El Encuentro

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"La traición de un alma pérfida no solo hiere, sino que con astucia se desliza como veneno entre los cimientos de la confianza, destilando su toxicidad hasta corroer y desgarrar las bases mismas de la existencia."


Capítulo 6

Habían llegado a Hanga Roa, la alianza entre el equipo de Vemna y el equipo de la Reina Fúngica. Como lo habían dejado la última vez, se veía la ciudad tan desolada, que era increíble pensar que alguna vez aquella  ciudad floreció con esplendor. Ahora se veía sumida en una atmósfera distópica y misteriosa. Sus calles lucían desgastadas y cubiertas de polvo, como si el tiempo se hubiera detenido en este rincón olvidado del mundo.

Los edificios y casas, antes orgullosas construcciones de la cultura Rapa Nui, se encontraban en ruinas. Algunos de los moai, también habían sido afectados por el paso de los años, y yacían derrumbados sobre el suelo. La vegetación se desbordaba en las calles, formando un manto verde que cubría el concreto agrietado. Setas y líquenes crecieron en las grietas de las paredes y los muros, añadiendo un aire enigmático y fantástico al escenario. Las mariposas, en vez de mostrar colores vivos y alegres, tenían alas negras que danzaban en el aire con un deje siniestro.

A lo lejos, se podía vislumbrar el antiguo Fuerte de FACTORY, ahora reducido a escombros y silencio, como un espectador de los desastres que solía mantener el corazón de la ciudad. En fin, la atmósfera en Hanga Roa era densa, cargada de un enigma que se palpa en cada rincón y no había cambiado en lo absoluto desde la última vez que habían estado allí.

—Ahora lamento todo lo que aquí ocurrió —dijo Isabella, mirando con nostalgia la ciudad. 

—De igual forma, podremos restaurarla una vez finalice la rivalidad —añadió Emilia, tratando de animar a su líder. 

Mauricio escupió al suelo, y se cruzó de los brazos. Ágata y Maru estaban detrás de él, mientras el resto estaba detrás de ellos.  

—Estamos rodeados —anunció de pronto Rafael, con el ceño fruncido y tomando una postura alerta—. Es muchísima gente. 

—¿Cómo podemos determinar si son enemigos o no? —Preguntó Maru, extrañada. 

—Dudo mucho que lo sean —Comentó Jorge—. según lo que ustedes nos han informado, los únicos que están en guerra son La Mariposa Negra y ustedes.

—A menos que sean los mismos pobladores —agregó Robert. 

—¿Los pobladores? ¿Por qué? —Preguntó Leiman, sabiendo que habían sido amables con ellos la última vez. 

—Tal vez se deba al hecho de que han forjado alianza con nosotros —agregó Ágata—. Es posible que crean que han tomado partido en esta guerra. 

—¡Que ridiculez! —soltó sin pensar demasiado Leiman—. Es natural que no confíen en nosotros, pero pensar en la idea de formar parte de una guerra me parece demasiado estúpido. ¿Qué ganaríamos con todo esto? Ni siquiera somos de esta isla.

—Entonces, creo que es momento de que se lo hagas saber a ellos—dijo Isabella, señalando hacia un punto donde comenzaba a salir una docena de trajes blancos, con armamento que, de inmediato, sabían que pertenecían a FACTORY.   

Por instante, todos ellos se asustaron al ver como salían de sus escondites y les rodeaban. Lo inquietante, era el hecho de que parecía que le estaban esperando desde hace un buen tiempo y habían caído en su trampa. Y como si no fuera peor, los trajes que llevaban eran justo unos modelos nuevo, nada que ver con lo que Vemna había visto en Canadá o en Venezuela. 

