Vendetta - Cap 12

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Antes de que empiecen a leer, quiero anunciarles que estos son los último capítulos... muchas gracias por tremendo apoyo. Siempre sacan lo mejor de mí, les agradezco mucho. 

Capítulo 12

Habían transcurrido tres meses del juicio en contra de Khalan Kanawut y de Alexander Ivanov. Mew había aportado todas las pruebas que Gulf le había dado indicando que un detective privado, del cual no quería proporcionar el nombre por seguridad, lo había ayudado a conseguir la información. Evidentemente no iba a involucrar al menor en eso. Jamás.

La defensa de los acusados poco podía hacer con toda la evidencia que los dejaba como los únicos responsables. Sabían que lo único a lo que podían aspirar era conseguir una condena corta y no la tan temida cadena perpetua.

Mew tenía la seguridad que ganaría ese juicio, y tanta era la confianza que tenía, que incluso ya había viajado un par de fines de semana a Japón para buscar la casa en la que iba a vivir, y el edificio en donde estaría la nueva sede de su compañía. Quería irse de Tailandia para dejar de pensar tanto en Gulf. Sabía que no iba a olvidarlo, eso era imposible. Pero al menos ya no lo seguiría a escondidas solo para verlo. 

Suspiró entrando a su departamento. En esos momentos sabía que la palabra patético, no lo describía, pues era mucho peor que eso. Esa tarde se había estacionado cerca de la universidad a la que Gulf había regresado para verlo durante unos segundos, solo el trayecto que el joven hacía de la puerta de la escuela al coche que ya lo esperaba estacionado en la acera. Al parecer, aunque su padre estaba en prisión preventiva en lo que duraba el juicio, seguía ejerciendo su poder en el pobre chico.

No era la primera vez que su deseo le ganaba a la razón y seguía a Gulf a algún lugar para poder verlo. ¿Cómo obtenía la información de sus salidas y de los lugares que frecuentaba? Oliver, bendito hombre que ahora solo era un buen amigo, con un novio estable, otro francés que había conocido en un evento de medicina del deporte.

- Yo sabía desde un principio que estabas interesado en Gulf – le dijo Oliver mientras hablaban por teléfono.

- ¿De verdad era muy obvio? – preguntó Mew.

- ¡Diablos Mew! – soltó una carcajada - ¿Recuerdas cuando rechazaste que te hiciera una mamada solo por irte corriendo al bar al que habíamos dejado a Gulf antes? – preguntó – Hubieras visto tu cara cuando le dije al pobre chico que se divirtiera y lo pasara bien –

- No seas exagerado –

- Hombre, te conozco, estabas coladito por el muchacho desde el primer instante – afirmó – desde que lo conociste no volviste a tener sexo conmigo – le dijo fingiendo enojo – y me hubiera sentido muy dolido, pero vamos, mi competencia era Gulf, el chico tailandés más guapo que he visto, incluso más que tú querido señor Suppasit -

- Gulf pensaba que eras mi novio –

- Lo sé – se rio el francés – lo que Gulf no sabía es que solo ibas por mí para verlo a él -

- ¿Quién te dijo eso? – preguntó Mew indignado.

- No era necesario que lo dijeras, ibas por mí y me dejabas en mi departamento sin pasar y sin insinuar que algo pasara entre nosotros ¿Qué querías que pensara? – preguntó con burla – me usabas Mew, pero te perdono, la causa lo ameritaba -

- Cuídalo mucho ¿De acuerdo? – de pronto el empresario cambio el tono de la conversación.  

- ¿Estás seguro dejarlo aquí solo? Mira que tiene muchos pretendientes – advirtió Oliver – no hay evento en el que alguien no caiga rendido a sus pies –

- Me lo imagino – suspiró resignado – pero es lo mejor amigo, si no me voy estaré siempre tras él como un acosador y no se lo merece, ya he sido demasiado cabrón con él como para seguir molestándolo –

- ¿Y cuándo te vas? –

- La sentencia se dicta el próximo lunes – respondió Mew – el martes sale mi vuelo –

- Cinco horas con cuarenta minutos nos van a separar – dijo con dramatismo Oliver – Oye, tengo que irme, mi asistente acaba de llegar – el corazón de Mew se aceleró pues sabía que Gulf seguía trabajando para el. 

