1. Valiosa

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Estaba sentada en un muro de granito en el que podía sentir las piedras a través de la mezclilla de mi pantalón. Respiré profundo y miré el cielo para observar sin demasiado énfasis la forma como las nubes se cerraban en torno al sol reduciendo la iluminación del ambiente drásticamente. Suspiré una vez más al sentir la similitud con mi estado de ánimo.

Bajé la mirada y seguí tratando de quitarme el esmalte negro de las uñas con la otra mano, como si eso fuera a solucionar en algo la forma en que me sentía: era demasiado tonta.

Me sentía tan sola. Absolutamente ridícula, por esperar durante una hora y media a alguien que no tenía interés en nuestra cita. Estúpida, por creer que alguien me valoraría lo suficiente para llegar a tiempo. Y sí, me sentía algo imbécil, por pensar que podría ser la prioridad de alguna persona.

Me detuve a mirar mis dedos debajo de la pintura desconchada y comencé a contornearlos pensando que, fuese quien fuese el arquitecto de los seres humanos, seguro habría puesto demasiado detalle en cada uno de ellos. Cada línea suave, cada pormenor dentro de cada línea era diferente, hermoso, delicado y único.

Pero yo no era única. No era diferente, valiosa, ni especial. No era nadie ni pertenecía a ningún sitio y no importaba cuántas veces tratara de repetirme que era mentira lo que pensaba, una vez más, y de forma evidente, era totalmente cierto.

—Buenos días —escuché de una voz suave, amable y gruesa. Levanté la mirada y había un hombre delante de mí—. ¿Me puedo sentar? —vi sus ojos directamente, suaves y profundos como la miel misma. Era una mirada interesada, llena de calor y totalmente intimidante para mí que pretendía quedarme en mi rincón oscuro del mundo, así que bajé la mirada y seguí en mi actividad con el esmalte de uñas.

Aunque traté de disimularlo, me sentí invadida inmediatamente. Había como otros 20 metros de muro a cada lado de donde yo estaba sentada, ¿por qué querría sentarse a mi lado en esa porción de medio metro?

—No quería importunar —me dijo con la misma voz amable y dio un paso atrás.

—No hay problema —me obligué a ser amable. Si mi día había sido del asco, no tenía por qué arrastrar a nadie más a mi miseria.

De todas maneras, el chico tomó algo de distancia, se sentó un poco más allá cruzando sus pies y con un gesto bastante despreocupado permaneció allí. Sus pantalones de mezclilla beiges y sus pulcros mocasines marrones llamaron inmediatamente mi atención, era poco habitual ver a una persona tan limpia como él en este lado de los suburbios.

—¿Estás bien? —escuché. Me sentí invadida de nuevo.

No estaba bien, y la respuesta era casi inmediata, pero no conocía al tipo y no iba a responderle eso. Seguí en lo mío y entonces lo escuché suspirar. Mi visión periférica me dio una aproximación de su silueta y la postura que tenía me generó tanta curiosidad que me moví un poco para poder verlo sin hacerlo directamente.

Él simplemente estaba mirando el cielo con las manos apoyadas sobre el muro y la cabeza un poco ladeada. Lo miré con atención un segundo y por mala suerte bajó la mirada cuando yo aún lo estaba viendo.

Traté de voltear rápido, pero era tarde, ya lo había notado.

—Sí, bien —respondí, tal vez así creería que solo lo miraba para responderle. Pero me sentí ridícula cuando lo vi reírse. Había notado mi farsa y ahora yo estaba expuesta de nuevo.

Visité mentalmente la posibilidad de irme, pero no tenía a donde ir, así que me quedaría pasando vergüenza en ese preciso lugar.

—¿Segura? —suspiré algo exasperada por su invasión innecesaria a mi vida personal.

—¿No te enseñaron tus padres que no debes hablar con extraños? —Él volvió a reírse demostrando con todos los dientes su excelente humor. Yo me sentí más enojada con todo.

—Joshua Castell —se presentó tendiéndome la mano con gesto respetuoso. Al notar su piel blanca y sus manos grandes frente a mí, lo miré con cierto pánico—. Soy de la esquina norte, trabajo en una librería en la ciudad, y juro que no voy a secuestrarte —se explicó—. Es solo que no te ves bien, pero no tienes que responder nada —entonces retiró la mano. Yo respiré profundo y me sentí un poco mal porque el chico tuviera que soportar mi mal humor. Después de todo, nadie nunca se preocupaba por cómo estaba una completa extraña en medio de la nada.

—Soy... Nadie —le dije extendiéndole la mano. Él volvió a extender la suya y apretó la mía suavemente dándome cierta seguridad—. Nadie de... Ninguna parte —añadí siguiendo la misma presentación que él había hecho hacia un minuto. Sonrió.

