2. Rescate

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Pasé los dedos por mi cabello ondulado y traté de peinarlo un poco. Encendí la luz que estaba sobre la mesa de noche y me di cuenta que eran las ocho y media de la mañana. Otro día más. Arranque el 22 del calendario para que diera paso al 23 de algún mes que no podría leer sin mis anteojos.

Aun así, lo dejé pasar. Estiré cada uno de los huesos hasta que la espalda me sonó un poco y luego me levanté bajando el short de mi pijama. La madera sonó bajo mis pies mientras caminaba. Fui a asearme y tan pronto bajé las escaleras escuché la silla del escritorio de mi madre.

—Mary Alice —La oí con voz seria — ¿Qué haces descalza? —bajé el último escalón para darme cuenta que ella ni siquiera había sacado la cabeza del ordenador para hablarme.

—Pues... —me sentí tentada a mentir, ella no estaba mirando. Pero como si leyera mi mente, se volteó en ese preciso instante y miró mis pies —. Estoy caminando —respondí sintiéndome fuera de lugar.

—Ve a ponerte unos zapatos —ordenó antes de volver a voltearse al ordenador —Hay café en la cocina —miré hacia la cocina y vi a mi hermano leer el periódico. Quise encaminarme hacia allá, pero me quedé en la puerta del estudio de mi madre y carraspeé la garganta haciéndola voltear.

—Quería saber si... Querías ir a comprar... Unos zapatos, mañana —la invité casi anticipando una respuesta. Ella bajó su pluma y me miró cambiando su expresión distante por una más cálida. Estuve bastante segura de que sonrió hasta que cruzó sus manos sobre la libreta de la mesa.

—Cariño, ya sabes que tengo... —esa bendita frase de siempre, la misma en la que decía que yo no era más importante que su...

—Trabajo —completé —. Tienes razón mamá, disculpa.

—El sábado. Cancelaré todo para el sábado y yo pago los zapatos —trató de compensarme y yo trate de sonreír como si le creyera, pero ninguna de las dos era tan buena mentirosa.

—No te preocupes mamá, el trabajo es la prioridad ahora... —dije mientras volvía a tratar de escapar y ella carraspeaba la garganta otra vez.

—Mary Alice —me llamó y yo me sentí irritada. Como si no fuera suficiente rechazarme cualquier invitación y tratarme como una extraña, ¿me tenía que llamar por mi nombre completo?

—¿Sí?

—¿Conseguiste el libro que me comentaste? —negué rápidamente.

—No, pero aún tengo tiempo, el ensayo no es sino para... —al caer en cuenta en mis palabras recordé la página del calendario que había arrancado —¿Tú lo conseguiste? —pregunté y ella negó.

—Solo quería decirte que no lo buscaras en el pueblo —dijo levantándose del escritorio—. Fui a todas las bibliotecas y dijeron que no lo han visto nunca —me agarre la cabeza con las manos —¿Cuándo debes entregar el informe?

—Mañana.

—Bueno, tienes todo el día para encontrarlo.

—Oh, Dios... Va a ser un día largo —me quejé mientras ella sacaba de la cocina una taza de café y me la tendía.

—Entonces mejor que comience pronto —me animó dándome la taza en las manos para comenzar con un día que no pintaba tan bien como pensaba que sería cuando me dormí el día anterior.

Me tomé el café prácticamente de un trago y subí a mi habitación saltando los escalones. Encendí la luz y fui directo a mi celular escribiendo un "llámame" y enviando rápido antes de comenzar a buscar mi ropa.

En unos minutos el teléfono vibraba con una nueva llamada.

—Buenos días mi amada princesa —escuché apenas atendí.

—Hola bebé... —exclamé presionando el botón de altavoz para continuar vistiéndome mientras hablábamos.

—Parece que estas agitada.

—Olvidé el ensayo de historia de la cultura y debo salir corriendo... —dejé en el aire mientras escuchaba ruido de oficina en su llamada—. Justin, ¿me escuchaste?

—Sí amor, que mal lo del ensayo —replicó algo perdido. Yo bufé.

—Tu amada princesa necesita que la lleves a la ciudad.

