⚜️2⚜️"Deseo"

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Un inhóspito ser que observa resguardado entre penumbras, el acto sin culpas de aquel par que se restriega sin miramiento alguno del afuera, hora del día o desafortunado lugar. Así mismo no puede dejar de vislumbrar aquel insolente dúo mientras se desplaza la sangre fresca que escapa por el agarre de la casi inerte contextura que semi desnuda se montaba en su sólido falo, tan sólo unos minutos atrás.

Rodea con sus garras su delgado cuello mientras desgarra nuevamente las carnes de la trabajadora que, quizás, verá por una dádiva divina una última vez más la luz del día. Si es que se decide a dejarla vivir para tomarla en cuanto se le dé la reverenda gana.

Él, no suele ser tan desprolijo para la consumación de su menester y mucho menos para el momento de adquirir sus alimentos. Pero para su justificación, seguir al infame rubio con culo de infarto que custodia a esa belleza de atributos anormales para esta época, lo pone como un maldito desquiciado.

Ya hace un tiempo que viene observando a esta pareja, y aunque no duda que la sedosa piel de la joven debe sentirse demasiado bien bajo la fría yema de sus dedos, es el masculino quién provoca a sus más bajos instintos...

Quisiera apretar con fuerza, esa cara de niñato creído y facciones sumamente delicadas mientras lo corrompe por completo.

Y no es que él haga diferencia alguna entre los géneros. Pero generalmente, los masculinos a su ofrenda han sido pobres sirvientes o meras piezas de juego que por una simple moneda intercambian su agujero como depósito de fluidos.

Así mismo, no puede controlar la exacerbación de su desquiciado libido al verlo apretarle los senos con tal descaro bajo el pequeño resguardo en que se encuentran.

Están a solo unas cuadras del lugar donde mora el rubio sinvergüenza pero se ve que la caliente situación los supera, porque la voluptuosa mujer boquea como pez fuera del agua ante los arrebatos de las manos del incitante dorado... Unas manos que se pierden entre lo pliegues de las telas que recubren, seguramente, unas esbeltas piernas y una húmeda vagina.

Pero lo más retorcido de toda esta situación. Es que el no muerto menor, como el mayor señor del todo lo puedo y si lo quiero lo tengo, lo observa cautivo desde las obscuridad de las sombras. Anhelando ser tocado por sus pequeñas manos o ser él al que tocan como a la fémina que jadea como el casi inerte cuerpo encima suyo hace unos momentos.

Entonces, se da cuenta que había dejado de lado lo que estaba haciendo con la mujer encima suyo por estar observando demasiado extasiado al rubio. Y al percatarse del estado de la misma, mientras hilos de rojo profundo le surcan por los hombros, se percata de su estado de éxtasis. En parte por la afrodisíaca y dañina mordida, pero más por el nivel de toxicidad etílica que presentaba la trabajadora al momento de decidir tomarla como alimento.

Y al pasar la lengua por sus labios recogiendo los restos del intoxicado plasma de la fémina, se asquea a sobremanera con su pútrido sabor. Se ve que en su candente momento de fervor, ni se percató de su rancio gusto. Y aunque es verdad de que él no es ningún santo de la devoción por no ser ser casto, tampoco es que le sea necesario tomar cualquier linfa entregada y mucho menos en descomposición. Porque aunque él sea de piel pálida y fría, a la susodicha en cuestión le faltan varias palanganas encima.

—Hoy te salvas mi querida —le dice acercándose al oído del cuerpo drogado de la trabajadora para sondear con su lengua sobre la amoratonada herida. Herida que a causa del contacto con su saliva se regenerara más veloz y casi sin dejar huellas a su alrededor.

Aunque viendo el cuerpo semi desnudo desde arriba, una mancha más al tigre realmente nada le haría. Porque su cuerpo contiene diversas cicatrices y colores que se desplazaban entre la paleta de los verdes y violetas que adornan su magullada dermis.