Todo ellos se alzaban con una armadura reluciente, diseñada con la más avanzada tecnología para el control de plagas. Confeccionado con materiales de alta resistencia y ligereza, envolviéndolos como en una segunda piel, protegiéndolos de cualquier amenaza biológica. Todos allí lo sabían, aquella superficie blanca estaba recubierta de una malla nanotecnológica, que se adaptaba a la forma del cuerpo y permitía una total movilidad sin sacrificar la seguridad. Cada detalle estaba meticulosamente diseñado para brindar una experiencia ergonómica y cómoda, esencial para el uso prolongado en situaciones peligrosas.

En los hombros y los codos, se podían apreciar pequeños emblemas de ingeniería, indicando las capacidades de este avanzado traje. Sensores y monitores integrados en la tela proporcionaban datos en tiempo real sobre la calidad del aire, la temperatura y cualquier rastro de agentes patógenos. El casco, transparente y elegante, se desplegaba automáticamente sobre el rostro del usuario al activar el traje. Equipado con una visión aumentada, brindaba una perspectiva envolvente y precisa del entorno, permitiendo al usuario detectar cualquier amenaza oculta. Y sobre el pecho, la reluciente insignia de la empresa: FACTORY.

También, los guantes presentaban pequeños tubos de inyección retráctiles, capaces de suministrar rápidamente antídotos o compuestos neutralizantes en caso de exposición a toxinas. Además, ofrecían un control intuitivo sobre los sistemas integrados en el traje. A lo largo de la espalda, finas líneas de luces LED se encendían y parpadeaban, proporcionando una señal de actividad y un toque futurista a la indumentaria. Cuando el traje estaba en pleno funcionamiento, parecía que la persona que lo llevaba se había convertido en una figura imponente y avanzada, lista para enfrentar cualquier amenaza.

—No puede ser —murmuró Leiman, y todos por instintos se pusieron en estado de alerta, tomando posturas de combate—. ¿FACTORY?

—¡Nadie baje la guardia! —advirtió Vemna, de inmediato. 

Sin embargo, cuando el casco de todos ellos se comprimió, aunque con las armas apuntando listos para disparar a discreción, vieron que se trataban de Agustín, Juan Carlos y el resto de los pobladores. Estos ya no mostraban temor en sus rostros, sino una mezcla de valentía, determinación y sed de venganza. Estaban dispuestos a luchar hasta el final por su tierra y su gente.

—Si son capaces de temer de esa forma, eso significa que el traje no solo está diseñado para protegernos —dijo el viejo Agustín, con una sonrisa de oreja a oreja, complacido con solo haberlos hecho temblar un poco. 

Vemna, Rafael, Jorge, Leiman y Robert miraban atónitos cómo los pobladores se acercaban, vestidos con aquellos trajes y portando armas tecnológicas que nunca habían visto en la isla. 

—¿Cómo obtuvieron todo eso? —Cómo siempre, Jorge no se fue por las ramas y habló directamente a Agustín. 

—Juan Carlos ha descubierto una gran habilidad para explorar y consiguió todo esto para nosotros dentro de las instalaciones del viejo y deteriorado edificio. Parecía una cámara secreta. —respondió el anciano, sin mentiras —La mirada decidida de los pobladores dejaba claro que no estaban dispuestos a escuchar explicaciones—. La pregunta que queremos hacerles, ¿qué hacen ustedes con la Reina Fúngica? 

—Esto no es bueno —murmuró Emilia, preocupada—. Parece que han tomado partido en la guerra y se han armado.

Vemna frunció el ceño, tratando de comprender la situación. 

Había una energía tensa en el aire, como si la confrontación pudiera estallar en cualquier momento. Se acercaron con cautela a ellos, extendiendo sus manos en un gesto de paz. Agustín, con sus cabellos grises y rostro arrugado, era el primero al que se dirigieron. A su lado, estaba Juan Carlos, cuyos ojos reflejaban la misma determinación que veían en los pobladores.

—Agustín, Juan Carlos, por favor, escúchennos —dijo Vemna con calma—. Nosotros no somos enemigos. Venimos en paz y buscamos poner fin a todo este conflicto que ha devastado la isla.