—No va a poder ser, linda, tengo mucho trabajo —me sentí irritada de nuevo—. De igual modo nos vamos a ver en la noche, ¿no es así? —Yo respire profundo.

—Si me toma tres horas llegar a la ciudad y otras tres horas volver, no creo que podamos vernos —musité, y era la verdad. No solo era que me molestara que no pudiera ayudarme con mi emergencia, sino que correr para verlo además de tener que hacer el informe sería imposible.

—¿Y ese ensayo es tan importante?

—Prefiero perderte a ti que la beca de la universidad y la graduación con honores—entonces él río. Tenía el descaro de creer que era broma—. ¿Me buscarás?

—No puedo salir del trabajo —quise colgar el teléfono.

—Me juraste que tenías tres días libres para escoger cuando yo necesitara rescate.

—No me refería a este tipo de rescates, Alice —me sentí frustrada.

—¿Y qué tipo de rescates esperas que te pida, Justin? ¿Qué quiero urgentemente un helado y pasar la noche en tu casa? —gruñí y el ruido de oficina dejó de escucharse.

—No es eso... —pero no añadió nada más.

—No importa... —tomé el teléfono con la mano.

—¿Nos veremos ahora?

—No —corté —Tendré mucho trabajo cuando llegue a casa después de las seis de la tarde.

Así fue como salí de mi casa a diez para las once de la mañana y me pasé hasta las dos de la tarde en un autobús tratando de llegar a la cuantiosa ciudad que quedaba más cerca. Como no sabía por dónde empezar, comencé por buscar direcciones y encontré cuatro bibliotecas públicas, doce tiendas de libros y otros seis lugares donde podía buscar el bendito título que debía estudiar.

Como era de esperarse, entré a las cuatro bibliotecas, cinco de las tiendas de libros y otros dos lugares extraños donde había libros en el suelo, pero ni así encontré el estúpido libro del que debía hacer un tonto ensayo. Para completar estaba lloviendo y hacía un frío tremendo.

Ya punteaban las cinco y media de la tarde y era un hecho que llegaría a mi casa de noche. Para completar el cuadro, estaba sola en la ciudad y comenzaba a ponerme nerviosa mientras caminaba hacia una última tienda de libros que quedaba cerca de la parada de autobuses.

Respiré profundo antes de cruzar la puerta y me encontré un bello ambiente con sillas y mesas, había unos tipos tomando café y un montón de libreras atrás. La luz era suficiente, la calefacción estaba en su punto para no dañar los libros ni a las personas y el orden parecía impecable.

El suave aroma a café espresso italiano y las personas leyendo en sus asientos era algo que no había visto en otros lugares y me parecía perfecto.

Me metí entre las estanterías y conseguí automáticamente unos tres libros que seleccionaría juzgando por su portada. Tomé uno y me puse a hojearlo perdiendo la noción del tiempo por tan solo unos segundos. Estaba segura de que, si hubiese sabido antes de ese lugar, habría pasado mucho, pero muchísimo tiempo ahí.

—¿Nadie? —escuché y casi tiro el libro al suelo con el sonido de su voz.

—Oh, por Dios.

—Perdón —susurró entrando en la estantería mientras yo tomaba el libro con más fuerza —Es que no estaba seguro de que fueras tu —se acercó a mí con ese andar peculiar suyo. En este caso, Joshua tenía una bata de laboratorio blanco impecable, unos guantes y un pantalón azul. Su cabello castaño oscuro estaba peinado hacia atrás y hoy un par de anteojos estaban delante de sus ojos color miel.

—Soy yo —lo miré un par de segundos y volví a meter el libro en la estantería.

—¿Estás buscando alguna cosa?

—Eh... ¿Trabajas aquí?

—De hecho, la tienda es de mi padre, así que soy el heredero —sonó orgulloso. Yo asentí mientras detallaba los rasgos de su rostro perfilado que de alguna manera me hacían sentir que él tenía la solución a este problema.

—Necesito encontrar Usos y Costumbres del pueblo Maya, por Oscar Fuentes Graham —expliqué como si no fuese nada del otro mundo. Joshua frunció los labios y negó con la cabeza dándole un repentino bajón a mi inexplicable sensación de alivio.

