La Mariposa Negra

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"En el duelo sigiloso entre insectos y plantas, la malicia de los pequeños intrusos se enfrenta a la formidable resiliencia vegetal. A lo largo de milenios, las plantas han desafiado a la adversidad y la muerte con creatividad, adaptándose a cada amenaza y forjando tácticas letales, incluso para los humanos, como el poderoso ricino. En este baile eterno, la naturaleza demuestra que su poder trasciende los límites de la vida y la muerte, recordándonos que su sabiduría y supervivencia perduran en la vastedad del tiempo."


Capítulo 3

Vemna y el resto, alertados por el repentino silencio y la reacción de los nativos, se levantaron rápidamente y se dirigieron hacia el lugar del ruido. 

Con cautela, avanzaron hacia el corazón de la ciudad, de la misma forma que llegaron, donde la resonancia del estruendo no solo se estaba sintiendo más intensa, sino repetitiva. Y mientras se acercaban, la atmósfera se volvía aún más tensa, y pudieron percibir un aura de oscuridad.

Al llegar al lugar, encontraron una especie de plaza central, donde se erguía un antiguo monumento tallado en piedra. El monumento representaba a un guerrero nativo, con su mirada fijada en el horizonte y sus manos sosteniendo un cetro. Pero lo que llamó poderosamente la atención del equipo fue lo que había junto al monumento: una figura de cabellos plateados, ojos amarillentos, con un aura oscura y siniestra, con alas negras extendidas a sus espaldas.

Su figura era tan imponente como terrorífica, y sus ojos brillaban con un fulgor malévolo. Detrás de ella, una legión de orugas y mariposas oscuras se movían en un inquietante baile, formando una especie de cortina de sombras a su alrededor. Los poderes destructivos de la mutante eran evidentes, y quedaba claro que ella era la causa de la reciente explosión que había ocurrido en una de las estructuras, cuando uno de los edificio detrás parecía haber colapsado recientemente.

—Ella debe ser La Mariposa Negra —murmuró Vemna, con un semblante serio. 

Pero al acercarse un poco más, el equipo de Vemna vio que La Mariposa Negra no estaba sola. A su lado se encontraban cuatro figuras más, igualmente amenazadoras. 

—Y esa debe ser la Reina Fúngica —añadió Rafael, señalando a un punto. 

En otro rincón de la plaza, se encontraba una mujer, de cabellera roja, con una piel pálida, y vestimentas verdosas como las plantas. Estaba rodeada de hongos oscuros y esporas de aspecto venenosos; su presencia era igual de amenazadora, y sus ojos resplandecían con una ambición desmedida. Parecía absorta en su plan maestro, y su mirada se dirigía hacia La Mariposa Negra con una mezcla de rivalidad y deseo de poder. Ella tampoco estaba sola. Y de hecho, juntas hacían una batalla equitativa entre cinco miembros de ambos bandos. 

Los chicos se ocultaron detrás de un muro en ruinas, observando la escena con cautela. La situación era peor de lo que habían imaginado. Las dos poderosas mutantes, junto con sus cuatro aliados, en su lucha por prevalecer, estaban devastando la ciudad y amenazando la vida de todos los nativos.

—Tenemos que detenerlas —susurró Vemna, con determinación en sus ojos—. No solo por nosotros, sino por el bienestar de esta isla y sus habitantes.

Los chicos asintieron, conscientes de la magnitud del desafío que tenían por delante. Sabían que enfrentarse a diez mutantes con poderes oscuros y letales no sería tarea fácil, pero también entendían que era necesario para evitar un desastre aún mayor.

—Debemos encontrar una forma de detenerlas sin dañar a los pueblerinos —propuso Rafael—. Tal vez podamos distraerlas o atraerlas hacia un lugar más despejado.

—Solo deberíamos esperar —admitió Robert—, no conocemos sus habilidades. Creo que deberíamos observar un poco más, para idear un plan que nos funcione. 

—¡Deténganse ahora! —escucharon la voz de Carlos, el jefe de la base en Venezuela a través de los intercomunicadores—. Se supone que su misión era desmantelar a FACTORY, si eso ya está hecho por los mismos pobladores, no podemos inmiscuirnos en sus problemas locales. 

Vemna puso los ojos en blanco. 

—¿Es en serio, Carlos? —le cuestionó ella—. ¿Crees que realmente voy a dejar a estas personas y a esta isla a la merced de la suerte, teniendo la posibilidad de ayudar? si es así, entonces no me conoces todavía. 