Los pobladores miraron con desconfianza a Vemna y su equipo, pero Agustín alzó una mano para calmarlos.

—Es cierto, hemos tenido nuestras dudas y temores —vociferó el anciano líder—. Pero también debemos escuchar lo que tienen que decir.

—No sabemos cómo han obtenido esos trajes y armas, pero pueden estar seguros de que no venimos a causar más daño —intervino Rafael—. Al contrario, queremos ayudar a que la isla vuelva a florecer y a que encuentren la paz.

—¡Pero si ya se te ha dicho como conseguimos estas armas, niño! —gritó uno de los pobladores atrás. Los demás, le hicieron callar. 

—Cuando les conté la historia de esta guerra, era para que nos ayudaran a tratar esta amenaza para nosotros —admitió Juan Carlos—. Pero después de lo que hemos visto y vivido, sabemos que hay fuerzas mucho mayores involucradas aquí. La Reina Fúngica y La Mariposa Negra son las verdaderas enemigas, y nosotros somos solo espectadores atrapados en esta lucha.

Agustín reflexionó por un momento, mirando a su pueblo y luego a Vemna, y al resto de los mutantes.

—Hemos pasado por mucho dolor y sufrimiento en esta isla debido a la guerra entre La Reina Fúngica y La Mariposa Negra —dijo Agustín con voz firme—. Entonces, ¿cómo podemos estar seguros de que vienen en paz? —preguntó con cautela—. ¿Cómo podemos confiar en ustedes ahora que ella les ha dado alianza?

—Comprendemos que puedan estar desconfiados, pero queremos demostrarles nuestra buena voluntad —dijo Robert—. Nuestra misión es poner fin a la guerra y proteger a la isla, no causar más daño.

Juan Carlos observó a Robert y su equipo con ojos agudos, evaluando sus palabras.

—¿Y qué garantía tenemos de que cumplirán sus promesas? —preguntó con cautela—. Han venido aquí con habilidades y tecnología que nunca antes hemos visto en esta isla. ¿Cómo sabemos que no tienen otros intereses ocultos?

Vemna se mantuvo firme, sabiendo que debían ser sinceros.

—No podemos darles garantías absolutas, pero estamos dispuestos a demostrarles nuestra intención pacífica —respondió—. Si nos permiten, podemos ayudar a sanar las heridas de la isla, a restaurarla y a protegerla de futuros ataques. Nuestra misión es poner fin a esta guerra y restaurar el equilibrio en la isla.

—Y también queremos ayudar a detener a La Mariposa Negra —añadió Emilia—. Sus intenciones son malévolas y solo buscan destruir todo a su paso.

—Además, si nuestras intenciones fueran hostiles, hace mucho que lo hubiéramos revelado —argumentó Leiman, con el semblante de demostrar que era una total obviedad—. En este momento ustedes están armados, pero hace unos días ni siquiera tenían para cambiarse la ropa, si realmente queríamos hacer algo, ese era el momento perfecto. La batalla entra La Reina Fúngica y La Mariposa Negra, hubiera sido el escenario y la excusa perfecta para acabarlos a todos. Pero no fue así —el chico finalizó, tocándose la sien, como señal de que debían pensar un poco.  

Por supuesto, los pobladores se miraron los rostros, considerando lo que había dicho, pero realmente se podía evidenciar la duda expuesta. Sin embargo, La Reina Fúngica se adelantó. Su presencia era imponente, pero esta vez, se notaba una expresión de seriedad y determinación en su semblante.

—Pobladores de la isla de Pascua —exclamó la Reina Fúngica, su voz resonando con una cualidad etérea y suave—. Entiendo su desconfianza y temor hacia nosotros, pero quiero que sepan que hemos aprendido de nuestros errores. Nuestra rivalidad con La Mariposa Negra ha causado mucho daño a esta tierra, y ahora buscamos un cambio.

