1. Valiente

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Estaba en ese momento sórdido en el que escuchas morir una de tus neuronas.

Con mi whiskey en la mano, sentía la taquicardia clásica del miedo. Mientras veía el hielo partirse por el efecto de la temperatura respiré profundo y me permití pensar un par de segundos quién sería yo si perdiera mi empleo. Ya no me sentía valiente al respecto, ya ni siquiera me sentía seguro de conservar mi puesto y justo ahora, ya no tenía ninguna otra razón por la cual volver a casa.

Entonces, ¿qué haría? Seguiría siendo un cobarde detrás de un whiskey, y mañana regresaría a mi escritorio a esconderme detrás de un monitor, esperando a que Allan no quisiera gritarme.

—Justin —llamó mi atención. Me quedé mirándola un segundo.

—¿Qué es lo que preguntaste? —inquirí tratando de dejar de estar ensimismado. La miré poner una mano sobre la otra como una duquesa, aunque eso no fuese tan coherente ni con su personalidad, ni con el estilo de bar en el que estábamos.

—¿A quién llamas cuando estás en lo más bajo y no puedes levantar tu rostro? —lo pensé por un instante y tomé mi vaso de whiskey.

«¡Ah! ¿Es que se puede llamar a alguien?», me cuestionó mi propia conciencia. Después de todo, soy hombre. A nadie le importa si puedo o no levantarme, simplemente tengo que hacerlo.

—No lo sé — ella tomó su shoot de tequila como si no hubiese mañana.

—Todos lo saben, es una respuesta automática —le hizo una señal al cantinero para que trajera otra ronda. Yo tomé mi whiskey y me quedé pensando profundamente en su pregunta.

Tenía amigos, tenía familia, tenía conocidos. Pero no llamaba a nadie cuando estaba tres metros bajo el suelo. Hacía meses que estaba a kilómetros de la superficie y nadie siquiera lo había notado.

Soy hombre, debo ser fuerte, independiente, valiente.

Reconocer que no puedo levantar el rostro va en contra de eso, y todo el mundo lo sabe. Llamar a alguien cuando es obvio que necesitas levantarte y seguir adelante debía ser una cuestión de mujeres.

—No lo he pensado nunca, la verdad —el cantinero puso el shot de tequila y otro whiskey en las rocas delante de nosotros—. ¿A quién llamas tú, Junior? —intenté no demostrar demasiado interés para ver si dejaba de mirarme. Amanda era un buen amigo, y sí, ya sé que es una mujer, pero no por eso dejaba de ser nuestro mejor amigo chico en la oficina.

—A mi mamá, obviamente —qué envidia, ni siquiera tuvo que pensarlo—. ¿Qué los hombres no van con su padre cuando tienen problemas, como las chicas vamos con nuestra madre? —inquirió despreocupada mientras tomaba el cuarto shoot de tequila con los dedos.

Yo recordé detalladamente mi accidentada relación con mi padre y negué con la cabeza sin pensarlo. Eso era un rotundo NO. Definitivamente no podía recurrir a él.

—Creo que no soy un chico corriente —admití riendo con incomodidad cuando ella simplemente me miró con sus ojos inquisitivos.

—¿Entonces no llamas a nadie cuando te sientes mal? —insistió y yo negué con la cabeza—. Es imposible, Mitchel.

—Es que no me siento mal nunca, soy un súper héroe —mentí poniendo todo mi empeño en sonar coqueto. Una sonrisa se dibujó en sus labios haciéndome saber que al menos en una parte había logrado mi cometido.

No había por qué negarlo. Amanda era una mujer muy bonita, de cabello largo y ojos verdes. Pero su postura despreocupada y la forma de recostarse en el mueble al agarrar el shoot de tequila con los dedos la hacía ver menos delicada, más rudimentaria. Eso, sus comentarios y su forma de meterse en nuestras conversaciones nos hacían pensar que era un chico como nosotros, aunque realmente no la conocía tanto.

Su cabello castaño claro era muy largo, ondeaba mientras hablaba y su rostro pecoso se sonrojaba cuando discutía, cuando tomaba mucho tequila y cuando estaba a punto de decir algo supremamente brillante.

De todos estos, evidentemente me tocaría vivir la tercera opción.

—No sé por qué los hombres creen que lo que la mujer necesita un súperheroe que no le teme a nada —razonó casi como si no la estuviese escuchando, y sin que yo dijera nada, completó su idea de forma magistral—. Lo que no entienden es que Lois se sintió atraída a la fuerza, valentía y protección de Superman, pero de quien se enamoró intensamente fue de Clark Kent, quien, de hecho, se parecía bastante a ella y al que podía complementar de alguna manera —finalizó dejándome sin palabras.

