándolo fijamente a los ojos para demostrarle su poder.

— ¿Ayudar a unos jinetes a entrar al campamento de Drago?— preguntó con sarcasmo—. Mátenme de una vez.

— Podemos hacer eso, si lo deseas— contestó la muchacha, antes de asentir hacia Astrid.

— ¡Tormenta, suéltalo!— exclamó la rubia, el dragón obedeció— ¡Buena chica!

Eret comenzó a caer con un gran grito, mientras Camaleón esperaba la señal de Hilda con impaciencia.

— Espera...— la pelirroja le dijo a su dragón, el cual no podía parar de cambiar el color de sus escamas con emoción—. ¡Atrápalo!

Camaleón dejó salir un rugido de felicidad, antes de caer en picada hacia el hombre que cada vez se acercaba más al agua.

— ¡De acuerdo! ¡Los llevaré con Drago!— pudo escuchar como gritaba Eret, cuando estuvo a pocos metros de él, antes de que Camaleón lo atrapara con sus garras, cuando estaba a punto de tocar el agua salada.

Camaleón volvió a elevar su vuelo, mientras Hilda reía a carcajadas de la cara del hombre, a la vez que se nivelaba al nivel de Astrid.

— Siempre funciona— dijeron a la vez, chocando sus puños.



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Eret los guió hasta unas congeladas cuevas de hielo, repletas de nieve blanca y pulcra. Camaleón dejó caer al morocho sobre la nieve, quien intentó escapar, antes de que éste se sentara en su espalda como si estuviera empollando un huevo.

Hilda volvió a reír mientras se bajaba de Camaleón, quién ya tenía sus escamas amarillas de felicidad al jugar con Eret. La pelirroja se agachó junto a él, antes de pellizcarle la mejilla.

— Le agradas— comentó con una sonrisa, al ver el sufrimiento del hombre.

— ¡Bien! Ya los traje aquí— respondió molesto—. Ahora, quítenme esta cosa de encima.

— Jamás le quites un juguete a un dragón, ¿no sabes nada?— le preguntó Astrid con su ceño fruncido, compartiendo una mirada cómplice con Hilda, quién seguía intentando apretar la mejilla de Eret nuevamente.

— ¿Por qué me pasan estas cosas?— preguntó Eret a los dioses, mientras Camaleón se acomodaba aún más sobre él.

— Nos vemos luego, guapo— se despidió la pelirroja, antes de seguir al resto de los chicos a una gran montaña de nieve.

Eret agradecía que la muchacha le hubiera dado la espalda, ya que, para su sorpresa, había comenzado a sonrojarse levemente. No era la primera vez que la chica le decía guapo, pero era la primera vez que lo hacía cuando no estaba a punto de caer hacia su muerte.

Los jóvenes pudieron ver una enorme flota de barcos, rodeando una porción de agua dónde salía una gran cantidad de burbujas.

— ¿Qué hay allá abajo?— preguntó Astrid.

Patapez sacó sus tarjetas coleccionables de su bolso, antes de comenzar a revisarlas.

— Burbujas de gran diámetro, pulmones enormes...— comenzó a enumerar—... habita en aguas profundas y frías. Yo creo que es un monstruo marino de categoría cinco, tal vez seis.

Todos lo miraron fijamente por su arrebato bocal, pero antes de que pudieran continuar con su conversación, ignorando ese último comentario. Rugidos de dolor de sus dragones se escucharon, haciéndolos voltear.

Unos hombres con pieles de osos polares habían disparado dardos tranquilizadores, provocando que los dragones cayeran inconscientes. Ante la debilitación de Camaleón, Eret fue libre, pero para sorpresa de Hilda, éste sacó sus espadas para apuntarlas a sus enemigos.

— ¡Qué hacen!— gritó la pelirroja, corriendo hacia ellos con sus hachas en alto.

Intentó luchar con algunos de los hombres, sin embargo, éstos no dudaron en atacarla tramposamente. Generando que la chica se llevara unos cuantos golpes en el rostro, haciendo que cayera al suelo por el impacto.

— ¡Hey!— exclamó Eret, intentando detenerlos, pero ya habían sido rodeados.

Hilda escupió la sangre que se había acumulado en su boca, manchando la anteriormente pulcra nieve y generando que un pequeño sentimiento de preocupación, se encendiera en Eret.

Comenzaron a arrastrarlos, llevándolos en dirección a la flota de barcos, no sin antes apoderarse de todas sus armas. La pelirroja mirada cualquier movimiento que los hombres hicieran, atenta a lo que podría llegar a suceder. Aquellos jóvenes eran su responsabilidad, debía asegurarse que llegaran a casa sanos y salvos, y no iba a dudar a pelear con cada uno de sus enemigos, con tal de liberarlos. Pero debía ser más inteligente que ellos.

Pudo sentir como el calor corporal del hombre a su lado aumentaba, significando que se estaba acercando a ella con lentitud.

— ¿Confías en mí?— susurró por lo bajo, no queriendo que nadie más los escuchara.

— Para nada— respondió de igual forma, provocando que el morocho frunciera el ceño, antes de sonreírle—. Pero no tengo otra opción, ¿verdad, guapo?

Eret dejó escapar una mínima sonrisa, antes de que se detuvieran frente a un enorme hombre con rastas, que se encontraba de espaldas. Con una mirada a la tensión repentina del cuerpo del hombre a su lado, Hilda supo de quién se trataba.

Drago.









¡Cuarto capítulo basado en la segunda película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥






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