9. Prioridades

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Luego de tener seis horas sentado en una sala de espera sosteniendo con un brazo a Amanda que respiraba pasivamente sin moverse ni un centímetro más de la cuenta, comenzaba a revisar mis prioridades.

Yo no podía permanecer tranquilo en una situación como esta, cada diez minutos le preguntaba si tenía sed, si estaba cansada, si quería comer algo, si podíamos ir a caminar, si estaba bien. Era entonces que notaba que no había nada más que pudiera hacer, y que ella se veía mucho más tranquila mientras yo la abrazaba y respiraba de forma acompasada.

Entonces podía hacer eso, podía respirar acompasadamente para que ella se sintiera tranquila, y me estaba asegurando de hacer muy bien mi trabajo.

Sin embargo, es difícil respirar bien cuando estás intentándolo con todas tus intenciones y fuerzas. ¡Qué irónico! ¿No? Durante estas seis horas me encontré respirando demasiado rápido, o demasiado lento. Tomando demasiado aire, o muy poco. Incluso terminé con dolor de cabeza por respirar demasiado profundo.

Y justo ahora, esa percepción de que había cosas demasiado naturales como respirar me estaba dando una epifanía sobre mis prioridades en la vida, y la forma como las estaba gestionando para alcanzar mis objetivos.

Mi objetivo inmediato era recuperar a Alice, y no podía divisar cómo estar aquí me estaba ayudando con ese objetivo. Seguramente Alice estaba peleada con Joshua, o estaban de luna de miel. Eran dos posibilidades extremas, pero factibles, y me estaban volviendo completamente loco mientras miraba las manos de Amanda cerrarse sobre las mías como si ese simple hecho la tranquilizara.

Esa era la otra realidad: necesitaba mantener a salvo a Amanda. No había divisado que tenía este objetivo, pero evidentemente lo tenía, o no habría permanecido tanto tiempo aquí. Simplemente se me había dado naturalmente, y sin darme cuenta lo estaba estableciendo como una prioridad. Como respirar acompasadamente, porque cuando mi respiración se hacía irregular, la sentía tensarse y divagar moviendo rápidamente sus ojos de lado a lado con incomodidad. Y vaya que, tras tanto estrés, yo no quería incomodarla.

—¿Estás bien? —inquirió después de un rato muy largo.

—¿Quién? ¿Yo? —me extrañó su pregunta.

—No veo a nadie más —dijo con ese tono irónico suyo.

—Estoy bien —le aseguré.

—Puedes irte, yo me quedaré esperando y...

—Ya, Junior. Déjate cuidar, ¿vale? —la detuve si demasiado énfasis mientras veía movimientos en los pasillos de la sala de cirugía por donde el médico había entrado y salido para decirnos que la cirugía tomaría un tiempo y no podían aclarar la situación todavía.

—No tienes que hacerlo, no somos novios reales —yo bufé y solté una risita.

—Para qué son los hermanos —le dije sin pensarlo y ella se levantó de la silla como si se tratara de un resorte. Ladeé la cabeza—. ¿Dije algo malo?

Y los médicos salieron de la sala de emergencia, entonces entendí que ya era hora de hacerle frente a esto. Me levanté junto a ella y sin decir demasiado ubiqué dos dedos en la parte trasera de su mano, la acaricié con suavidad y Amanda, como acto reflejo, cerró la mano aferrándose a mí cuando el médico se quitó el cubrebocas y la miró con sencillez.

—Su padre ha tenido un accidente muy serio —comenzó, esto iba mal—. Hemos tenido que hacer cirugía de emergencia, había mucha sangre y tardamos todo este tiempo en drenar todo y revisar cada parte de su cerebro —siguió relatando y entre más se tardaba en decir qué sucedió, Amanda presionaba más mi mano—. No encontramos nada, está muy bien y se recuperará pronto.

El suspiro que salió de los labios de Amanda se acompañó con una sonrisa de alivio que nunca había estado tan feliz de ver.

—Por el momento está en observación y requerirá cuidados por unos días, después lo pasaremos a una sala para asegurarnos de que todo está bien con él y finalmente lo dejaremos irse a casa con una advertencia —le dijo el médico y ella asintió con suavidad.

—¿Puedo verlo ahora?

—Está despertando, aún quedan dos horas de visita —le explicó el doctor y ella soltó una sonrisa más de alivio antes de dar un paso al frente para darle la mano al doctor.

—Muchas gracias, de verdad —el doctor simplemente le devolvió el apretón de manos y asintió.

