19. Rencor

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Se podía vivir toda la vida guardando rencor por aquello que nos dañaba profundamente el alma?

Quiero decir, el rencor estaba justificado: te dañaron el alma. ¿Pero se puede vivir así? Porque en este instante, me odiaba a mí misma sintiendo que toda la vida iba a autosabotear los breves momentos de felicidad.

—¿Estás bien? —me preguntó Josh al detener el coche frente a mi casa. Estaba muy oscuro y casi no podía verlo, pero sus ojos color miel centelleaban con la luz lejana del fondo de la calle.

—No, yo... —comencé a decir con la voz quebrada cuando él me miró.

—Ya estás en casa a salvo —aseguró y yo asentí con suavidad recordando por un breve instante el momento en que tomé mis cosas para marcharme del hotel.

—No vas a irte sola de vuelta a casa, Alice —me demandó tomando mi morral. Yo lo miré simplemente, estaba rojo de la molestia—. Que estemos en esta situación no te da derecho de ponerte imprudente —halé el bolso para que me lo regresara y se dio vuelta retándome con la mirada. Tal parece que habíamos pasado de nostálgicos a histéricos.

—No puedes controlar todo, Josh —le repliqué sintiéndome irritada, pero con un fuero profundamente cruel.

—Es evidente —se reprochó—. Pero hoy soy yo quien te lleva a casa.

—No... —él hizo un gesto insoportable con la mano y yo me sentí todavía más irritada.

—Yo te traje, yo te llevo —sentenció sacándose las llaves del coche del bolsillo—. Igual no voy a poder estar tranquilo sabiendo que te fuiste sola, es mi deber protegerte en este lugar —lo halé del brazo y lo miré a los ojos.

—No puedes protegerme de todo —insistí.

—¿Crees que no lo sé? —se desesperó—. Pero de lo que pueda protegerte, lo haré.

Suspiré sabiendo que él no quería que me bajara de ese coche.

—Lamento mucho haberte dicho que... No puedes protegerme de todo —dije con la voz baja. Él tragó grueso.

—Es cierto, no dijiste nada que no fuera verdad.

—Pero es cruel, no debí haberlo dicho nunca —me disculpé determinada a que él no guardara más rencor en mi contra.

—Es la verdad —susurró bajando los hombros y yo sentí la necesidad de abrazarlo—. No quiero que... Que sientas lástima —me aclaró—. De verdad no quería involucrarte en todo esto.

—Es que esto no es por ti —le expliqué y él me miró los ojos—. No quiero que te culpes por mis desequilibrios mentales.

—Alice, por favor.

—No, Joshua. Puedo entender que ambos estamos rotos —expliqué. Cuatro horas de camino sin hablar con mi mejor amigo sobre algo que me estaba matando por dentro era demasiado y ya había tenido tiempo de culparme por todo, así que tenía un poco de perspectiva, y entendía por qué esta situación era tan incorrecta.

—Sí, quizás sea así. Quizás sea una buena oportunidad para recomponerlo —yo asentí.

—Lo es, es la mejor oportunidad que podemos tener —él simplemente me miró y yo entendí por qué Joyce me repetía una y otra vez que Josh era frío y serio, su mirada estaba muy oscura y sus ojos lucían tan diferentes—. Perdóname, Joshua —le pedí cuando él acercó su mano a la mía y con cierto temor, enredó sus dedos meñique y corazón con los míos.

—Tú perdóname, Alice. Yo debí... —en ese instante me sentí demasiado frustrada y me pasé los dedos de la otra mano por el cabello.

—¿Puedes dejar de disculparte? ¿Qué fue lo que hiciste mal? —inquirí con frustración—. ¿Ayudar a alguien que lo necesitaba? ¿Decirle lo que necesitaba oír para salir adelante? ¿Ser un compañero incondicional? ¿Una sonrisa propicia? ¿Un escape seguro? Dime por favor qué es lo que hiciste mal conmigo —Joshua suspiró.

—¿Entonces por qué siento que te estoy perdiendo? —tragué grueso y negué con la cabeza—. Debí habértelo dicho antes. Que lo que pasó con Fabianna no tiene nada que ver contigo.

—Sí, debiste —repliqué mirándolo a los ojos—. Y no puedes negar que lo que sucedió con esa chica tiene que ver con nosotros. Lo tiene, si no hubiese sucedido no te hubieses acercado a mí. Si no hubieses querido que ella se sintiera valiosa, no me habrías hablado a mí.

—¿Y eso es lo que va a rompernos? —interrogó como si necesitara una respuesta urgente.

—Si eso nos rompe, lo nuestro no vale la pena —sentencié cuando él se giró un poco y tomó mi otra mano.

—Independientemente de mi primera impresión, eres valiosa, mucho más de lo que imaginé en aquel momento —yo asentí con suavidad.

