Batalla Final

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"El odio, el sufrimiento y el orgullo forman un sendero angosto que conduce a la perdición, pero solo a través del arrepentimiento sincero se revela la posibilidad de redimir el alma y hallar la luz que ilumina la senda hacia la renovación."


Capítulo 7

Con los seres humanoides de mariposa y orugas rodeándolos, los mutantes se prepararon para enfrentar la amenaza que representaba el ejército de Ágata y La Mariposa Negra. La tensión en el aire era palpable.

No podían negarlo, aquellas eran extrañas y grotescas criaturas. Una abominación creada por Ágata. Su aspectos eran una amalgama retorcida de características humanas y rasgos de mariposas, algunas, y otros de orugas. Los que parecían mariposa tenían una cabeza deforme con ojos oscuros y vacíos, carentes de cualquier emoción o vida. Sus bocas estaban repletas de afilados dientes, listos para desgarrar la carne de cualquier presa que se cruzara en su camino. Sobre sus cabezas, se alzaban un par de antenas finas y delicadas, contrastando con la monstruosidad de sus rostros.

Sus extremidades superiores eran como las de un humano, pero estaban cubiertas de escamas iridiscentes que brillaban en la tenue luz que se colaba entre las grietas de la colmena. Sus torsos estaban parcialmente cubiertos de un exoesqueleto resistente, mientras que el resto de sus cuerpos estaban envueltos en membranas translúcidas que semejaban las alas de una mariposa. Sus extremidades inferiores eran alargadas y finas, terminando en garras afiladas que les permitía moverse con agilidad y rapidez. Sus pieles eran una mezcla de tonos oscuros y brillantes, evocando el colorido de las alas de una mariposa nocturna. 

Los terrestres, los que tenían forma de oruga, eran tan grotesco y aterrador como los de la mariposa. Sus apariencias estaban lejos de ser común o natural. Tenían una cabeza bulbosa y desproporcionada, con ojos pequeños y brillantes que se movían de manera inquietante. Sus bocas eran una abertura enorme, llena de afilados dientes que se asemejaban a los de una sanguijuela. Sus cuerpos estaban cubiertos de protuberancias y segmentos, como los de un gusano gigante y enfermizo. Se deslizaban por el suelo con movimientos sinuosos y repulsivos, dejando un rastro viscoso a su paso. Con miembros superiores en inferiores, delgados, pálidos, llenos de vellosidades y alargados, a sus costados que les daba una apariencia escalofriante. 

A medida que avanzaban hacia ellos, las criaturas desplegaron sus alas y comenzaron a aletear con fuerza. De ellas, salían esporas y partículas que flotaban en el aire, envolviendo el ambiente con un aura inquietante y amenazadora. Los mutantes mariposa y gusano emitían chillidos guturales y aterradores, como si fueran las voces de pesadillas hechas realidad. Su presencia era tan abrumadora, que parecía que el mismísimo mal se hubiera materializado en estas grotescas criaturas.

Miraron aterrados a esas abominaciones, con los corazones palpitando aceleradamente en sus pechos. El sol cayendo, solo los hizo llenarse de más tensión y miedo, mientras los mutantes avanzaban hacia ellos con sed de sangre y caos. Era una escena sacada de las pesadillas más oscuras, donde la realidad y la fantasía se entrelazaban en una danza macabra y grotesca. Los mutantes mariposa y gusano representaban la manifestación más espeluznante de aquellas mutantes.

De inmediato, Vemna, extendió sus manos hacia el suelo, y en cuestión de segundos, las plantas comenzaron a crecer rápidamente a su alrededor. Enredaderas espesas surgieron, y en cuestión de segundos, todos los mutantes terrestres que los rodeaban estaban capturados. 

—¡Cuídense de las escarchas de las mariposas! —chilló Vemna. 

—¡Recuerden que pueden tener efectos de alucinaciones, sedación o somnolencia, irritación respiratoria o  efectos psicoactivos! —agregó La Reina Fúngica agitada. 

Leiman, al escucharlas, se adelantó. Sabía que la clave para contrarrestar el poder de las mariposas estaba en su habilidad para controlar el clima. Extendió sus manos y canalizó su poder a través de la brisa que soplaba a su alrededor. Con un movimiento fluido, creó una corriente de aire que comenzó a dispersar la escarcha en el aire. Condujo el aire hacia las grietas y las aperturas de la colmena, con la intención de liberar la escarcha de todo el lugar.

