11. Entre él y tú

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Mary Alice Stewart

—Esto no tiene nada que ver con Justin —le aclaré alejándome de él. No me había dado cuenta de cuándo la conversación se había revuelto a tomar esta dirección—, no tengo que elegir entre él y tú. No hay elección.

—¿De verdad? Porque vienes de su casa.

—De la casa de su novia, Joshua. ¿Qué demonios te ocurre? ¿De verdad crees que lo que nos está dañando es Justin? ¿Después de todo lo que hemos discutido en estas dos horas?

—Seguro que yo he cometido muchos errores, pero él está esperando en una esquina a que tú caigas nuevamente como...

—¿Cómo lo hice contigo? ¿Esa fue tu táctica? —pero ni siquiera pude airarme por eso, la verdad es que me producía una profunda sensación de decepción. Siempre creí que lo nuestro era puro, que me enamoré de él de a pocos y que mi relación con Justin había pasado antes de que yo decidiera estar totalmente con Joshua.

Como fuera, ahora venía Joshua y se convertía en irracional para decirme que mis motivos nobles no eran realmente nobles y que él simplemente le había quitado la novia a un idiota, por lo que temía que le hicieran lo mismo.

—Entiende, Alice. Los tipos tenemos intenciones claras.

—Por favor cállate, Joshua, te estoy perdiendo el respeto —le pedí levantando una mano y necesitando sentarme para tomar un respiro.

—No quiero que te encuentres con Justin mientras no estoy —fue directo y yo chisté—. Vas a terminar cediendo, Alice, no quiero que...

—No puedo discutir esto, ni nada contigo cuando me dices qué debo y qué no debo hacer mientras tú te vas seis meses a hacer lo que se te dé la gana.

Pero ahí estaba, en mi casa. Seis días después de eso, sin saber de Joshua más que lo que le tomaba preguntarme cómo estaba ese día. No había hablado más con Justin, eso es verdad. Más que nada porque en todo eso de elegir "entre él y tú" yo ya había elegido, y no pretendía ponerlo a prueba por el momento.

Por supuesto que Joshua no sabía de mi decisión, y de que solo había visto a Justin hoy por casualidad, para entregarle un par de cosas que sabía que su novia iba a necesitar.

Yo era radical con respecto a mi estilo de vida, y si sabía que algo podía ponerla en peligro, no tenía problema en dejarlo. Sin embargo, necesitaba probar un punto con Joshua, y es que no podía vivir siendo tan inseguro.

Ahora estaba sola, otra noche más. Mirando al techo de mi departamento y pensando detenidamente si había tomado la mejor decisión. Respetando la imagen de Joshua en mi vida, quien estaba supremamente aterrado porque ahora Justin era buen novio y él no.

Sí, estaba sola y tenía muchas ganas de tomar una pésima decisión esta noche, porque había veces que uno se despertaba con ese instinto suicida de estupidez.

En mi fuero interno yo deseaba con demasiada vehemencia que Joshua estuviera arreglando todo en este tiempo, y lo haría valer la pena, lo haría funcionar perfectamente y podríamos volver las cosas a cómo eran antes.

Pero había una estela de decepción en todo esto, y yo podía sentirla tan cerca que me hacía sentir demasiado ansiosa e incómoda con respecto a esto.

Mi teléfono campaneó un momento y luego uno más. La pantalla se encendió haciéndome saber que era una nota de voz de Joshua y yo aproximé la mano muy lentamente, y es que en realidad no quería demasiado escucharlo.

—Buenas noches... Alice —inició con voz temblorosa—. Estoy terminando de empacar y no puedo encontrar mi chaqueta. La de Casttle Books que tiene mi nombre. ¿La tienes tu? La necesito... Gracias.

Me le quedé mirando al móvil unos instantes esperando algo más y luego lo miré para darme cuenta de que había terminado.

No podía poner una sola explicación en mi mente. Eran demasiadas voces, demasiado caos.

Entré en mi habitación aún con el móvil en la mano. Reproduje nuevamente la nota de voz me dirigí al armario. Introduje la mano de forma instintiva y halé la chaqueta color marrón oscuro. La vi y recordé el preciso momento en que la usé por primera vez.

