16. Está mal

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Dos meses después

¿Hay alguna diferencia remota entre sentir que algo está mal, y que de hecho esté mal?

Quizás externamente la había, pero internamente, no había ninguna.

Es por eso que yo dejaba de hacer muchas cosas, pero en esta en específico no quería detenerme. La razón es que no sabía si el susto en mi corazón era porque mi ser sabía que esto está mal, o si, por el contrario, era lo mejor que se me podía ocurrir en la vida y no debía desperdiciarlo ni por un instante más.

—¿Estás segura de que no tienes problema en quedarte aquí? —volví a preguntarle a Lanna quien estaba jugando con mi oso de peluche blanco.

—Podría quedarme en la residencia, Alice. Son solo dos días —la miré con fiereza y ella sonrió—. Eres demasiado sobre protectora, ya puedo caminar por mí misma y las pesadillas... —puse los ojos en blanco y la miré.

—¿Puedes dejarme que te cuide hasta que te quiten la férula, al menos? —le pedí. Lo cierto es que Lanna era un encanto, y amaba estar cerca de ella porque parecía que solo irradiaba luz y felicidad. Pero se la estaba pasando realmente mal para superar lo que le había pasado. Desde que volvió del retiro hacía más de un mes tenía pesadillas sobre lo ocurrido y, aunque no decía mucho, yo sabía que tenía miedo de no poder caminar bien luego de esto.

—Está bien, pero no este fin de semana —replicó moviendo mi osito de un lado a otro.

—Puedo quedarme si me necesitas —ella soltó una carcajada.

—Josh te necesita más —aseguró luego de bajar el oso y mirarme meter la ropa a la maleta—. Además, mi vestido azul te queda matador, seguro lo deslumbras —sonrió y yo negué.

—No voy a acompañarlo a la boda de su hermana para eso —Lanna me soltó una brillante sonrisa y asintió.

—Mil perdones, pequeña freak —me dijo—. Pero igual vas a ir, yo estaré bien aquí con tu hermano y tu mamá —suspiré.

—Solo accedí a esto porque la Tía Brenda se fue —ella volvió a asentir.

—Estábamos cómodas en tu residencia.

—¿Nada como la vida de solteras? —Lanna soltó una carcajada.

—Pero mírate, ya hasta bromeas con eso. Estoy orgullosa, Alice, lo de Justin ha sido un verdadero hito para ti —guardé los zapatos de tacón y el vestido. Luego chequeé varias veces mis pertenencias para estar segura de llevar todo—. Vale, no tenemos que hablar de eso —dijo Lanna aproximándose a este lado de la cama para mirar que mi valija estuviera completa.

Extrañaba a Justin, de a ratos, pero la verdad es que estar lejos de él no era tan difícil, siendo que yo siempre lo estaba y ya me había acostumbrado a su ausencia, esto simplemente era por más tiempo. También sucedía que una vez cada muchos días tenía la extraña tendencia de soñar con él. Ya no lloraba al respecto, porque siendo sinceras, tenía demasiado tiempo llorando desde que empezó a ignorarme hacía más de un año, y eso ya no me dolía. Pero ahora tenía menos problemas para digerir la comida y el hecho de que Justin no me buscara hacía todo muchísimo más sencillo.

Si me lo preguntan bien, una sensación de fracaso entornaba ese tema, y yo no tenía ánimos de revisarlo ahora. De hecho, prefería esperar a alinearme correctamente conmigo misma para siquiera volver a pensar en Justin como catarsis.

—Mi mamá te traerá la comida y Malcom te llevará a la terapia esta tarde y mañana.

—Me lo has dicho como mil veces —se quejó.

—Si necesitas cualquier cosa solo tienes que llamarme, o llamar a mamá —Lanna me cerró la maleta cuando un mensaje de texto llegó a mi pantalla haciéndome saber que ya Josh estaba esperándome abajo.

—Ve y disfruta tu desintoxicación, Alice, la necesitas —me pidió empujando la maleta fuera de la cama—. Yo tengo Netflix, tu biblioteca y muchos dulces —señaló la cesta que le regalé repleta de chocolates y otras golosinas—. No necesito nada, ve y se feliz —yo le sonreí y le di un beso en el cabello antes de que ella me abrazara.

—Asegúrate de seguir aquí cuando vuelva, necia —le advertí cuando ella asintió y me alborotó el cabello.

—Vive la vida, pequeña freak —me dijo antes de que yo saliera despidiéndome a voces y corriendo hacia el auto de Josh.

Joshua, por su parte, ya me estaba esperando en la entrada, tomó mi maleta y la cargó hasta el coche, pero no sin darme un beso en la mejilla como saludo.

Entonces nos sentamos en el coche en el que deberíamos viajar al menos 5 horas para llegar al lugar donde su hermana iba a casarse.