—Solo uno de ustedes puede pasar —advirtió. Mandy asintió y dejó que el doctor se marchara a sus labores. Tras respirar una vez más, solté su mano y ella reaccionó abrazándose con fuerza de mi cuello a lo que yo pude responder liberando todo el alivio que sentía al saber que ella estaría bien.

—Gracias por no irte —fue lo único que salió de sus labios y yo entendí que esa era una prioridad para mí ahora: no irme.

—No ha sido tan difícil quedarme —admití cuando ella me soltó y se sacudió la ropa—. De hecho, voy a quedarme para llevarte a casa en dos horas, ¿está bien?

—No es necesario, puedo manejar.

—Después de mirar tu crisis de ansiedad, no confío demasiado —bromeé cuando un sonrojo se esparció por su rostro y me empujó con el codo.

—Ya, de verdad, se te hará tarde para irte a casa.

—Es temprano, la hora de visitas se acaba a las ocho y puedo llegar a casa en taxi, no te preocupes, y por favor, dile a mi no-suegro que deje de meter la cabeza donde no debe —la empujé suavemente hacia donde el doctor le había indicado. Ella me soltó otra sonrisa y yo supe que se preocupaba por mí de nuevo—. Iré por algo de comer a la cafetería y luego me quedaré justo aquí esperándote, no te preocupes ni te apures, a las seis de la tarde en punto nos iremos.

Ella asintió y me sonrió antes de irse caminando a la sala de observación. Me le quedé mirando cambiar incluso su forma de caminar ahora, con esta nueva noticia. Daba pasos agigantados, tenía la espalda erguida, y desde luego, ya no necesitaba ser protegida.

Me permití sentirme bien por elegir bien mis prioridades, tomé mi escudo de capitán América y me peiné el cabello hacia atrás cuando pasaba por la sala de espera y me dirigía hacia la cafetería.

"Un soldado, incluso un súpersoldado es tan fuerte como sus prioridades y sus sueños"

Recordé una frase de un comic que había leído hace demasiado años, Steve Rogers, el Gran Capitán América tendía a lanzar este tipo de frases que eran inspiradoras, pero no necesariamente significaban algo para un niño. Pero el día de hoy habían cobrado mucho significado, porque a pesar de que yo tenía aproximadamente tres días sin dormir bien y sintiéndome un fracasado por el no-abandono de Alice, en este momento simplemente me sentía un súper héroe.

Luego de comerme un buen atracón de cafetería de hospital, caminé tarareando una canción en mi cabeza caminé a pasos largos hacia la sala de espera a hacer exactamente lo que dije que haría: jugar Words of Wonder sentado allí hasta las 6 de la tarde.

Sin embargo, cuando llegué al piso de arriba me sorprendí al ver a Alice de pie en la sala de espera con gesto perdido. Me aproximé hacia ella, quien volteó y expresó con todas sus facciones el hecho de que no quería verme.

—¡Alice! —fui efusivo al verla, y no me avergüenzo de ello, ella se sobresaltó y me miró de nuevo como si no debiera estar cerca de mí—. ¿Qué haces aquí?

—Amanda me dijo que... —comenzó a decir y me miró—. ¿Es verdad que su padre está bien? —asentí rápidamente.

—La estoy esperando para llevarla a casa en poco más de una hora. Entró a visitarlo —Alice se rascó la cabeza y asintió con incomodidad dándome una bolsa de papel y un abrigo. Si había alguien que pudiese sentirse identificada con el ataque de ansiedad de Amanda por perder a su padre, era Alice, y respeté eso, porque ella también estaba siendo una verdadera amiga con Mandy, pese a que todo esto saliera simplemente de mi jugarreta.

—¿Podrías darle eso? Es comida y... pues un abrigo, en los hospitales hace mucho frío —dijo mirándose los tenis mientras yo sostenía la bolsa de comida que había traído—. No sabía si estarías aquí, así que solo traje para ella.

—No te preocupes, acabo de comer —entonces fue que noté que también le incomodaba en algo que yo estuviera aquí, pero la gran pregunta era por qué. Lo otro que me llamaba la atención era su postura descolocada, como si algo la tuviese sobrepensando y su cabeza estuviera a kilómetros de aquí—. ¿Y? ¿Estás bien? —Alice tuvo la decencia de negar con la cabeza, aunque no fuese necesario para que yo supiera que se lo estaba pasando mal.

—Ni siquiera debería estar aquí —admitió sin querer mirarme todavía—. Solo he venido por Amanda, para traerle estar cosas y ver cómo está.