—Porque te conozco es que he venido apenas Luis me comentó lo que estaba sucediendo. No es nuestro problema lo que esté ocurriendo en esa isla. 

—No lo era, pero ahora sí lo es y yo voy a ayudarlos —le respondió ella—. No te preocupes, sabrás de nosotros cuando hallamos acabado. 

Y de inmediato, se quitó el intercomunicador del oído, y presionó un pequeño botón en su pecho. Cuando se volvió a su equipo, vio que todos habían hecho lo mismo. 

—Estamos contigo —aseguró Leiman, esta vez de forma seria. 

La chica se enorgulleció, y cuando iban a idear un plan, un grito lejano resonó en la ciudad. Era el grito de una de las personas que vivían en Hanga Roa que corría despavorida al ver el encuentro que se desataba. Posiblemente había estado hurgando en la ciudad y se vio en medio del conflicto.  El sonido había atraído la atención de La Mariposa Negra y La Reina Fúngica, y todos los mutantes dirigieron sus miradas hacia la fuente del ruido.

—¡Ahí está nuestra oportunidad! —exclamó Robert—. Mientras ellas se ocupan del pueblerino, podemos acercarnos sigilosamente.

Creían que iban a inmutarse por el grito anterior, pero no, el deseo de estas por acabarse, parecía realmente palpable. Y desde sus escondites, observaron como ignoraron al pueblerino y siguieron con su intensa batalla. 

Entonces, la plaza central se llenó de destellos y ráfagas de poderes, mientras los cinco miembros de cada bando desplegaban sus habilidades únicas.

La Mariposa Negra, comandaba a su equipo con autoridad y elegancia. Y por los gritos de esta, reconocieron a Benjamin, un chico alto y de apariencia enigmática, que vestía una gabardina negra con una máscara de mariposa en el rostro, en un momento la máscara salió volando y se le notó un peculiar lunar cerca de su ojo derecho, y mirada color café; su habilidad, parecía desconocida para Vemna y el resto del grupo que observaba.

También estaba, Emily, una joven de apariencia hermosa, con cabellos castaño claro, y largo; ojos penetrantes y verdes, además de ser delgada y bajita. Con cada cierto movimiento parecía volverse invisible. 

Henry, por otro lado, era un hombre de ojos azules, con cabello oscuro, pero con las puntas del color de sus ojos, lo más característico, eran las cicatrices que se pintaban en todo el cuerpo, y que todos ellos pudieron observar cuando de rasgó las mangas de la camisa que llevaba, como si ese hecho le diera más libertad para moverse. Por lo que vieron, este podía generar barreras impenetrables, geométricas, que protegían a su equipo de cualquier amenaza. 

Y luego estaba, Amelia, una chica bajita, pero con una apariencia encantadora; de cabellos castaño claro y ojos claritos al igual que su cabello entrenzado, y bastante largo. Con aquel aspecto dulce, podía engañar a cualquiera. La habilidad de esta era extraña, lo que tocara con sus manos, creaba pequeños seres humanoides, algo cabezones, que luchaban por ella. Lo peculiar, es que la vieron crear una docena de estos seres de tierra, otros de cemento —al tocar una de las paredes de un local—, y algunos de viento, inclusive. 

—¡Acaben con todos, de una vez por todas! —rugía La Mariposa Negra.  

Pero, La Reina Fúngica que se erguía con majestuosidad, no se quedaba atrás. Su cabello rojo como las llamas y su piel medio verdosa, denotando su afinidad con el mundo de los hongos y las esporas venenosas, le hacía tener una apariencia tan peculiar como el de La Mariposa Negra. Vestía túnicas verdes que se confundían con el entorno, lo que la hacía parecer una criatura nacida de la naturaleza misma, y en sus ojos, también brillaban la ambición y la malicia, deseando prevalecer sobre su rival.

Y al igual que su rival, daba voces a su equipo revelando a: Ágata, una mujer que no parecía alcanzar los cuarenta, delgada y alta; cabellos oscuros y medio rizado, con una tez pálida. Pero, lo más característico eran aquellos ojos oscuros, con una línea en el borde que parecía destellar una luz dorada. 

En su encuentro contra Benjamín, Robert determinó que tenía una habilidad extraña que provocaba accidentes circunstanciales cuando vio como el chico tuvo que esquivar un pedazo de escombro que le iba a caer, o cuando se sacó un clavo del pie. 