Agustín y Juan Carlos observaron cautelosamente a la Reina Fúngica, sin bajar la guardia. Los demás pobladores también permanecieron en alerta, pero escucharon con atención sus palabras.

—Somos conscientes de que nuestra lucha ha afectado a la isla y a su gente. Pero ahora, hemos encontrado una nueva perspectiva, una comprensión más profunda de la importancia de la vida y la naturaleza en su conjunto y gracias a estos extranjeros —continuó la Reina Fúngica—. No deseamos más destrucción, sino la restauración y la sanación de esta tierra que también es mi hogar.

La Reina Fúngica hizo una pausa, dejando que sus palabras fueran asimiladas por los pobladores.

—Queremos trabajar junto a ustedes, para hacer florecer nuevamente la belleza y la abundancia de esta isla. Hemos visto el esfuerzo que han puesto en protegerla y mantenerla, y queremos unirnos a ese propósito noble. No venimos con motivos egoístas, sino con la esperanza de que juntos podamos encontrar un equilibrio entre la naturaleza y nosotros, para que la isla pueda prosperar una vez más.

El silencio se apoderó del lugar mientras los pobladores procesaban las palabras de la Reina Fúngica. La desconfianza seguía presente, pero también había una posibilidad de cambio, una oportunidad para sanar las heridas causadas por la guerra entre ambos bandos.

Agustín, como líder de los pobladores, tomó la palabra.

—Es difícil confiar después de todo lo que ha sucedido, pero también sabemos que las personas y las entidades pueden cambiar —dijo—. Si realmente desean hacer las paces y ayudar a la isla, estaremos dispuestos a trabajar juntos.

Juan Carlos asintió en señal de acuerdo, y los demás pobladores también parecían estar dispuestos a darle una oportunidad a la Reina Fúngica y su equipo.

—Entonces, vamos a colaborar en esta nueva organización —dijo Agustín con firmeza—. Pero si traicionan nuestra confianza, no habrá vuelta atrás.

La Reina Fúngica asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Lo entiendo, y les agradezco esta oportunidad —respondió con sinceridad—. Trabajaremos juntos para proteger y hacer florecer a esta isla, nuestro hogar también.

—¡Salvados por los pelos! —exclamó Leiman, un poco nervioso pero aliviado de que salieran de esa situación. 

Ágata miró a Vemna con cierta vacilación, pero al final, suspiró y asintió.

—Tal vez haya esperanza para la isla después de todo —murmuró—. Gracias por creer en nosotros.

Agustín miró a los demás pobladores y luego volvió su mirada hacia Vemna.

—¿Y qué podemos hacer por ustedes si van a luchar contra La Mariposa Negra? 

—No vamos a luchar —escupió al suelo Mauricio, mientras miraba al resto gruñonamente—. Vamos a hablar con ella. Pero si no hay forma de llegar a un conceso de paz que resulte beneficioso para todos, la lucha será inminente. 

—Lo mejor que pueden hacer ustedes es quedarse aquí y custodiar a Hanga Roa. Si existiera una batalla, en realidad no hay garantía que salgamos victoriosos —dijo Isabella, haciendo que las miradas, una vez más, se posaran en ella—. Daremos lo mejor de nosotros, pero no podemos subestimar la fuerza de La Mariposa Negra y sus aliados. 

—Por favor, no lastimen a Amelia, es tan solo una niña... —exclamó una mujer, que todos pudieron reconocer que debía ser algún familiar. 

—Una niña que fue capaz de herir a una de las nuestras —aclaró la Reina, pero con un suspiro doblegando su orgullo añadió: —Pero podemos olvidar ese suceso y tratar de salvarla. 

Y así, con eso, un frágil pacto de entendimiento se forjó entre los pobladores y los mutantes. La desconfianza seguía presente, pero había una chispa de esperanza de que, tal vez, la isla podría encontrar la paz nuevamente.

