12. Entre tú y yo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mary Alice Stewart

Aquí, haciendo una confesión entre tú y yo, esta había sido la decisión más difícil que había tenido que tomar. Dejar el coche en el estacionamiento del edificio de Joshua y andar escaleras arriba sabiendo que probablemente se iba a terminar todo en los próximos minutos.

Con las manos temblando y un nudo en la garganta, finalmente me armé de valor y toqué la puerta. Escuché varios ruidos en el interior que me hicieron impacientar. Entonces lo vi abrir la puerta con el cabello despeinado y la respiración agitada.

Le extendí la chaqueta sin dejar de mirarlo a sus profundos ojos color miel. Él me sostuvo la mirada y extendió la mano, yo creí que era para tomar la chaqueta, pero me agarró del brazo y me haló hacia su pecho de forma tan firme que me envolvió y yo juraría que había ido por mi propia voluntad. Cerró la puerta detrás de nosotros y me apoyó de forma tan suave justo antes de robarme un beso en los labios que me hizo separar los pies del suelo.

Solté la chaqueta y lo abracé con fuerza mientras lo besaba sin poder evitar que el dolor me resquebrajara el alma. Me sostuvo un par de instantes más y entonces se quedó con la frente rozando apoyada en la mía y respiré profundo cuando lo vi morderse los labios y sostenerme.

Me tomó unos instantes retomar la sensación de realidad y darme cuenta de que estaba parada entre maletas. Entonces lo abracé con fuerza una vez más y no pude evitar romper a llorar.

Esta sería la única vez que admitiría para mí que deseaba con todas mis fuerzas que esto no fuera cierto y que necesitaba que se quedara.

—No, amor... Por favor —susurró buscando mi rostro y yo me escondí en su pecho mientras sentía como mi tristeza se transformaba en coraje—. Escúchame, por favor... —yo negué con la cabeza y me separé de él que me miró como si fuese algo frágil que estaba a punto de romperse.

—He estado esperando que me expliques por casi una semana —le recriminé—. No sé nada de ti, de no ser porque me llamas para pedirme tu chaqueta y cuando vengo ya casi te has ido.

—Es que... —pero no sabía que decir, otra vez. Y entonces me frustré todavía más antes de definitivamente alejarme de él.

—¿Cómo va a ser ahora, Joshua? —le pregunté con gesto serio. Él me miró nada más y suspiró.

—Alice, yo quiero ser el hombre que mereces que sea... —empezó tan mal que casi sentí las arcadas llenarme la garganta.

—¿Merezco un hombre ausente? —le dije con rabia—. ¿Merezco un hombre que no me consulte las decisiones más importantes? ¿Un hombre que no me busque cuando sabe que estoy enojada? ¿Un hombre que olvide nuestras fechas importantes? ¿Un hombre celoso e irracional? ¿Un hombre que se vaya seis meses y me deje haciéndome cargo de la casa? —no pude evitar que las lágrimas salieran de mis ojos ante esa sola idea, si eso era lo que merecía, yo no quería nada, absolutamente nada. Esto dolía demasiado.

—Eso no es lo que dije —replicó él, ahora también estaba enojado. Presionó los dientes y negó, pero antes de que dijera algo más yo lo interrumpí.

—No, es lo que hiciste, y eso es peor —lo acusé.

—Pero no es por eso que estoy haciendo esto, Alice, no estoy tratando de abandonarte, estoy tratando de arreglarlo.

—Ilústrame, Joshua Alexander, por favor ilústrame que me muero de ganas de conocer tu plan —no pude contenerme. Él se puso rojo de la molestia y negó con la cabeza.

—Hasta que no esté hecho, no —solté una carcajada irónica que ni yo misma soporté.

—Bueno, no sé por qué esperaba algo diferente —le dije mirando a todas partes para recoger mi bolso para marcharme cuando él se adelantó e interrumpió mi paso.

—¿Ya no me amas? —inquirió logrando sorprenderme. Yo suspiré y tuve que dejar de mirarlo a los ojos.

—Desearía —fui honesta—. En momentos como este desearía no amarte como te amo.

—¿Por qué no confías en mí?

—Porque no has sido más que un mentiroso.

—No es así, te he amado con cada fibra de mi... —y lo interrumpí de nuevo.

—Deja de decirme que me amas con las maletas en la puerta, Joshua. No puedo entenderlo ni mucho menos soportarlo. No puedo —y es que hasta este momento había perdido el control de todo y ya no me importaba si mi honestidad lo lastimaba.

—Esto es algo que necesito hacer —dijo con la voz firme y yo agarré aire para decirle alguna barbaridad cuando vi mis manos temblorosas, pero las de él permanecían como una roca, sólidas, sin un solo movimiento.

