⚜️11⚜️"Renuente control"

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Cómo si la súplica mental y agonizante de aquel rubio que se deja viciar bajo el manto del imponente no muerto, lograra que éste pudiera controlar sus vesánicos instintos de querer corromperlo por entero... Muy por el contrario, el vampiro desesperado, errático y perturbado, boquea asomando nuevamente sus filos y dilatando sus fosas nasales para tratar de abarcar más consumo del que fuera necesario.

Es que percibir como late su adictiva sangre engrosando el pasaje venoso de su níveo cuello expuesto solo por y para él, lo tiene como en un latente estado de trance. Que sumado a la hambruna que le sucede justo en este preciso instante, hacen casi imposible que sus colmillos no piquen por enterrarse presto en esa delicada y deliciosa carne.

-¡Maldición humano! ¿Por qué te entregas a mi tan fácilmente? ¿Acaso no sabes que puedo convertirte en un manojo de cenizas en tan solo un efímero instante? -susurra ronco y profundo el no muerto sobre el sensible lóbulo de la oreja del rubio, provocando que este último se quede aturdido por las diversas pulsiones incontrolables que le provee a cada centímetro de su receptivo cuerpo.

Es que el joven rubio, no puede separar el terror de saberse que podría ser devorado por entero con la marcada ansiedad teñida de malsana necesidad de entregarse por completo y sin restricciones a la bestia... Su mente traicionera apacigua con creces a su cuerpo y nuevamente, llevado por sus más obscuros e íntimos deseos, ladea su cabeza manteniendo privada a sus orbes de la visión del afuera, solo por darle el gusto a aquel que con eróticos susurros logra poner su mundo de cabeza.

Ese aroma...

Un aroma que se remonta a los confines de su mente, una esencia que reconoce como parte de la sombra de su acecho en sueños y otro tanto más despierto. Un olor que impregna cada músculo de su cuerpo dándole, aunque suene increíble, la tranquilidad de saberse escrutado bajo el dominio de las manos erróneas pero que a su vez se perciben como correctas.

Un dualismo completamente necesario para darle sentido al remolino que acontece en su cabeza, sobre que percibe en su cuello, la helada y porosa lengua de aquel monstruo que se atreve a invadir su espacio sin ningún miramiento.

He imposibilitado de retener un gemido ahogado que sobresale sin control desde la profundidad de su garganta, el joven rubio eleva con presteza su mano libre de prensión alguna, para tratar de apaciguar el sonido que provoca que su rostro se torne a un intenso rojo ante la vergüenza de sus actos.

Piensa que debería ser crucificado por siquiera tener la escasa cordura de atreverse a sentirse complaciente en este inminente ocaso. Así que plagado de culpas, trata de retener las gotas que amenazan con salir sin control desde la naciente de sus ojos... Ojos que al apretar sus párpados cerrados con extrema fuerza, se burlan continuo de la falla en su intento por ocultar el camino de sus lágrimas.

El no muerto, aficionado en lo que le transmite el cuerpo entre pequeños espasmos del joven abajo suyo, no puede dejar de degustarlo a su gusto y parecer mientras con sus largas garras recoje cada rebelde gota que se escapa desde esos amelados ojos...

Y con amelados ojos se refiere a lo que le provocan muy en lo profundo de su ser... Porque así como las abejas fabrican su miel como resultado de un proceso que usan como materia prima: el néctar que obtienen de las flores. Este indecoroso joven, de intenso aroma que enloquece a sus fosas nasales y de adictiva sangre que recorre cada vena y arteria que lo recubre como piel, está procesando algo muy dentro de él que lo aturde como nunca le sucedió a lo largo de estos años.

Y no sabe con certeza si es la condenada necesidad de tener un par a su lado, o el receptivo conocimiento que tiene de lo que aflora entre ambos cuando se perciben cercanos. Aún así, le es imposible dejar pasar más tiempo sin hacerle caso a su desquiciada necesidad de alimentarse. Pero sabe a ciencia cierta que si posa sus filosos colmillos en la trémula piel del esbelto cuello del rubio, quizás no sea capaz de separarse antes de absorber todo rastro de viveza del portador de su delirio.

Aún así, el joven rubio se entrega sin impedimentos a los brazos de la bestia, sobrepasado de impresiones como si estuviera borracho del no muerto. Y una clara evidencia de ello, es cuando el condenado a beber de la estirpe del rubio nota como el cuerpo de éste se afloja manteniendo entrecerrados sus ojos pero con su mirada extraviada en otro lado.

Entonces, sin impedimento alguno y haciendo abuso de su fortuna, sostiene el cuerpo del joven sobre su amplio pecho mientras se relame los labios al acercar paulatino su pútrido aliento al punzante contorno de la delicada muñeca del rubio.

Y de un momento a otro, diez mil planetas se chocan sobre sus más bajos instintos. Y la bestia, como el mayor hacedor de lo prohibido, se percibe efímero ante el venidero suceso ocurrido...

Es tan adictivo el sabor que envuelve cada poro de la lengua del vampiro, que le afloran unas endemoniadas ansias que enloquecen a su oculta alimaña, provocando que sus ojos se inyecten de intenso rojo y se incremente a sobre manera su libido.

A tal punto, que es insoportable para el no muerto sostener la situación por más tiempo ya que la bestia que clama por salir presto desde sus adentros, le exige que degrade al joven abajo suyo sin importarle una mierda.

Entonces, la tregua incesante que comienza entre la escasa cordura que conlleva el no muerto y su insana naturaleza, le hacen succionar con más ímpetu desde la frágil muñeca del rubio, a medida que sus manos queman por tocar más allá de lo que pueda o deba, y haciendo acopio de todas sus fuerzas para acallar las condenadas voces que gritan desde sus adentros que lo tome de mil maneras y a la fuerza.

El rubio, jadea intermitente entre ensueños del frenesí que requiere ser preso de este condenado suceso. Porque cabe aclarar, que consume por completo cada terminación nerviosa de tu cuerpo, activando sensaciones y predisponiendo a impresiones que no se sienten para nada correctas. Pero que más allá de lo que le genera la turbia situación, el percatarse de su entrega y la vesánica pasión que se genera entre los dos con su mínima consciencia, lo excita a sobremanera.

Y sin poder controlarlo, ya que es llevado por instintos que florecen ante el magnificente tacto del vampiro, el rubio comienza a emitir un audible sonido más bien parecido a un sentido gemido que deja escapar de sus trémulos labios. Provocando que la bestia asome raudo y se enloquezca cuando la cadera del rubio se aprisiona sin un ápice de vergüenza o duda sobre la dureza del vampiro... Dureza que arde y quema como las condenadas brasas del infierno.









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