Y dejándoles en paz, iniciaron su trayecto desde Hanga Roa hasta Poike.  El tiempo para llegar caminando, podía variar dependiendo de la ruta específica que se tomara y del ritmo de caminata. Además, la distancia aproximada era de alrededor de 7 a 8 kilómetros, lo que llevó a ellos un tiempo estimado de  3 horas caminando. Por supuesto, no tomaron un tramo turístico, sino que se dirigieron hacia la costa este de la isla. 

A medida que avanzaron, el paisaje cambiaba drásticamente, revelando la desolación y la sequía que envolvía aquella parte de la isla. A diferencia del escondite de la Reina Fúngica y de Hanga Roa que era un ambiente mucho más húmedo y concurrido, la costa este se mostraba más seca, menos visitada y habitada, lo que le daba un aire de enigma y soledad. Los acantilados rocosos se alzaban imponentes, bañados por el resplandor dorado del atardecer. Las aguas del océano Pacífico rugían con fuerza, chocando contra las escarpadas costas y llenando el ambiente con una sensación de poder y majestuosidad.

Y mientras se adentraban más, el terreno se volvía más árido y escarpado. La vegetación se reducía, dejando espacio a rocas y arenales, y el sol comenzaba a ceder su dominio al crepúsculo. La luz dorada se fundía con los tonos anaranjados y rojizos del cielo, creando un espectáculo natural que hacía que el paisaje pareciera surrealista. Pero la serenidad del entorno se vio interrumpida por la presencia inquietante de mariposas negras y gusanos que se movían entre las rocas y la arena. Estos seres, de aspecto siniestro, danzaban en el aire y se arrastraban por el suelo, agregando un toque de temor a la caminata.

—Comienzo a odiar a los insectos —murmuró Leiman, un poco asqueado. 

—¡Ni me lo digas! —chilló Emilia, con el rostro compungido como si el terror de solo pensarla, le hiciera vomitar.

—Te puedo asegurar que las avispas son peores que las mariposas y los gusanos —dijo Vemna, recordando un evento del pasado que casi le costó la vida.

—Suena como si no fuera la primera vez que te topas con un mutante con poderes insectoides —añadió Isabella, con una pizca de diversión en su voz. 

—En la guerra, había una mujer con esos poderes —dijo Rafael, recordando el evento—. ¿Arlin, Arlan...? 

—Arlen —le corrigió Jorge—. ¿Cómo olvidarla? 

Nuevamente hubo silencio, debido a que el viento sopló con fuerza, susurrando en los oídos de todos, como si quisiera contarles secretos oscuros sobre aquel lugar. La sensación de aislamiento era palpable, y cada paso que daban los acercaba más al corazón de la naturaleza salvaje de la isla. Poike estaba cerca, la tierra árida y desolada parecía extenderse hasta el horizonte. Los vestigios de la antigua civilización se desvanecían, y el grupo se encontraba frente a una tierra salvaje y desafiante.

A las 4 de la tarde, el sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo con tonos dorados y púrpuras. Las estrellas comenzaban a brillar en el firmamento, como si quisieran guiarlos a su destino.  

Finalmente, cuando había llegado, el grupo de mutantes se acercó cautelosamente a la enorme colmena que se alzaba como un imponente domo en Poike. La estructura era asombrosa, con intrincados diseños y símbolos tallados en su superficie negra y brillante. Una suave luminiscencia violeta emanaba de las grietas, dándole un aspecto aún más misterioso y siniestro. Los cinco extranjero desplegaron sus dispositivos tecnológicos de sus brazos, y volando estos, escanearon toda la superficie comprobando las cinco presencias en su interior. 

—Andando, solo están ellos —dijo Vemna, suspirando. 

—¿Sí sabes que podemos caer en una trampa? —Cuestionó Leiman, con ironía. 

—Sí, pero nunca lo sabremos si no entramos —aseguró La Reina Fúngica, respondiendo por Vemna. 