Estaba en el hospital, tenía mucho frío y no podía ponerme un abrigo porque me molestaban demasiado con las puntadas que tenía en los brazos.

Entonces Joshua llegó silenciosamente una mañana y mientras creía que yo dormía me arropó con su chaqueta, la que usaba cuando no tenía el traje de seguridad en el laboratorio.

—Espero que sea suficiente para mantenerte caliente —susurró. Después de salir del hospital yo había entendido que Joshua pensaba que yo estaba con Justin mientras estuve en el hospital, y el gesto de la chaqueta había cobrado un nuevo significado para mí. Ahora era su forma de mantenerse conmigo, de mantenerme a salvo.

Era una chaqueta ancha y los brazos eran grandes, forrados con una tela muy lisa que no se enredaba con las puntadas. También era muy caliente y yo la usaba mucho en mí trabajo, en mi casa, y en mi vida porque me recordaba que mi Joshua siempre quería cuidarme.

Ahora tenía que devolverla. Como si todo esto hubiese sido solo un préstamo momentáneo. Una simple y llana tontería efímera que mi mente se había encargado de crear para que le sintiera a salvo, y Joshua rescatara a la damisela en peligro.

No pude evitar sentirme demasiado expuesta. De repente de nuevo tenía frío.

Mis ojos se llenaron de lágrimas tan solo un segundo, el que me tomó contornear una de las heridas de mi brazo derecho.

Y entonces decidí que no quería estar sola. Lanna seguía derrochando talento en París y yo me desesperé ante la idea de estar dejando nuevamente cosas que me importaban por un idiota que solo se importaba a sí mismo.

Necesitaba tanto una explicación. Pero no podía pedírsela a Joshua, porque él no quería explicarme. De una u otra forma se las había ideado para herirme sin dejar una sola razón en todo esto.

Tomé el teléfono, la chaqueta y mi bolso. Me encaminé rápidamente hacia mi coche porque no podía permanecer tranquila y pasar otra noche preguntándome por mi valor, y debatiéndome entre si estaba bien o no que abandonara mis asuntos por tener un novio celoso al que ni siquiera le importaba dejarme tirada 6 meses por su maldito trabajo.

Apenas me monté al coche tomé el teléfono entre mis manos y deseé con todas mis fuerzas sentir que recuperaba de alguna forma mi autonomía, mi independencia y mi propia fuerza. Texteé tan rápido que ni siquiera vi el mensaje antes de enviarlo y poner en marcha el coche. De hecho, fue tan rápido que vi la respuesta apenas con el rabillo del ojo.

Justin: Sí, estoy en la casa de Amanda.

Leí la respuesta y me detuve afuera del estacionamiento pensando delicadamente en lo que esto implicaba. Pero realmente quería compañía y la suya parecía ser segura, parecía ser la correcta. Un par de mensajes más adelante finalmente formulé la pregunta a la que quería llegar.

Yo: ¿Podemos ir al parque?

Y algo sobre esto no se sintió del todo correcto, pero no pasaba nada. Muchas cosas no se sentían correctas en mi mundo justo ahora y seguían sucediendo. Entonces su respuesta llegó un par de segundos después.

Justin: Puedes venir aquí, estamos haciendo cena y hay licor.

Pero me negaba rotundamente a la idea de tener una visita social esta noche y fingir que todo estaba bien. No quería fingir, no quería pretender nada. Solamente necesitaba organizar mi mente y entender para mí qué era lo que estaba bien y mal en todo esto, y necesitaba hacerlo recuperando eso que creía que era mi valor. Después de todo, simplemente quería compañía, y Justin era la única persona que sabía como simplemente quedarse en silencio en el columpio de al lado.

Yo: La verdad es que no estoy de un ánimo muy social...

Escribí, y supe que él entendería. Pero pensé detenidamente que eso tal vez le traería problemas con su tranquila y amable novia quien hasta ahora no había sido más que agradable conmigo. En ese preciso instante le di la opción de elegir.