—No lo tengo a la venta, lo siento —suspiré mirando por la ventana como comenzaba a caer un tremendísimo aguacero en el exterior.

Lo que faltaba.

—Pues, gracias. Seguiré mi búsqueda entonces —solo me quedaba tiempo para visitar dos tiendas y agarrar el último autobús de vuelta a casa.

—¿Para qué buscas un libro tan raro? —preguntó Josh haciéndome detener.

—Debo hacer un ensayo para la universidad.

—¿Muy urgente? Porque puedo pedir prestada una... —lo interrumpí y negué con la cabeza.

—Por alguna razón del universo olvidé que era para mañana.

—Oh, ¿y por qué te piden un libro tan raro? —soltó con despreocupación absoluta. Me frustré un poco ante su pregunta y su falta de... ¡No sé! De superpoderes para conseguir el tonto libro, o de interés en darse cuenta que bloqueaba mi camino hacia la salida con su pregunta rara.

—No lo sé —dije intentando ocultar mi mal humor, pero sé que no lo logré.

—Bien, puedo ayudarte —cortó como si comprendiera perfectamente mi desespero por el tonto libro —Debe ser realmente importante para ti, como para que no te importe irte a mojar con esa lluvia helada.

—Creí que dijiste que no lo tenías.

—Para la venta —aclaró él —Tengo un ejemplar en mi cuarto de restauración, pero va a costarte

—Lo que sea.

—Solo quiero que nos tomemos un café aquí, mientras termina de llover, ¿te parece? —ladeé la cabeza y no supe demasiado qué responder.

—¿Solo un café? Porque tengo un novio celoso que... —comencé a decir cuando me interrumpió con una carcajada y negó con ambas manos.

—No pretendo nada, solo que con el café recuperarás el calor y podré explicarte qué implica llevarte un libro de mil quinientos dólares —tosí con fuerza ante la impresión y él soltó una carcajada.

—¿Por qué es tan caro?

—Es una edición con anotaciones del autor, me he pasado lo que va de año restaurándolo —pero a pesar de sus palabras, él se notaba tranquilo, como si realmente no fuese un detalle importante.

—No puedo llevarme ese libro —dije de inmediato, ¿por qué un desconocido iba a prestarme algo tan valioso?

—Pero, lo necesitas, ¿no es así? —si bien eso era cierto, yo no estaba dispuesta a admitirlo.

—Puedo recuperar la calificación.

—No tenemos que tomarnos el café, si por es eso... —yo no pude evitar sonreír. Este chico era extraño, algo dulce y muy sutil. Me generaba un montón de confianza, pero no podía reconocer si era demasiado bueno para ser cierto.

—Es que tu libro es muy costoso, y me da miedo que algo le pase —Joshua volvió a sonreír y negó con la cabeza.

—No te preocupes, sé que vas a cuidarlo bien —dijo señalándome el pasillo —¿Quieres un Latte de Vainilla, Nadie?

—Alice... —él se dio media vuelta y me miró.

—¿Cómo dices?

—Mi nombre es Mary Alice Stewart, pero mis amigos me dicen...—.

—...Alice —completó con una media sonrisa y asintió extendiéndome la mano—. Lindo nombre, ya sabía yo que eras alguien —bromeó yo le entregué mi mano y él plantó un pequeño beso en mis nudillos—, es todo un placer conocerte.

—Si me vas a prestar un libro de mil quinientos dólares, al menos sabrás como ubicarme en Facebook —bromeé cuando él soltó una pequeña carcajada y asintió.

—Asumiendo que me estés dando tu nombre real, Mary Alice —pero me quejé mientras caminaba detrás de él hacia la zona del café —¿Qué? ¿Lo he pronunciado mal? —negué mientras él hacía señas a la chica de la barra quien parecía entender lo que quería sin hablarle.

—No es eso, es que te he dicho que me llames Alice.

—¿Eso quiere decir que somos amigos? —dedujo. Yo solté una media sonrisa. El alivio que sentía por poder terminar mi tarea era absoluto.

—Pues, vamos por buen camino.

Un par de horas después, mi nuevo amigo insistió en llevarme a casa para "proteger su libro del agua de lluvia mortal". Pasamos un rato esperando el autobús en la parada y cuando este no apareció, accedí sabiendo que no encontraría otra forma de llegar hasta los suburbios.