—Pero es realmente difícil para mí recordarlo mirándote a los ojos diciéndome que tengo la razón en todo —fui totalmente honesta y él asintió. Entonces levantó mi mano y se la llevó a los labios para darme un pequeño beso.

—Entonces es mejor que me marche —y cuando dijo esto sentí que se me acabó el aire. Porque, aunque sé que tenía razón, no lo imaginaba aceptando esto también. Yo suspiré y asentí suavemente mientras me bajaba del coche. Él se bajó después de mí y tomó mi maleta del asiento trasero.

Extendí mi mano para que me la diera, pero él negó. Entonces caminó a mi lado hasta el porche de la casa, y frente a la puerta me dio la maleta. Sabía por su mirada baja que no sabía cómo hacer esto, no sabía cómo despedirse y yo tampoco. Por eso simplemente di un paso frente a él y lo miré buscando sus ojos.

—Avísame cuando llegues a casa, por favor —le pedí y él levantó la mirada como si hubiera visto la gloria en mis palabras.

—Cuenta con eso —respondió sin poder ocultar cierto brillo en sus ojos. Fue entonces que alcé mis brazos y lo abracé suavemente. Le tomó unos segundos reaccionar y luego me abrazó tan fuerte como yo a él.

Y sin más, puse la mano en el pomo de la puerta y él se alejó de ella. Estaba todo hecho.

No tuve el valor para voltear a mirarlo antes de cerrar la puerta, sabía que él estaba ahí, y que si volvía a dudar me regresaría a sus brazos. Pero es que esto era necesario, yo necesitaba dejar de dañar todo con él por mis propias inseguridades pasadas, él necesitaba desintoxicarse de mí y saber si lo que sentía era real o era una versión súper mutante de la culpa que sentía.

Arrastré los pies por las escaleras y caminé hasta mi cuarto donde Lanna estaba mirando algo en el televisor. Sin decir nada, dejé la maleta en la puerta y me lancé sobre la cama recostándome de ella.

—¿Qué haces aquí, pequeña freak? —me preguntó buscando mi rostro y yo simplemente suspiré sin querer ahondar demasiado en la tremenda estupidez que sentía que había hecho. Entonces, la puerta se abrió de par en par y luego se cerró de un portazo en el que ambas nos sobresaltamos.

¿Tan difícil era dejar a uno ser en paz en su propia miseria?

—Mariana, la niña llegó, está en el cuarto con su novia... —se escuchó de la voz chillona y característica de la tía Brenda.

¿Si conocen esa sensación en la cual la tristeza pasa a ser histeria como si se tratase de un interruptor de luz? Empuñé mis manos dándome media vuelta sobre la cama, de un paso llegué al otro lado y abrí la puerta de par en par.

—Alice, ven... No merece la pena —casi me suplicó Lanna quien luchaba por levantarse para detenerme.

—¡Te lo digo, Marianna! Está arriba abrazada de la otra chica en la cama —escuché claramente a voces cuando sentí el fuego quemarme el pecho y la necesidad imperante de pagar todos mis rencores con ella.

—Espérame aquí.

—Alice, no —dijo saltando en un pie para atraparme la mano—. Ya mañana nos devolvemos a la residencia, no tenemos por qué irnos en malos términos.

—¿No tenemos por qué? —le pregunté a Lanna mientras escuchaba la voz chillona de mi tía vociferar cosas sobre nosotras en la cocina—. ¿Y dejarla que diga lo que quiera sobre nosotras?

—¿Tu mamá cree alguna de esas cosas? —yo negué.

—Pero...

—¿Pero qué? ¿Tú crees alguna de esas cosas? —yo me frustré más empuñando ambas manos ante la verdad que había en sus palabras.

—Tú no entiendes lo que es vivir siendo...

—¿Siendo...?—.

—Nadie —le grité—. De Ninguna Parte —y el rencor que sentía por mi tía Brenda y sus hermanas odiosas me sudó por los poros—. Es la hermana de mi padre, el hombre que más he amado en mi vida, y no merezco ser mencionada en ninguna de sus conmemoraciones, porque soy diferente, porque soy invisible. Porque soy solo nadie —entonces una lágrima se me escapó del ojo y sentí como toda mi frustración se juntaba—. Ella no sabe quién soy, no me conoce. Y voy a decírselo porque estoy harta de que crea que puede definirme —pero Lanna me haló del brazo nuevamente.

—La única forma de que ella sepa quién eres, es que quiera conocerte, Alice. Y no quiere. Es evidente —dijo con esa tranquilidad suya que también indicaba preocupación, y que me daba ese equilibrio que me estaba faltando en el momento—. Eras el mundo entero para tu padre, lo más valioso del mundo, y todas lo sabían, ¿no es así? ¿No lo recuerdas? —preguntó—. ¿No es eso suficiente para olvidar el rencor? ¿No es más sencillo vivir tranquila sabiendo lo que sí eres? No tienes que demostrárselos, ellas van a notarlo algún día —yo respiraba con demasiada fuerza y ella no apartaba su mirada de mí—. Y si no lo notan, entonces realmente su opinión no merece toda esta histeria.