Las mariposas mutantes intentaron acercarse a Leiman, pero envió más corrientes de aire esta vez, para mantenerlas a distancia. 

—¡Aprovechen, no sé cuánto tiempo pueda mantenerlas a raya! —vociferó el muchacho, al resto de sus amigos. 

Entonces, Rafael, con su superoído, cerró los ojos y se concentró en el sonido del viento y los movimientos de las criaturas. Utilizando su agudo sentido auditivo, anticipó los movimientos de los seres humanoides: 

—¡Por la derecha!...

Jorge, con su velocidad sobrehumana, se adelantó y corrió hacia los seres humanoides de las derechas los cuales golpeó. 

—¡A la izquierda!...

Jorge volvió a correr, siguiendo las órdenes de Rafael, y esquivando las bolas de babas de los mutantes gusanos, y sus bocas filosas y sus patas peludas, contraatacaba con golpes rápidos y precisos, dejando a los enemigos desorientados y desconcertados. Además, el muchacho sacó uno de sus cuchillos de combate, y prediciendo los movimientos de los que se acercaban a él, esquivaba y daba un corte certero justo en la cabeza. 

—¡Apunten a la cabeza! —vociferó, cuando vio que de esa forma acababan muertas. 

Robert, por su parte, aprovechó el control de aire de Leiman, para disparar rayos láser desde sus ojos hacia los mutantes por encima de ellos. Lo bueno, era que apuntaba directo a la cabeza. Sus rayos impactaban con tanta fuerza, que reducía a los enemigos a cenizas.

Obviamente, los demás también estaban en movimiento. Emilia, con sus arañas, enviaba a sus pequeñas aliadas para infiltrarse entre los seres humanoides y tomar control de algunos de ellos. Las arañas tejían sus hilos invisibles en las mentes de sus enemigos, manipulándolos y debilitándolos desde dentro. Con ello, ahora se veían enemigos atacándose entre sí.  La Reina Fúngica desplegó su poder sobre la tierra, haciendo brotar setas venenosas y liberando esporas letales en el aire para los insectos. Los seres humanoides que inhalaron las esporas quedaron paralizados o confundidos, y algunos cayeron bajo el control de la Reina Fúngica.

—Nada mejor que el Codyceps unilateralis para los insectos; un hongo capaz de controlar sus cerebros —comentó la reina con una amplia sonrisa, ahora usando una decenas del ejercito para dirigirse hacia sus enemigos—. Realmente estaba dispuesta a hablar y llegar a un acuerdo, pero ustedes han tomado el camino de la violencia. Y ese idioma también lo sé hablar. 

Entonces, una multitud de sus propios seres fueron en dirección a La Mariposa Negra, Henry, Benjamín, Emily y a la mismita traidora Ágata.  

Mientras tanto, la pequeña Amelia, pese a su nerviosismo y miedo, no se quedaba atrás para responder ante el peligro delante de ella. Con su capacidad para crear criaturas, formó un ejército de pequeñas criaturas humanoides de tierra y roca, de veinte centímetros, que luchaban a su lado. Y si bien era bastante pequeñas en consideración a sus enemigos, las diminutas figuras se abalanzaron sobre los seres humanoides, distrayendo y atacando a sus oponentes.

En un punto, Vemna vio como uno de los humanoide terrestre se abalanzó en una embestida hacia la chica, derribando a todas sus pequeñas criaturas, y con un acto rápido de una de sus manos, logró hacer que en las cabezas de las criaturas de la niña crecieran plantas, como citronela, hierba gatera, menta, albahaca, lavanda, romero, caléndula y tomillo, todas tenían la función de repeler los insectos. Con eso, aquel ser chilló y se alejó bruscamente, espantado por el aroma que estas desprendían. Amelia miró impresiona a Vemna, y esta le guiñó un ojo en respuesta a su valor. 

Por otro lado, Mauricio, con su habilidad para cortar las sombras, se movió entre las criaturas mutantes, cortando las siluetas oscuras y desintegrando a aquellos que quedaban expuestos a la luz débil, pero que se colaba entre las grietas de la colmena. Su poder demostraba ser una herramienta efectiva para debilitar a los enemigos, siempre y cuando el sol no se ocultara y estaban a poco tiempo de que eso sucediera. Maru, por su parte, derribó una parte de los laterales de las base de la colmena, cuando los moai, ahora con un cuerpo entero de roca volcánica, aparecieron. Y aunque no eran tan ágiles como los demás mutantes insectoides, su fuerza y tenacidad los hacían formidables en aquel combate. Al menos, mantenían a raya a los demás mutantes para protegerse.