—Tus padres estarían orgullosos —bromeó antes de soltarme. Yo sonreí sin ganas. Aunque era una broma, seguro que tampoco era cierto—. Tienes una linda sonrisa falsa, Nadie —soltó sin previo aviso. Yo sonreí al ver que me seguía el juego con mucha elocuencia—. Pero la sonrisa real es más bonita —me sorprendió, así que le sostuve la mirada un segundo antes de volver a centrarme en el esmalte de uñas a medio retirar.

—¿Solo andas por ahí diciéndole a las chicas medio desconocidas que son lindas? —Él volvió a reír.

—No, parece que a las chicas medio desconocidas no les gustan los extraños.

—Es cierto, no les gustan.

—Qué bueno que eres nadie —bromeó. Yo suspiré ante su frase y sonreí de nuevo—. ¿Cuántas sonrisas tienes?

—¿Qué?

—Te conozco hace 3 minutos y te he visto mostrar una sonrisa falsa, una semi verdadera y una que parece ser de autocompasión —fruncí el ceño. Pero antes de que pudiera pensar en cualquier cosa continuó—. ¿Realmente crees que eres nadie? —me encogí de hombros.

—Quizás —Él negó.

—Eres valiosa, Nadie —solté un bufido. Era la cosa más estúpida que había escuchado en el día—. ¿No lo crees?

—¿Cómo puedes saberlo? Ni siquiera me conoces —refunfuñé. Él tomó mi mano sin tener ningún respeto por mi espacio personal, y luego me la mostró.

—¿Ves cada línea dibujada entre tus dedos como una pequeña pieza de arte? —preguntó mientras me hacía perder toda la atención en mi miseria para centrar la mirada entre cada línea dibujada en mi palma. No tuve que responder nada—. No creo que alguien que haya sido diseñada tan hermosamente delicada y con tantos detalles sea menos que valiosa.

Se me hizo un tremendo nudo en la garganta y bajé la mano inmediatamente para esconder mis ojos empañados. ¿Sería cierto? ¿Qué lo llevaba a decirme esto? ¿Por qué debería escuchar a un extraño en medio de la calle? No sabía nada sobre mí y aún así parecía mirar mi alma, parecía mirar en mí algo que yo no alcanzaba a ver.

—Quizás fue por accidente —quise ignorar sus palabras y me encontré tratando de dejar de tocar mis manos llenas de líneas, caminos, texturas, colores detalles...

—¿Te parece un accidente? —cerré los ojos un segundo para no ponerme a llorar. Sentí la brisa recorrer mi rostro mientras tragaba grueso sintiéndome totalmente especial.

Pero como nada dura para siempre, el teléfono comenzó a vibrar en mi bolsillo.

Me tomó un segundo recomponerme, tomar el celular y recordar cómo era que había llegado a ese lugar.

—Disculpa —le dije a quién mentalmente ahora consideraba que era mi nuevo amigo extraño mientras me disponía a atender la llamada telefónica que acababa de recibir. No tuve siquiera que hablar, antes de descolgar la llamada escuché su voz sínica en la bocina del teléfono.

—Tengo 45 minutos esperándote, Alice —expresó con voz enojada. Yo sentí el fuego quemarme el estómago y subir peligrosamente hacia mi garganta. Pero a fin de no quedar mal frente Joshua, decidí levantarme para insultar a mi futuro ex novio a una distancia prudencial.

—Tienes que estar bromeando, Justin.

—Dime dónde estás —replicó con voz autoritaria y yo tuve que tragarme el dragón que tenía atravesado en la garganta.

—Tenía una hora y media esperándote en el estúpido cafetín y luego de tercer espresso comenzaba a ponerme nerviosa, ¿querías que te esperara ahí hasta qué hora? —se quedó en silencio unos instantes y luego cambió por completo el tono de la conversación.

—Amor.

—Nada de "amor", Justin. Me dejas esperando dos horas y vienes a tratarme como si estuviera loca —presioné los dientes para intentar bajar la voz—. Ya no quiero verte.

—No bromees, amor —chisté con los dientes haciendo un sonido de inconformidad bastante audible.

—¿Te parece voz de broma?

—Vengo manejando desde la ciudad para verte hoy y te vas a ir sin más... —añadió con ese tono de voz coqueto suyo. Yo me sentí más enojada.

—¿Ni siquiera me vas a explicar a qué se debe tu demora?

—Es que... —y entonces yo supe que iba a inventar una excusa—. Amor no me vayas a colgar —escuché cuando ya tenía el dedo sobre el botón—. Es que no sabía qué me iba a demorar tanto y... Simplemente no noté la hora a la que...

—No era lo suficientemente importante verme —interrumpí, y sabe Dios que era justo y necesario que interrumpiera antes de que dijera algo peor.

—No es eso.

—Claro que es eso, ¿a quién se le olvida una cita que espera con ansias? —pero quizás yo era la única ansiosa por verlo.

