⚜️17⚜️"innata naturaleza"

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—¿Se le ofrece una copa de vino?— consulta algo malhumorado el galante vampiro cuando se da cuenta enseguida que el joven rubio cae preso de su congénita naturaleza.

Y es que a el no muerto, aunque esté acostumbrado a que esto le suceda, no le gusta para nada que su adorado humano se fije en él por lo que su estampa le depara. Y que gracias al natural imán de poderío caiga preso de lo que su pálida piel le clama a gritos por instinto, aunque él mismo luche internamente con eso.

Aún así, retoza por dentro al sentir la intensa bruma de calor que emana del hermoso ser vivo enfrente suyo...

Orejas, labios y pómulos teñidos de un intenso rojo y una mirada perdida en la oscuridad de sus inertes y deshabitados ocelos.

—¿Arthur? —cuestiona nuevamente el no muerto más desorientado en su lucha interna que en su anterior ofrecimiento, en cuanto batalla por no abalanzarse contra ese delicioso cuerpo y hacerlo suyo de la manera más sórdida como su condenada bestia demanda.

Luego, el aire se torna más turbio todavía cuando el vampiro menor observa al joven frente a sus ojos como un magnífico bocado para ser devorado de trozos... Y para la condena al infierno del blondo, lamentablemente el contrario percibe como lo tienta a sobremanera que el joven esté perdido entre los entretejes de su obnubilada mente y dominado puramente por sus más bajos instintos.

Tan así, que un par de pisadas más adelante yace recostado sobre el impoluto escritorio del hermano mayor, un acalorado humano que desprende presto cada uno de los botones de su impecable camisa bajo la atenta mirada de la ansiosa bestia...

Alimaña sedienta de su plasma y del calor abrazador de las paredes de su recto.

Monstruo enceguecido por su instinto que se deja llevar pausado por el augurio de sucumbir juntos en las profundidades de su insano abismo.

Sin poder detenerse a pensar que no es lo que realmente quiere, quiso o quisiese.

Dejándose llevar por lo que su malsana calaña le dicta, sin poder controlar su automatismo y preso del exquisito aroma que emana el insensato joven rubio frente a sus garras.

Y tras largo paso al andar, el no muerto se ubica frente al desconcertado rubio, dejando asomar por puro instinto sus filosos colmillos que pican por desgarrar la blanquecina dermis que se le ofrenda como alguna forma de culto.

Un segundo... Tan solo un segundo bastaría para saciar, sin sentido alguno, lo que se dicta como el final del inesperado augurio ¿Tanto luchar para llegar a esto?

Arduo y cuantioso trabajo de observación de la bestia que quiere resguardarse del codicioso humano, para finalmente llegar a estar cara a cara y no poder controlar lo que brota como pútrido por cada uno de sus débiles costados.

—¡T-tómame! —suplica el joven rubio entre susurros intencionados. Moviendo su cuerpo como si ardiera en las mismísimas brasas del condenado infierno y tentando a la malsana alimaña que crece a pasos agigantados adentro del no muerto. Requiriendo hacer uso inmediato de sus facultades innatas sin dejar que un ápice de culpa alguna surgiera en el trayecto.

Es que por ser bestia, lo tiene contemplado...

Años de tomar sin dudarlo a todo aquel o aquella que caiga preso de su adictiva esencia, sin importarle una mierda quien fuera, o lo que haría al día siguiente del poder tomarlo.

Pero justo ahora, el menor de los vampiros, lucha con todas sus fuerzas contra su fatídico maligno. Deseando que el rubio fuera cualquier otra presa de paso para la sanguinaria casería y no aquel que desestabiliza los escasos cimientos de su nula conciencia.

Sin dudarlo, el rubio cautivo de sus impulsos más oscuros y abierto en sus telas, raudo se acerca y se aprieta todo necesitado contra el fornido y gélido cuerpo de la inmóvil bestia... Bestia que ya se encuentra mutada en colmillos y garras, en una batalla dispar contra su malsana naturaleza.

Quiere sacarlo de encima de su cuerpo, y no puede...

Quiere hacerse a un lado y retirarse bien lejos, y se le hace cada vez más improbable...

Quiere actuar simulando lo que no es, y se le torna insoportable...

Millones de voces lejanas le taladran la retorcida mente y le recuerdan, que por más envase normal que aparente por fuera, no deja de ser una letal fiera por dentro... Y que tarde o temprano no podrá escapar más de su determinante instinto sicario.

—Bésame... —murmura el humano, drogado e inconsciente en placeres nada normales para la etiqueta de la época, mientras apresa con su mano hábil la dureza del no muerto que solo se deja bajo el dominio de su mando.

Y mientras gotas de un sudor que no recuerda padecer hace muchos años, le recorren la barbilla para terminar mojando las nacientes de la blonda cabellera del hermoso y entregado muchacho. El vampiro deja escapar un profundo gemido ahogado cuando se sorprende siendo abrazando en sus finos labios por los esponjosos y calientes del delicioso humano.

Y justo ahí, en ese instante, la inmensidad de la eternidad se sucede frente a sus destellantes y rojizos ojos.

Vagos recuerdos se le vienen a la mente, de lo que fue él en otras épocas...

Distantes parejas que perdieron fuerza a lo largo del tiempo y mucho... demasiado tiempo en soledad emocional y existencial, sin tener la certeza de que esperaba ansioso por este momento.

Y aunque no haya sido él, quien profane por primera vez la menesterosa cavidad bucal del otro, se siente bien... Se percibe como correcto.

O cómo aquel lugar donde puedes refugiarte si necesitas un techo donde puedas finalmente salvarte.








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