La batalla era intensa y caótica, con poderes chocando entre sí y seres humanoides atacando sin descanso. Los gritos de guerra y el estruendo de los enfrentamientos llenaban el aire, mientras cada mutante luchaba con valentía para proteger a sus amigos.

Desde otro punto, se podía ver a La Mariposa Negra, Ágata, Henry, Benjamín y Emily, que se encontraban rodeados por los mutantes humanoides orugas, que una parte de ellos ahora eran controlados por la Reina Fúngica. Estaban en clara desventaja numérica y enfrentaban a enemigos que alguna vez fueron sus aliados.

La Mariposa Negra extendió sus alas oscuras y liberó esporas venenosas en el aire que afectaran únicamente a estas criaturas, creando una nube tóxica para repeler a sus enemigos. Ágata ni se inmutó demasiado, solo alzó su mano y las orugas volvieron a los que habían sido antes de que sufrieran su transformación, y en el suelo, las aplastó. 

Henry, en cambio, dejó que su furia se apoderara de él, su otra personalidad. Y sus ojos comenzaron a brillar con una intensidad peligrosa, mientras creaba barreras geométricas a su alrededor. Cubos brillosos se alzaron, y fueron cayendo sobre las cabezas de los mutantes, aplastándolos y asesinándolos.  Benjamín utilizó su habilidad misteriosa, e hizo que algunos de los mutantes que La Reina Fúngica controlaba, perdieran el control de ella y vio como estos se destrozaron entre sí. Una sonrisa de victoria estaba en el rostro del chico. 

En cambio, Emily, con su ilusión óptica, jugó con la percepción de los mutantes. Se movía entre las sombras, apareciendo y desapareciendo de la vista de los humanoides insectoides, lo que los llenaba de confusión y los hacía retroceder.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del grupo de La Mariposa Negra, la Reina Fúngica seguía controlando a una parte de los mutantes, lo que dificultaba su avance. Los seres controlados avanzaban con determinación, algunas ignorando las esporas venenosas y las trampas de Ágata.

Entonces, la Mariposa Negra concentró su poder y creó una barrera de orugas y mariposas a su alrededor. Estos seres alados luchaban valientemente contra los mutantes controlados, utilizando sus alas y picos afilados para defenderse y proteger a La Mariposa Negra y su grupo.

Ágata se dio cuenta de que necesitaban un plan para romper el control de la Reina Fúngica sobre los mutantes. Y volviendo a la normalidad a todo el ejército —algo que nadie se esperó—, utilizó el elemento sorpresa, y con su magia negra, creó una esfera oscura que rodeó a la Reina, bloqueando y conteniendo a la Reina. 

—Ahora, ¿cómo podrás hacer uso de tus trucos? —Le inquirió Ágata. 

Finalmente, Henry aprovechó la distracción creada por la esfera oscura para aumentar su fuerza y poder. Su doble personalidad se fusionó en una sola, algo que nunca había hecho, y sus barreras geométricas se agigantaron de tal forma, que derribaron el techo de la colmena. Allí, vieron los últimos minutos de un cielo azulado, casi purpurino, que señalaba que no faltaba mucho para la noche. 

En medio del derrumbe, y todos intentando protegerse de los pedazos de escombro y techo que caían sobre ellos, vieron como estaban rodeados de enormes figuras geométricas, creadas por Henry. 

—Y finalmente pudo hacer lo que nunca se creyó que podría —dijo la pequeña Amelia, mirando absorta el enorme cubo por encima de ellos. 

—¿A qué te refieres? —Preguntó Leiman. 

—Henry es un chico con doble personalidad, una es apacible y calmada, y la otra no. En este momento, parece ser que la ha fusionado y ha logrado obtener el control de su poder que le proporciona ambas personalidades. Ahora podría ser imparable —explicó la muchacha devuelta. 

—Si eso choca contra nosotros podrá aplastarnos —aseguró Maru. 

—¿Qué podemos hacer? —Preguntó Leiman, horrorizado de la escena que tenían sobre ellos. 

La situación se había vuelto aún más desesperada para todos. Con el derrumbe del techo de la colmena y las gigantescas figuras geométricas creadas por Henry amenazando con aplastar, no solo a Vemna y su equipo, o a la Reina Fúngica y su equipo, sino incluso a La Mariposa Negra y sus compañeros. Por eso,  la tensión en el aire alcanzó niveles inimaginables.

