CHAPTER SIX

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐒𝐈𝐗

( we're riding dragons! )

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APENAS HILDA SE HABÍA ENTERADO, GRACIAS A ASTRID, que su hermanito tenía un plan completamente descabellado de salvar al Furia Nocturna y a su padre; la pelirroja no pudo evitar reunir a todos los jóvenes para ayudar en aquella travesía, guiándolos hacia las jaulas de los dragones, dónde Hipo se encontraba.

— Si planeas ser devorado, optaría por el Gronckle— dijo Patapez, llamando la atención del pequeño.

— Fuiste listo al pedir ayuda del arma más letal del mundo— siguió Brutacio, refiriéndose a él mismo, mientras Hilda rodaba los ojos— Ése soy yo.

— Me encanta este plan— se metió Patán.

— Estás loco— se le acercó Brutilda a pocos centímetros—. Eso me gusta.

Astrid la alejó agarrándola de su cabello, provocando que la mayor sonriera cómplice.

— Bueno, ¿cuál es el plan?— le preguntó a su hermanito, haciendo que notara su presencia, sorprendido— ¿Qué? ¿Creías que te dejaría pelear tú solo?

El castaño sonrió, extasiado de que su hermana mayor estuviera de su lado.

Hipo giró sobre su eje, abriendo las jaulas de los dragones. Se dirigió hacia el Pesadilla Monstruosa, al cual guió hasta Patán. El muchacho se encontraba sumamente nervioso ante tal bestia, por lo que intentó agarrar una lanza en el suelo, antes de ser detenido por Astrid.

Hipo agarró su mano para empezar a acercársela al hocico del dragón.

— Tranquilo, no pasa nada— intentó calmarlo Hipo.

Finalmente, la mano de Patán tocó al dragón, haciéndolo reír ante tal hazaña. El castaño se alejó, preocupando al muchacho.

— ¿A dónde vas?— le preguntó asustado.

— Necesitarán algo con qué sujetarse— le contestó el castaño, agarrando varias sogas.

Al girarse, se encontró con una imagen que creyó nunca ver en su vida.

Su hermana, Hilda. La gran cazadora de dragones, primogénita de Estoico el Vasto; se encontraba a pocos centímetros del Gruñón Tambaleante. El dragón se había acercado a ella por puro instinto, reconociéndola al instante.

Hipo comenzó a acercarse preocupado de que el dragón la atacara, antes de que pudiera intervenir. Pero se detuvo al ver como el dragón cambiaba sus escamas de violeta a amarillo, antes de refregar su cabeza con el cuerpo de la pelirroja, buscando afecto.

— ¿Cómo está haciendo eso?— le susurró Brutacio a su hermana, igual de sorprendido que todos los presentes.

— Será de familia— le contestó Brutilda de igual forma, encogiendo sus hombros.

Todo lo que habían aprendido sobre ellos, estaba mal.



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Los vikingos peleaban contra el gigantesco dragón que habían despertado, mientras intentaban escapar. De la nada, una bola de fuego impactó contra la cabeza del dragón distrayéndolo de su objetivo.

— ¡Toma eso, maldita lagartija!— un grito se escuchó por los aires, provocando que Estoico frunciera el ceño al reconocer aquella voz.

— ¿Hilda?— apenas pronunció el nombre de su hija, cinco dragones volaron sobre ellos con los jóvenes sobre sus espaldas.

El pueblo los miraba sorprendidos, ante el control que tenían sobre aquellas bestias.

— ¡Mírenos! ¡Montamos dragones!— gritaba Brutacio, ganándose un golpe de su hermana en la cabeza a su lado.

Bocón se acercó a Estoico igual de sorprendido.

— ¡Son unos vikingos igual de tercos que tú!— le comentó mientras los veían volar en dirección al Muerte Roja, a lo que Estoico asintió de acuerdo.

Los jóvenes volaban al rededor del dragón, mientras ideaban un plan para detenerlo.

— Tiene cráneo y cola acorazados, hechos para demoler y aplastar— comenzó a analizar Patapez—. Manténganse alejados de ambos. Ojos pequeños, fosas nasales grandes. Depende del oído y el olfato.

— ¡Patán, Patapez!— empezó a ordenar Hipo— ¡Manténganse en su punto ciego, hagan ruido confúndanlo!

»¡Brutilda, Brutacio! ¡Averigüen si tiene un límite de tiros! ¡Enfádenlo!«, continuó. »¡Hilda! ¡Asegúrate de que ninguno muera!«

La pelirroja rió.

— ¡Es lo que vengo haciendo todo este tiempo!— exclamó, mientras volaba hacia el Muerte Roja. Se agachó hacia al frente para hablarle a su dragón—. Veamos que puedes hacer, amigo.

Hilda se dedicó a distraer al gigante dragón, cada vez que intentaba atacar a alguno de los muchachos. Salvo a Brutacio y Brutilda de ser devorados, salvó a Patapez de ser aplastado y salvó a Patán de estrellarse contra el suelo. Todo gracias a la gran velocidad y destreza del Gruñón Tambaleante.

Hilda pudo notar como su padre era sacado del agua por el Furia Nocturna, por lo que voló hacia su dirección, al ver que todos los jóvenes se encontraban a salvo. Aterrizó junto a ellos, llamando su atención. Hipo ya se encontraba sobre su dragón, a punto de despegar junto a su hermana, cuando Estoico los detuvo.