Entonces, solo para asegurar un factor sorpresa, Leiman de inmediato desplegó un cambio en el clima: una densa y refrescante niebla apareció en todo el terreno. Inundando no solo el exterior de aquella colmena, sino dentro de esta. Aun así, al entrar en esta, pudieron ver a La Mariposa Negra de pie junto a cuatro figuras más: Benjamin, Emily, Amelia y Henry. La malévola líder parecía rodeada de una energía oscura, y su mirada era fría y despiadada. A su lado, Benjamín y Henry mostraban una sonrisa retorcida, mientras que Emily y Amelia solo permanecían serias y distante. 

—Vaya, vaya, si no es más que Isabella y su tropa de desadaptados —dijo La Mariposa Negra con una voz burlona—. Me preguntaba cuánto tiempo tomaría que se unieran a la fiesta. Y veo que vienes con aliados nuevos. 

—Debes estar muy confiada en tu victoria para recibirnos sin trampas. ¿A qué se debe tanta amabilidad? —arrastró sus palabras La Reina Fúngica, sin poder creer que estuviera haciendo aquello de una vez por todas. 

Sin embargo, La Mariposa Negra, solo le sonrió en respuesta con un pequeño gesto, como si sintiera orgullo de su propia confianza. 

—No estamos aquí para unirnos a tu fiesta, Mariposa Negra —dijo Vemna, con firmeza—. Hemos venido a poner fin a todo esto.

—¿A poner fin? —La Mariposa Negra soltó una carcajada oscura—. ¿Creen que pueden enfrentarse a nosotros? Son solo unos niños jugando con fuego.

—Hemos visto lo que son capaces de hacer y no subestimamos su poder —intervino Rafael—. Pero no dejaremos que continúen causando más daño.

—¡Exactamente! —dijo Emilia, con determinación—. Esta guerra no tiene sentido, y no permitiremos que continúe.

La Mariposa Negra miró al grupo con desdén, pero luego su expresión cambió a una sonrisa retorcida.

—Oh, qué conmovedor. Realmente piensan que pueden detenernos —dijo con suficiencia—. Pero les advierto, han llegado demasiado tarde. Pronto, mi ejército de mutantes se apoderará de esta isla y nadie podrá detenernos.

—¿Ejército de mutantes? ¿A qué te refieres? —Preguntó Maru, sin entender esa referencia. 

—Ya lo verán —dijo, con orgullo en el rostro. 

—Venimos a hablar María —dijo finalmente Isabella, llamándola por su nombre de pila—. No hay necesidad de seguir con enfrentamientos. Estos chicos... —señaló a todos los extranjeros—. Me han hecho ver la perspectiva real del sufrimiento de esta isla. La estamos matando a ella y toda su gente, María. Hemos estado en esta guerra durante demasiado tiempo, y la isla está sufriendo. Necesitamos poner fin a este conflicto y permitir que la naturaleza vuelva a florecer.

María, por otro lado, se mostró altiva y desafiante, con una expresión de desdén hacia las palabras de Isabella.

—La naturaleza florecerá bajo nuestro dominio, Isabella. Las mariposas y los gusanos son la verdadera esencia de la vida, y nuestra causa es justa. Ellas representa el resurgimiento. Lo mismo que necesita esta isla. 

Isabella negó con la cabeza.

—No puedes forzar a la naturaleza a doblegarse ante tus deseos. La armonía y el equilibrio son fundamentales para que la vida prospere. Todos los seres tienen su lugar y su propósito en este mundo, y debemos respetar eso.

María soltó una risa fría.

—¿Respetar? Eso es para los débiles y los inútiles. Nosotros somos superiores, y merecemos dominar esta isla.

Isabella se mantuvo firme, sin dejarse intimidar.

—Nadie es superior a la naturaleza. Todos somos parte de ella, y debemos vivir en armonía con los demás seres vivos.

—¡Tonterías! —gritó María, sus ojos brillando con ira—. Los hongos y las plantas son insignificantes comparados con la belleza y el poder de las mariposas y los gusanos.