- Promete que lo vas a cuidar Oliver Lachenal – pidió antes de cortar la comunicación.

- Te lo prometo – dijo mirando con ternura a Gulf. Si tan solo el joven supiera con quién estaba hablando... pensó. – tú también cuídate y no te olvides de llamarme – el francés sabía que su amigo no lo haría, y no porque fuera mala persona, simplemente se alejaría de todo para no saber nada más de Gulf - te echaré de menos... -

- Au revoir – se despidió en un perfecto francés. 

Oliver miró con nostalgia su teléfono y lo dejó sobre la mesa tratando de no sentirse triste por la partida de Mew, pues a pesar de todo lo que había pasado entre ellos, habían podido seguir con una buena amistad. Lo apreciaba y le guardaba cariño. Y sin duda, lo extrañaría mucho.

- ¿Sucede algo malo, Oliver? – preguntó Gulf cuando vio que después de la llamada se había desanimado un poco. El extranjero emitió un suspiro largo antes de contestar.

- Es solo que un amigo mío se va a mudar definitivamente a Japón la semana que viene y lo echaré de menos – sonrió con tristeza. Ese amigo, era Mew Suppasit, pero obviamente no lo iba a decir.

- Lo siento – dijo Gulf con diplomacia.

- Bien, ya tendré tiempo de llorar en los brazos de mi amado Adrien – dijo sacudiéndose la tristeza - ¿Tienes todo lo que te pedí? –

- Si, aquí está – dijo pasándole una carpeta.

- Perfecto Gulf, muchas gracias, iré a recepción por mis cosas y nos vamos ¿De acuerdo? –

- Si – respondió el menor. Antes de irse su jefe le dijo:

- ¿Puedes revisar en mi agenda la dirección del centro de convenciones? No recuerdo exactamente dónde está ubicado –

- De acuerdo – respondió el menor.

Oliver fue a la recepción del hotel a recoger sus cosas y la correspondencia que solía llegarle desde Francia. Gulf tomó el celular de su jefe e introdujo la contraseña. El francés le había dado la confianza de manipular su celular y su tableta para que hiciera mucho mejor su trabajo. En ese momento sintió que su corazón se detuvo por un momento y el aire comenzó a faltarle cuando al desbloquear el aparato, la pantalla tenía el listado de las últimas llamadas realizadas.

"Es solo que un amigo se va a mudar definitivamente a Japón la semana que viene y lo echaré de menos"... la última llamada registrada: Mew Suppasit.

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Era la última audiencia, la última oportunidad del doctor Khalan y de Alexander de presentar pruebas para salvarse de pisar prisión. Sin embargo, no tenían nada. Era inminente que vestirían el típico atuendo de los prisioneros. Y eso no podía alegrar más a Mew.

En los meses que había durado el juicio, trato de evitar que se supiera la verdad con respecto a que Gulf no era sobrino del doctor Kanawut, sino su hijo. Y hasta la fecha lo había conseguido, el propio doctor Khalan se había encargado además de no revelar dicha información, sin embargo. Jamás esperó lo que ese último día Alexander, tratando de salvarse se revelara en contra de su "futuro suegro".

- ¿Una última cosa que desee agregar? – preguntó el juez al ruso.

- Solo quiero decir que todo lo que hice fueron órdenes del doctor Khalan Kanawut - lo miró con resignación – él se contactó conmigo para iniciar el contrabando de medicamentos, él me pidió robar la información del doctor Suppasit e incluso me pagó para que mandara a uno de mis hombres a violar a su hijo –

Todos en la audiencia se miraron los unos a los otros. Mew quedó en shock con esa noticia. ¿Habían violado a Gulf? ¿Quién? La rabia se apoderó de su cuerpo y justo cuando iba a ponerse de pie para golpear al estúpido ruso malnacido, el abogado lo detuvo.

- El doctor Kanawut no tiene hijos – comentó el juez desconcertado.

- Oh, claro que si, Gulf es en realidad su hijo, si quieren pueden hacer una prueba de ADN para que vean que no miento su señoría –

Esa noticia causó mucho revuelo, a pesar de que muchos sospechaban que no era su sobrino por el enorme parecido, no esperaban que tan reconocido doctor ocultara a su propio hijo, menos aún que éste hubiese mandado a alguien a abusar sexualmente de él ¿Cuál era el propósito de aquello? ¿Alexander estaría diciendo la verdad?

Además, jamás imaginaron que el doctor Khalan era un contrabandista y que había traicionado a su colega robándole su trabajo. No obstante, el juez debía tomar una decisión. Sin embargo, al no haber una denuncia por abuso o violación no podía condenarlo por eso, solo los delitos que había cometido en contra del padre de Mew y el tráfico de medicamentos eran los cuales el juez tomaría en cuenta para lanzar su veredicto.

Hubo un receso en la corte para que el juez deliberara su decisión. Mew seguía absorto en sus pensamientos, no podía creer que hubieran abusado de Gulf... él... ¡Un momento!... el alma le volvió al cuerpo cuando recordó que él había sido el primero dentro del cuerpo de Gulf, la virginal sangre que había salido del cuerpo del menor su primera vez, era la prueba inequívoca de que nunca nadie antes había profanado su inocente y pura entrada.

A menos que la violación se haya efectuado después de su encuentro. Pensó Mew, nuevamente se tensó. Su respiración se volvió errática, quería salir corriendo de ese lugar y preguntarle a Gulf si alguien le había hecho daño. De ser así, él mismo se encargaría de acabar con la vida de ese sujeto, poco le importaba acabar también en prisión, no podía dejar que ese hombre que osó tocarlo anduviera por la vida así como si nada.

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Era el evento para recaudar fondos para una asociación que ayudaba a los niños de escasos recursos con enfermedades crónicas. Él solo debía encargarse de encaminar a los invitados al escenario e indicarles cuando debían entrar, el resto ya estaba listo. Sin embargo, no podía concentrarse, y Oliver tenía que recordarle lo que tenía que hacer por el walkie-talkie.

- ¿Te encuentras bien Gulf? – preguntó Oliver a la mitad del evento.

- Si, si, lo siento, solo estoy un poco... cansado – mintió.

- Puedo poner a otra persona en tu lugar, ve a descansar, te ves incluso pálido –

- No te preocupes Oliver, puedo terminar, solo pondré más atención – dijo.

- ¿Seguro? –

- Si, seguro –

No estaba cansado. Estaba ansioso. Incluso desesperado. Cuando se encontró con Oliver esa tarde lo encontró hablando por teléfono. En cuanto se sentó a su lado se despidió de la persona con la que hablaba, le dijo que lo extrañaría y ese amigo suyo le hizo prometer algo, cosa que hizo el francés. Después cuando tomó el teléfono de Oliver para hacer lo que le había pedido, encuentra que la última llamada registrada era para Mew Suppasit... ¡Dios! era obvio que el amigo que se iba a vivir definitivamente a Japón era Mew. Pero ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo?

No quería preguntarle a Oliver, no cuando se había portado demasiado grosero con el extranjero literalmente gritándole que no quería saber nada de Mew Suppasit, y que si quería que siguiera trabajando para él jamás debía mencionar siquiera su nombre. Oliver, había cumplido cabalmente con eso, con tal de tenerlo como empleado, nunca más habló del empresario que tanto daño le había hecho. Pero ahora... ahora moría por saber si sus conjeturas eran ciertas. ¿De verdad Mew se iría para siempre?

Pero ¿Cómo saberlo? ¿Cómo averiguarlo? A Oliver definitivamente no le preguntaría, con Mild tenía meses sin hablar, y a Mew... absolutamente NO... No quería que se fuera, eso significaría que jamás volvería a verlo. Y aunque ahora mismo tenían meses sin verse o hablarse, al menos sabía que ambos estaban en la misma ciudad, cerca... próximos uno del otro... con la remota pero posible probabilidad de encontrarse en algún lugar de Bangkok... un bar... un restaurante... o en la esquina esperando el verde de un semáforo. 

Tuvo que admitir que la noticia de que Mew iba a partir para siempre no le había sentado bien. Pero él mismo había desechado de su vida al empresario, lo había echo a un lado negándose a perdonarlo, aunque a esas alturas, sinceramente ya no sentía ni odio ni rencor. Solo lo echaba de menos y... ¡Diablos! ¿A quién engañaba? Se moría por ver a Mew. Solo quería enredar sus brazos en el cuello del guapo empresario y decirle que no se fuera... que no lo abandonara... un quédate salió de sus labios y un dolor se instaló en su pecho. No te vayas Mew...

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El receso había terminado. El juez estaba a punto de dictar sentencia. Mew y sus abogados pedían cadena perpetua, la defensa decía que aquello exagerado. Sin embargo, la última palabra la tenía el jefe del magistrado.

El juez entró nuevamente en la sala y todos guardaron silencio. Se veía tranquilo y completamente seguro de la resolución que había tomado. Y aunque existía la remota posibilidad de alguno de los acusados apelara la sentencia, Mew confiaba en que la justicia estaría de su lado.

- En base a todas las pruebas y testimonios presentados en este juicio, se le informa al ciudadano de nacionalidad rusa Alexander Ivanov que estará en prisión por un periodo de treinta y siete años sin posibilidad de fianza o libertad condicional – el susodicho bajó la mirada – sin embargo, si su país pide la extradición, está se efectuará bajo las normas y leyes tailandesas, en caso de que su país no acepte lo términos, cumplirá su sentencia en este país – el juez hizo una pausa para después continuar – en cuanto al ciudadano tailandés Khalan Kanawut, se le darán cuarenta y dos años de prisión, sin derecho a fianza ni libertad condicional – el padre de Gulf cayó de rodillas – llegado a este veredicto, declaro a los imputados culpables de todos los cargos

Con eso, Mew volvió a respirar. De alguna manera todo había acabado. Todo. Gulf incluido. Ahora de verdad ya no tenían nada de qué hablar. El menor por fin se había liberado de tres hombres que solo habían vuelto caótica su vida. Su padre, su prometido y él mismo...

- Ahora eres libre Gulf – susurró Mew mientras veía como Khalan y Alexander eran custodiados a sus respectivas celdas.

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Oliver era muy divertido. Hacía reír y participar a las personas que iban a los eventos, sabía que palabras decir y en qué momento decirlas. Era elocuente, extrovertido, y se notaba que sabía mucho de muchas cosas. Lo admiraba.

En ese momento estaba realizando una dinámica con el público y todo el mundo le ponía atención. La actividad estaba programada para durar alrededor de media hora, así que solo debía estar al pendiente de que todo saliera conforme lo planeado, pero con Oliver al frente estaba seguro que sería un éxito.

El celular de su jefe empezó a vibrar en su bolsillo izquierdo. Sin apartar la vista del escenario lo sacó y cuando bajó la mirada para ver si podía o no contestar, se quedó helado. Mew estaba llamado a Oliver... y él tan solo... él tan solo... deslizó el dedo para responder.

- ¿Oliver? – preguntó Mew cuando no escuchó la voz de su amigo - ¿Oliver me escuchas? – volvió a cuestionar pues se podía oir mucho ruido, aplausos para ser exactos, pero el francés no respondía - ¿Oliver estás ahí? –

- Soy Gulf, Mew –

Nunca imaginó que Gulf Kanawut respondería el teléfono de Oliver Lachenal. Nunca lo había hecho, al menos no cuando él había llamado. Se quedó mudo, y todos sus pensamientos abandonaron su cerebro. La voz de ese muchacho tenía ese efecto en él, sin embargo, sin saber que hacer o que decir cortó la comunicación, seguramente el menor no querría hablar con él, así que no tenía caso continuar con esa llamada.

Cuando escuchó el tono de que la llamada había finalizado, Gulf sintió una punzada de dolor en el pecho y sus manos cayeron por la gravedad a un costado de su cuerpo. Mew... Mew no quería hablar con él. Y no podía esperar menos, se había portado tan frío, distante e indiferente con ese hombre que al final el mayor se había hartado y prefería cortar la llamada antes que siquiera tener una conversación. ¿Y qué quería que pasara entre ellos si nunca le dio la oportunidad de explicarle las cosas?

Tantos sentimientos acumulados en su ser lo hicieron llorar. Sus lágrimas corrían libremente por su rostro. Después de todo, Mew lo había superado y él... él seguía tan enamorado de ese hombre.

Le hizo una señal a uno de los chicos que solía ayudarlos a él y a Oliver y le dio las indicaciones necesarias para que tomara su lugar. Dejó el celular de su jefe en la recepción y después de mando un mensaje en donde le explicaba que debía ir y hablar con Mew, que era urgente y que lo perdonara por haberse ido a mitad del evento.

Corrió hasta llegar al estacionamiento, se subió al auto que su padre le había dejado y partió rumbo al maldito edificio en dónde vivía Mew. No llevaba su pelota anti estrés para las alturas, pero justo en ese momento no le pareció importante.

Condujo cerca de cuarenta minutos hasta que llegó al estacionamiento subterráneo. Aparcó y sin pensarlo dos veces tomó el elevador y marcó el número de la oficina del empresario. Por primera vez quiso que esa cosa fuera más rápido, sin embargo, tuvo que contar todos y cada uno de los segundos hasta que se abrió la puerta.

No había nadie en la recepción. Nadie ni nada. Solo un escritorio vacío, sin computadora, ni papeles, ni carpetas, ni plumas ni nada... Nada. Corrió a la puerta de la oficina de Mew y se llevó una sorpresa al ver a Mild sentado en el lugar del mayor metiendo varios papeles a unas cajas. Esa instancia también empezaba a vaciarse. No estaba el sillón de cuero que adornaba el lugar, ni los cuadros ni las sillas de los invitados.

- ¿Qué haces aquí Gulf? – preguntó sorprendido y confundido el amigo de Mew.

- ¿Dónde está Mew? – cuestionó sin responder lo que se le preguntaba.

- No lo sé – fue lo que dijo Mild.

- Está arriba ¿Cierto? – Mild Suttinut solo pudo asentir sin decir nada – dame el código de su departamento – exigió con seriedad.

- 2102 – respondió el otro automáticamente.

Gulf corrió tomando las escaleras para llegar al penthouse de Mew. Ingresó el código y la puerta se abrió inmediatamente. Entonces lo vio. El hombre que tanto extrañaba estaba de espaldas a él ordenando y sellando unas cajas con cinta café resistente.

- Las cajas las envías a Japón y el resto de los muebles a la casa de mi madre – dijo Mew cuando sintió que Mild entraba en su departamento - ¿Me escuchaste? – el mayor se giró cuando no obtuvo respuesta de su amigo y se quedó congelado al darse cuenta de que la persona parada frente a él no era Mild – Gulf... -

CONTINUARÁ...

Vaya, es el segundo encuentro entre Mew y Gulf... ¿Será él último?...

Recuerden que se aceptan cualquier tipo de comentarios, pero me reservaré de responder ofensas e insultos. 

Hasta al siguiente capítulo. 

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