13. Juramento

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Me tomó un rato sentado en el parque organizar mis ideas y trazar para mí un nuevo juramento con respecto a esto de conquistar a Alice: No me aprovecharía de su vulnerabilidad para hacer algún acercamiento con ella.

La razón por la que deseaba regresar con Alice es porque ahora era un mejor hombre, tenía perspectiva, y realmente quería hacerla feliz. Ella era la mujer de mi vida y quería pasar la vida compensándole los malos ratos con un montón de cosas buenas que harían que todo esto se viera como un gran malentendido.

Esa era mi forma de ver las cosas, pero ahora estaba tomando una visión totalmente diferente y la verdad, ya no me sentía con tanta suerte.

Alice me canceló, no quería estar a solas conmigo, se dio cuenta de que era una mala decisión, y para mi desgracia, eso tal vez podía alejarla de mi para siempre. Porque eso era yo ahora: su error. Y notaba que también yo había cometido un grave error al aceptar prestarme para ello. Ahora yo era peligroso para ella, y lo asumiría. Después de todo, la vida no era tan mala como hacía dos meses. En todo esto, Amanda era la diferencia, y si estaba bien con ella, seguramente podría estar bien mañana.

Entonces me senté en los columpios a esperar que pasara un rato para que Amanda no creyera que solo regresé a su casa porque Alice me botó, sino que lo hacía porque siempre fue mi plan, como de hecho era. Tras todo esto, el hecho de que Alice me plantara era un revés, pero ella no lo vería de esa forma.

Pasé por una tienda y compré un buen vino que combinara con la pasta. Además, compré un par de helados de varios sabores y me eché a caminar por las calles para retardar un poco más mi llegada.

Tuve tiempo de meditar mis nuevas resoluciones y con una perspectiva de la vida mucho más cómoda, me dispuse a tocar varias veces la puerta de la casa de mi amiga Mandy, quien esperaba que hubiese dejado de ser el hijo del mecánico para hablar como personas civilizadas.

Amanda abrió la puerta y sus ojos verdes me traspasaron con rabia. Se cruzó de brazos y reposó el peso sobre una pierna viéndose en partes iguales amenazante y sexy. Definitivamente ya no era el hijo del mecánico.

—No te quiero aquí —fue lo que salió de sus labios.

—¿Qué? —me sorprendió

—No te quiero aquí —repitió con gesto fiero y yo ladeé la cabeza.

—¿Y eso es por qué?

—No voy a ser tu plato de segunda mesa —soltó y yo percibí celos en su voz, pero fruncí el ceño. ¿Por qué iba a estar celosa Amanda?

—Te dije que iría a ver qué quería Alice y eso hice —repliqué—. Ahora, estoy aquí, para quedarme contigo como dije que haría.

—No, estás aquí porque Alice no quiso verte —fruncí el ceño y me sentí expuesto, ¿qué era esto? ¿fidelidad femenina o algo? ¿Alice le había dicho lo que pasó?

—No es así —intenté explicarle, pero no pude evitar sentirme enojado.

—¿Ah no? ¿Pensabas decirme que no viste a Alice? —yo me sentí aturdido y fruncí el ceño.

—¿Cómo sabes eso?

—Mala respuesta, Edward —replicó casi acto reflejo.

—Siempre tuve en mente regresar aquí, no iba a quedarme con ella, no soy esa clase de tipo —le aseguré. Era la verdad. Aunque tuviera oportunidad no me acostaría con Alice esa noche. Era algo estúpido.

—No te creo —dijo, pero lo hizo de labios para afuera, ya comenzaba a creerme, y yo podía verlo en sus ojos que se dejaban de ver fieros y peligrosos.

—He decidido hacer un juramento —ella frunció el ceño.

—¿Sobre?

—No perseguir más a Alice —Amanda se retrajo extrañada—. Si algo sucede entre nosotros, no será porque yo esté como una sanguijuela tratando de aprovecharme de su dolor. Será porque tengo una verdadera oportunidad con ella.

—¿La viste esta noche? —me preguntó y yo negué. No tenía razones para mentir.

—Pero, aunque la hubiese visto, habría vuelto para acompañarte. Es lo que dije que haría, y es lo que haré sin importar si Alice se tiraba a mis brazos —la vi dudar un instante mientras recargaba el peso sobre la otra pierna. Entonces decidí añadir lo que tenía en mente desde que había comprado el vino—. No había tenido una conexión real con otro ser humano en mucho tiempo, Mandy. Ser tu amigo, así haya sido solo para engañar a Alice, ha sido muy valioso para mí, y no voy a volver a ponerlo en segundo lugar —prometí también y de sus labios surgió una sonrisa hermosa antes de intentar esconderlo en su fachada de chica ruda.