Era perfectamente lógico pensar tal cosa, pero después de eso Lois Lane se topa con la verdad absoluta de que su novio es nada menos que Superman. Y la mujer que decidiese quedarse conmigo simplemente se encontraría con que soy... Pues, solo conmigo, que estoy bastante lejos de ser súper.

De cualquier manera, ser un súper héroe fuerte y valiente como el que esperaban que yo fuera era un estándar demasiado alto. No solo para mí, sino para cualquier tipo normal que no tuviera súper fuerza o la habilidad para volar. Incluso era un estándar demasiado alto para Clark Kent, el ser humano tras Superman, que vivía luchando por entender el mundo tanto como yo.

—Qué forma de arruinar una buena línea —me quejé tomándome un trago de whiskey para evitar pensar de esa forma también. Tal parecía que esta noche estaba más sensible que las demás, y eso era poco habitual.

Bien, el día había sido una porquería, perdimos a un cliente importante porque no podíamos programar la línea de código perfecta para que la app que desarrollamos por más de tres meses generara un reporte. Y este era un error bastante de novatos, pero nos ocurrió, el cliente se enojó y nos mandó al demonio.

Había fracasado en todo en la vida menos en mi trabajo. Y justo hoy mi jefe nos llamó a mí, a Amanda y a Adam para decirnos que no servíamos como programadores y que deberíamos irnos a vender artesanías debajo de un puente, lo cual también es irónico, porque tengo de artesano lo que Amanda tiene de refinada y delicada, lo cual es totalmente nulo.

No nos despidieron, pero aquí estaba yo sintiéndome despedido en el alma, simplemente deseando tomarme tres whiskeys más y pedir un taxi para tirarme a vegetar en el sofá de mi departamento hasta el próximo lunes si fuese posible. Y estábamos solo a miércoles.

—Lo siento, el tequila me pone sincera —admitió sonriéndome cuando yo suspiré y me quedé mirando mi vaso de whiskey otra vez.

—No pasa nada, algo tiene que ponernos sinceros, ¿no? —le dije con media amargura. Mi relación con Amanda no pasaba de unos tragos, aunque fuera un buen amigo y tuviéramos estos momentos de hombre a hombre, no éramos cercanos. Para ser sinceros, me molestaba un poco su actitud de "cuate" en algunas oportunidades.

—Mejor que no —tiró un par de dólares en la mesa y tomó su bolso para marcharse—. Todos tienen a alguien, Justin —reiteró y yo asentí sonriendo mientras ella se marchaba y yo empujaba el vaso de whiskey con los dedos. Vaya que con esa frase había conseguido arruinarme la noche.

No, yo no tenía a nadie.

Tragué grueso intentando no parecer un bebé al respecto. Pero cómo es que se supone que uno afronte la realidad de no importarle a nadie en el mundo. Miré las botellas de licor pensando si quizás era una buena idea tomarme algo más, pero cuando vi la hora supe que no. Si no salía ahora no podría llegar a la parada de taxis caminando, y eso no era lo que deseaba para esta noche.

Como un ritual para mis días malos, me volví a poner la chaqueta de mi traje y pagué la pequeña cuenta para encontrarme caminando en las calles desiertas de una noche oscura en la ciudad siguiendo en la misma dirección que solía visitar cuando me sentía vacío.

Este era mi momento masoquista del día: me gustaba ver su trabajo.

Sí, "su" trabajo, como si se tratara de alguien a quien mis labios no podían nombrar. Como si no pudiera dolerme más el hecho de no poder ni siquiera estar cerca de ella. Me tendría que conformar con esto, porque si en alguien pensaba cuando me decían que "todos teníamos a alguien" era en ella: Mary Alice, mi amor de toda la vida.

Caminé por la amplia acera y vi a lo lejos que la luz de su tienda seguía encendida. Negué con la cabeza ante la idea de presentarme delante de ella con este aspecto de perdedor. Miré en esa dirección una y otra vez antes de convencerme de que no estaba bien que siquiera me acercara. Pero fue entonces que noté a un tipejo asomado en el callejón de en frente. Era un hombre como de mi tamaño, tenía ambas manos dentro de una chaqueta y miraba hacia la tienda mientras movía impacientemente el pie.

Tuve una especie de sexto sentido arácnido y seguí caminando lento para ver qué se traía entre manos.

Cuando estuve a un par de locales de la tienda de Alice, la puerta de esta se abrió dejando salir a un hombre mayor con una sonrisa y un paquete entre manos. Alice salió y se despidió de él con esa sonrisa gentil suya.