Yo: Si no puedes venir, no te preocupes. No quiero incomodarte.

Simplemente me eché a andar, porque con o sin Justin iba a sentarme en el columpio, porque de alguna manera necesitaba salir de este bendito agujero donde sentía que me estaba sumiendo por completo sin posibilidades de salir.

Sin embargo, sentí el pecho encajonado cuando recibí la respuesta de Justin, y tuve que detenerme antes de cruzar al parque, porque había algo que resultó demasiado incorrecto en todo esto.

Justin: nos vemos en diez minutos.

Presioné con fuerza las manos y me centré en el reloj mientras intentaba contar. No podía respirar y me sentí demasiado mal. Esto no estaba bien, no era lo correcto. Estaba faltándole a Joshua de alguna manera, y aun más, estaba fallándole también a Amanda, quien había sido amable, buena amiga y una persona increíblemente genuina conmigo.

Por otra parte, el hecho de que Justin decidiera salir deliberadamente del departamento de su novia para verme me daba mala espina, y yo simplemente necesitaba hablar con alguien, y sacarme del pecho la sensación de que había perdido, o estaba por perder todas las cosas que me había concentrado en tener para crear un lugar seguro.

Y entonces estaba ese fantasma, ese demonio que veías frente a ti reírse de cuando finalmente luchaste demasiado y al final no tuviste éxito. De que creíste que eras una guerrera y no eras más que una tonta fracasada. Entre el demonio y tú no había ni siquiera una pelea, simplemente le escuchabas repetirte que entonces todo tu valor era falso, y todo lo que creíste era mentira. Que llegaste nuevamente al mismo lugar donde te estancaste.

Recosté la cabeza un instante del volante y respiré profundo bajo la luz de luna dejando que el demonio se burlara de mí unos instantes para recuperar aire en los pulmones y determinarme a volver a ser yo misma. La chica valiosa que sabía que era, la que podía poner las cosas en orden, la que no ponía en juego su valor porque estuviese en crisis.

Encendí el coche y empecé a manejar rápidamente mientras dejaba el demonio atrás, porque entre él y tú, él no tenía que ganar, ¿sabes? De hecho, para quienes conocíamos nuestro valor y nuestra identidad, ese demonio estaba diseñado a reírse unos minutos y perder estridentemente mientras nos miraba hacer lo correcto.

Caminé por el lobby del edificio y saludé al vigilante que había conocido antes, porque Amanda me lo presentó como un tipo increíble.

Cuando me monté en el ascensor envié un mensaje de texto, porque sabe Dios que tenía que hacer las cosas bien esta vez.

Yo: Lo siento, Just. Esto simplemente no es lo correcto. No iré al parque, lamento haberte molestado.

Toqué la puerta y un par de minutos después vi a una versión enojada de Amanda salir y quedarse perpleja al mirarme afuera. La miré a los ojos sin saber demasiado qué decir. Ella ladeó la cabeza como si no comprendiera y abrió la boca para hablar.

—¿Estás bien, Alice? —inquirió. Entonces reaccioné.

—No —le dije—. La verdad es que no —ella no dejaba de parecer enojada, ¿era porque Justin se había ido de ahí por mí? Como fuere abrió más la puerta.

—Ven, pasa —me dijo. Yo bajé la cabeza y seguí cuando ella cerró la puerta tras nosotras y empezó a caminar hacia la ventana. Yo no entendí inmediatamente. Pasé por su casa, vi la cocina desordenada y la televisión encendida. Entonces ella se metió por la ventana y yo fruncí el ceño, ¿iba a dejarme en la sala?

De repente la vi meter la cabeza por la ventana y mirarme.

—¿Vas a quedarte ahí? —espabilé.

—¿A dónde vamos? —la seguí y ella comenzó a subir las escaleras de emergencia.

En un par de subidas llegamos a la terraza, donde había una hamaca colgada y el cielo semi estrellado de la ciudad nos bañaba con la luz de la luna. Se sentó en la hamaca y me abrió un lugar a un lado. Yo no estaba demasiado segura de qué estaba haciendo, pero la seguí sin vacilar mientras intentaba no tropezar con nada hasta que me senté a su lado. Se recostó y se quedó mirando la luna cuando me dirigió una mirada furtiva.