La Mariposa Negra rápidamente evaluó la situación y se dio cuenta de que necesitaban un plan para escapar de la trampa mortal que Henry había creado sin querer. Volando con rapidez y agilidad, se acercó a Henry y lo instó a calmarse.

—¡Henry, necesitas controlar tu poder! Estamos en peligro, y si seguimos así, todos seremos aplastados —le dijo La Mariposa Negra, tratando de mantener la calma a pesar de la gravedad de la situación.

Henry la miró, y le dijo: —Lo siento... No quería que esto pasara, pero no puedo desvanecerlo ahora —Visiblemente parecía afectado, pero al mismo tiempo, no demasiado.

Entonces, cuando creían que todo iba a colapsar sobre ellos, vieron como Henry recibió un fuerte golpe directo a la cara, que lo mandó a volar por el terreno. El chico rebotó varias veces por la tierra, hasta quedar enclavado en una de las rocas volcánicas. Entonces, todos vieron como las enormes estructuras geométricas en el cielo desaparecieron. El chico había caído noqueado, y el autor de ese golpe había sido Jorge que, con un golpe a una velocidad abrumadora, había dejado fuera de combate a Henry. 

—Lo lamento, pero no encontré otra forma de acabar con esto —dijo, volviendo a tomar distancia de La Mariposa negra. 

Con el caos y el peligro a su alrededor, Vemna, se acercó a La Mariposa Negra con una mirada llena de compasión y determinación.

—María, sé que estás luchando por la isla, pero también debemos considerar otras opciones. Libera a La Reina Fúngica. Si nos unimos y dejamos de luchar sin sentido, podemos encontrar una solución pacífica y restablecer el equilibrio en esta isla —dijo Vemna con calma—. Lo que todos queremos es que la Isla no acabe entre escombro y que desaparezca la joya del pacífico. No ha necesidad.  

La Mariposa Negra la miró con incredulidad y enojo. Su compromiso con la protección de la isla era tan fuerte que no podía imaginar rendirse o negociar con la Reina Fúngica.

—¿Negociar con ella? ¿Acaso no ves lo que ha hecho? Es una amenaza para todos nosotros, y no podemos permitir que continúe con su control sobre todos nosotros —respondió La Mariposa Negra, con determinación en su voz—. Si ella quisiera, podría convertirnos a todos en zombis para ella.

—Pero no lo ha hecho hasta ahora, ¿por qué lo haría ahora? —le cuestionó Vemna, tratando de hacerla entrar en razón.

Benjamín y Emily, a pesar de estar heridos y aturdidos por los acontecimientos, se unieron a la conversación con voz débil pero firme.

—Mariposa, tal vez deberíamos considerar lo que Vemna dice. No es demasiado tarde para encontrar una solución pacífica. Deberíamos tratar de comprender y empatizar con la Reina Fúngica, quizás hay una razón detrás de todo esto —dijo Benjamín, luchando por expresar su opinión.

Emily asintió, agregando: —Tal vez, si logramos liberarla, podamos encontrar una manera de satisfacernos todos sin tener que recurrir a más violencia y odio.

Estas palabras provocaron una furia aún mayor en La Mariposa Negra y Ágata. Sintieron que Benjamín y Emily los estaban traicionando y considerando rendirse ante la Reina Fúngica. Sin pensarlo dos veces, La Mariposa Negra se volvió a estos: 

—¡Cómo osan cuestionar nuestra decisión! ¡Ustedes también son traidores! —gritó La Mariposa Negra, con los ojos brillantes de furia—. ¡Traicionaron nuestra causa! ¡No merecen estar aquí!

—Así es. Y pagaran por su traición —añadió Ágata, preparándose para atacar también. Así, con sus poderes oscuros en pleno apogeo, se unió a La Mariposa Negra en su enfurecida determinación—. No permitiremos que nadie se interponga en nuestro camino. La Reina Fúngica debe ser detenida a cualquier costo, y si eso significa enfrentarnos a ustedes también, lo haremos —sentenció Ágata con voz fría y amenazadora.

Y de inmediato, Ágata rodeó con esferas oscuras, llenas de magia negra a todos, excepto a Vemna. 

—¿Y ahora qué piensas hacer que no tienes a tus compañeros para que te ayuden? —Preguntó Ágata divertida. 