Entonces quien estaba de los nervios era yo, quien estaba mal por esto era yo, y quien estaba rebajándose hasta lo más bajo con esta discusión, pareciendo la loca y rompiendo todo lo que amaba era yo.

En este punto, él se había elegido a sí mismo y yo seguía aquí rogándole, peleando con él para que no hiciera lo que deseaba hacer. Esta no era la persona que yo quería ser, así no quería amarlo a él.

Me miré el anillo de compromiso en los dedos y respiré profundo una vez más antes de tomarlo y sentir el calor de mi piel en el oro blanco. Entonces lo miré a los ojos y negué con la cabeza.

—Qué bueno —le dije sacándome el anillo del dedo—. Yo no puedo mirarte hacerlo —admití—. Te tomó un viaje darte cuenta de que no me necesitabas —tomé su mano y le puse el anillo en la palma, entonces le cerré la mano con los dedos mientras él analizaba mis movimientos—. Me tomó un mes y una semana darme cuenta de que yo no quiero volver a vivir esto. No quiero volver a sentirme así. No quiero devaluarme de esta forma —solté su mano y sentí el calor de sus dedos desvanecerse como si recibiera un fuerte golpe en el pecho que me dejó sin aire, pero aun así me hice la fuerte y erguí el rostro—. Entre tu y yo, me elijo a mí.

Y cuando terminé de decir esto, me di media vuelta y eché a caminar hacia la puerta necesitando con todas mis fuerzas huir de él antes que quedarme en sus brazos sabiendo que me heriría de nuevo, una y otra vez. No podía permitirme terminarlo odiando como en su momento hice con Justin, no podía esperar que se convirtiera en el hombre que siempre había sido y había ocultado de mí.

Sin embargo, ya estaba esperando por alguna parte también que me recriminara eso mismo, que terminaba con él para irme con Justin, lo cual no podía detestar más.

Llegué a la puerta sintiéndome cada vez más tentada a regresarme junto a él y cuando puse la mano en el pomo sentí su cuerpo detrás de mí una vez más. Me detuve siendo completamente débil y apenas me volví unos centímetros cuando él tomó mi rostro con ambas manos y me besó con más ganas aún que antes.

Y como si sus besos regresaran mi cuerpo a la vida reaccioné a él sintiendo la necesidad de quedarme y dejar que hiciera conmigo como quisiera, como lo había hecho antes. Si me pedía que me quedara a ver cómo destrozaba lo que habíamos sido, lo haría sin vacilar porque lo amaba tanto y esto era tan injusto.

Me miró con profundidad como cuando estaba a punto de decir una gran verdad y entonces soltó un suspiro que hiló un beso más, era inevitable.

—Sigues siendo la mujer de mis sueños, Alice —declaró— y no puedo obligarte a elegirme a mí. No puedo seguir haciéndote daño así que está bien. Lo que elijas está bien para mí siempre que tú estés bien —fue totalmente honesto mientras me robaba pequeños besos que me hacían perder los sentidos—. No puedo atarte a mí en todo esto, solo espero que confíes en mí —añadió antes de mirarme una vez más y darme un beso más largo que el anterior.

Y aquí estaba yo, completamente perdida. Sin entender una sola palabra. Frustrada. Amando a este idiota egoísta que me tenía puesto el mundo de cabeza. Yo con mi frase empoderadísima diciendo «Entre tú y yo, me elijo a mí» y ahora no podía alejarme, aunque él con su discurso simplemente me estaba dejando en claro que me fuera si me quería ir.

Me frustré todavía más, pero no sabía cómo extrapolarlo, porque sus besos eran tan pero tan tranquilizadores. Se sentía todo tan sincero. No dejé de besarlo, pero si presioné las manos con fuerza intentando encontrar algo de coherencia en mi ser.

—Te amo suficiente, Alice —susurró un segundo más y yo lo solté sin poder contener la frustración. Abrí la puerta y negué con la cabeza.

—¿De verdad, Joshua? Porque desde mi punto de vista no parezco suficiente para que te quedes —le dije antes de alejarme y cuando se acercó para agarrarme de nuevo separé las manos de él y tracé una línea invisible entre los dos—. Ya, por favor. Solo déjame irme —le supliqué.

Vi como sus ojos se enrojecieron, vi como presionó los puños y la vena de su cuello se tensó antes de bajar la cabeza.

—Siempre has sido suficiente —volvió a decir y yo sentí como la mentira le golpeó, no podía ser cierto, así que no pude soportarlo más y me alejé de él a grandes zancadas, totalmente determinada a elegirme a mí en todo esto.