—¿Estás segura de que quieres venir? —me preguntó antes de encender el coche y yo lo miré con ese gesto divertido de niño pequeño que me encantaba de él.

—Siento que no debería, lo has preguntado demasiadas veces —él soltó una sonrisa y encendió el coche.

—Es que mi familia está un poco loca —aclaró mientras comenzaba a manejar.

—Tú has soportado a mi tía Brenda —repliqué con gesto divertido cuando él me dirigió una mirada profunda.

—Aly... —soltó casi como una queja. Yo fruncí el ceño—. Si encuentras algo sobre mí que no te guste, debes decírmelo.

—¿Hay algo que no me hayas dicho? —él volvió su mirada a la carretera y asintió.

—Muchísimas cosas —aseguró, pero no me generó desconfianza—. Ninguna de ellas tan importante, por supuesto —siguió diciendo—. Pero ya tendremos tiempo para todo, ¿no? —yo me encogí de hombros determinándome a no dejarme embargar por el prejuicio.

—Un poco de misterio no está mal —le seguí el juego cuando él encendió la radio y empezamos a charlar sobre cualquier cosa que se nos viniera a la cabeza.

Llegamos al lugar al atardecer y Josh se dedicó a presentarme uno por uno a todos sus familiares, que no eran mucho más peculiares que los míos, pero al menos todos eran muy amables. Finalmente, llegamos al sitio en el que estaba su hermana y ella prácticamente le saltó encima a Josh abrazándolo del cuello y diciendo cosas ininteligibles.

—Basta, Joyce —le susurró sonriendo con nervios antes de soltarla y tomar su mano para presentar delante de mí a una chica despampanantemente hermosa, tanto quizás como Josh. Ambos eran tan parecidos. Tenían los ojos igual de claros y el cabello castaño y la piel blanca—. Ella es Mary Alice —presentó señalándome y su sonrisa creció al verme y acercarse a mí.

—Es un honor para mí finalmente conocerte —me dijo abrazándome con fuerza y yo le sonreí—. Josh no habla de otra cosa que de ti —explicó detallándome una y otra vez antes de mirar a Joshua y ladear la cabeza—. Es idéntica a...

—No me avergüences, hermanita —le pidió cuando ella espabiló y yo me quedé con la curiosidad.

—Deben estar cansadísimos —admiró y yo le sonreí asintiendo. La verdad era que el camino fue más largo de lo que pensamos—. Josh, pero no he podido conseguirte la habitación —se quejó cuando él hizo una mueca de descontento y la miró con gesto cansino.

—Siempre dejándome a dormir en el sofá, ¿no?

—Hay una cama en mi habitación para Alice —acotó—. Pero tu deberás dormir en el piso, ¿te importa?

—¿En tu habitación? —preguntó cuando ella se encogió de hombros.

—Si eso quieres. Solo vayan a dejar sus cosas, necesito ayuda —expresó con un gesto tan amable que se me pareció mucho a Josh. Yo sonreí y lo empujé con el codo—. Hay muchas cosas que no están listas y sin mi prometido ni su ayuda parece que no podré terminar—puso su mejor cara de convencimiento y Josh bajó los hombros.

—Llevo a Alice a la habitación y te ayudo —replicó con tono cansino. En ese momento, yo lo golpeé con el codo, nadie tenía por qué enterarse de que no quería ayudar a su hermana por andar conmigo. Sin embargo, Joyce soltó una carcajada.

—Solo un día, hermanito —lo miré y él casi se ocultó detrás de mí—. Solo un día —ladeé la cabeza.

—¿Es que piensas dejarme encerrada en la habitación hasta mañana? —le pregunté y Joyce soltó otra carcajada.

—Bueno, creí que... —comenzó a decir sin saber muy bien cómo hacerlo.

—¿Qué podías traerme a 360 km de mi casa para encerrarme en una habitación a ver televisión? —me crucé de brazos y él casi tartamudeó ante mi ceja arqueada, como si lo estuviera haciendo escoger. Por supuesto que yo solo lo estaba molestando, por el puro placer de mirarlo con ese gesto confundido que se veía tan tierno. Joyce volvió a reír y caminó pasando una mano por detrás de mi cuello abrazándome a sí. Yo le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

—Seremos amigas, Alice, lo presiento —sentenció mientras tomaba mi maleta con una mano y echaba a caminar a su habitación.

—¿Me dejarás ayudarte también con las cosas de tu boda? —ella asintió mientras Josh nos perseguía sin saber qué había pasado.

—Por supuesto, solo estaba chequeando que clase de chica eras —aseguró con total soltura. Era brutalmente honesta, como su hermano. Yo la miré de reojo.

—¿Y qué tal?