Isabella suspiró, sintiendo una profunda tristeza por la visión tan limitada de María.

—No entiendes la belleza y la importancia de todas las formas de vida. Cada ser vivo tiene un papel único en el ecosistema, y todos merecen ser respetados y protegidos.

María se burló.

—No me hagas reír con tus palabras vacías, Isabella. Tu debilidad solo muestra que no estás a la altura de liderar.

—La verdadera fortaleza radica en proteger y preservar, no en destruir y dominar. Si continúas por este camino, solo traerás más sufrimiento y desolación a la isla —Isabella mantuvo la calma y la compostura, a pesar de las provocaciones de María.

María gruñó, sus alas de mariposa temblaron con enojo.

—No me importa lo que pienses. Nuestro ejército crece más fuerte cada día, y no hay nada que puedas hacer para detenernos.

Isabella miró a María con tristeza en sus ojos.

—Ojalá pudieras ver más allá de tu propia ambición y comprender que la verdadera grandeza proviene de cuidar y proteger a los demás, así como yo misma lo he visto.

María se burló nuevamente: —Hipócrita, eso es lo que eres. Seguramente manipulas a estos extranjeros con una visión pacifica y una tregua noble, cuando tus intenciones siempre han sido dominar esta isla. Si ellos son idiotas, no seré yo parte de eso.

—Nunca entenderán nuestra causa —dijo Benjamín, con un tono oscuro—. Hemos sido rechazados y maltratados por los humanos durante mucho tiempo. La Mariposa Negra nos ha dado un propósito, una razón para existir y tener poder.

—No tienes que seguir este camino, Benjamín —dijo Vemna, con tristeza—. No es tarde para cambiar y encontrar una forma de vivir en paz.

La Mariposa Negra soltó una risa burlona.

—¿Paz? Eso es solo una ilusión que los débiles persiguen. Nosotros somos fuertes y superiores, y estamos destinados a gobernar esta isla.

—No tienes que gobernar a nadie para ser valioso —intervino Emilia—. El poder no es lo único que importa en la vida.

—¡Cállate! —exclamó La Mariposa Negra, con ira en su voz—. Tu moralidad barata no tiene cabida en nuestro mundo. No hay lugar para los débiles.

En ese momento, Amelia se adelantó con paso tambaleante, como si estuviera luchando contra la influencia de La Mariposa Negra.

—Por favor... —susurró Amelia—. No quiero hacer esto.

—¡Cállate, niña! —gritó La Mariposa Negra, haciendo que Amelia retrocediera con miedo.

Vemna miró a Amelia con compasión, viendo su lucha interna y el miedo en sus ojos.

—Amelia, sabemos que no eres así —dijo Vemna, acercándose con cautela—. Puedes resistirte a la influencia de La Mariposa Negra. No tienes que hacer lo que te dice.

—Tienes razón... —murmuró Amelia, luchando contra las palabras de La Mariposa Negra—. No quiero lastimar a nadie.

—Entonces únete a nosotros, Amelia —dijo Isabella, extendiendo su mano hacia la niña.

Amelia miró la mano de Isabella, temblando, pero finalmente la tomó con determinación.

—¡Ya no puedo con esto! —dijo Amelia, con fuerza en su voz—. Y no voy a permitir que sigas haciendo daño sin razón aparente.

La Mariposa Negra miró a Amelia con furia.

—¡Traidora! —gritó—. No permitiré que te pongas del lado de estos débiles. ¡Ágata, es momento de hacerlo!

Todos miraron extrañado a Ágata. Pero Vemna recordó lo que la Reina le había dicho sobre ella, y sus ojos no salían del asombro ante lo que su mente había formulado. 

—¿Ágata? —Isabella miró a la mujer, intentando entender qué estaba sucediendo. 