— Lo siento, por todo— se disculpó el adulto con su hijo menor.

— Sí, yo también— contestó el castaño.

— No tienen que hacerlo— les habló a ambos.

— Somos vikingos— contestó Hilda, antes de mirar a su hermanito con quién dijo a la par—. Es un gaje del oficio.

— Es un orgullo que sean mis hijos— sostuvo las manos de ambos, antes de dejarlos ir.

Los hermanos les dieron la señal a sus dragones, comenzando a volar para seguir atacando a la Muerte Roja. Astrid estuvo a punto de ser succionada por la gigante bestia, antes de que el Furia Nocturna lanzara fuego dentro de su boca, deteniéndolo. Hilda llegó a rescatarla justo antes de que golpeara el suelo, aterrizando para dejarla en tierra firme.

Cuando volvió a ver hacia el cielo, Hipo estaba desapareciendo junto al enorme dragón hacia las nubes. Todo se mantuvo en silencio, hasta que los gruñidos de ambos dragones comenzaron a escucharse en la lejanía. La iluminación que el fuego les daba por pocos segundos, los ayudaba a distinguir sus figuras.

No pasó mucho tiempo, cuando el gigante dragón apareció cayendo en picada junto a Hipo. La única diferencia, fue que Hipo lo esquivó, mientras éste se estrellaba contra el suelo, generando una enorme explosión, acabando con su vida.

El lugar se llenó de ceniza, siendo los restos de la Muerte Roja volando por los aires. Estoico e Hilda comenzaron a buscar a Hipo, tan pronto dejaron de toser, comenzando a correr hacia donde había ocurrido la explosión.

Se encontraron con el inerte cuerpo del Furia Nocturna en el suelo, pero sin ningún rastro del castaño. Ambos se agacharon junto a él, imaginándose lo peor.

Hilda comenzó a llorar destruida, mientras Estoico se lamentaba, ante la vista del pueblo y los dragones quienes comenzaba a acercarse a la escena.

— Yo causé esto— dijo el adulto—. Lo siento tanto, hijo.

El dragón frente a ellos abrió sus ojos, dando un leve gruñido. Hilda levantó su vista, antes de apoyar una de sus manos en la cabeza del dragón, aun dando pequeños sollozos.

De repente, las alas de éste se abrieron, dejando ver el pequeño cuerpo de Hipo, siendo sujetado por sus patas. Estoico corrió a sostenerlo en sus brazos, antes de escuchar que su corazón seguía latiendo.

— Está vivo— habló emocionado—. Lo trajiste con vida.

El pueblo comenzó a festejar, mientras Hilda y Estoico se abrazaban. La pelirroja se separó del abrazo antes de acariciar al dragón frente a ellos.

— Gracias por salvarlo— le agradeció, mientras acariciaba sus escamas.

— Bueno...— habló Bocón apareciendo a su lado—. La mayoría de él.



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Hipo salió de su casa completamente sorprendido, no solo había perdido su pierna, sino que Chimuelo se encontraba allí junto al resto de los dragones. Pudo apreciar a Hilda junto al Gruñón Tambaleante, quienes volaban a gran velocidad; siendo seguidos por Astrid y su Nadder Mortífero.

— Lo sabía— exclamó mirando a su alrededor—. Estoy muerto.

La risa de Estoico comenzó a sonar, antes de agarrar a su hijo por los hombros.

— No, pero hiciste tu mejor esfuerzo— le contestó, antes de señalar a las mejoras del pueblo— ¿Qué te parece?

Las exclamaciones de las personas con el nombre de su hermano, llamaron la atención de Hilda, quién junto a Astrid aterrizaron para acercarse. Hilda corrió hacia su hermanito, antes de despeinarlo.

»Resulta que todo lo que necesitábamos era un poco más de esto«, lo señaló su padre.

— Acabas de señalarme completo.

— Bueno, casi todo— dijo Bocón abriéndose paso para señalar la prótesis de su pierna—. ésa es mi mano de obra con un poco de sabor de Hipo, ¿te servirá?

— Quizá le haga algunos ajustes— contestó el castaño, provocando que rieran a su alrededor.

Hilda se corrió justo a tiempo, cuando el puño de Astrid impactó con el hombro de su hermanito.

— Eso es por asustarme— le aclaró la rubia.

— ¿Acaso siempre vas a tratarme así?— se quejó Hipo, antes de que la rubia lo besara.

Esa es mi chica, pensó Hilda con una sonrisa. Después de todo, la rubia había discutido con ella sobre si besarlo o no, cuando su hermanito despertara.

»Podría acostumbrarme«

Bocón le pasó a Hilda la nueva cola que habían creado para Chimuelo, antes de entregársela al pequeño.

— Bienvenido a casa— le sonrió la mayor, antes de exclamar— ¡A que no me ganas!

La pelirroja corrió hacia su dragón, esperando a que Hipo terminara de subirse; antes de volar a toda velocidad, siendo seguida por el resto de los jóvenes.

Hilda no podía creer que hubo un momento donde odiaba a estas bestias y ahora, ella tenía un dragón propio. Y todo gracias a Hipo.













¡Último capítulo de la primera película!

Finalmente pasaremos a la segunda, donde aparecerá Eret, el interés amoroso de nuestra protagonista *guiño, guiño*

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥







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