«Dios mío, ¿por qué tenía que lucir tan hermosa?», se quejó mi fuero interno al detallarla intentando cerrar la puerta de la tienda.

El chico cruzó la calle a toda velocidad y atravesó su pie para que Alice no pudiera cerrarla cuando el señor abandonó la puerta y desapareció en el callejón.

—Está cerrado —oí de su voz algo temerosa y me sentí inmediatamente como un súper héroe. Mi Mary Alice necesitaba ser rescatada.

—Solo quiero hacerte una pregunta —musitó él tipo poniendo resistencia cuando ella negó con la cabeza intentando que el tipo no abriera la puerta y entrara.

—Mañana a las 9 puedo atenderte, por hoy ya cerramos —le repitió poniendo fuerza cuando el chico hizo un amago de tomar impulso para abrir la puerta y yo me interpuse.

—¿Está todo bien, cariño? —vociferé, automáticamente el chico detuvo su movimiento y yo hinché el pecho estando muy dispuesto a liarme a puñetazos si era necesario.

—Justin —profirió Alice con sorpresa.

—Solo quiero preguntar algo —dijo el chico alejándose, era evidente que se trataba de un cobarde—. Supongo que volveré mañana a las 9.

—Yo me lo pensaría —le amenacé con todas las letras. El chico me miró de arriba abajo y yo no disimule demasiado mi intención de hacerle entender que no debía volver.

Sin decir nada más, se marchó como la sanguijuela que era y yo me permitía respirar profundo para superar el subidón de adrenalina.

—Gracias a Dios estabas aquí —suspiró Alice mirándome como si fuese un ángel. Yo me permití detallar su belleza implícita, su sonrisa de alivio y la forma como esa chaqueta de cuero pronunciaba la curva de sus caderas. Quise mirarla con más detalle, pero me di cuenta que probablemente estaba haciendo el ridículo.

—Estaba pasando y vi al chico espiándote, supuse que eran malas noticias —me expliqué mirando a mis tenis.

—Muchas gracias, de verdad —le sonreí y negué como si no tuviese importancia, aunque yo me sintiese como el mismísimo hombre araña con Mary Jane entre brazos.

—¿Estás sola? —inquirí, aunque ya sabía la respuesta. Si no estuviese sola, no estaría tan asustada.

—Sí —admitió abriendo un poco más la puerta. Respiré profundo y recliné el peso de una pierna sobre la otra.

—¿Me permites acompañarte hasta que te marches a casa? —ella sonrió avergonzada y sus mejillas se tintaron de un rosado suave.

—Si no es mucho pedir —solicitó caminando al interior de la tienda y permitiéndome entrar.

Me quedé admirando la belleza y sencillez de su tienda de antigüedades. Tenía una sección de joyería, una de monedas y una sala a la izquierda donde tenía una hermosa selección de libros brillantes antiquísimos y con un aspecto impecable.

No pude evitar desviar mi mirada a una vitrina que estaba iluminada y tenía un libro abierto en ella. Encima de la vitrina decía "Nunca pierde su valor" en letras doradas grandes, y al ver detalladamente las páginas y los colores, pude reconocer que se trataba del libro que rompí en pedazos cuando terminé con Alice. Me acerqué para mirarlo mejor, porque era totalmente imposible que ese libro que volví trizas fuese recuperado hasta tener ese aspecto impecable.

Entonces escuché su voz provenir de lo que parecía ser su oficina.

—Sé lo que dije, Josh, pero el señor Patrick insistió tanto que... —me quedé inmóvil porque quería saber si mi nombre saldría a relucir en esas conversaciones. Después de todo, cómo se le ocurría al bobo novio dejar a Alice sola a estas horas en la tienda—. Gracias a Dios Justin estaba pasando por aquí y... —silenció y por un momento me sentí irritado porque él la interrumpiera cuando estaba a punto de decir algo sobre mí, algo que yo quería saber. Seguramente el novio iba a molestarse, después de todo, yo era el ex, yo estaba solo con ella y yo la había rescatado, no él. Lástima por el tonto, un punto para Justin el valiente.

Me reí para mis adentros y me acerqué intentando escuchar el enojo inminente de Alice porque su novio irracional le dijera que era impropio que yo estuviese en su tienda a solas con ella a esta hora cuando escuché la puerta y casi corrí a la vitrina para que no me mirara espiarla. Entonces me di cuenta que lo que había sonado era la puertilla de un armario que tropecé con el pie.

Miré de nuevo el libro restaurado mientras trataba de escuchar a Alice, pero pensando por un instante que quizás había bajado la voz a propósito, para que no oyera su discusión con el novio enojado. Todas esas cosas eran muy propias de mí Mary Alice.