—Ella ha estado trabajando en secreto para La Mariposa Negra, ha entregado información y revelado todo sus planes y quienes son —dijo Amelia, mirando a Ágata fijamente a los ojos. 

Ágata, por su parte, se mantenía en silencio, con una sonrisa siniestra dibujada en su rostro. Sus ojos brillaban con malicia y triunfo, y parecía disfrutar de la sorpresa y confusión de los presentes.

—Así que es cierto... —dijo Vemna, su voz cargada de decepción y enojo—. Has estado trabajando en secreto para La Mariposa Negra todo este tiempo.

Ágata asintió con satisfacción.

—Oh, sí. Siempre he sido leal a La Mariposa Negra y a su causa. ¿Acaso creían que era solo una humilde aliada de la Reina Fúngica?

La incredulidad se reflejaba en los rostros de todos. Isabella, la Reina Fúngica, miró a Ágata con una mezcla de tristeza y decepción.

—¿Por qué, Ágata? ¿Por qué traicionaste a tu propia gente y a la isla?

Ágata soltó una carcajada fría.

—¿Mi propia gente? Ustedes, los mutantes, son solo una distracción para lo que realmente importa: el poder y la grandeza que La Mariposa Negra puede ofrecerme.

Los presentes se miraban entre sí, atónitos por la traición de Ágata. No podían creer que alguien a quien habían conocido durante tanto tiempo como aliada de la Reina Fúngica hubiera estado trabajando en secreto para sus enemigos.

—¿Y qué es lo que quieres, Ágata? —preguntó Isabella, con voz firme—. ¿Poder? ¿Control?

Ágata se relamió los labios, disfrutando de su momento de revelación.

—Quiero ser parte del lado ganador, de aquel que dominará esta isla y obtendrá todo lo que merece. La Mariposa Negra me ha prometido eso, y no tengo intención de dejar pasar esta oportunidad.

—Menuda mierda —escupió al suelo Mauricio, sin poder creer lo que escuchaba. 

—Pero, ¿cómo pudiste hacer esto? ¿Cómo pudiste traicionar a todos nosotros? —intervino Emilia, con los ojos llenos de lágrimas.

—Es fácil cuando tienes algo que ellos no tienen: conocimiento y habilidades ocultas —respondió Ágata con arrogancia—. Aprendí de las brujas, y con ese conocimiento, puedo convocar a las fuerzas de la naturaleza para que me obedezcan.

De repente, una oscura energía emanó de Ágata mientras pronunciaba un conjuro desconocido. Las mariposas y gusanos que antes danzaban en el aire y se arrastraban por el suelo comenzaron a cambiar. Sus formas se distorsionaron y crecieron, y en cuestión de segundos, se transformaron en seres humanoides oscuros y amenazantes.

La Mariposa Negra sonrió con satisfacción, observando cómo su ejército finalmente cobraba vida.

—¿Qué has hecho? —preguntó Isabella, con temor en su voz—. ¿Qué monstruosidad es esta?

—Los he convertido en soldados, un ejército personal —dijo Ágata, con orgullo—. Ahora, La Mariposa Negra y yo gobernaremos esta isla y acabaremos con todos ustedes.

El grupo de mutantes miró a los seres humanoides creados por Ágata, conscientes del peligro que representaban. Aunque estaban sorprendidos por la traición, también sabían que debían enfrentar esta nueva amenaza.

—No dejaremos que triunfes, Ágata. Te detendremos —dijo Isabella, con determinación.

La Mariposa Negra rió con deleite.

—Será un placer ver cómo luchan contra mi ejército. Ahora, atáquenlos, mis queridos soldados.

Los seres humanoides avanzaron hacia el grupo de mutantes, preparándose para el combate. Todos se prepararon para enfrentar la amenaza, sabiendo que esta batalla sería crucial para el destino de la isla. Amelia, por otro lado, observaba la escena con angustia, sintiendo una responsabilidad por la traición de Ágata y el peligro que ahora enfrentaban.


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