Venus mejoraba sus notas en matemáticas. Venus me ponía mucha atención cuando le explicaba.
Todo iba bien, todo iba genial, aunque, como dice mi madre, no todo en esta vida es color rosa.

La tarde del lunes pasado la directora me llamó, diciéndome: "Le asignaremos otro tutor".

Nadie más que yo podía ayudarlo. Los demás estudiantes no tenían tanta paciencia como para tratar con mi Venus.
Porque si, Venus era mío. Me pertenecía.

"¡Una estrella fugaz!" Gritó desde su balcón, por lo que salí corriendo junto con el de inmediato. "Debes pedir algo, Kookie".

Una estrella fugaz pasó.
Debes desear algo, me indicó.

"¿Qué deseaste?" Me miraba divertido. "Yo pedí una nueva patineta".

"Tonto, si lo dices en voz alta tu deseo no se va a cumplir". Traté de sonreír lo más que pude, pero nunca nadie va a saber el dolor tan desgarrador que sentí en ese instante.

Pero tampoco nadie nunca va a saber la felicidad que me invadió cuando Venus me sonrió, con ambas mejillas rojizas, sus ojitos llenos de luz y su flequillo despeinado.

Nadie nunca va a saber cuanto lo amo.