7. Compromisos

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Iba con Joshua caminando hacia mi casa cuando recibí una llamada totalmente inesperada de mi progenitora.

—¿Madre?

—Hija, ¿ya vienes a casa?

—Sí, voy caminando por el vecindario, ¿necesitas algo?

—No, hija, es que voy saliendo al aeropuerto —fruncí el ceño.

—¿Pasó algo?

—Tu tía Brenda, viene de visita —no pude evitar expresar mi descontento con todo el cuerpo, tanto que Josh soltó una carcajada al verme.

—Ay... Mamá... ¿No podrías haberme avisado antes?

—Me acaba de llegar su mensaje de que tiene quince minutos esperándome en el aeropuerto, ni siquiera sabía que venía —explicó. Yo comencé a organizarme mentalmente para desaparecer de la faz de la tierra. Igualmente, a mi mamá no le gustaba demasiado que me quedara fuera de casa así que aparte de desaparecer, tendría que explicarle que era culpa suya por recibir visitas indeseadas—. ¿Y si te quedas unos días en la residencia? —sugirió ella, como ángel de luz, como si supiera lo que estaba pensando.

—Sí, puedo irme ahora mismo si... Consigo un taxi —escuché unos ruidos desde el teléfono y luego se aclaró la garganta.

—Te dejé la cena lista en el horno, está empacada —replicó y yo agradecí por la madre que tenía.

—Gracias, mamá —expresé con honestidad mirando como el coche salía al final de la calle y daba vuelta en la esquina—. Nos vemos entonces cuando se vaya la tía Brenda.

—Dios te cuide, Alice. Avísame cuando llegues a la residencia —finalizó con voz baja antes de trancar el teléfono.

—¿Y bien? —preguntó Joshua al verme idear mentalmente un plan para recoger todas mis cosas e irme antes de que mamá regresara.

—¿Qué?

—Parece que el diablo va camino a tu casa.

—Su reencarnación más reciente —admití recordando a la maravillosa tía Brenda, quien amaba hablar de mi ropa satánica, mi exceso de gordura, o falta de carne, la forma como maté a mi padre de la decepción, o mi forma de hablar, de caminar, de respirar...

La mujer era totalmente desesperante, tenía una crítica y un comentario áspero para todo, y a pesar de poder evitar decir todas las cosas que normalmente decía de mí, elegía cuidadosamente decirlas en el momento preciso para sacarme de quicio.

Para ahora ya debería haberme acostumbrado a sus formas, pero esa mujer tenía una gran cantidad de tiempo invertido en convertirse en la persona más insufrible de todas las épocas. Y yo desistí de tratar trascender, ser un ser elevado e ignorarla, para preferir retirarme y dejarla en compañía de mi madre y mi hermano perfecto.

—¿Algún familiar del señor Mitchell? —bromeó. Yo solté una media carcajada y negué.

—La hermana de mi padre, la tía Brenda.

—Tengo la impresión de que no debo preguntar.

—Es mejor que nunca más la oigas nombrar —fui totalmente sincera—. De hecho, vas a ayudarme a empacar para irme a la residencia —él frunció el ceño mientras pasábamos por la puerta de la casa.

—¿La residencia? ¿Tienes residencia estudiantil? —asentí.

—Viene con la beca —expliqué—. Una habitación de 2 x 2 en el recinto universitario con una cama, un ordenador y calefacción —dije mientras le invitaba a subir a mi habitación casi corriendo.

—¿Y por qué no vives ahí? —abrí la puerta de mi enorme habitación con un tragaluz y una ventana con un cómodo mirador incorporado.

—Me gusta vivir en casa —fui honesta—. Pero por la beca, la universidad no puede darle mi residencia a nadie más, así que me quedo ahí cuando no quiero estar aquí o cuando tengo que llegar muy temprano a clases —Joshua asintió mirando mi habitación en detalle—. No te quedes ahí, busca una maleta en la el armario y ayúdame a empacar. —pedí mientras comenzaba a tirar ropas en la cama para elegir alguna e irme lo más pronto posible.

—Suena inteligente de tu parte —dijo mientras doblaba la ropa y la metía organizadamente en la maleta.

—Espérame —solicité a Joshua mientras llamaba por teléfono a mi novio.

—¿Preciosa? —escuché apenas atendió la llamada.

—¿Qué haces, lindo? —inquirí escuchando ruido de oficina en su teléfono.

—Trabajando.

—Es que son más de las cinco —admití y él pareció notarlo.

—¿Qué día es hoy, Al? —dijo con verdadera alarma cuando yo solté una sonrisa.