Vemna parecía realmente cansada, pero no solo por la batalla, sino por el peso de sentir que no deseaban rectificar su error sin más violencia. La tensión en el aire era asfixiante, rodeada por las esferas oscuras que contenían a todos sus amigos y que golpeaban estas, intentando liberarse, mientras gritaban en su interior, aunque no podían oírse. Los ojos de Vemna brillaban con determinación, pero también con una profunda tristeza ante la inevitable batalla que se avecinaba.

—Lamento que las cosas hayan llegado a esto, pero no permitiré que la isla sufra más daños, y mucho menos mis amigos...

La Mariposa Negra cruzó los brazos, con una expresión de desprecio en su rostro. —La isla no está en peligro por nuestra culpa. La Reina Fúngica y su equipo de idiotas son los verdaderos culpables de todo esto. Si no se hubieran opuesto a nosotros desde el principio, no habríamos tenido que luchar y destruir todo a nuestro paso.

Ágata asintió con frialdad y añadió: —¿No lo entiendes? No estamos aquí por elección, sino porque la situación lo requiere. No permitiremos que nadie se interponga en nuestro camino.

Vemna suspiró y bajó las manos lentamente, sabiendo que no había más opción que enfrentarse a ellas. —Entonces, no me dejas otra alternativa. Lamento que sea así...

Sin perder más tiempo en palabras, La Mariposa Negra se lanzó hacia Vemna con sus alas oscuras extendidas. Las esporas venenosas se esparcieron en el aire a su paso, intentando debilitar a su oponente. Vemna se movió con agilidad, para evitar la embestida de La Mariposa Negra, mientras tocaba el suelo, haciendo aparecer enormes árboles a su alrededor para dispersar las esporas de las alas de esta.

Sí, ahora estaba envuelta en un pequeño bosque, nada propio de la región en la que estaba, pero lo único que se le había ocurrido para moverse afectada. Comenzó a oír varias risas a su alrededor, como si estuviera en una pesadilla. Sabía que buscaban desorientarla, así que se acercó a uno de los troncó, cerró los ojos, y gracias al hablar de los árboles, le susurraron donde estaban. 

—¡Allí! —gritó, e influenciado la naturaleza alrededor, escuchó los jadeos de ambas mujeres. 

Corrió hacia una de ellas, y encontró a Ágata sujetadas por lianas. 

—¿Crees que esto va a detenerme? —La chica rugió, enseñándole los dientes. 

Y de la nada, vio como las cuerdas que la sostenían se rompieron como si nada, y luego, una oleada de árboles comenzaron a caer sobre ella, como si la base de su tronco se había debilitado. 

—Vamos, Vemna, nada mejor para una buena noticia que señalar que alguien murió por el accidente de un árbol caído, murmuró esta mientras corría detrás de Vemna. 

Vemna saltaba de un lado a otro, viendo como su propio bosque creado se había convertido en una trampa para ella por la habilidad especial de Ágata. Además, vio a su costados, espectros con caras horribles, sonrientes y ojos oscuros, correr a su alrededor. Entonces, cuando creía que las cosas no se podían poner peor, La Mariposa Negra apareció delante de ella, y detrás de ella una enorme ola de gusanos se amontonaban, con un olor nauseabundo. 

—María, por favor, escúchame. No necesitamos luchar entre nosotras. Hay otra forma de resolver esto, de encontrar una solución pacífica para la isla y todos los que vivimos aquí —insistía Vemna, aún intentando llegar a la razón de La Mariposa Negra.

La Mariposa Negra respondió, con rabia y desprecio: —¡Deja de llamarme así! Soy La Mariposa Negra, y nada que digas cambiará mi determinación. Estoy aquí para liberar a la isla de todos ustedes, y no voy a detenerme hasta que la Reina Fúngica sea derrotada.

En su momento de distracción, Ágata aprovechó para lanzar a sus espectros directamente hacia Vemna. Los espectros sostuvieron sus manos, sus brazos, sus piernas y su toros, inmovilizándola, y dos árboles cayeron encima de ella. Ágata, sabía lo que hacía pues los troncos cayeron sobre sus piernas y torso, mientras que los espectros solo desaparecieron. Obviamente, el grito de dolor de Vemna resonó por todo el lugar, como si fuera un espacio lleno de acústica. La chica de cabello purpurino vio la escena, sabía que todo podía terminar mal ene se momento. Pese al dolor, trató de quitarse los troncos pero no pudo.