—De verdad lo siento —respiré profundo y me sentí tentada de nuevo a colgar—. Por favor, perdóname... Haré lo que sea —yo no estaba tan segura de querer perdonarlo—. Alice, por favor —me suplicó y yo escuché su voz un poco más cerca. Suspiré y negué como si él pudiera verme—. Solo una oportunidad —oí tan cerca que podría jurar que lo tenía detrás.

Me di vuelta y ahí estaba con su chaqueta de jean y su cabello rubio perfectamente peinado hacia atrás. Estaba de rodillas con una rosa blanca en la mano. Me extendía la rosa y me miraba con sus profundos ojos grises que se fundían con el día nublado.

—Justin... —comencé a intentar resistirme, pero era más difícil teniéndolo cerca.

—No me olvidé de nuestra cita, solo estaba tan concentrado en el trabajo que se me hizo un poco tarde —explicó sin dejar de señalarme con la rosa profundamente blanca—. Por favor, amor... Nunca me olvidaría de ti, si te pienso todo el día... —miré sus ojos y deseé encontrar ese amor con el que me hablaba. Y allí estaba, sabía que me amaba, sabía que cometía muchos errores, sabía cómo me hacía sentir y aun así jugaba con ello.

Suspiré sin dejar de mirarlo a los ojos y extendí la mano para tomar la rosa. Él tomó ese mismo impulso para tomarme la mano y robarme un pequeño beso que me hizo olvidar casi todo.

Luego de eso sólo me preguntaba por qué se me hacía tan fácil perdonarlo si una parte de mí seguía tan enojada con él.

—Déjame compensarte —pidió sin soltar mi rostro sabiendo bien que su embriagante aliento me rozaba los labios—. Por favor, déjame disculparme como se debe... —tragué grueso mientras él tomaba mi mano con su otra mano y me suplicaba aun con su mirada. Él sabía que yo me estaba resistiendo, pero también sabía que no duraría mucho antes de ceder—. Perdóname, mi reina... Si vienes conmigo verás que preparé esta salida hace mucho tiempo, arreglé todo para tratarte como te mereces.

Bien, hasta este punto no me había dado algo a lo qué sostenerme, pero, ¿realmente había preparado esta salida con antelación? Porque, ¿quién preparaba algo para alguien de quien no estaba enamorado?, ¿quién preparaba algo para alguien que no fuera especial?

—Si estás tratando de engañarme... —amenacé con la voz queda cuando él soltó una de sus hermosas sonrisas y me plantó otro beso que me borró las ideas.

—Ya vas a ver que no es así, te darás cuenta inmediatamente que lo he preparado por semanas... —soltó la rosa en mi mano y bajo la otra para tomarme y caminar. Entonces yo me centré en mirar los hermosos detalles de la rosa blanca.

Como un reflejo, puse la rosa sobre la palma de mi mano y vi que no nos parecíamos en nada. La rosa era fina, suave, delicada y solo tenía un par de líneas, que eran muy hermosas, pero más simples. En cambio, mi mano tenía líneas gruesas, delgadas, más delgadas e imperceptibles.

Entre mis dedos podía notar al menos tres texturas y un degradado de colores de moreno claro a blanco y hasta rosado. En la rosa también había un hermoso contraste, pero no era igual de detallado ni la mitad de funcional. Sonreí un segundo y me sentí valiosa. De hecho, tan valiosa que era más hermosa que una rosa.

Pero como nada era perfecto, sentí la mano de Justin llamar mi atención.

—¿Conoces a ese tipo? Lo he pillado mirándote —volteé y vi a Joshua intentando disimular que me miraba detrás de su celular.

—¿Si sabes que cada quien puede mirar lo que quiera? —dije halándolo para que camináramos y no se fuera a meter en problemas.

—No a mi novia —expresó él con voz de troglodita mientras yo entrelazaba los dedos con los de él para llamar del todo su atención.

—No seas tonto —lo halé y comenzamos a caminar en dirección contraria—. ¿Cómo te fue en el trabajo? —y él comenzó a narrarme todo lo que había hecho en su trabajo mientras yo aprovechaba un segundo y volteaba directo a donde estaba Joshua.

Levanté la mano de la rosa y me despedí con apenas un gesto que él recibió echándome una mirada demasiado profunda que me hizo sentir el corazón extraño, como si hubiese algo más detrás de todas sus palabras de aliento. Entonces hizo una mueca que pude traducir en una bonita sonrisa torcida antes de levantarse del muro donde estuvimos hace unos minutos y caminar en sentido contrario. 

Ahora comenzaría a considerarlo, tal vez era cierto: era tan valiosa que, en algún rincón del universo, alguien se había tomado la tarea de venir como un ángel a recordármelo. 

Y es con esta historia, que es muy especial para mí, que decido recuperar mi cuenta en Wattpad!

Muchas gracias por comenzar a apoyarme, por acompañarme en este capítulo y por dejar tu comentario y tu voto si te pareció lindo ^^

PDT: En esta edición quiero agradecer a LadyLennette cuyos consejos me ayudaron a perfilar la historia desde el principio. 

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