—16 de octubre, Justin. No teníamos que vernos hoy, no te preocupes —repliqué y él soltó una risita.

—No, ya lo sé, es que he tenido mucho trabajo, pero ya voy saliendo.

—¿Estarás ocupado al salir?

—Para ti nunca estoy ocupado —me dijo intentando con todas las fuerzas decir la verdad. Pero sin mucho éxito, francamente.

—¿Podrías buscarme en casa? La tía Brenda viene a quedarse y...

—No se diga más, ya salgo a rescatarte, mi princesa —respondió como si no necesitara más explicaciones—. Debemos hacer las compras para mi casa, pero será rápido... —comenzó a decir cuando yo lo detuve.

—Voy a quedarme en la residencia —aclaré, Justin se detuvo.

—¿No quieres quedarte conmigo? —yo no quise decir que no, pero lo cierto es que no tenía ganas de quedarme en su casa luego de la semana magistral de discusiones que tuvimos. Justin y yo habíamos hablado por muchas horas, arreglado muchas cosas y estábamos trabajando en otras, pero yo no estaba lista para perdonarlo del todo—. Amor, anda... Te extraño —insistió y yo volví a negar para mí misma.

—No, Just, tengo que estudiar —usé como excusa para mi necesidad de escaparme de él—. Puedo tomar un taxi si...—.

—No, no, amor —me interrumpió—. Es tarde, permíteme llevarte.

—Pero ven pronto, que la tía Brenda debe estar por llegar —le supliqué.

—En media hora máximo estoy ahí —me dijo—. Te amo, linda, ya nos vemos —finalizó y trancó la llamada rápidamente.

Joshua se me quedó mirando al doblar la última prenda de ropa, aunque con esta maleta tan pequeña no podría llevar demasiado.

—¿Problemas en el paraíso? —preguntó. Yo negué con la cabeza.

—¿Es extraño que no quiera ir a quedarme a casa de mi novio? —inquirí y él ladeó la cabeza.

—Es extraño que tu novio no te haya insistido más que te quedaras —pensó rápidamente—. ¿Por qué no quieres ir?

—Es muy pronto para perdonarlo del todo.

—¿Lo estás castigando? —interrogó con un tono de incredulidad y yo solté una carcajada.

—No quieres escuchar la respuesta a eso así que mejor bajemos para que pueda despedirte y esperar a Justin en el porche.

—¿Te molesta si espero a que llegue y luego me voy?

—En absoluto, pero pensé que debías llegar temprano a casa —Josh me sonrió.

—Sí, pero eso de dejarte con la inminente llegada de la reencarnación del diablo me puso en sobre aviso —dijo con una media sonrisa implícita.

—Justin va a llegar antes —respondí y Josh asintió cerrando la maleta y bajándola.

—Sí, yo solo me quedaré en caso de que no —entonces se sentó a mi lado en el porche. Yo me encogí de hombros y fui a la cocina a servirnos algo de café y a traer la cena que mi madre me había preparado.

—¿Cuándo ibas a decirme que tocas el piano? —preguntó Joshua luego de recibir su pequeña taza de café.

—No sabía que tenía que decirlo.

—¿Por qué no decirlo? Es un talento hermoso —sonreí y negué con la cabeza.

—No lo sé, no lo vi relevante... —comencé a decir cuando él recortó mis palabras.

—Deberías tocar algo para mí...

—Es exactamente por eso que no te lo dije —le interrumpí y él soltó una carcajada—. No toco demasiado y no quiero arruinar nuestra amistad tan pronto.

—Tenemos ya tres meses y medio de amistad, Alice, no somos tan débiles —solté una media carcajada y negué.

—Lo siento, no soy talentosa ni nada, solo tomé lecciones de niña y luego las dejé.

—¿Por qué? —inquirió.

—Porque no soy talentosa ni tengo sentido del compromiso —Joshua frunció el ceño.

—¿Qué has dicho? ¿Esa has sido tú o la tía Brenda? —me reí de forma inmediata, cómo podría él saber que mi tía decía ese tipo de comentarios—. Suena como que alguien te ha repetido demasiadas veces lo mismo —me encogí de hombros.

—No lo sé, simplemente no quise terminar la carrera de pianista —fui honesta—. Era mi compromiso conmigo misma y decidí romperlo.

—¿Qué edad tenías?

—Diez, once años —expliqué y él puso los ojos en blanco.

—Apenas eras una niña, acababas de perder a tu padre. Es totalmente normal que no asumas ningún compromiso todavía, mucho menos uno contigo misma —volví a encogerme de hombros—. Lo de si eres talentosa o no, deberías mostrarme y yo te diré —bromeó y yo sonreí.

—Buen intento, ¿eh? —dije con suavidad cuando él recostó la cabeza de mi rodilla y comenzó a mirar el techo de madera por encima de nosotros.

—¿No te gustan los compromisos, Al? —se preguntó. Quizás quería saber si estaba analizándome correctamente. Yo lo pensé y me encogí de hombros.

—Creo que he pasado toda mi vida tratando de comprometerme —pensé con delicadeza—. Me comprometí con mis estudios y con retener mi beca. Me comprometí a ser una buena asistente de restauración para ti. Me he comprometido a permanecer con Justin... —él hizo una mueca con sus labios que no supe cómo interpretar.

—¿Estás comprometida con Justin? —interrogó. Yo no estuve demasiado segura de cómo responder.

—¿En matrimonio? —él asintió rápidamente.

—No veo un anillo, pero... —comenzó a decir, pero negué con la cabeza inmediatamente. Él se incorporó y me miró de frente en el banquito de madera—. ¿Entonces no hay boda? —solté una carcajada.

—Eres mi mejor amigo, creo que si fuese a casarme ya te hubieses enterado —él no rio como yo esperaba, sino que ladeó la cabeza.

—¿Nunca has pensado en casarte con Justin? —me puse nerviosa ante la idea.

—Somos demasiado jóvenes, ¿sabes? —él se encogió de hombros y miró a otro lado al notar que había logrado ponerme nerviosa. Esto era lo fantástico de Joshua, cualquier conversación con él, por profunda y estresante que fuera, me hacía sentir totalmente segura porque no le daba más importancia de la que yo quería que tuviera. Como si realmente le interesaba lo que yo pensaba.

—¿No te ha propuesto matrimonio nunca? —inquirió nuevamente con un tono un poco más grueso del que normalmente usaba. Yo traté de mirarlo sin demasiado éxito, ¿el tema le incomodaba o algo?

—Me temo que no.

—Vaya tonto —exclamó en una voz tan baja que juraría que no quería que yo lo escuchara.

—¿Uhm?

—¿No crees en el matrimonio, Al? —respondió como pregunta. Yo ladeé la cabeza.

—Sí, creo en el matrimonio y en todo el enorme compromiso que representa. Es algo que no se toma a la ligera.

—¿Y qué si puede tomarse a la ligera? —filosofó sin notar que me estaba haciendo pensar en toda mi existencia—. Después de todo, llamar a tu novio a las 5 de la tarde para que venga por ti suena a algo de esposos, ¿no? —tragué grueso ante su revelación y sonreí.

—¿Te lo parece?

—Al igual que castigarlo sin quedarte con él... Suena bastante comprometido —aventuró, pero todos sabemos lo que realmente quiso decir. Yo asentí con suavidad sintiendo como un balde de agua fría sobre la cabeza. Toda mi supuesta seguridad en una relación de compromiso medio era realmente una relación matrimonial sin papeles de matrimonio—. La única diferencia, Al, es que cuando quieran dejarlo, pueden hacerlo —explicó como si fuese inaceptable—. Que él tiene derecho a romperte el corazón en mil pedazos y dejar que todo lo que le has dado se convierta en algo que te haga daño —tragué grueso y él pareció obligarse a pensar lo que estaba diciendo.

Había tenido conversaciones serias con Joshua, pero mi falta de seriedad con respecto al compromiso, o, mejor dicho, la de Justin, parecía crisparle los nervios. Nunca había visto a Joshua alejarse un par de centímetros a pensar, nunca lo había visto dejar de sonreír entre frases. Justo ahora estaba suspirando y yo no tenía muy claro que decirle. ¿Debía disculparme? ¿Debía decir alguna cosa?

Después de todo, él tenía razón. Lo que tenía con Justin era como un compromiso fundamentado en nada. Pensar en dejarlo era increíblemente doloroso, pero factible, podría irme cuando quisiera, y él podría hacer lo mismo. Entonces todo ese esfuerzo, dolor, momentos y tantas otras cosas no valdrían para nada.

Lo más interesante de todo es que había sido una norma para Justin y para mí, permanecer juntos hasta que ambos decidiéramos que ya no era bueno que lo estuviéramos. Nunca trazamos un patrón y aunque muchas veces sentí que deseaba estar con él por siempre, no había ninguna norma escrita, hablada o implícita que nos forzara a seguirnos esforzando mañana.

—Yo... —comencé a decir cuando el auto de Justin se detuvo en la calle del frente de mi casa. Súbitamente se sentía incorrecto continuar con esto.

Joshua me miró y sonrió.

—¿Te di algo en lo que pensar? —notó. Yo fingí una sonrisa.

—Te odio —dije con sencillez.

—El compromiso es algo a través de lo cual los seres humanos le damos verdadero valor a lo que queremos conservar para siempre —expresó como si no pudiera callárselo—. No digo que tú y tu novio deben pensar así, pero... Es que no logro imaginar como algo tan valioso se diluye en un estado permanente de "ver lo que nos trae el día siguiente" —respiré profundo y asentí con suavidad.

—Creo que tienes razón —respondí incluso hasta menospreciando un poco sus palabras. Sin embargo, él se acercó a mí y me dio un pequeño abrazo.

—Te quiero, Aly, ¿lo sabes? —asentí suavemente y lo abracé de vuelta.

—Yo también te quiero, Josh —repliqué sin entender demasiado las dimensiones de nuestra amistad.

—Solo intento protegerte —dijo antes de separarse y ponerme la maleta en las manos para que fuese a encontrarme con Justin.

Yo caminé y al cruzar la calle Justin tomó mis maletas y me dio tiempo de mirar como Josh esperaba que me montara en el coche para irse. Entonces recordé nuestro primer café juntos en su librería.

—Sé que no me conoces, y que no debería confiar en ti, pero... Es algo natural para mí —explicó con sencillez—. Quizás cuando sea menos creepy, te explique la razón —tomé el latte con ambas manos y simplemente lo miré ser auténtico.

—Está bien, tomaré esa explicación más adelante —entonces él comenzó a relatarme la historia de cómo había llegado a ser restaurador y yo le respondía que yo también estudiaba bibliotecología, por lo que nuestras personalidades hacían match desde la primera conversación.

Cuando decidí aceptar que me llevara a casa con el libro carísimo él simplemente manejando con la lluvia arreciando sobre el coche se quedó escuchando una canción que ponían en la radio.

—Alice, ¿podríamos ser amigos? —inquirió. Yo lo miré y sentí el pecho encajonado ante esa proposición que nadie nunca me había hecho en la vida.

Es decir, todos teníamos amigos, pero eran realmente pocos los que te preguntaban si deseabas serlo.

—¿Por qué querrías ser mi amigo, Joshua? Apenas me conoces —él soltó una sonrisa encantadora.

—Eres muy valiosa —expresó como si siempre tuviera que hacerlo—. Quisiera ser uno de los que disfruten tu incalculable valor —sonreí sin poder evitarlo y lo miré a los ojos.

—¿Y por qué me preguntas si quiero ser tu amiga? Me estás llevando a mi casa, es un hecho que tenemos varios trechos de confianza cubiertos en un par de horas.

—Decirlo en voz alta lo convierte en un compromiso —explicó con seriedad.

—¿Estás seguro?

—Sí, claro. Si aceptas ser mi amiga, debes llamarme Josh y preguntarme si llegué bien a casa. Yo debo estar pendiente de ti y acompañarte si tienes miedo, asegurarme de que estés bien y... Dar mi vida por ti, y tu harás lo mismo —yo fruncí el ceño.

—¿Dar tu vida por mí?

—No figurativamente, aunque podría ser —expresó sonriendo—. Significa dedicar mi tiempo, que no voy a recuperar, en demostrarte cuánto valoro nuestra amistad —lo miré nuevamente y él sonrió. Entonces yo supe que no volvería a tener un ofrecimiento tan valioso como este en toda la vida.

—¿Entonces, Josh? Debes llamarme Aly, y saber que soy muy pero muy complicada —él soltó una carcajada y me extendió la mano para cerrar el trato.

—Seremos los amigos más complicados del mundo —advirtió antes de estrechar nuestras manos—. Trato hecho.

Quizás había tomado muchos compromisos intrínsecos en mi vida, quizás había dedicado mucho tiempo y dinero a algunos de ellos, pero al evitar verlos como compromisos se me haría fácil abandonarlos, dejarlos e irme.

Podía pensar en abandonar a Justin con todo lo insoportable que era a veces. Pero si pensara en dejar a Joshua siempre mi mente me regresaría a este momento en el que me comprometí a mí misma a preguntarle si llegaba bien a casa, asegurarme de que estaba bien y dar mi vida por él.

Porque un compromiso no era un compromiso hasta que lo asumías con seriedad y sabías que no debías romperlo a pesar de que las cosas se complicaran un poco. Este era nuestro compromiso, y con él me sentía tan segura que podría adquirir más compromisos, a fin de que pudiese haber más relaciones sanas en las que ambos sintiésemos el mismo interés y nos cuidáramos de la misma forma.

Un compromiso es un asunto de dos personas, y si ambas nos esforzamos por cumplirlo, de seguro vamos a lograrlo.

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