También, estaba Mauricio, otro hombre maduro y robusto, que a diferencia de ágata, si parecía alcanzar los cuarenta. Era de tez morena y barbudo; con el cabello oscuro y desordenado, que contrastaba con sus ojos castaños; lo inusual, era la vestimenta de pescador que llevaba consigo. Este, entre sus improperios, le escucharon decir que sí tan solo cortaba algunas de sus sombras, al amanecer serían polvo. 

Luego estaba Maru, una chica treintona, que tenía el cabello oscuro y lacio; sus ojos eran oscuros y tenía una piel acanelada; Lo curioso no era que llevara flores adornando su cabello, sino que llevara un vestido largo hasta sus tobillos para luchar. al menos, descubrieron que llevaba sandalias. 

—¿Qué hace? —Preguntó Robert extrañado, al ver como parecía extraer energía de una de las estatuas allí.

Y es que, no lo sabían, pero Maru era la representación perfecta de lo que significaba nacer y vivir en Rapa Nui. No solo vieron como los moai de la ciudad, movieron sus cabezas como si tuvieran vida propia, sino que la vieron alzarse de la tierra, con cuerpos enteros de roca volcánica, y con ello, tres de ellos la rodearon, mientras otras tres se fueron a enfrentar a sus enemigos. 

Y finalmente, estaba Emilia, la más joven del grupo. Con solo verla, se podía notar su elegancia y seducción, con una mezcla de belleza y peligrosidad. Tenía la piel pálida y llevaba un traje oscuro, los labios rojos y una mirada oscura y brillante que parecían tener la habilidad de hipnotizar a quienes se cruzaran con ella; El cabello era oscuro y brillante. Pero lo más siniestro de esta, era ver como arañas salían de ella, como si fuera un nido viviente. 

La batalla entre ambos bandos era feroz y épica. Los poderes se desataban sin piedad, y el estruendo de los enfrentamientos resonaba en toda la plaza. Mientras La Mariposa Negra y La Reina Fúngica se enfrentaban directamente, sus equipos se enzarzaban en combates individuales llenos de astucia y ferocidad.

En medio del caos, Emily, del equipo de La Mariposa Negra, se volvió invisible, desapareciendo de la vista de todos. Con sigilo, se acercó a Ágata del equipo de La Reina Fúngica y trató de lanzarle un ataque sorpresa. Sin embargo, Ágata, con su poder, generó una serie de accidentes que provocaron que Emily tropezara con una roca suelta y cayera al suelo, revelando su posición. Hubiera sido aplasta por un muro, de no ser porque Henry colocó una barrera en forma de cúpula sobre ella. 

Mientras tanto, Maru, del equipo de La Reina Fúngica, envió a los moai a atacar directamente a Benjamín. Los golem de roca que medían alrededor de tres metros de altura, pudieron haber acabado con Benjamín que, para los efectos de los moai, su poder era inútil contra estos, de no ser porque, una vez más, Henry utilizó su habilidad, pero esta vez para encerrar a los moai en una barrera que los mantuvo prisioneros. Y pese a que estos golpeaban las barreras, parecía ser indestructible. 

Con esto, Henry, no solo protegía a su equipo de los ataques más intensos, sino que se protegía a sí mismo, especialmente de los ataques de Emilia, que actuaban en completo sigilo, puesto que había esparcido arañas por todo el terreno. En cambio, Mauricio, se movía con agilidad y rapidez, intentando atrapar las sombras de los chicos que se reflejaban en el terreno, pero que hasta ese momento no había tenido éxito. 

Por su parte, Amelia del equipo de La Mariposa Negra, con los seres humanoides hecho de cemento, aplastaba las arañas esparcidas en el suelo que buscaban acercarse. Con los de tierra, buscaba dañar a Mauricio, que a pesar de que buscaba patearlos, se dio cuenta que los pequeños eran mas fuerte de lo que creía, así que optaba por cortar su sombra. El problema, es que mientras desintegraba uno, otro aparecía. Y con los humanoides hechos de aire, buscó acorralar a Ágata y a Maru, que, al ser de aire, tanto los moai como las trampas accidentales de Ágata tenían efectos sobre estos.  

Era notorio que la lucha era una danza de poderes, estrategias y emociones. Los mutantes se movían con agilidad y coordinación, aprovechando cada oportunidad para debilitar a sus oponentes. A veces, el viento se llenaba de esporas venenosas, otras, se creaban ráfagas de gusanos y mariposas, sumado de las vibraciones de la tierra por cada impacto terrestre, efecto de la misma batalla, llenando el lugar de sonidos por choque de poderes que resonaban en el aire.