Lo que no esperaba era que mi novio estuviera en la entrada de mi casa esperándome con una taza de té caliente en las manos. Apenas abrí la puerta del coche de Joshua, Justin se adelantó con gesto serio y este se transformó por una molestia que sabía que no tenía energías para controlar.

—¿Dónde has estado? Estábamos tan preocupados que... —respiré profundo cuando Joshua salió de su coche para entregarme la caja plástica donde guardaba el libro —¿Quién es este tipo?

—Justin, te presento a un amigo, Joshua —introduje con gesto serio cuando Justin se adelantó un poco más y casi hinchó el pecho al verlo —Joshua, mi novio Justin —Joshua le extendió la mano sin soltar la caja con la otra cuando Justin lo miró de arriba abajo y me miró.

—No sabía que tuvieras un amigo en la ciudad.

—Muchas gracias por tu ayuda, Josh —me volteé hacia él, ignorando totalmente el gesto idiota de mi novio—. Mañana pasaré nuevamente por la tienda para regresarlo —Joshua asintió con una sonrisa cálida y me entregó la caja en las manos.

—Mañana nos vemos, Aly —se despidió antes de entrar a su coche y marcharse.

—¿Y bien? —preguntó Justin, a quien parecía que iba a explotarle la vena de la frente.

—¿Qué?

—¿Ya terminaste de ignorarme? —o arqueé una ceja.

—Eras tú quien me estabas ignorando.

—No lo hice.

—Claro que lo hiciste, te presenté a un amigo y nos ignoraste a ambos —dije entre dientes—. No pienso pelear contigo en la casa de mi madre —advertí con demasiada seriedad en mis palabras.

Acababa de vivir un buen momento, sentía que no perdería la beca y, por demás, había ganado un amigo. Justin no iba a arruinarme mi pequeña victoria que había mejorado drásticamente un día horrible.

—Entonces peleemos aquí afuera.

—¿Qué es lo que te pasa?

—Tengo toda la tarde llamándote y estaba muy preocupado. Cuando llegas a casa estás con un tipo y yo...

—Joshua —Lo corregí con media molestia.

—¿Qué?

—Su nombre es Joshua, no es un tipo.

—Es un tipo aleatorio.

—No es un tipo aleatorio, Justin. Es el tipo que me ayudó a salvar el semestre, y ahora será mi amigo, te guste o no —le dije sin ánimo de cuidar mis palabras, quería hacerlo molestar.

—Yo estaba trabajando, Mary Alice, no estaba tonteando como...

—Y yo estaba intentando salvar mi beca, Justin, todos tenemos algo que hacer.

—¿Por qué no contestaste el teléfono en todo el día?.

—Mi teléfono quedó sin batería a las 5 de la tarde, antes de eso no me habías escrito nada —Justin presionó las manos en puños y chistó.

—Si algo te pasa por andar montándote en el coche de desconocidos, yo... —respiré profundo y negué con la cabeza.

—La verdad es que hice lo mejor que pude —corté rápidamente al ver que él bajó la guardia. Simplemente estaba preocupado—. Joshua fue como enviado por Dios.

—¿Y si fuese enviado por un violador?

—Pues afortunadamente no lo fue —repliqué cuando se acercó dejando de resoplar para darme un pequeño beso en la nariz. Yo me le quedé mirando a sus ojos azules y él se encogió de hombros.

—No deja de ser un desconocido.

—Es un buen tipo, y voy a volver a verlo mañana.

—¿Qué? ¡No! —intentó darme una orden, pero yo volví a sonreír —¿Y lo que yo piense realmente no importa?

—No demasiado —aclaré antes de cruzar la puerta y mirarlo de frente—. Recuerda, no pelearemos en la casa de mi madre.

No era que pensara en engañar a Justin, no era que nada similar cruzara mi mente, era simplemente que Justin había perdido el derecho de reclamar en esa área porque yo había estado perdida por más de 5 horas en la ciudad y Joshua era el único que se había apiadado de mi alma en desgracia y le debería gratitud a su ofrecimiento, a su amistad y a ese pequeño, pero incalculablemente valioso rescate.

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