—¿Es eso todo lo que tienes, Vemna? ¿No te das cuenta de que estás luchando una batalla perdida? —dijo La Mariposa Negra, acercándose con paso decidido—. Esta ola de gusanos, son gusanos capaces de devorar la carne humana, una vez que las envíe hacia ti, quedarás echa huesos y todos tus amigos morirán también. 

—Lo siento... pero no puedo rendirme. No puedo permitir que la isla sufra más daños, y tampoco puedo dejar que mis amigos sean controlados o lastimados por ustedes —dijo Vemna, respirando agitadamente.

—Ya es suficiente. —dijo La Mariposa Negra con frialdad, preparando su ataque final.

—Disandad... —murmuró Vemna, recordando el rostro de aquella aborigen de las selvas amazónicas. 

Con una piel morena, que ante la luz parecía ser dorada, sus cabellos oscuros y crespos, completamente distintos a los indígenas de la zona que solían ser lacios y que le hacía destacar entre ellos, era como un estandarte de humildad. Su figura esbelta y delicada, con vestiduras propia de la naturaleza, desde la corona adornada en su cabeza como todo sus trajes, era el emblema real de que estaba por encima de todo lo creado. 

Y con esa silueta en su mente, la voz de Disandad se escuchó, diciendo: "Es momento de despertar, Elios".

Para ese momento, ya la noche había caído, y el cielo oscuro estaba iluminado por las estrellas y una luna llena que, para ese momento, aparecía estar más cerca de lo habitual. En el fondo, las olas del mar golpeando la isla, se escuchaban con fuerza, y montones de luciérnagas habían aparecido, emitiendo pitidos como si cantaran, en aquel bosque improvisado. La imagen y el suceso que estaba ocurriendo, dejó con extrañeza, tanto a Ágata como a La Mariposa Negra. 

Entonces vieron plantas crecer por debajo de los troncos caído y que aplastaban a Vemna, y comenzaron a alzarse hacia el cielo, liberándola. ágata intentó hacer algo de nuevo, pero una poderosa luz la golpeó con tanta fuerza que se estrelló contra otro árbol, el cual crujió y luego cayó sobre ella desmayándola. Aquella luz, provenía del cuerpo de Vemna, que ahora flotaba a la altura del vuelo de La Mariposa Negra, quien había arrojado hacia ella su oleada de gusanos. Pero estos, al entrar en contacto con ella, fueron consumidos, y se desintegraron a uno a uno , hasta no quedar nada. María, estaba perpleja de lo que estaba ocurriendo. 

—¿Qué es esto? —Preguntó, con pánico en su voz. 

Y claro, la figura de Vemna no parecía ser la misma: Todo su cuerpo se había iluminado, con una forma etérea, compuesta de luz y colores brillantes que cambian constantemente, como un arcoíris en movimiento o como si fuera un caleidoscopio en combinación de tonos verdes, dorados y azules que danzaban. Tenía la forma de un animal estilizado, con rasgos que recordaban a diferentes criaturas del bosque, como un ciervo con majestuosos cuernos y una melena de hojas y flores. Su cuerpo estaría decorado con patrones de hojas, flores y ramas entrelazadas, representando la interconexión de todas las formas de vida en el bosque.

Su figura era esbelta y elegante, con una majestuosidad que emanaba cada fibra de su ser. Los ojos eran dos brillantes orbes luminosos, llenos de sabiduría ancestral y comprensión. Con solo una mirada, La Mariposa Negra sintió que se había sumergido en el alma. Se movió un poco, y las hojas y flores que adornaban su cuerpo parecieron cobrar vida, meciéndose suavemente con el viento.

—¿Vemna? —La voz de la Reina Fúngica a una distancia de ellos, reveló que todos habían sido liberados una vez que Ágata cayó inconsciente. 

Alrededor de ese lugar, estaban los rostros de todos los que habían sido liberados, incluso Henry que parecía haber despertado de su inconciencia. Por supuesto, ninguno parecía poder apartar la vista de la criatura que, se suponía debía ser Vemna. 

—Mi nombre es Elios —dijo la criatura—, soy la emisaria de la vida divina. 

Aquella voz que retumbaba en todo el lugar, daba una presencia tranquilizadora y reconfortante en aquel bosque, inspirando respeto y reverencia hacia la naturaleza y recordando a todos los seres vivos su conexión y pertenencia a la gran red de la vida. Su mera presencia llenaba el bosque con una sensación de paz y equilibrio.