—Entonces no tuviste suerte, Edward... —me dijo en tono de broma, simulando al cuate que se le había salido hace un rato. Yo solté una carcajada y negué rascándome la cabeza con cierta vergüenza.

—No esta noche —ella soltó una risita de complicidad y abrió más la puerta para dejarme pasar.

—Aqui tampoco vas a tener suerte —aclaró con una carcajada sonora—. Pero podemos ver esa película mala de la que estábamos hablando.

Solté una risita y caminé a su lado hasta el recibidor donde había dos cajas de pizza. Fruncí el ceño y ella comenzó a abrir el sofá para que se convirtiera en una cómoda cama que nos permitiera acostarnos a ver la televisión.

—¿Qué sucedió con la pasta? —le pregunté al ver la cocina llena de trastes sucios pero sin rastro de la comida.

—¿Querías que me quedara en casa haciéndote la cena mientras te ibas con otra mujer, cariño? —bromeó y yo negué con la cabeza sin evitar pensar en el otro detalle.

—Podría terminar la cena yo mismo, cielo —le seguí el juego y ella volteó a mirarme con una sonrisa divertida.

—No sabes hacer ni un huevo asado, Edward —rompió la magia del momento y yo solté una carcajada.

—Perdóname, Mandy —hice caso de mi arranque de sinceridad.

—¿Por qué?

—No debí irme —le hice saber, yo lo sentía así.

—Y yo no debí decirte que quería que salieras de mi vida, Just. Realmente no es así —replicó mirándome a los ojos y yo asentí con suavidad.

—Entonces estamos bien —le tendí la mano y ella sonrió dándome un buen apretón.

—Los amigos van antes que las chicas —me replicó con una media sonrisa, pero yo no pude evitar halarla hacia mí y darle un gran abrazo.

—Es mejor cuando eres ambas —le susurré al oído y ella se quedó muy tranquila. Entonces me abrazó fuerte un segundo y suspiró.

—Voy a cambiarme—anunció justo antes de desaparecer y dejarme ponerme cómodo en la sala. Lancé unos cuantos cojines y busqué unas copas para bebernos el vino, porque era lo que correspondía. Serví la pizza en los platos que traje de la cocina y me quedé sentada esperándola por un rato que me pareció eterno. Por alguna razón me sentía muy ansioso.

Pero todo pasó a segundo plano cuando la vi salir de su habitación con un control en las manos, una camisa grande y un pantalón ancho que hacía un vano esfuerzo por disimular su figura tallada y diminuta. La camisa holgada caía sobre sus caderas dejándome ver lo sexy que yo sabía que Amanda era, mientras me mostraba esta faceta suya, estaba en su casa, segura, lista para dormirse mientras me castigaba con una película que amenazaba con ser pésima.

Pero me mantuve firme a mi juramento de acompañarla y cumplir esta noche de amigos, aunque no fuera en absoluto una tortura para mí verla sonreír al darse cuenta de que había servido la cena.

—Mucha eficiencia, me sorprende —admitió y yo me rasqué la cabeza con cierta vergüenza.

—No creerás que solo esperaré a que me sirvas la cena, cariño —bromeé y ella soltó una risita y negó mientras se sentaba justo a mi lado en el sofá y encendía la tele inteligente para poner la película en el streaming que correspondía.

Comenzamos a comer mientras ella bromeaba conmigo con respecto a alguna cosa que había en la película. Contrario a lo que pensé en un principio, el vino iba muy bien con la pizza y cuando estuve completamente satisfecho puse pausa a la película para ir a lavar los platos antes de que se nos quedáramos dormidos con todo este alboroto armado en la sala.

Amanda me siguió y trató de ayudarme, pero me determiné a servirle a ella para intentar resarcir el mal rato que la pude haber hecho pasar con todos mis problemas de siempre. Limpié hasta el último implemento de la máquina de pasta que había quedado sucio y luego caminamos de vuelta a la sala para terminar de ver la película.

—Dejaste la cocina rechinante, estoy abiertamente sorprendida —yo solté una carcajada y me lancé sobre el sofá.

—Soy un maniático de los platos sucios, me tendrás que disculpar.

—No es para nada malo —admitió con una sonrisa que me hizo sentir desarmado.

—¿Y entonces? ¿Por qué te sorprende? —inquirí pensando que me había vuelto loco al querer limpiar la cocina.

—No conocía la faceta atenta y dedicada de Edward, es todo —admitió mientras yo me recostaba del sofá con los brazos abiertos porque esta noche me apetecía demasiado cuidar de ella, y no había mejor forma de hacerlo que tenerla entre mis brazos, ¿o sí?

Antes de esta noche jamás habría admitido que estaba tan cómodo con Amanda, pero conocerla más me ayudaba a entender su forma de pensar, de proceder y de comportarse, por lo que podía ser yo mismo, sabiendo que ella estaba igual de rota que dañada en algunas cosas que yo, y que nos haríamos buena compañía. Ella estaba a salvo conmigo, y yo con ella. Eso era todo lo que necesitaba por ahora y que cada vez era más real: éramos ella y yo contra el mundo.

Amanda se recostó unos centímetros más allá y tomó el control para continuar la película, pero yo estiré la mano y cuando halé el control para quitárselo, inevitablemente su hombro derecho cayó sobre mi brazo y la obligó a recostarse de mí. Entonces solté el control y la dejé ponerse cómoda, pero en su lugar ella simplemente me miró con recelo. Fue entonces que esperaba ese comentario suyo que me volaba las ideas de la cabeza, y casi sentí temor de lo que fuera a decir.

—Te dije que no ibas a tener suerte conmigo tampoco —soltó con una media sonrisa que me hizo sonreír también.

—Es una noche fría —dije—. Si te dejo recostarte en el otro lado de la sala moriremos los dos.

—Bueno, en eso tienes razón —aunque los dos sabíamos que no tenía tanta razón como decíamos. Entonces presionó el botón y recostó su mano de mi pecho haciéndome sentir nuevamente un súper héroe de alguna forma.

—Gracias por quedarte —me dijo con tranquilidad mientras ladeaba la cabeza para poder ver la película y yo volvía a acompasar mi respiración, tal como había hecho en la sala de hospital para que se quedara completamente tranquila.

La película realmente era pésima, pero no estaba tan mal ahora que tenía en qué concentrar mi atención. En mantenerla tranquila, finalmente estaba descansando después de un día agotador y yo era quien tenía su teléfono cerca en caso de que llamaran del hospital. Llegamos a ese consenso luego de una discusión de varios minutos en los que yo le aseguré que nadie llamaría, y que al siguiente día la llevaría al hospital para ver cómo su padre salía de la sala de observaciones.

Ella aceptó, como si el hecho de que yo tuviese el teléfono fuese una garantía de que no iba a sonar. Y deseé que así fuera, aunque no tuviera ninguna certeza de lo que pudiera suceder.

La película se terminó y Amanda respiraba lentamente. Juraría que estaba dormida, por lo que la abracé y simplemente dejé que la televisión se apagara sola dejándonos en una oscuridad que solo era interrumpida por la luz de la luna atravesando la ventana. Respiré profundo sintiéndome mejor de lo que me había sentido en años, y decidí que me quedaría despierto hasta que pudiera con la simple excusa de que la estaba protegiendo. Sin embargo, su voz ronca interrumpió mis pensamientos mientras su mano se cerraba sobre el botón de la manga de mi suéter que reposaba cerca de mi pecho.

—Edward... —susurró y yo no me moví. Estaba a gusto allí con ella.

—¿Huh? —apenas inquirí mientras noté que pasaba la línea de su dedo por las costuras de la manga de mi suéter.

—Podría acostumbrarme a esto... —dijo en una voz ronca que nunca antes la había oído usar y sonaba tan, pero tan tierna. Tan indefensa, tan segura, tan a salvo que juraría que se estaba quedando dormida.

—¿A que me quede a dormir en tu casa? —bromeé y ella se retrajo un segundo más. Por un segundo tuve la epifanía de que quería levantarse, pero de verdad estaba muy cómodo y no quise dejarla—. ¿A qué, Junior? —le respondí intentando emular su voz ronca y queda.

—A que regreses por mí —suspiró, como renunciando a esa información. Entonces yo la abracé y dejé que simplemente eso le respondiera—. De verdad nunca nadie había regresado por mí y... Me encanta, gracias —su ataque de sinceridad reveló muchísimo más de lo que yo estuve dispuesto a decir el día de hoy, y sentí que le debía algo, porque realmente esto era mucho más para mí que simplemente cumplir mi palabra.

—Tómalo como un juramento, Mandy... Siempre volveré por ti —le aseguré, sabiendo que era difícil encontrar a alguien tan dispuesto a cuidar de mí como ella, y entendiendo que nuestra amistad traspasaba el límite de una travesura para convertirse en algo que, al menos a mí, me hacía mucho mejor de lo que fui ayer.

Bueno me provocó darle publicar así que lo haré jejeje aquí tienen el capítulo nº1 de romance de este libro romántico :D espero que lo amen tanto como yo. Sin duda esto inesperado me está gustando mucho.

Espero sus impresiones y sus estrellitas

E.C Álvarez

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