A pesar de la intensidad del enfrentamiento, ninguno de los bandos lograba ganar una ventaja clara. Cada vez que un equipo parecía acercarse a la victoria, el otro respondía con una nueva táctica o una sorprendente habilidad. El equilibrio entre los poderes de los mutantes mantenía la balanza en un punto muerto, y la batalla continuaba sin un claro vencedor.

En medio de la contienda, Vemna, Rafael, Jorge y Robert observaban atentamente, buscando una oportunidad para intervenir y poner fin a la devastación. Sabían que debían actuar con cautela y precaución, pero también entendían que no podían permitir que la lucha continuara sin control. La suerte de la Isla de Pascua estaba en juego, y debían encontrar una manera de detener a La Mariposa Negra y La Reina Fúngica antes de que fuera demasiado tarde.

Pero, la realidad, es que la intensidad de la batalla no dejaba respiro a ninguno de los mutantes involucrados. Y a medida que la lucha continuaba, algunos de los miembros del equipo de La Reina Fúngica comenzaron a mostrar signos de fatiga y agotamiento.

Ágata, la mujer madura con el poder de generar un campo accidental, recibió un golpe devastador de Benjamín. El cual utilizó una maniobra sorprendente y misteriosa. La chica, por algún motivo inducido por el muchacho, la obligó a hacer los mismos movimientos que este, y al otro instante, este la hizo golpear contra una pared, que sin haberlo pensado, el muro cayó sobre ella. Ágata cayó aplastada al suelo, gravemente herida, y sus esfuerzos por mantener su campo de accidentes se acabaron al instante.

Maru, luchó valientemente contra los pequeños seres humanoides creados de aire por Amelia, pero una docena de ellos la envolvieron, la elevaron en el aire, y le hicieron numeroso cortes que la hicieron gritar, desgarrando incluso el vestido. Pero, lo que la dejó inconsciente, fue una herida profunda en el abdomen, que incluso la pequeña niña se asustó de haberla matado. La dejó libre, pero la chica cayó al suelo inerte. 

En medio del combate, un grito de Emily resonó en la plaza. Se trataban de las arañas de Emilia que la rodeaban como un ejército diminuto pero peligroso en el suelo. Y, por otro lado, Henry, también había sido golpeado por un ataque sorpresa por parte de ella, cuando las arañas que esparció a su alrededor, se habían infiltrado en su barrera y lo habían picado de tal forma, que una reacción alérgica se desencadeno en este de inmediato. Por supuesto, el hombre que gritaba por el dolor, dejó de hacerlo cuando sentía que se asfixiaba. 

La Reina Fúngica, al ver a Maru y a Ágata gravemente heridas, decidió tomar una decisión táctica. A pesar de su ambición y deseo de prevalecer, sabía que si continuaban luchando en ese estado solo enfrentarían más daños y derrotas. Y emitiendo una señal con su mano, ordenó la retirada de su equipo.

—¡Retirémonos por ahora! —exclamó La Reina Fúngica con voz decidida—. No ganaremos nada si seguimos aquí en este estado. Nos reuniremos en nuestro escondite y evaluaremos nuestros siguientes movimientos.

Los miembros del equipo de La Reina Fúngica, aunque heridos, se retiraron sigilosamente del lugar, retrocediendo entre las sombras y las ruinas, dejando atrás a La Mariposa Negra y su equipo.

Vemna, Leiman, Rafael, Jorge y Robert observaron la retirada con cautela, sin bajar la guardia. Una vez que estuvieron seguros de que una parte de los villanos se habían ido, se acercaron con precaución a La Mariposa Negra.

—¿Por qué luchas así? —le preguntó Vemna a La Mariposa Negra con seriedad en su mirada—. Esta isla no es el lugar para este tipo de batallas destructivas. Debes detener esto antes de que se salga de control.

La Mariposa Negra la miró con una mezcla de desafío y desprecio.

—¿Y quién eres tú para decirme lo que debo hacer? —respondió con altivez—. Mi poder es superior, y lo demostraré. La Isla de Pascua es solo el comienzo. Quiero más, y no permitiré que nadie se interponga en mi camino.

Vemna suspiró, consciente de que no sería fácil persuadir a La Mariposa Negra para que cambiara de opinión.

—No busco pelear contigo —dijo Vemna con calma, haciendo crecer a un costado, ortiga, equinácea, regaliz, quercetina, raíz de astrágalo, té verde, menta y cúrcuma. Cortó varias plantas de estas, y se la extendió a Emily—. Tómalo, machácalo con un poco de agua y bébanlo tú y ese muchacho —añadió, mirando con amabilidad a Emily, la chica también tenía unas pequeñas picaduras, pero Henry estaba mucho peor—. Debes hacerlo pronto para que no muera. 