—¡No me importas quién seas, terminaré destruyéndote también! 

La Mariposa Negra comenzó a desprender feromonas, orugas y mariposas negras, creyendo que sus criaturas serían imparables. 

—Ya es suficiente, María. Ha terminado —dijo Isabella, con tristeza en sus ojos—. No más luchas, no más guerras. Es hora de que tú encuentras paz.

Entonces, justo en ese momento, un profundo y misterioso rugido resonó en toda la isla. Todos se quedaron en silencio, mirando a su alrededor con asombro y sorpresa.

—¿Qué fue eso? —preguntó Rafael, con cautela.

—Es... es el rugido de la naturaleza —dijo Amelia, con los ojos llenos de asombro—. Parece que la isla misma está respondiendo.

El suelo comenzó a temblar bajo sus pies, y una poderosa energía parecía emanar de la tierra misma, envolviendo a todos en su abrazo.

Entonces, con solo un resplandor de Elios, todo las feromonas, esporas, gusanos y mariposas, fueron desintegradas en un instante. Lianas nacieron de los árboles y sujetaron a María con fuerza. Esta se removía, luchando por zafarse por completo, pero parecía que la fuerza de Elios era insuperable.

—¡No me detendrás! —gritó La Mariposa Negra, con rabia y desesperación en su voz.

Elios miró a María con compasión en sus ojos luminosos. —No estoy aquí para detenerte, María. Estoy aquí para traer equilibrio y restaurar la paz en esta isla. La lucha y el odio solo han causado más daño. Es hora de que todos comprendamos la importancia de la armonía entre los seres vivos, y que el odio solo generará más odio. 

—¡No entiendes nada! —replicó María, con lágrimas en los ojos—. Hemos sufrido tanto, hemos perdido a personas que amábamos, ¡y todo por culpa de esa maldita empresa! y luego, ella —señaló con sus ojos a la Reina Fúngica—, y su maldita obsesión con el poder y con probarme me llevó a toda esta mierda.

La Reina Fúngica bajó el rostro, avergonzada de lo que La Mariposa, quién había sido su amiga ahora comentaba.

Elios se acercó lentamente a María y puso su mano sobre su hombro. María sintió una calidez reconfortante que la envolvió.

—Comprendo tu dolor y tu enojo, María. Pero la violencia solo engendra más violencia. La Reina Fúngica perdió su camino, pero lo encontró en el momento en el que comprendió la importancia del equilibrio de la vida. Solo liberen a la isla del ciclo interminable de destrucción que todos ustedes han ocasionado y conviértanse en los protectores de esta Isla.

María miró a Elios, con los ojos llenos de duda y confusión. Durante tanto tiempo, había estado cegada por su sed de venganza y justicia, que nunca se había detenido a considerar otras opciones.

—No sé si puedo... —susurró María, sintiéndose perdida.

—No estás sola en esto —intervino Vemna, cuya forma de Elios seguía flotando en el aire—. Todos estamos aquí para apoyarte, para encontrar una solución que no implique más sufrimiento. Ya han perdido demasiado en esta lucha.

Poco a poco, la rabia y el resentimiento de María comenzaron a ceder ante la compasión y el entendimiento de Elios. Las lianas que la sostenían se aflojaron, permitiéndole moverse.

—Es difícil dejar atrás todo lo que hemos vivido —admitió María, limpiando sus lágrimas—. Pero no puedo permitir que la isla sufra más a causa de nuestras acciones. Así que, está bien... lo intentaré.

Elios sonrió, irradiando esperanza y gratitud. —Esa es la decisión correcta, María. Juntos, encontraremos una manera de enfrentar a la Reina Fúngica y liberar a la isla sin más violencia.

—Hablarás solo por ella —escucharon decir a Ágata, quien parecía realmente enfurecida. 

—Si la luz de la vida es incapaz de hacerte reflexionar, entonces, difícilmente lo hagas —añadió Elios, volviéndose a la mujer. 

—Reflexionar no está en mi planes —admitió—, y yo que creí que esa mujer tenía clara la visión de este mundo, que equivocada estaba. 

Y sin más, vieron como una nube oscura se tragó a Ágata, haciéndola desaparecer para todos ellos. 

—¿Qué pasará con ella? —Preguntó Emilia, con preocupación. 