—Vas bien, linda. Sé segura —dijo con una media sonrisa antes de seguir subiendo en el hotel.

Basta decir que Joyce y yo nos reímos muchísimo. Ella era una versión extrovertida de su hermano, lo que era bastante divertido para bromear, decir ocurrencias e incluso tener uno que otro tema intelectual en medio de los arreglos florales, la logística de la comida y las otras cosas de las cuales nadie más iba a encargarse.

Joyce era una chica sencilla y enamorada de su prometido, que sabía exactamente lo que quería y que no le molestaba pasar toda una tarde arreglando flores para conseguirlo. Al mismo tiempo, hacía lucir todo mucho más sencillo y amaba la idea de pasar tiempo con su familia, lo que parecía hacerla sentir más cómoda que nada en el mundo.

Luego de insistirme un par de veces para que las acompañara a su despedida de solteras, Joyce me dejó junto a Josh en la habitación cerca de la una de la madrugada, mientras los dos estábamos completamente exhaustos de una noche bastante movida.

Esa tarde habíamos apenas y mirado la habitación, fue hasta ese momento que pudimos notar que se trataba de una sala amplia con una puerta que daba hacia la habitación principal, que era la de Joyce.

Se suponía que dormiríamos en el salón, había una cama pequeña en una esquina de la habitación y esta tenía dos colchones, uno sobre el otro. La sala estaba bien distribuida con una mesita, una entrada al baño y unos libreros que justo ahora estaban llenos de flores y otras decoraciones.

Yo me duché y salí con una especie de pijama larga y de botones, notando que nunca se me pasó por la cabeza que tal vez dormiría en la misma habitación que Josh. Él ya se había duchado en el cuarto de uno de sus primos y tenía puestos unos pantalones anchos de tela de lino y una camiseta negra que se veía bastante cómoda para dormir.

—Si me daban una cama matrimonial, iba a invitarte a dormir en una de sus esquinas —fui sincera cuando caminé hacia mi pequeña cama. Él sonrió y se rascó la cabeza mientras tomaba uno de los colchones para ponerlo en el suelo.

—Siempre que esté cerca de ti, no importa mucho dónde duerma —soltó con una sonrisa muy linda que yo correspondí mientras lo ayudaba a tender la cama que había ubicado justo al lado de la mía, solo que en el suelo.

Unos minutos después estábamos ambos recostados, cada uno en su cama y con la luz apagada mirando por la ventana gigantesca que teníamos al frente. Había un enorme cúmulo de árboles afuera y se podían apreciar muy bien las estrellas.

—¿Qué te ha parecido mi familia? —me preguntó luego de unos minutos—. Me disculpo si te han atosigado un poco, ellos son...

—Son hermosos —dije con sencillez. Lo cierto era que yo no tenía una familia demasiado grande, amaba profundamente a los hermanos de mi madre, a los que no veía nunca y mis abuelos ausentes me mandaban regalos caros de vez en cuando. En el otro extremo estaban la tía Brenda y sus hermanas insufribles, y eso era todo.

Pero Josh tenía familia por todos lados, tíos y tías, primos, primas y todos parecían demasiado interesados los unos en los otros. Todos estaban felices de verme y todos querían conocerme. Más allá de la fobia que sentía por tener tanta atención, era bonito sentir que mejoraba la vida de Josh de tal forma que todos quisieran conocer a la chica que él había decidido traer. Todos ellos fueron muy amables, amorosos y me hicieron sentir como parte de la familia.

—¿Hermosos? Son...

—Geniales —le dije sin más, no tenía que criticarlos frente a mí, los había amado mucho—. Tenía mucho tiempo sin sentirme tan cómoda entre tantas personas, de verdad son gente maravillosa —Joshua se quedó en silencio unos instantes.

—Me alegra que hayas estado cómoda, creo que ya te aman más que a mí —yo solté una carcajada y lo golpeé con una de mis almohadas.

—No es cierto, tu familia te ama mucho —él rio.

—No tanto como a ti —volvió a decir cuando nos quedamos en silencio nuevamente. Entonces me acomodé para ver mejor la ventana y mi mano rodó hacia el borde de la cama encontrándose con la suya, que no había notado que estaba tan cerca.

Sentí esa descarga eléctrica cálida en mi mano y suspiré suavemente al sentirme nuevamente tan en casa, y tan a gusto simplemente por estar más cerca de él. Pero una parte de mí me repetía que esto estaba mal, y no podía simplemente ignorarlo. Lo miré con el rabillo del ojo y él pareció no inmutarse.

Suspiré sin saber si sentirme aliviada o decepcionada porque él quizás ya no sintiera lo mismo que yo, el subidón de adrenalina o estas ganas de moverme para estar quizás un poco más cerca. Pero en un gesto inesperado levantó los dedos meñique y corazón, y los enredó con los míos para quedarse sosteniendo mi mano en lo que parecía ser un gesto demasiado tranquilizador.

Fue entonces que vi como una estrella fugaz pasó por el cielo nocturno que estaba frente a nosotros en la ventana. Simplemente brilló y desapareció haciéndome sentir un vacío en el estómago. Nunca había visto una y fue absolutamente hermoso, pero tan breve que se me hizo imposible de apreciar por completo.

—Dicen que, si ves una estrella fugaz con alguien, ambos deben pedir un deseo —me dijo Josh como si pudiera escuchar las cavilaciones de mi mente—. Si ambos deseos coinciden, entonces este será cumplido —concluyó con voz queda, y casi poética, pero muy baja, como si no quisiera que le escuchara.

Entonces yo me quedé mirando a esa porción del cielo deseando poder volver a ver esa estrella tan solo una vez más. Y sentí un vacío al desear que sucedieran tantas cosas que yo apenas había podido vislumbrar, como la cercanía de Josh, como su calor similar al que emanaba de su mano enrollada con la mía, como su respiración y su roce cerca de mí.

Casi suspiré ante la idea y me mordí el labio inferior al recordar lo breve y efímero de sentirlo tan pero tan cerca. Deseaba besarlo.

—¿Cuál es tu deseo? —le pregunté, pero él no respondió. Presioné mis dedos sobre los suyos para llamar su atención—. Josh —llamé. ¿Se habría dormido? —¿Cuál es tu deseo? —interrogué alzando la voz, pero él no se movió, no dijo nada y yo me sentí tan tonta. ¿Se habría quedado dormido? Y yo como boba pensando que vivíamos un momento épico, o bueno, por lo menos yo lo hacía.

Me quedé inmóvil unos instantes y luego no pude soportar la idea de que él dijera algo tan interesante y decidiera no responderme más. Entonces me incliné hacia su cama para despertarlo si era lo que tenía que hacer. Sin embargo, me sorprendí al ver que él estaba bien despierto, con el rostro apoyado en la madera de mi cama y se sorprendió tanto como yo de verlo muy cerca. Me moví tan bruscamente que perdí el equilibrio, y su rostro seguía inmóvil mientras una leve sonrisa se escapaba de sus labios al tenerme frente a frente con él.

Me sostuvo con su brazo mientras su rostro seguía a tan escasos milímetros de mí que podía sentir su respiración y prácticamente oír los latidos de su corazón.

—Deseaba besarte —susurró mirándome con tanta intensidad que yo no pude evitar sino sonreír como una tonta ante la idea de que nuestro deseo debía cumplirse. Pero él me sorprendió totalmente cuando se acercó a mi mejilla y me robó un pequeño beso tan cercano y a la vez no lo suficientemente cerca de los labios. Un pequeño beso en la mejilla.

Esto fue suficiente para que mil cosas despertaran dentro de mí, haciéndome sentir de nuevo tan pero tan cerca del cielo que podía tocar las nubes con las manos. Me miró con ese gesto de niño, tan bonito, inocente y lindo que no pude evitar sino suspirar.

—Sí, yo deseaba lo mismo —admití antes de posar una mano cerca de su rostro para atraerlo a mí y darle un pequeño beso en la mejilla, exactamente como él lo había hecho. Solo que fue tres veces más difícil para ambos separarnos de aquello porque, era indescriptible la sensación de estar tan cerca y a la vez tan lejos de lo que deseábamos con tanta fuerza.

Junté toda mi fuerza de voluntad, me separé de él para volver a mirarlo a los ojos y verlos brillar de forma hermosa. Ni siquiera necesitamos ponernos de acuerdo para lo siguiente, era un hecho: el deseo de la estrella fugaz sería cumplido.

Se sentó apenas en su cama sin permitirme alejarme de él. Entonces dejó de sostenerme para tomar mi rostro con suavidad y acercarme a sus labios robándome un beso único en toda la historia. Enredé mis dedos en su cabello mientras él tomaba mi otra mano y enrollaba los mismos dos dedos con los míos casi jurándome que no quería soltarme jamás.

Sin duda alguna me dirán que esto está mal, y tal vez tengan demasiada razón. Pero lo cierto es que para mí era inevitable, tanto como era para él. Era inevitable para ambos porque yo tampoco querría soltarlo jamás.

Y esto era lo que me hacía pensar que tal vez no estaba tan mal. Tal vez había estado mal negarme a la idea de estar cerca de él, tal vez era necesario para mi reformular lo que hasta ahora creía con respecto a nosotros. Porque no podía sentirme tan segura, tan en casa y tan amada como me sentía justo ahora y seguir pensando que estaba mal. Con certeza sabía que nunca me había sentido de esta forma, y por nuestro bien, era mejor quedarnos así.

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