—¿No te gustan las estrellas? —yo levanté la mirada y vi directamente a la luna recordando las cientos de veces que había ido a ver la lluvia de estrellas con mi papá, pero la luna no permitiría un espectáculo como ese esta noche que la brisa fría nos abrazaba y las estrellas apenas y podían verse.

Amaba la luna, me encantaba su luz y me recordaba tanto a mi propia personalidad. Pero hoy podía admitir que deseaba ver las estrellas y no podía hacerlo.

—Me encantan —le confesé. Ella suspiró y siguió mirando hacia el cielo—. Mi papá solía llevarme al parque de las afueras a ver la lluvia de estrellas cada dos años.

—Sí, cuando era pequeña iba con mi padre a ver los eclipses en el prado de Wisconsin. Es toda una experiencia.

—¿Cómo está él? —le pregunté y ella no se movió.

—Bien, creo —quedó a media oración y luego suspiró—: espero que esté bien.

—¿Por qué no lo estaría?

—No lo sé, los médicos parecen estar preocupados por lo que pase en estas 24 horas —entonces suspiré junto a ella.

—Bueno, 24 horas pasan muy rápido —la intenté convencer, pero entendía lo que sentía, y lo odiaba tanto como ella.

—¿Cómo está él? —me preguntó ella y yo fruncí el ceño.

—¿Quién?

—Tu papá —intentó seguir y yo respiré profundo. Me gustaría tranquilizarla y decir que los padres eran sobre humanos inmortales que siempre estarían bien, pero no era mi caso.

—Murió, hace un par de años.

—De verdad lo siento, no tenía ni idea —negué con la cabeza.

—No pasa nada —le aseguré cuando ella suspiró y se quedó mirando de nuevo al cielo—. La vista es preciosa, pero, ¿por qué me trajiste? —este lugar lucía tan íntimo y privado que parecía como si nadie más que ella pisaba este lugar eventualmente. No era romántico, no estaba ordenado y solo parecía ser un rincón olvidado por el mundo. Precioso, pero oculto de todos.

—Estás en un mal lugar, Alice. Se nota hasta por tu tono de voz —explicó con suavidad mientras señalaba una pequeña constelación lejana que parecía pecas en el cielo—. Simplemente te traje al mejor lugar que tengo, en caso de que te sirva de algo.

Y con ese simple gesto me sentí la peor persona del mundo. Ahí estaba yo, pensando una y otra vez que quería estar a solas con el novio de esta chica, que evidentemente él plantó por ir a por mí, que no pensaba en nada romántico, solo estaba siendo estúpida y tomando mi mala decisión del día.

Como fuera, ahí estaba ella, prestándome su lugar seguro para que pasara la crisis existencial en la que evidentemente estaba sumida. Como solo los mejores amigos hacen. Como solo las mejores personas hacen.

Se me hizo un nudo en la garganta que traté de disipar porque ciertamente esta era la única persona que cuidaba de mí desde hacía días, y su calor humano casi me quemaba la piel ante tantas porquerías que habían llovido últimamente.

—Ni siquiera sé por qué estás en mi casa, y quizás no es esto lo que necesitabas —se disculpó luego de pensarlo un poco más y yo me aclaré la garganta porque tras todo esto, ella necesitaba una explicación—. ¿Es que venías por una taza de azúcar? —bromeó intentando romper la tensión y yo medio sonreí.

—Gracias por traerme aquí —fui totalmente honesta.

—Está bien —dijo, pero yo necesité todavía más ser honesta con ella.

—Cuando estaba por graduarme, mi papá enfermó. Estuvo muy grave y entró y salió del hospital muchas veces en un periodo de seis meses antes de morir —le expliqué con cierta templanza. Era una simple remembranza de un tiempo muy triste en mi vida, que también me llevó a ser quien soy.

—De verdad lo siento —añadió, yo negué.