Entonces sentí el pecho aprisionado y ella me tomó de la otra mano y me encaminó hacia la habitación. Yo no podía controlar mi respiración, sentía que el corazón se me iba a salir y la garganta me dolía de tanto intentar respirar. Apreté los dientes y me llevé las manos a la cara mientras ella se quedaba cerca de mí.

—1, 2, 3... —contó en francés y yo sentí mi mundo ponerse en pausa a analizar todo lo que estaba diciendo. Crecí con mi familia, crecí con las constantes críticas de mis tías y mi padre me protegió de todas ellas mientras vivió, pero luego él no estaba, ¿y entonces qué? ¿había olvidado yo quien mi papá me decía que era?

El rencor en mi pecho crecía cada vez que la tía Brenda decidía que yo era algo nuevo: una inútil, una drogadicta, una rarita, una lesbiana, una desconsiderada, una insensible, una miserable, una mala persona. Todas eran cosas que normalmente no me habrían ofendido si yo fuese alguna de ellas, me habría regodeado incluso de serlo, pero me parecía muy injusto que cada vez que me miraba decidiera quién era.

Y sin notarlo, me daba cuenta de que era yo quien le había dado el poder de decidir mi identidad. Fuese como una excusa para guardarle más rencor, o como algo que yo creía dentro de mí y que hoy notaba que no tenía sentido. Fuese por la razón que fuese, era yo quien estaba dándole crédito a su forma de ser. Y ya no lo haría nunca más.

Porque el rencor que crecía en mi pecho cada vez que me definía era como esperar tomarme el veneno y que ella muriera. Porque era yo quien lloraba, no podía dormir o no podía estar tranquila conmigo misma, y no ella. Tragué grueso una vez más y miré a Lanna sonreírme de medio lado. Entonces me volví a levantar y ella puso los ojos en blanco.

—¿Tengo media hora hablando con la pared? —dijo con cierta frustración y yo medio sonreí.

—No, no es eso —aseguré negando con la cabeza cuando caminé hacia la puerta—. Voy a saludar a mamá.

—¿Segura, Alice? —preguntó con seriedad y yo asentí.

—Tranquila, no haré que nos echen de casa tan tarde —ella sonrió y asintió.

—Te espero aquí para que me cuentes qué es lo que pasó —yo me eché a caminar escaleras abajo y mi mamá parecía estarme esperando en la cocina con un profundo olor a chocolate amargo que me hacía sentir como una niña de 8 años.

—Deberías poner límites en tu casa, Mariana, yo no permitiría tanto libertinaje....

—Puedo oírte, tía Brenda —le dije al pasar por su lado. Mi madre se dio media vuelta y me miró con una media sonrisa.

—Mi niña, pensé que venías mañana.

—Las cosas se complicaron —fui honesta cuando le di un abrazo y me alejé.

—Tu tía dijo que llegaste un poco indispuesta y supuse que... —me mostró una bandeja con dos tazas de chocolate caliente con un malvavisco justo encima. Los ojos se me perlaron en lágrimas al recordar que mi papá siempre preparaba chocolate cuando nos sentábamos a hablar luego de llegar de las tétricas reuniones familiares.

—Gracias, mamá —le dije tomando la bandeja con ambas manos—. Buenas noches, tía Brenda —finalicé regresándome a mi cuarto. Y en ese simple hecho entendí que mi rencor no tenía sentido, ¿por qué? Porque le estaba dando importancia a alguien que no era importante.

Había muchas personas importantes en mi vida en ese momento, y no podía permitir darles más valor a las palabras ásperas de cualquiera, o a los hechos desafortunados de la vida, como lo de Joshua; que a las verdaderas enseñanzas de quienes me habían amado a todo volumen y con colores incluidos.

Y, por último, estaba esta gran verdad en la que me guardaba rencor a mí misma por permitirme llegar a este punto. No podía perdonarme por ser incapaz de retener cualquier cosa en la vida, y por ser insuficiente para todo aquello que me había abandonado. Lo cual era soberanamente estúpido porque no fui más que magnífica con todas esas cosas y no era mi culpa que se hubiesen marchado.

Guardar rencor era y es una pérdida de tiempo. Y en este caso, la falta de perdón era el origen del desconocimiento de mi incalculable valor.

Aquí les dejo lo que parece ser uno de los capítulos finales!

Amo que hayan seguido hasta aquí, amo cada uno de sus comentarios! 

Son lo más!

Atte: E.C Álvarez

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro