21. Música

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¿A dónde normalmente te mueve la música? Para mí depende de la canción. Pero si soy yo quien toca la melodía, me lleva a donde quiero llegar, el lugar en el que quiero estar.

La mayoría de las veces me llevaba a donde estaba mi papá. En mis más profundos recuerdos estaba él enseñándome la misma melodía una y otra vez. Y luego sonriendo cuando la tocaba, sintiéndose orgulloso.

Pero desde que llegué a París estaba lejos de esa melodía. Ahora tocaba las mismas notas una y otra vez y no podía sacarme del corazón sus profundos ojos color miel.

¿Es esta toda la historia? O es solo el inicio... —susurré la letra de la canción que había escrito mientras mis dedos se movían con suavidad por las teclas recordándome la ligereza de su contacto, el brillo de su sonrisa y su arremolinado cabello castaño. Suspiré profundamente y canté la siguiente parte como si lo estuviese llamando—. ¿Es así como me amas? Estás cautivando mi corazón... —suspiré mirando el celular una vez más y deseé poder llamarlo de nuevo.

Habíamos terminado de hablar, pero ya quería hablarle otra vez. Estar tan lejos de Josh se me hacía difícil no porque necesitara estar con él, sino porque me gustaba hacerlo. Extrañaba su sonrisa, su elocuencia y su forma particular de hacerme sonreír de cualquier manera. Y aunque faltaba poco tiempo para regresar a casa, la distancia me traía una y otra vez a la misma música. A la brillante melodía que trazaba mi mente cuando recordaba el delicado aroma de su respiración en mis labios como si de una estrella fugaz se tratase. Había terminado demasiado pronto.

—Te veo mal, pequeña freak —me dijo Lanna caminando hacia mí con su bastón. Ya estaba mucho mejor de su pie, y con mucho esfuerzo, terapias y tiempo volvería a caminar normalmente sin necesitar ayuda.

—Estoy bien —aseguré poniéndole cerrando su piano de cola negro. Su departamento tenía una hermosa vista de París y yo estaba enamorada de la ciudad. Pero creo que estaba más enamorada de la idea de estar allí con Joshua alguna vez, conociendo cada bendito museo, monumento y biblioteca de la ciudad.

¡Por Dios! Voy a aburrirte si sigo con esto.

—Se nota, ya hasta le compones canciones —se burló sentándose a mi lado en el banquito.

—¿Cómo sabes?

—Es la canción que cantas en la ducha, ¿cierto? —me preguntó. –Todas las veces que te he necesitado, no te has ido de mi lado... —tarareó y yo la empujé con el codo.

—Deja de espiarme, necia —me quejé y ella sonrió.

—Recuérdame por qué es que no estás con él.

—Porque... —me puse en pausa un instante tratando de recordar mi excusa y no pude. –No lo sé —ella sonrió.

—Ya estás lista para volver a casa —sentenció con una media sonrisa y yo fruncí el ceño. –Te he hecho la misma pregunta desde que llegamos y ya ni siquiera puedes recordar la respuesta. No hay razones para que sigas alejándote de él.

—¿Tú crees? —Lanna asintió. –Es que no es justo para Joshua cargar con todos mis dramas.

—¿Cuál drama? —inquirió luego de retirarme el cabello de la cara.

—Lo de Justin y... —suspiré con suavidad. –Es que... Es demasiado repentino, muy reciente...

—¿Necesitas pasar un año sin novio por el duelo de Justin? —preguntó Lanna como si fuese una broma. –Como yo lo veo tenías más de 6 meses de haber terminado con él —fruncí el ceño.

—Pero no es así...

—Claro que sí, quiero decir, ya ni siquiera dormían juntos. No hablaban, no lo necesitabas para nada, él te hizo dejar de considerarlo —yo lo pensé con suavidad y comencé a analizarme psicológicamente.

Ciertamente había algo de razón en esto, entre más yo conocía y observaba mi valor, más me alejaba de la idea de continuar con Justin. Le había dado muchas oportunidades de arreglarlo porque una parte de mí siempre amaría nuestra relación, pero no para conservarla, sino como una añoranza de algo hermoso que no perduraría. De algo que ya no era lo mismo y que no volvería a ser igual simplemente porque ya ni Justin ni yo éramos los mismos y eso estaba bien.

Él había definido sus prioridades y había decidido incluirme en ellas. Yo había decidido que no quería ser incluida, sino ser su prioridad. Y en ese punto podía encontrar paz, nuestras diferencias eran irreconciliables en lo fundamental. No tenía nada que ver con Joshua, y tampoco tenía que salir afectado por ello.

—Creo que tienes razón —dije meditándolo un minuto más.

—Entonces acaba con eso y sigue con tu vida, Al. Ya viene siendo hora —me animó y yo medio le sonreí.

—La semana entrante seguiré con mi vida, esta semana debes llevarme a conocer un nuevo restaurante —dije y ella asintió mientras se levantaba para continuar con lo que estaba haciendo antes de que mi canción la interrumpiera.

Entonces sonreí al vislumbrar ordenando toda mi vida para dar paso a la siguiente etapa, sintiéndome un poco más ligera para poder estar en paz conmigo misma. Y por Dios que esperaba que Joshua estuviese en la siguiente etapa.

Abrí nuevamente el piano, puse mis manos trazando una escala armónica hacia el siguiente tono y sonreí al encontrar la letra de la melodía que tenía semanas tarareando en mi mente.

Y estoy aquí para quedarme... Nadie va a separarnos —susurré recordándome entre sus brazos la noche en la que nos besamos en ese pequeñísimo colchón, las veces que me abrazó, me sostuvo, me amó, aunque no había ninguna razón para que lo hiciera, se dedicó a conocerme, valorarme y amar cada parte de mí—. ...Y sé que estoy bien... Genuina y gentilmente enrollada entre tus brazos... Estoy en mi hogar...

Los días pasaron ridículamente lentos conforme a se acercaba la fecha de que Josh me buscara en el aeropuerto en la ciudad. Nos vimos y yo luché con todas mis fuerzas para no ser pesado con él, pero no creo que hubiese ocultado bien mi felicidad al verlo.

Sin embargo, no quería hablar con él de nada demasiado profundo hasta que no hubiese cerrado todos mis ciclos personales, por lo que, antes de retomar la música que fluía en mí cuando pensaba en él.

Y es así como llegué al parque donde solía esperar a Justin cuando éramos novios. Quería regresarle un collar familiar que me había regalado en nuestro baile de graduación y aprovechar de cerrar finalmente los ciclos entre nosotros.

Esperé unos minutos cuando escuché un silbido similar al que usaba para llamarme desde afuera de casa cuando nos escapábamos en el instituto. Solté una carcajada al pensar en mí con 15 años menos escapándome de casa para verme con Justin. En aquel tiempo teníamos tan poca percepción del peligro que ahora no pensaría en bajar por las ramas de un árbol ni en un millón de años.

—Princesa —saludó él y yo le respondí con una sonrisa y me levanté para saludar cuando me extendió los brazos y me encerró en un pequeño abrazo que recorté para no incomodarme. Nos sentamos frente a frente.

—Hola, Justin, gracias por venir —saludé y él sonrió de esa forma coqueta que yo supe que tenía que cortar rotundamente con esa idea de su cabeza. –Te llamé porque quería regresarte esto —fui directa y le mostré la mano. Él miró el collar y se quedó en pausa unos instantes antes de poner su mano sobre la mía.

—No tienes que... —comenzó a decirme cuando yo negué.

—Era de tu abuela —dije con suavidad cuando él tomó mi mano y la puso sobre su pecho.

—En mi corazón siempre te pertenecerá —susurró antes de acercarse peligrosamente a mí con esa aura envolvente suya. Cuando sus labios me rozaron yo puse ambas manos al frente y negué con la cabeza.

—No he venido aquí por eso, Just —fui totalmente clara alejándome de él con brusquedad.

—Yo... Pensé que... —negué nuevamente.

—No —fui enfática. –Solo quería agradecerte por todo. Fuimos felices, fui feliz contigo y por eso creí que debía regresarte únicamente esto, que pertenece a tu familia —le extendí el collar y él lo tomó.

—¿No tenemos oportunidad? —preguntó mirando el collar con mucho detalle y yo negué con la cabeza.

—Somos muy diferentes —aclaré. –Y eso está bien, pero será mejor que cada uno se enfoque en sus asuntos —él asintió con suavidad y se rascó la cabeza.

—También fui muy feliz contigo, Alice. Eres maravillosa —aseguró levantándose del muro para alejarse de mí sutilmente.

—Gracias por venir —dije sabiendo que necesitaba desesperadamente irse. Y lo vi marcharse, con cierta nostalgia, por el mismo camino por el que lo vi llegar tantas veces. Pero no sentí la necesidad de correr tras él, ni siquiera de repararlo, porque entendía que no dependía de mí, ya no era mi rol, no tenía que hacerlo.

Me levanté y eché a caminar hacia mi trabajo donde me vería con Joshua, y el simple hecho de verlo me ponía cantarina. Solo que cuando llegué a la librería, él no estaba allí. Cuando le escribía, me respondía vagamente y juraba que estaba ocupado. Bien, pero ocupado.

A pesar de eso, tarareaba mi canción para él mientras iba camino al trabajo cada día, esperando que esta vez no estuviese tan ocupado como para charlar un rato. Sin embargo, pasaron nueve largos días antes de que me casi me convenciera totalmente de que no quería verme ni en pintura, ¿pero por qué?

¿Qué es lo que podría haber hecho para alejarlo de mí? Cuando me buscó en el aeropuerto juraría que seguíamos en la misma sintonía, y ahora no compartíamos ni 5 mensajes antes de despedirnos.

Tarareé por lo bajo mientras seguía tratando de pulir un hongo de una hoja de papel con la mayor delicadeza posible cuando escuché la puerta detrás de mí abrirse y cerrarse.

—¿Has venido con mi latte, Adam? —pregunté sin voltear cuando no recibí respuesta inmediatamente. Entonces me detuve y cuando volteé lo vi buscando algunas cosas en su escritorio. –Josh —él me miró y algo dentro de él pareció conmoverse.

—Hola, Mary Alice, buenos días —me saludó tan impersonalmente que juro que me dolió podría decir físicamente.

—Decidiste aparecer —fue lo que alcancé a decir.

—Solo tengo que buscar unos documentos para la conferencia de...

—Ah, es que ya te vas —él no se detuvo a mirarme mientras sacaba las carpetas.

—He estado ocupado solicitando algunos documentos para restaurarlos y requieren mucho tiempo y trabajo —aseguró y yo chisté. Conocía esa excusa a la perfección.

—¿Vas a evadirme con lo de "estoy trabajando"? —dije sintiéndome incómoda por la forma que había elegido de alejarse de mí. Lo conocía, no lo estaba juzgando a la ligera, sabía que no podía mirarme a los ojos.

—Yo... No... —dijo deteniéndose para verme. Entonces supe que no quería lastimarme.

—¿Qué es lo que te hice? —pregunté—. ¿Es porque me fui? ¿Es algo que dije? —él negó con la cabeza y suspiró con dolor.

—No, es simplemente que yo... —volvió a suspirar y yo sentí tanto temor. Parecía haber roto algo sin darme cuenta, algo irreparable.

—Por favor, Josh —le supliqué que me explicara. Él negó con la cabeza y se alborotó el cabello con molestia.

—No puedo hacer esto, Alice —me recriminó y yo me quité los guantes para acercarme, pero él volvió a trazar esa tonta línea invisible entre nosotros. –Te vi con Justin y yo... —pero no pude evitar sino acercarme y agarrarlo del brazo para que no se fuera, para que me explicara.

—¿Me viste con Justin?

—Te vi y yo no puedo hacer esto —me dijo alejándose como si mi contacto lo estuviese lastimando.

—Por favor escúchame —le pedí, pero él negó.

—No puedo hacer esto, Alice, no puedo verte con él. No quiero hacerlo y tampoco voy a pelear por ti, es claro que estás perfecta con tu decisión y que yo estoy demás. Espero que me disculpes —yo negué desesperadamente cuando él se alejó con rostro aturdido.

—Nada sucede entre yo y Justin, Joshua —aseguré cuando él volvió a alborotarse el cabello con demasiada molestia y tomó sus carpetas.

—YO LOS VI, Alice, por favor no me mientas —exclamó como si perdiese el control cada vez que lo recordaba. –Perdóname, pero no puedes negar lo que vi. Simplemente no puedo verte diluirte con un tipo que no reconoce ni la mitad de lo que eres. No puedo y no puedes obligarme —sentenció dándose vuelta como si necesitara irse desesperadamente cuando yo lo halé de la chaqueta para detenerlo.

—Joshua por favor, escúchame —le supliqué. Pero era evidente no me estaba escuchando. Estaba fuera de sí. Nunca lo había visto actuar de esa manera y yo, de alguna u otra forma lo había provocado.

—No quiero hablar contigo ahora, Alice. No quiero siquiera verte —me dijo haciéndome sentir horrible. Me puso en pausa y supe que realmente no tenía sentido que le explicara nada en ese instante. Él necesitaba odiarme y yo... Yo necesitaba respetar eso. Quizás luego volver a hablarle, explicarle y que me escuchara en un momento en el que todo sonara menos descabellado que lo perturbado que estaba por todo aquello.

—Está bien —susurré con suavidad cuando él abrió la puerta y se marchó sin mirar atrás.

Sabía que las cosas con Joshua no eran irreparables. Sabía que podríamos hablarlas en otro momento en el que no estuviera tan herido y que en este momento él necesitaba unos minutos de desesperación para que las cosas comenzaran a cobrar sentido en su cabeza.

Como una música triste, cuando no tiene forma ni sentido, y luego se convierte en una composición capaz de sumirte en la melancolía total. Como una canción de amor antes de convertirse en lo que es.

Las horas pasaron terriblemente lento cuando noté que se me había hecho tarde para marcharme. Cerré el laboratorio y le escribí un mensaje a Joshua para saber si estaba bien, y si quizás ahora podríamos hablar, pero no recibí respuesta inmediata. Así que simplemente salí a tomar un taxi cuando la noche rozaba la cuidad y yo soñaba con encontrarme en mi cama en la residencia luego de un día duro de trabajo.

En pocos minutos un taxi pasó por la cuadra, y cuando me monté en él me sentí algo incómoda por la oscuridad de la parte trasera. Sin embargo, estaría en casa en poco tiempo y ya no tendría que preocuparme de eso.

Entonces una música conocida resonó en la radio haciéndome retroceder algunos años hasta mi tiempo en el instituto. Hice una mueca al identificar exactamente de dónde recordaba la canción. Entonces una voz ronca se escuchó desde el conductor.

—¿Te gusta esa canción? —me preguntó y yo asentí mirando por la ventanilla cómo las calles se oscurecían mientras pasábamos. –Es bastante antigua.

—Fue el tema del baile de graduación en mi escuela —le respondí al taxista con cierta amabilidad, cuando él se dio media vuelta y me miró por un instante. Entonces sentí el temor recorrerme los huesos cuando vi una sonrisa torcida esbozar desde su rostro.

—Lo sé, yo nunca pude bailarla —dijo antes de darse vuelta y seguir manejando. Yo verifiqué que la puerta estaba cerrada con seguro para niños y lo miré desde el espejo mientras trataba de sacar mi celular del bolsillo sin levantar sospecha. La música siguió sonando convirtiéndose en algo que odiaría para siempre.

—Karl Madden, ¿cierto? —inquirí tratando de distraerlo.

—Me recuerdas, Reina del Baile —soltó con una sonrisa bastante macabra. Yo asentí suavemente.

—La escuela fue hace mucho tiempo —intenté cambiar de tema por fin logrando sostener mi teléfono con los dedos cuando él negó con la cabeza mientras seguía manejando.

—Para mí es como si hubiese sido ayer —replicó. –Cada humillación, cada rechazo, cada desplante, cada vez que giraban su rostro para ni siquiera mirarme —se quejó y yo sentí un vacío en el estómago.

—Nunca hice nada de eso —aclaré—. ¿No recuerdas cuando te ayudé a levantar en...? —él golpeó el volante y yo me sobresalté sintiendo que iba a vomitar el corazón con la adrenalina.

—Sí, ¿cómo olvidarlo? Ayudar al lisiado para que te coronaran la maldita Reina del Baile —dijo como si fuese cierto. Por supuesto que no lo era, me habían elegido porque Justin era deportista, y éramos novios. Nada más. Yo no era popular, ni presuntuosa, y luchaba tanto contra el bullying como él. Sin embargo, su breve arrebato de locura me dio la oportunidad de desbloquear el teléfono cuando sentí un hierro frío amenazarme la frente y la muerte se acercó tanto a mí que me dio pánico. –No cometeré el mismo error dos veces —sentenció apuntándome con la pistola sin seguro. –Dame el móvil —ordenó cuando yo me di cuenta de que no tenía ningún mensaje de Joshua en él.

Le di el teléfono y lo miré manejar y divagar sobre las cosas que habían pasado. Yo solo podía pensar en esa tonta música de fondo, y en la idea de que Joshua no había respondido. Él era mi esperanza de que alguien me buscara esa noche. Yo iba camino a la residencia, así que nadie me estaba esperando. Mi madre no iba a notar mi ausencia hasta el día siguiente y el estómago se me vaciaba ante la idea de pasar una noche con este psicópata.

La música que sonaba era un rock and roll viejo y alegre que me estaba taladrando la cabeza como adelantándome a la terrible noche que sufriría. Lo peor de todo es que nadie iba a rescatarme.


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