—Por eso fui al hospital hoy —fui totalmente honesta—. Porque imaginé que estarías sola, y Dios sabe que sé cuán terrible es estar solo cuando sientes que se muere una parte importante de ti. Entonces te llevé comida, porque sé que no querrías salir de la sala de observación para comer nada, y te llevé una chaqueta porque sé el frío endemoniado que hace en esa sala.

'Pero al llegar ahí me di cuenta de que no estabas sola. Justin estaba contigo. Y ahora me siento la persona más terrible y egoísta por enojarme por ese hecho.

—¿Justin no te acompañó cuando tu padre estaba enfermo? Creí que eran novios de instituto.

—Justin tuvo que trabajar mucho desde que su padre empezó a trabajar fuera del estado —lo excusé como lo había hecho millones de veces, y por eso ahora me sentía tan estafada por él.

—Nadie debería estar sola en una situación como esa.

—Supongo que todos en la vida estamos lidiando con mucho, ¿sabes? —volví a excusarlo cuando ella apretó los labios como si no pensara que debía decir lo siguiente. Pero entonces suspiró.

—¿Es por eso que llamaste a Justin para que fuese contigo esta noche? ¿Estás celosa? —fue tan directa que el corazón se me aceleró en señal de peligro.

—Yo... —comencé a analizar mi comportamiento con cuidado y ella se sentó en la hamaca con un gesto demasiado serio que me hizo sentir como una rata.

—Seamos honestas, Alice, por favor.

—La verdad es que estoy muy confundida —le dije con total honestidad mientras me incorporaba frente a ella—. Y no debí ponerlos en medio. Perdóname.

—No tienes que disculparte, pero no puedo entenderte —dijo con el ceño fruncido y yo decidí renunciar nuevamente a mi propia protección para decir lo siguiente.

—No puedo entender por qué Justin no pudo amarme como te ama a ti —dije entre dientes, y enterré la mirada en las uñas de mis dedos, con esa vieja manía de rasparme las uñas como si me estuviera quitando el esmalte—. Es imposible contrastar a Justin con Joshua en esta situación. Joshua era perfecto para mí y ahora estoy prácticamente en el mismo lugar.

'Siempre pensé que eran ellos, ¿sabes? Que no conocían mi valor, que no entendían como amarme. Pero verlo sentado con aspecto preocupado en la sala del hospital a pesar de que em repitió varias veces que tu padre estaba bien me hizo sentir que no era eso. Él sabe cómo amar correctamente, solo que no pudo amarme a mí así. Todo eso me hace pensar que realmente no soy suficiente para que nadie me ame de esa forma.

Como la voz se me quebró, me quedé completamente callada pensando en qué me había traído a esta terraza a confesarle mis inseguridades a la novia de mi ex novio. Entonces me sentí completamente ridícula y deseé nunca haber salido de casa.

—Entre él y tú, sigues eligiéndolo a él una y otra vez —susurró ella con la mirada perdida en mis manos.

—¿Huh?

—Entre Joshua y tú, entre Justin y tú. Sigues eligiéndolos a ellos, hasta que ya no queda nada de ti.

—¿Vas a empoderarme diciendo que me elija a mí? —ella soltó una sonrisa despreocupada y negó.

—Por Dios, no —negó con la cabeza y entonces me miró—. Lo que quiero decir es que elegirlos a ellos solo funciona si ellos te eligen a ti. Entre él y tú debe ser recíproco, o tal vez no deberías estar gastando toda tu energía en ello.

—¿Y?

—¿De verdad me vas a dejar decidir qué vas a hacer con tu novio? —sonrió y yo negué con la cabeza.

—Es que es tan confuso...

—Lo que quiero decir es que Joshua está tratando de elegirse a sí mismo. Y tal vez deberías dejarlo hacerlo —y sentí el estómago atragantárseme en la garganta. Ella bajó el pie de la hamaca y la comenzó a mover suavemente en un ritmo que me relajó un poco mientras las estrellas sobre mi cabeza me daban a entender exactamente lo que ella me quería decir.

—La verdad me alegra que Justin te haya elegido a ti —fui totalmente sincera. Amanda tenía razón y yo necesitaba organizar mi vidanuevamente.

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