—Espérala —le pedí, así también tendría tiempo de hablar con ella y ver cómo quitarle ese gesto de desorientada. Alice se sonó los dedos y luego el cuello con delicadeza.

—No puedo, Just.

—¿Qué es lo que sucede?

—No pienso quedarme, solo he pasado por aquí de camino para ver cómo estaban Amanda y su padre —se excusó nuevamente y yo vi sus manos temblar, pero no sería de frío, sino que parecía ser una reacción natural a sus nervios, o algo más. Me sentí como un idiota.

—¿Te vas a ir manejando? —le pregunté, no debería, se veía como distraída y sin control. Ella sonrió amargamente. Yo me sentí impotente y pensé mis opciones porque ciertamente, Alice no debería manejar en ese estado.

—No tengo opción —anunció recargando el peso sobre otra pierna—. Dile a Amanda que me escriba si necesita cualquier cosa, por favor.

—¿Yo puedo escribirte? —inquirí y Alice levantó la mirada por primera vez.

—No voy a responderte.

—¿Por qué? —le pregunté frunciendo el ceño—. ¿Hice o dije algo malo?

—No —fue cortante—. Por favor no insistas, justo ahora no necesito pelear con otra cosa.

—Alice, estás en una mala posición justo ahora, puedo notarlo y no quiero interferir —fui claro con esto—. ¿A dónde necesitas ir?

—A casa —replicó, y yo sentí el deseo imperante de llevarla, pero qué podía hacer, dejar a Amanda por ir con Alice no me parecía lo correcto, Amanda tampoco estaba del todo bien después de esa crisis nerviosa y, por sobre todas las cosas, se veía mucho más frágil que Alice en ese momento.

Por otra parte, Alice simplemente quería evitarme a toda costa y yo estaba por dañar lo que se había convertido en mi prioridad actual, por ir tras ella y probablemente causarle otro problema.

—Déjame pedirle a un amigo que te lleve —le pedí rápidamente y ella se sorprendió quizás tanto como yo por mi resolución.

—¿A quién?

—Adam está saliendo del trabajo, le diré que pase por aquí y te lleve en tu coche, ¿está bien? Yo le pago el taxi a casa.

—No, yo... Yo puedo pagárselo, gracias —entonces asentí con suavidad sabiendo que ella iba a sentirse más cómoda de esa forma. Respiré con alivio por saber que ella no manejaría, que estaría a salvo, y que yo podía quedarme para asegurarme de que Mandy estaría bien.

Arreglé los detalles y acompañé a Alice hasta su coche donde esperábamos a Adam para que la llevara. Me peiné el cabello con los dedos mientras ella trataba de decirme algo. Caminábamos por el estacionamiento y yo respiraba profundo para decir lo siguiente.

—No voy a escribirte, Alice —decidí en ese preciso instante.

—Gracias —dijo ella sin más y yo me sentí estafado por su respuesta. No porque yo estuviera haciendo un drama para que ella me rogara quedarme, sino porque esperaba algo más que solo eso. Después de todo, y por más que yo quisiera volver con ella, había sido genuinamente su amigo y no había dado ningún paso en falso que fuera por algo más que por protegerla. Entonces le di crédito a las palabras de Amanda de hacía unos días, cuando decía que Alice solo nos estaba utilizando porque se sentía sola.

—Lamento haberte molestado, y si te causé algún problema, discúlpame —le dije, y no pude ocultar del todo mi tono de ofensa. Pero si ya no me iba a dar permiso de estar en su vida, esperaba que al menos supiera que no quería herirla, simplemente estaba intentando mejorar las cosas, hacerla feliz de alguna forma. Ella suspiró y me detuvo agarrando la manga de mi chaqueta.

Respiró profundo y me dirigió una mirada intensa directo a los ojos.

—Evidentemente, tu llevas una buena relación con Amanda y yo... Estoy intentando llevar a cabo la mía, Justin. Creo que esas cosas no deberían mezclarse —fruncí el ceño—. Yo no quiero interferir en tu relación, y tu...

—¿Estoy interfiriendo en tu relación? —Alice negó con la cabeza.

—No, aún no —entonces me acerqué un paso más para que dejara de pensar a mil por horas y simplemente se detuviera a explicarme con claridad qué sucedía—. No quiero que Joshua piense que quiero volver contigo.

—¿No quieres? —le pregunté, pero sabía la respuesta.

—No —fue tajante, y me dolió, pero lo oculté como buen soldado—. Pero este no es un buen momento para explicárselo, y no puedo relacionarme contigo mientras lo intento.