—Ágata ha elegido seguir por un camino oscuro y lleno de odio —dijo Elios—. Se dejó llevar por la sed de poder. Ahora se ha convertido en un enemigo que aún no ha terminado su lucha. Pero no podemos permitir que su odio y sus acciones destruyan lo que hoy se ha construido.

María asintió, comprendiendo que aunque Ágata fuera una vez su amiga, ahora representaba una amenaza para todos. Sin embargo, aún había una pequeña esperanza de que pudiera encontrar su camino de regreso a la luz. Ella misma había sido la prueba de ello. Aunque creía que la presencia de Elios misma, tenía relación con su cambio. 

Mientras tanto, bajo la noche sobre la isla, y la luna llena brillando en el cielo oscuro, Elios tocó el suelo. Alzó sus manos, una en dirección a La Mariposa Negra y otra en dirección a la Reina Fúngica. Estas se acercaron, y de inmediato, fueron rodeadas de un aura luminosa y poderosa. Ambas chicas, en ese momento, percibieron no solo las verdaderas intenciones entre ellas, sino que vieron pasar la vida pasada de la otra delante de sus ojos, con el fin de que pudiera entender, comprenderse y eliminaran todo rastro de dudas.

—Es hora de que unamos nuestros poderes y restauremos la belleza y el equilibrio en esta isla —dijo Vemna, mirando a las otras dos con determinación—. Juntas, tenemos el poder de transformar esta tierra desolada en un paraíso lleno de vida y armonía.

La Reina Fúngica asintió, comprendiendo el propósito de su presencia allí. A pesar de todas las tragedias y errores que habían ocurrido, ahora tenía la oportunidad de redimirse y hacer lo correcto.

—He aprendido que el poder no debe utilizarse para controlar y dominar a otros —dijo la Reina Fúngica—. Mi deseo es liberar a la isla del odio y el caos.

La Mariposa Negra, por su parte, miró a Vemna con ciertas dudas, pero también con un atisbo de esperanza.

—Nunca pensé que me aliaría contigo, Vemna —dijo con sinceridad—, pero veo en tus ojos la determinación de cambiar las cosas y encontrar un nuevo camino para todos los que llevan odio en el corazón.

Vemna sonrió, sintiendo que finalmente estaban avanzando hacia la paz y la reconciliación.

—Te puedo asegurar que no tengo mérito alguno. El mérito lo tiene Disandad, alguien que tal vez tengan la dicha de conocer algún día. Pero no se engañen, tiene muchas formas pero una sola esencia —mencionó—. Juntas somos más fuertes —declaró Vemna—. Hagamos que esta noche sea una noche de transformación y renacimiento, como una mariposa.

Con un gesto unánime, las tres posaron sus manos en la tierra, y comenzaron a desplegar sus poderes. La Mariposa Negra liberó mariposas de todos los tamaños y colores, que volaron por toda la isla llevando vida y color a cada rincón. La Reina Fúngica hizo crecer hongos y setas por doquier, y Vemna, hizo crecer plantas autóctonas propias de la isla, gracias a la conversación pasada con Emilia, restaurando así la vegetación y la vida en los suelos que habían quedado estériles. 

Y como si fuera magia, todos lograron ver como la isla comenzó a llenarse de vida y resplandeció con una belleza y una energía que no se había visto en mucho tiempo. Árboles majestuosos crecieron donde antes solo había ruinas, y flores de todos los colores se abrieron en un espectáculo deslumbrante. Las mariposas y las orugas danzaron en el aire y en la tierra, llenando el cielo de movimiento y vida.

Más allá, donde estaban los pobladores, salieron de sus refugios para contemplar la maravilla que ocurría ante sus ojos. El miedo y la desesperanza que habían reinado en sus corazones comenzaron a disiparse, y en su lugar nació la esperanza y la inspiración. Jorge, Robert, Leiman, Rafael, Emily, Henry, Benjamín, Emilia, Mauricio, Maru y Amelia observaron con asombro y gratitud la transformación que ocurría. Finalmente, comprendieron que el poder real estaba en la unión y la comprensión, no en la lucha y la destrucción.

Elios, La Mariposa Negra y la Reina Fúngica habían demostrado que, incluso después de cometer errores y seguir caminos oscuros, podían encontrar el camino hacia la redención y la paz. La isla, que una vez estuvo al borde del colapso, se convirtió en un paraíso de vida y armonía gracias a la unión de fuerzas de estas tres poderosas mujeres. La naturaleza se regocijaba con su renacimiento y celebraba la nueva era de paz y comprensión.


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