Esta era mi dignidad, no querer rogarle más porque se quedará a mi lado, no poder perseguirlo hasta el otro lado del país para trabajar en algo que era solo cosa suya, no aceptar la idea de pasar seis meses pegada al teléfono esperando que me llame o no.

Y aquí estaba, sentada en mi coche, sola, con mi dignidad. Que, si me lo preguntan, no me servía para absolutamente nada. Entre él y yo, ahora solo quedaba yo con esa sensación de vacío, de que las cosas no debieron ser así, y de que quizás yo no era lo más importante en este momento.

¿Podía ser que interesarme por entender a Josh disminuyera mi valor? Porque había pasado años tratando de entender a Justin sin encontrar ninguna respuesta. Y esto parecía ser igual, pero el sabor amargo en mis labios era totalmente diferente. Era como si me hubiese equivocado en algo muy importante y entre él y yo, quizás no tomé la decisión más apropiada.

Fue entonces cuando dos golpes en el cristal de mi ventana me hicieron sobresaltar. Me sequé las lágrimas con las mangas del suéter y fruncí el ceño al verlo con un gorro taparle el cabello despeinado.

Me negué a la idea de abrir la puerta, aunque realmente quería hacerlo y abrazarlo con tanta fuerza que no se le ocurriera dejarme. Respiré profundo cuando volvió a tocar el cristal y tuve que abrir la ventanilla.

—¿Puedo llevarte a casa? —preguntó tras un segundo. Me escrutó con sus profundos ojos miel, pero decidió no reparar en mi estado.

—No —le repliqué. ¿Por qué debía dejarlo cuidarme? Él se iría seis meses y no iba a acompañarme a ninguna parte. Como no dijo más, procedí a subir la ventanilla y él se aproximó a detenerme.

—Mi vigilante no va a dejar salir tu coche —aseguró.

—¿Por qué?

—Le he pedido que no lo haga. Es una noche oscura, no deberías estar por ahí sola.

—Todas las noches son iguales —dije con molestia. Era la verdad. Todas eran malditamente oscuras, todas eran igual de solitarias, de frías, y ni él ni nadie iban a hacerme compañía, así no eran las cosas.

—Alice, por favor... —me suplicó con ese gesto de cachorro que yo amaba tanto en él. Entonces esto era. Él quería expiar su culpa, sentirse caballero, dejarme en mi casa y desaparecer.

—Entonces llamaré a alguien que venga por mí —solté entre dientes. Quise herirlo, quise que creyera que llamaría a Justin, aunque yo no sería capaz de hacerlo, deseé que a Joshua le doliera todo esto aunque fuera un cuarto de lo que me estaba doliendo a mí.

A juzgar por su rostro, no logré que se enojara o se ofendiera. Simplemente se retrajo, guardando el pecho como no pudiese defenderse de mí. Entonces, se apoyó levemente en el marco de la puerta, como si no pudiese respirar y me miró nuevamente a los ojos.

—Déjame hacer mi trabajo... Por última vez, si así tiene que ser —suplicó con un suspiro de esos que te rompen el corazón en pedazos.

Entonces esto es lo que era. Una despedida. Un rompimiento en el cual todo empezaría como terminó: Joshua intentando protegerme.

Bien.

No cambiaría en nada las cosas, pero si él iba a estar en paz con eso.

Tomé mi bolso y salí del coche sabiendo que él estaba mirando cada uno de mis movimientos. Entonces me tocó la mano y su contacto se esparció como un calor profundo desde la punta de mis dedos que me alcanzó el corazón resquebrajándolo en pedazos.

—No me toques —me quejé. Podía ser que me arrepintiera si volvía a sentir su calor tan cerca de mi alma. Le dejé las llaves del coche, pero él negó.

—Estamos a dos cuadras, ¿puedo llevarte caminando? —inquirió con voz queda y yo suspiré.

Era esa sensación contradictoria de querer permanecer donde te sentiste seguro, aunque ahora no sea más que un lugar muy hostil y doloroso.

Me tomó un par de segundos volver a guardar la llave de mi coche en el bolsillo y asentir.

Echamos a caminar hacia afuera del estacionamiento y el frío no tardó en golpearme los brazos. Intenté cubrirme inmediatamente, y me di cuenta que hasta entonces había tenido la chaqueta de Joshua puesta, pero que ahora la había dejado en su casa, porque él así lo quería.

No sé bien cómo explicar la sensación de frío que me atravesó el corazón como una estaca. Me retraje ante la sensación que me llenó de lágrimas los ojos y me obligué a pestañear para disiparlas porque también tenía que estar consciente que no se trataba de una sensación pasajera. Ahora iba a sentirme así todos los días que no lo tuviera.