Y solo puede "sentir", si es que se puede llamar así, alguna especie de empatía. Aunque él, no conozca realmente ese sentimiento ya que asesina a sangre fría si su necesidad lo supera, pero nunca marcaría un cuerpo a tal punto solo por mero gusto propio.

Así que acomodando sus ropas se acerca hasta el oído de la fémina para susurrarle como en un encantamiento: —De ahora en más, no dejarás que nadie te ponga una mano encima sin tu consentimiento. Tu cuerpo es tu herramienta, así que guárdalo como tú más bella joya.

Y dejando unas monedas encima procede a retirarse no sin antes observar hacia donde estaba el ardiente dúo... Ni la sombra de lo que acontecía le queda, solo el residual de la excitación propia del rubio, como una estela de glorioso aroma para absorber con sus heladas fosas nasales.

Acomoda su saco y su sombrero para dirigirse hacia la majestuosa residencia que comparte con sus hermanos, rezongando ya que no quiere tener que aguantar los reproches del mayor por mostrarse en sociedad haciendo, según él, lo que puede hacer puertas adentros. Pero lo que su mayor no sabe, el que él desea insano lo que no tiene.

¡Fácil sería encantarle y si le he visto no me acuerdo! Pero la verdad, es que ese infame rubio de infarto tiene un no se qué para el presuntuoso vampiro que lo trae completamente embelesado. Y por más que quiera, no hay modo que sus caminos se crucen a menos que él, se dedique a acosarlo.

Y pensar que todo comenzó con la bella joven emblema a su lado, pero rápidamente su interés se trasladó por el zagal dorado de carnosos labios y culo empinado, que muerde su labio inferior si se encuentra preocupado y con una genuina sonrisa que ilumina los pálidos días que acompañan el retrato de la diaria vida.

La gélida noche supone que las calles estén más desiertas. Así que el vampiro, con el fin de hacer su caminata más amena, prefiere hacer tiempo al andar que avanzar a su súper velocidad. Así que disfruta su paseo mientras se enciende un puro de aquellos, que son para cierta clase de la sociedad.

Un par de cuadras más adelante y es gratamente sorprendido por dos bandidos de poca monta, que creyeron que ésta era su hora de gloria. Ya que el no muerto lleva consigo las más finas ropas y abrigo, sin contar con su exquisito calzado de diseñador y el detalle de su dorado y reluciente reloj de bolsillo. Péndulo que sacó a relucir en cuando fue increpado solo por darse el gusto de verles las caras bañadas en creciente avaricia.

—Les suplico, no me hagan daño — articula el no muerto con sus dotes de artista, mientras el par de malolientes sujetos se aproximan acechando su cuerpo.

Unas vesanias risas y restos de saliva esparcida en escupitajos, van dejando un asqueroso camino que el vampiro se encargará de adornar con el más bello carmín.

—¡Por favor! —nuevamente suplica. Pero de inmediato, es apresado desde atrás por el más bajo de ambos.

Dos segundos... Tan solo dos segundos, efímera fracción de tiempo, le costó oler al vampiro hasta casi enloquecer a causa del plasma de desprendía una putrefacta herida en alguna parte de su piel.

Y en cuestión de segundos ambos fueron reducidos a inertes cuerpos desparramados en el bermellón que adorna los adoquines. Uno, por mero gusto propio al lanzarle un navajazo hacia su vientre, a lo cual el no muerto se dió el lujo de enterrarle sus afiladas garras provocando la efervescencia de sus calientes entrañas mientras disfrutaba de tragar largos centímetros cúbicos de la sangre del contrario.

Pero de repente, un sonido de exaltación ahogada llama su atención.

Y al darse media vuelta con su lugubre porte entero cubierto de fresco plasma, observa con sus rojos ocelos en una esquina del callejón, a aquel rubio atractivo tapar su boca con sus pequeñas manos y su cuerpo en trémulos movimientos sin control.









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