—No estoy segura de que él tenga tiempo —me sorprendió diciendo con voz tranquila—. No sé, creo que podría preguntarle si puede acompañarme, pero... —me sentí muy irritado por varias cosas a la vez, pero creo que la principal era que no pudiera saber con certeza qué le estaba diciendo él. ¿Acaso le estaba diciendo que me pidiera acompañarla? ¿qué clase de jugada era esta de tirármela a los brazos?

Aguardé unos instantes con la mirada perdida en el libro y pude observar una pequeña, casi mínima línea en la hoja de papel justo pasando por el medio de la página. Si no hubiese visto esa línea, estaría convencida de que se trataba de un libro nuevo. Pero ahí estaba, era un pequeño pliegue entre las páginas, como una cicatriz un poco más oscura que el resto del papel magistralmente conservado.

Entonces escuché un ruido y levanté la mirada para verla pasar bajo la tenue luz de la vitrina y pude ver las cicatrices en las manos de Alice. Suspiré un instante al dejarme deslumbrar por su belleza que era aún más increíble con las largas cicatrices de sus brazos.

—Perdón —susurró con voz baja buscando una chaqueta. Yo fruncí el ceño.

—¿Por qué te disculpas?

—Por dejarte esperando, necesitaba hablar con...

—No te preocupes —interrumpí al mirarla cubrirse con su chaqueta de cuero negro.

—Gracias por quedarte, no había notado lo tarde que era y... —pero tuve que volver a interrumpirla.

—No es nada, Al. Siempre que pueda voy a rescatarte —ella simplemente sonrió dejando cierto brillo y estela en el ambiente que me hizo sonreír a mí también. Suspiré suavemente y miré su expresión avergonzada volverse a dirigir hacia mí, pero tenía tanta vergüenza de pedirme algo más que decidí, en medio de mi caballerosidad heroica, ayudarla un poco—. ¿Ya te vas? ¿Te acompaño a tu coche?

—No he traído el coche hoy.

—¿Entonces cómo te irás a casa? —la estaba ayudando a pedirme el favor que sabía que me pediría.

—En realidad vivo cerca de aquí.

—¿Te llevo entonces? —me ofrecí como buen caballero y ella asintió aliviada.

—Te lo agradecería muchísimo —su voz sonriente y su alivio me hizo sentir de nuevo como un súper héroe, cosa que le agradecía—. Normalmente tomaría un taxi, pero no lo tengo permitido —reí ante su humor negro y ella tomó su bolso para marcharnos—. ¿Seguro que no te interrumpo en nada? Puedo ir sola, vivo cerca.

—Déjate cuidar, Alice, por favor.

—Está bien, gracias otra vez...

—Gracias a ti —susurré con voz baja mientras la seguía para salir de la tienda delante de ella fijándome que no hubiese ningún peligro para ella en la calle ni en ninguna parte. Hinché el pecho y supe que no había otra forma de sentirse realmente valiente. Protegerla, cuidarla y ser su guardián era todo lo que me hacía entender cómo debía ser en mi vida, lo que tenía que hacer.

Sin decir nada, sin mencionar ese tema en particular, sin siquiera intentar hacer algo más que ir a su lado cambiándole el tema para que dejara de pensar que esta era una noche peligrosa. Solo así, los dos, como si no hubiese nadie más en el mundo, riéndonos de alguna noticia actual, filosofando sobre alguna cosa como si el tiempo no hubiese pasado y esto no fuese incómodo. Caminando allí en esa calle vacía fue que entendí que solo a su lado podía ser realmente valiente. Así que, antes que nada, necesitaba regresar a su lado.

¡Hoy estamos de celebración! Cumple años una de las mujeres más Valientes que conozco y en su honor va este capítulo. ¡Feliz cumpleaños, Lady Valkyria! A quien admiro mucho y espero que Dios bendiga con toda la luz del mundo para que más personas puedan apreciar la forma como brillas.

Y es así comenzamos esta historia nueva no tan nueva, que nos mostrará un nuevo matiz de Justin que no conocías. Esta es la segunda parte de una Serie, pero si no has leído la primera parte, no pasa nada, que es una historia totalmente diferente y también puedes empezar por aquí.

Por un tema de tiempo, estaré publicando una vez a la semana, todos los lunes. Y ya tenemos al menos 7 lunes de publicaciones asegurados así que vamos bien jajaja.

Espero que puedan disfrutar esto tanto como yo, y que me dejen sus apreciaciones en todo el camino, las estaré esperando. ¡Nos vemos en el camino!

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