—Se va de viaje otra vez —reproché, porque me molestaba que ella no pudiera verlo, además de insistir en protegerlo cuando a él no le importaba dejarla sola. Alice presionó los dientes y me dirigió una mirada fiera.

—Esto no es tu asunto.

—Se va y te vas a quedar sola simplemente porque él no soporta la idea de que yo esté cerca de ti, ¿no te parece injusto?

—No lo sé, tú dime —replicó con intensidad y algo de recelo, mientras yo pensaba que ya no me guardaba rencor por esto, era obvio que la razón por la que ella odiaba esta situación era yo.

—Esto no es sobre mí.

—Tu tampoco soportabas la idea de que él estuviera cerca de mí.

—Siendo justos, no soportaba la idea de que nadie estuviera cerca de ti —fui honesto—. Era demasiado inseguro para verte ser feliz con otras personas. Pensaba en mi ser que un día te darías cuenta del desastre que soy y te irías con ellos —ella se quedó en blanco y negó con la cabeza.

—Lo lamento, Justin —me sorprendió luego de un par de segundos más, porque se permitió salir de su ensimismamiento para entenderme—. Nunca pretendí que creyeras que te dejaría por algo mejor, no había nada mejor para mí.

—No pasa nada —le dije, aunque sus palabras si me calentaran muchísimo el alma—. Pero no debe ser tu prioridad blindar mis inseguridades, esas son asunto mío. Tú no deberías permanecer sola simplemente porque Joshua no pueda manejar las suyas —se mordió el labio inferior y respiró profundo.

—Tengo a Lanna —explicó, como si debiera.

—Bien —la alenté sin ganas y asentí con suavidad—. Entonces estás bien, no necesitas nada.

—No, Justin, no es así —se debatió y yo di medio paso que la hizo chocarse contra mí. Como si estuviera chocando contra sus propias ideas y puso sus manos un instante en mi pecho para empujarme lejos de sí—. De verdad lo siento si me di a mal entender, pero sigo sin creer que podemos ser los mejores amigos.

Y yo di un paso atrás, más que nada, porque ella no necesitaba más problemas de los que realmente tenía, y porque si existía alguna duda en ella de si debería o no estar conmigo, presionarla era la forma segura de arruinarlo.

—Tienes razón, Alice. Creo que mientras estés en esa situación, no podemos.

—De verdad lo siento —volvió a decir y yo negué.

—Tienes mi número, en caso de que necesites cualquier cosa —le recalqué, porque si bien ella podía no querer ser mi amiga, yo no tenía ningún problema.

—No es personal —añadió—. Simplemente debo cuidar mis prioridades.

Y le di suficiente crédito a sus palabras para entender que ella estaba haciendo lo correcto y yo también. Sonreí y levanté la mano para llamar a Adam, que se puso de pie y caminó hasta su coche.

Me despedí de Alice con la mano cuando Adam llegó con ella, la saludó y se montó en su coche. Entonces, justo quince minutos antes de que se acabara el horario de visitas, estaba sentado de vuelta en la sala de esperas con un chocolate de barra y las cosas que Alice había dejado para Amanda.

Al analizar todo lo que me trajo hasta aquí supe que esta decisión no era permanente. Que Alice y yo nos volveríamos a ver y que todo mejoraría. Y lo sabía porque parte de mí entendía que, si ella necesitaba tan desesperadamente alejarse de mí, seguro que existía alguna duda en su ser de que yo quizás podría ser bueno para ella, y con eso me bastaba para tener la certeza de que tenía una oportunidad.

Así que me lo tomaría con calma, y yo también cuidaría mis prioridades. Amanda justo ahora se había convertido en un mejor soporte de lo que yo imaginaba, y me gustaba la idea de devolverle el favor de alguna forma, siendo para ella lo que ella estaba siendo para mí. Entonces, si debía cuidar algo era a ella, para que volviera a estar en forma cuanto antes, bromeando y analizando cada fragmento de mi vida como si yo fuese transparente, haciéndome ver lo que estaba mal para luego ser un mejor hombre. Yo podía ver que ahora era parte de sus prioridades, entonces ella también merecía estar entre las mías.

Hola! Feliz viernes!

Pues no tengo mucho para decir salvo que esto lo tengo preparado con mucha antelación porque me ha hecho feliz escribirlo. He reflexionado mucho y pues espero que los que alcancen a leerlo puedan pensar en ello tanto como yo.

¡Déjenme algún comentario! Y nos vemos el próximo viernes. ¡Saludos!

E.C Álvarez

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