La muchacha miró a La Mariposa Negra, y esta, sorprendida por la amabilidad, asintió: —Váyanse con él, yo me encargo de esto ahora —dijo la villana. 

Su equipo asintió, y con ello corrieron fuera de Hanga Roa. 

—Gracias por el gesto, pero eso no cambia nada —admitió la mujer. 

—Solo quiero que entiendas que tus acciones están lastimando a la gente de esta isla —suspiró Vemna, sin poder creer la terquedad de ella—. Hay otras formas de usar tus poderes y encontrar un propósito más noble. Además, toda la flora y la fauna está muriendo por todo este desastre de poder. 

La Mariposa Negra frunció el ceño, pensativa por un momento, pero luego negó con la cabeza.

—No cambiaré mi camino. Si no estás conmigo, entonces estás en mi contra. Prepárate para enfrentar mi poder sin restricciones.

Ambas se miraron fijamente, cada una manteniendo su posición con determinación. Vemna habló primero, intentando apelar a la lógica y la ciencia.

—Entiendo que tienes tus objetivos y tus ambiciones, pero debemos considerar las consecuencias de tus acciones. Las mariposas y orugas son criaturas hermosas e importantes para el ecosistema, pero si no se controla su población, pueden representar un problema para la flora de la isla. Su alimentación excesiva puede llevar a la defoliación de plantas y cultivos, afectando negativamente la biodiversidad de este lugar.

La Mariposa Negra alzó una ceja, escuchando atentamente las palabras de Vemna.

—Es cierto que las mariposas y las orugas tienen su lugar en el mundo natural —respondió con tono desafiante—. Pero también es cierto que mi poder es único y poderoso. Con él, puedo controlar y dirigir a estas criaturas para llevar a cabo mi voluntad. ¿Acaso no es eso también parte de la naturaleza? La supervivencia y la lucha por la dominación son inherentes a todas las formas de vida.

—Es cierto que la naturaleza funciona de esa manera, con una lucha constante por la supervivencia y la dominación. Pero también es nuestro deber como seres con poderes sobrenaturales asegurarnos de que ese equilibrio se mantenga en armonía. Si permitimos que el poder de algunos se descontrole, podríamos poner en peligro todo el ecosistema de la isla y afectar negativamente a sus habitantes —estaba claro, que pese a que Vemna podía entender su punto de vista, tenía la necesidad de hacerla recapacitar. 

La Mariposa Negra cruzó los brazos, mostrando cierta resistencia.

—No me interesa el equilibrio o la armonía. Lo que quiero es poder y dominio sobre todo lo que me rodea. Y si eso significa desafiar a la naturaleza misma, entonces lo haré. Nadie puede detenerme.

—Entiendo tus deseos de poder y dominio, pero debes entender que eso no es sostenible a largo plazo. Si continúas por este camino, solo traerás destrucción a la isla y a ti misma. ¿No hay otra forma en la que puedas utilizar tus habilidades para un propósito más beneficioso para todos? —Había frustración en el tono de Voz de Vemna. Estaba claro que aquella mujer no estaba entendiendo el efecto negativo que representaba. 

La tensión en el aire era palpable. Vemna siguió con su postura firme y añadió con seriedad: 

—Si no estás dispuesta a retroceder, entonces no me dejas otra opción que interponerme en tus planes. Las plantas han demostrado ser la mejor forma de vida para sobrevivir en este mundo, incluso frente a los insectos. Son ellas las que mantienen el equilibrio y la armonía en el ecosistema.

La Mariposa Negra lanzó una mirada desafiante a Vemna y concentró su poder para invocar una horda de orugas que se arrastraron hacia ella. Pero antes de que pudiera dar el siguiente paso, Vemna extendió sus manos y creó una barrera de vegetación densa y exuberante a su alrededor.

Las orugas intentaron acercarse, pero la barrera de Vemna las contuvo y comenzó a devorar a la orugas rápidamente, como si la vegetación misma estuviera actuando en defensa propia. La Mariposa Negra se sorprendió ante la rapidez con la que sus orugas eran neutralizadas.

—¡Imposible! —exclamó, mostrando un atisbo de preocupación en su rostro.

Vemna aprovechó el momento para continuar su argumento: —La naturaleza siempre encuentra una forma de equilibrar las cosas. Si continúas provocando el caos y el desequilibrio, la propia naturaleza te rechazará, como estas plantas comedoras de insectos.

La Mariposa Negra apretó los puños, frustrada y desconcertada por la resistencia de Vemna. Sin más opción, decidió retirarse, tomando la decisión de huir, sabiendo que enfrentar a Vemna en un combate directo no era una tarea que podía llevar por sí sola.

—Nos volveremos a ver, chica planta —fue lo que La Mariposa Negra dijo, antes de huir—. Eso te lo aseguro. 

—¿Qué hace ella? —Preguntó Rafael al captar un ruido detrás de ellos. Se trataba de Emilia, la joven chica productoras de araña que parecía tan pasmada como había quedado La Mariposa Negra y su equipo.  

Entonces, mientras La Mariposa Negra y su equipo se alejaban, decidieron seguirla sigilosamente, sin bajar la guardia, para tener una conversación con La Reina Fúngica. Robert, Leiman, Rafael, Jorge y Vemna se mantenían alerta y en silencio. Rafael, con su aguda audición, podía escuchar los suaves susurros de Emilia mientras avanzaban entre los escombros y las sombras.


En un punto, ya fuera de Hanga Roa y todavía con el cielo oscuro, se encontraron con  el suelo estaba cubierto por un mar de setas de todos los tamaños y colores, iluminadas por la suave luz de luciérnagas brillantes que revolotean a su alrededor como pequeñas estrellas.

Al paso, las setas más pequeñas parecían brotar como diminutas linternas, iluminando el camino entre los árboles gigantescos que se alzaban majestuosos sobre ellos. Sus troncos estaban cubiertos de líquenes y musgo, otorgándoles un aspecto anciano y sabio. En las ramas altas, las sombras se desplazan y murmuran, revelando la presencia de criaturas nocturnas que observan desde las alturas.

Y a medida que avanzaban, las setas comenzaban a crecer en tamaño, alcanzando proporciones gigantescas. Algunas eran lo suficientemente grandes como para servir como refugio para animales pequeños, como conejos y pequeñas criaturas que se escondían en sus oquedades.

—Vemna, ¿por qué decidiste hablar con La Reina Fúngica? —preguntó Robert con curiosidad, buscando entender las motivaciones de su compañera.

Vemna miró a sus compañeros con seriedad y explicó: —Creo que puedo encontrar una forma de persuadir a La Reina Fúngica para que detenga esta lucha destructiva. Si logro convencerla de que coexista en armonía con la naturaleza en lugar de seguir con la confrontación, tal vez podamos evitar más daños a la isla.

—Es una estrategia arriesgada, pero si hay alguna posibilidad de resolver esto pacíficamente, vale la pena intentarlo —Rafael apoyaba a Vemna, pero el riesgo que comentaba era real. lo habían evidenciado con el encuentro anterior con La Mariposa Negra. 

Jorge se acercó a Vemna y agregó: —Estamos contigo en esta decisión. Si necesitas nuestra ayuda para persuadir a La Reina Fúngica, estamos aquí para respaldarte.

—Vamos a acercarnos con cautela y respeto. Necesitamos mostrarle que estamos dispuestos a escucharla y encontrar una solución que beneficie a todos —dijo Vemna con determinación—. Al final, los hongos y las plantas han coexistido en armonía y equilibrio por mucho tiempo.

—También son deliciosos —argumentó Leiman—. Les puedo asegurar que he comido un buen pollo, con salsa de champiñón, que queda de rechupete.  

Como siempre, nadie argumentó nada al comentario fuera de lugar. 

Resulta que habían caminado, al menos unos cinco kilómetros desde Hanga Roa hacia el sudeste de la isla. En esa dirección, según la información del mapa tridimensional que habían consultado mientras seguían caminando por el rumbo que Emilia trazaba, se encontraba el Aeropuerto Internacional Mataveri, que en su momento, había sido el único aeropuerto comercial de la isla.

Cuando habían llegado, se dieron cuenta que el tiempo y la reina fúngica había hecho de lo suyo. El aeropuerto de Mataveri, una vez próspero y bullicioso, se sumió en el olvido. El paso del tiempo dejó su huella en la pista de aterrizaje, ahora cubierta de musgo y vegetación que se entrelazaba con las grietas del pavimento. La torre de control, una estructura que alguna vez fue testigo de ajetreo y precisión, ahora se erguía majestuosa pero cubierta de hiedra y enredaderas que trepaban hacia el cielo.

Pero lo que más llamaba la atención eran las setas. De todos los tamaños y colores, se alzaban como majestuosas torres y pabellones en medio del antiguo aeropuerto. Sus sombreros esparcían un resplandor misterioso, como si estuvieran bañados por la luz de la luna. Desde lejos, Mataveri parecía un castillo de cuentos de hadas, con sus torres de setas que desafiaban la gravedad y creaban una atmósfera enigmática, pero no amenazante. El paisaje que rodeaba el aeropuerto también había cambiado. La vegetación, una vez controlada, ahora reclamaba su territorio. Los árboles crecían alrededor de las antiguas pistas, sus ramas extendiéndose en un abrazo natural que casi parecía proteger el lugar del paso del tiempo.

Vemna notó ese pequeño detalle. No conocía para nada a la reina fúngica, pero ver como sus setas y hongos convivían pacíficamente con la vegetación del lugar, le daba entender que tenía un criterio diferente al de La Mariposa Negra. Tal vez, allí podría tener una mejor conversación con ella.

A medida que se adentraban en el aeropuerto, se encontraron con senderos de setas que se retorcían y serpenteaban como caminos encantados. Arañas negras y de todos los colores caminaban entre los hongos, añadiendo un toque de misterio al paisaje.

Siguieron caminando, ahora guiados por un rastro de pequeñas arañas, y cuando por fin se adentraron lo que parecía ser su castillo, encontraron un largo pasillo que culminaba con La Reina Fúngica, rodeada de Emilia y Mauricio. Se encontraba sentada sobre un trono hecho de champiñones gigantes en el corazón del "castillo" de Mataveri. La luz de las luciérnagas brillantes que revoloteaban alrededor iluminaba la escena con un brillo mágico y enigmático.

A medida que se acercaban, Vemna pudo apreciar la belleza y la sabiduría que irradiaba la Reina Fúngica. Su piel tenía una tonalidad verdosa, y sus ojos brillaban. Su cabello rojo y largo se mezclaba con las setas que crecían a su alrededor, dando la impresión de que estaba conectada con la naturaleza misma.

La Reina Fúngica levantó una mano en señal de bienvenida.

—Bienvenidos a mi reino, mutantes —dijo con una voz melodiosa y serena que resonó en el aire—. Me alegra ver que han venido hasta aquí. Emilia me ha comentado que la seguían... también me habló de la ayuda que le dieron a esos pobres muchachos y su altercado con La Mariposa Negra ¿Qué les trae a mi morada entonces?

—¿Por qué nos espiaban? —Preguntó Jorge directamente, con el ceño fruncido.

—¿No hay modales? —La reina sonrió, sorprendida de la forma en la que este hablaba.

—Y eso que no me conocen a mí —dijo Leiman, con una amplia sonrisa que nadie compartió. 

—Discúlpenlos —intervino Vemna, quien le dio una mirada represiva a sus compañeros—. La verdad es que no somos de acá, como sé muy bien que saben. Y todo este asunto nos tiene un poco perturbados. Tan siquiera hemos podido descansar —Vemna tenía un punto, de que llevaban horas intentando resolver todo aquel asunto—. Somos una pequeña organización rebelde que lucha contra FACTORY, veníamos a esta isla con la misión de derrocar el poder de la compañía y liberar la zona, pero al llegar, nos encontramos con que había sido destruida. Los mismos pobladores nos contaron como usted y La Mariposa Negra lucharon en contra de la empresa.

—Siendo honesta me pareció una buena iniciativa y un alivio de que por ustedes mismos hubieran sacado a la compañía. Pero me temo que las cosas se complicaron, cuando descubrimos que los pobladores y la isla en sí misma está sufriendo por la guerra interna que ustedes tienen. Esto tiene que detenerse, si realmente quieren lo mejor para la Isla —Vemna dio un paso adelante—. Buscamos una solución pacífica para detener la lucha que está destruyendo la isla. Sabemos que también deseas el control total de este lugar, pero tal vez haya una manera de coexistir en armonía en lugar de luchar entre ustedes o nosotros.

La Reina Fúngica asintió con calma y miró a Vemna con una mirada penetrante.

—Es cierto que deseo el control de la isla, pero no deseo la destrucción ni el caos que ha traído La Mariposa Negra —respondió—. Yo y mis hongos siempre hemos vivido en armonía con la vegetación y la naturaleza circundante. Somos seres que cumplimos un propósito en este ecosistema, y no deseamos perturbar el equilibrio natural.

Vemna sonrió, entendiendo el punto de vista de La Reina Fúngica.

—Entonces, tal vez podamos encontrar una manera de trabajar juntas para restaurar la paz en la isla y evitar más daños —propuso Vemna con esperanza—. Nuestros poderes pueden ser utilizados para el bien de todos, en lugar de la destrucción —Vemna miró a La Reina Fúngica con seriedad y comenzó a hablar con una voz suave pero segura—. Los hongos y las plantas tienen una relación que se remonta a tiempos inmemorables. Juntos, han coexistido en armonía, contribuyendo al equilibrio y la biodiversidad de este ecosistema. Los hongos, con su capacidad para descomponer materia orgánica y liberar nutrientes en el suelo, son esenciales para el crecimiento y la salud de las plantas. Mientras tanto, las plantas proporcionan refugio y alimento para los hongos, estableciendo una simbiosis que ha perdurado a lo largo de los años.

—Es cierto que nuestras habilidades y objetivos difieren, pero eso no significa que debamos enfrentarnos y destruirnos mutuamente. Ambas partes podemos encontrar una forma de coexistir pacíficamente, respetando nuestros roles en este ecosistema y trabajando juntas para preservar la belleza y la riqueza de la Isla de Pascua. Mis poderes me permiten crear, controlar y manipular las plantas. Si logramos llegar a un acuerdo, puedo utilizar estas habilidades para restaurar y proteger las áreas afectadas por los enfrentamientos y garantizar que las plantas y los hongos vuelvan a florecer en completa armonía.

—La violencia solo traerá más destrucción y desequilibrio. En cambio, si trabajamos juntas, podemos encontrar una solución que nos beneficie a todos y a este hermoso lugar que llamamos hogar, es básicamente lo que le solicitaba a La Mariposa Negra, pero sus propósitos son, en definitiva, realmente oscuros.

Vemna hizo una pausa, permitiendo que sus palabras resonaran en el aire. La Reina Fúngica reflexionó por un momento y luego asintió.

—Eso es muy bonito en teoría, pero ¿cómo puedo confiar en que cumplirás con tus palabras? ¿Qué garantía tengo de que no usarás tus poderes para imponerte sobre nosotros? —respondió La Reina Fúngica, expresando su escepticismo.

Vemna sonrió con sinceridad y contestó: —Entiendo tus dudas, y estoy dispuesta a demostrarte mi compromiso. Permíteme mostrarte cómo puedo restaurar y sanar las áreas afectadas por sus enfrentamientos. Si ves que mis intenciones son genuinas y que puedo utilizar mis poderes para beneficio de todos, tal vez puedas considerar la posibilidad de una coexistencia pacífica.

—Estoy dispuesta a escuchar tus propuestas, Vemna. Si podemos encontrar una solución que beneficie a ambas partes, estaré dispuesta a ceder el control de la isla y coexistir en paz —declaró—. Pero debes demostrarme que tus intenciones son genuinas. Demuéstrame lo que puedes hacer.

Vemna asintió, agradecida por la oportunidad y comenzó a concentrarse en sus poderes. A medida que lo hacía, las plantas a su alrededor comenzaron a crecer y florecer, extendiéndose por el suelo y cubriendo las áreas alrededor de todos ellos. Los hongos, a su vez, respondieron liberando esporas que contribuían a la restauración del suelo.

Los demás miembros del equipo de la reina, observaron con asombro cómo Vemna utilizaba sus habilidades para sanar y restaurar el ecosistema, trabajando en armonía con los hongos y las plantas.

La Reina Fúngica observó el proceso con cautela, pero también con cierta fascinación. Poco a poco, parecía convencerse de las intenciones de Vemna y de la posibilidad de una coexistencia pacífica.

—Es sorprendente lo que puedes hacer con tus poderes. Nunca había visto a alguien que pudiera trabajar tan bien con las plantas, y mucho menos con los hongos, al menos que fuera yo misma. Tal vez haya algo de verdad en tus palabras sobre la coexistencia pacífica, —dijo La Reina, mostrando una apertura a la idea—. Si lo desean, pueden descansar con nosotros, mañana podremos conversar otros asuntos.

Al aceptar la oferta de la Reina Fúngica para quedarse a descansar en su reino, los chicos se sintieron aliviados de encontrar un refugio seguro y la posibilidad de una coexistencia pacífica. Pasaron la noche en aquel lugar, donde cada uno de ellos recibió una cálida bienvenida por parte de los seguidores de la Reina Fúngica. Emilia y Mauricio se mostraron amables y agradecidos por la ayuda que los chicos habían brindado a su líder.

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