La sensación fue tan poderosa dentro de mí y creó un choque tan fuerte que no me di cuenta cuando Joshua se quitó su suéter de lana y me lo puso sobre los hombros. Negué alzando los brazos haciéndolo saltar para sostener el suéter antes de que se cayera al piso.

No quería sentir ningún calor falso. No iba a mentirme con respecto a esto. No quería que mi ropa oliera a su perfume para esta noche, no quería nunca más que mi alma lo necesitara de ninguna manera para conservar el calor.

Seguí caminando sin decir nada, un paso por delante de él mientras me miraba y me seguía el paso. Caminé rápidamente sin nada más que acotar al tema, dejando que el frío me entrase por los poros y me diera de una vez por todas la perspectiva de que me acostumbraría. Esto no era en nada como cuando terminé con Justin, que me sentí mal por mucho tiempo antes de dejar de hacerlo. Más bien compararía esta situación con un hueso roto: estridente, doloroso, horrible y que tomaría mucho tiempo reparar.

Joshua me siguió el paso cuando me dispuse a cruzar la última calle antes de llegar a la puerta del edificio donde vivo y un coche apareció de la nada. Entonces sentí la mano de Joshua cerrarse sobre mi brazo y halarme para dejar que el coche pasara a toda velocidad y se perdiera por la siguiente calle.

—¿Estás loca? —soltó con molestia. Yo lo miré a los ojos intentando retarlo, entonces bajé mi mirada hacia la mano.

—Suéltame —ladré.

—No.

—Suéltame, suéltame —dije con la voz un poco más alta y él rodó la cabeza de lado a lado negando.

—No quiero —e imprimió tanto significado en estas palabras que me desgarró el alma.

—¡Estoy intentando soltarte! ¡Déjame ir! —le supliqué.

—¿Soltarme? No quiero que lo hagas.

—¡Necesito soltarte, Joshua! No quiero que esperes que te extrañe, no quieras que te amé, que te diga que te estoy esperando, que me quede todos los días esperando tu llamada hasta la hora en que quieras aparecer —le supliqué cuando él me haló y me ciñó más a sí. Me desesperé—. Por favor déjame ir, aléjate de mí.

—Podemos hacer esto, Alice —y yo negué nuevamente—. Cometí un error, pero quiero arreglarlo.

—¿Un error? Esto no es por irte un mes, Joshua. Esto es error tras error.

—Pero quiero arreglarlo.

—¿Cómo? —bajó la cabeza.

—Solo confía en mí.

—No quiero —le repliqué—. No puedo.

—Me hubieses confiado tu vida hace un año.

—Lo hice una y otra vez.

—¿Y entonces?

—Que a ti te quiero. Quiero conservarte —le repliqué con lágrimas en los ojos—. Quiero conservarte para toda mi vida, como el que me enseñó a apreciarme. Como el amor que me calienta el corazón, como lo mejor que me ha pasado.

—Consérvame —me suplicó y yo negué otra vez.

—Si no me dejas ir te voy a terminar odiando —le aseguré—. Lo que queda entre tú y yo está a punto de terminarse, y no puedo dejar que seas tú quien lo mates.

—Así que tú vas a hacerlo —dijo, pero se quebró su voz.

—Al menos así te recordaré como lo mejor que me ha pasado, y no pasaré otros seis meses sufriendo al verlo morir.

—Entre tú y yo, siempre creí que te elegí —dijo bajando la mirada, y soltando finalmente mi mano.

—Lo sé —fui honesta. Nunca creí que Joshua habría querido lastimarme.

—Lo siento mucho —añadió casi sin voz y bajó los hombros tanto que nunca lo había visto así. Me aproximé un milímetro más y empujé sus hombros con mis dedos hasta lograr alzarlo un poco, entonces enredé una de mis manos en su cabello y le di un último beso fugaz sabiendo que definitivamente era una despedida.

—Entre él y tú, siempre has sido tú. Entre tú y yo, siempre has sido tú. Pero no este tú. Sino el Joshua del que me enamoré. Aun hoy lo estoy eligiendo a él, aún entre tú y yo —le dije antes de cerrar esto con un beso y alejarme de él—. Gracias por traerme. Ten un buen viaje.

—Entre tú y yo, eres tú —aseguró. Pero no era cierto. Aun así, me sostuvo la mirada—. Algún día vas a entenderlo.

Estuve planteándome la idea de pausar la historia por falta de tiempo. Pero pues no, vamos a ser fieles a nosotros mismos y no vamos a dejar los proyectos a medias. Espero que les guste. Este capítulo fue muy difícil jaja pero bueno. NO me odien!

Me dejan  sus impresiones! 

Saludos! 

E.C Alvarez

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro