⚜️22⚜️"Sublime"

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En ese efímero momento....

En donde todo se detiene como si ellos fueran los descompuestos engranajes de un sistema circular de acoplamiento, diente a diente.

En donde las manecillas del innovador reloj suspenden su cíclico movimiento, para luego dar lugar al intervalo más extenso entre dos seres que se anhelan a su modo pero a la misma vez, encubierto del otro.

En donde la onda de la superficie de un cuerpo de agua cesa su arrebato constante contra el acantilado a consecuencia del aplaque de la desasosegada marea.

O en donde la fresca ventisca deja de realizar su resoplido porque queda finalmente encasillada.

Ahí, en ese efímero momento pero a la vez, eterno instante.

Se sucede que dos posibles amantes, tal vez algo irracionales, comparten las tremebundas ganas de sellar esta inválida riña mediante deseosos roces de labios aún sin haberse percatado del verdadero deseo del otro.

Momento en donde veloz se reemplaza cualquier sentimiento de miedo por la asfixiante necesidad de probarse.

Y así, siguiendo los designios del incomprensible destino o consecuencia, el joven rubio acorta los escasos centímetros que lo separan de la tortura que implica el no poder saborear de esa boca.

Mientras mil fuegos artificiales abarcan al cuerpo de la condenada bestia que sufre bajo los designios del arrebatamiento del rubio... Acción que no le da tiempo a nada más que ha quedarse quieto y dejarse finalmente paladear por el humano.

Eternos segundos en donde el no muerto por fin reacciona para luego tomar con cierta prensión del cuello del magullado rubio y así, por fin, sucumbir a la dulce entrega del sublime intercambio de fluidos.

Instantes donde la gélida boca de uno coacciona barriendo con el débil vaho de la otra. Y en donde no hay un solo vencedor en batalla, sino dos seres de orígenes divergentes que se entregan conscientes a la desmedida pasión que los aboca.

Una bestia sedienta de su todo y una ansiosa presa que se deja por completo...

Dos amantes de un fervor sin etiquetas que accionan como respuesta al instinto del otro.

El rubio, preso de un obnubilado momento, cierra sus dedos con apremio sobre las telas de las ropas de su intimidante acechador... No puede ni quiere dar paso a la voz de su conciencia, porque lo único que escucha en esta inexplicable coyuntura; es el desaforado latir de su galopante corazón.

Y el vampiro, cautivo del momento, desea inconsciente que el humano pida a gritos por su sangre.

Manos que abarcan lo que pueden mientras sus labios danzan sin prisa pero con pausa, en una danza de interpretación de placeres y saberes.

Un humano que se hace totalmente consciente de querer devorar con creces la boca del hombre bestia. Y una bestia que finalmente se da cuenta, de lo que significa la agónica carga que soportaron sus hombros...

Vivir ciego por años bajo la sombra de su innata naturaleza sin alguien que realmente lo quiera, y ver martirizar su efímera humanidad cada vez que la bestia lo requiera.

Al paso de los segundos, el roce se vuelve aún más intenso. Y la mano blanca en los nudillos del rubio, no puede ni quiere mantenerse más quieta.

Ni rastros queda del penoso mártir que pareciera el rubio hace unos momentos. Ahora, es un hombre codicioso de las sensaciones de otro hombre para sus ocelos. Aunque para sus adentros, sepa que ese cuerpo esconde más que las escalofriantes hojas de un tenebroso cuento.

Y aún así, no puede dejar de tentarlo con cada fibra de su cuerpo, no puede despegarse de la narcótica droga que significa recorrer con la lengua sus frígidos belfos y no puede dejar de desear incorrecto que el ser corrupto frente a sus ojos, lo absorba y lo marque por completo.

—Deberías descansar —susurra ronco el no muerto, bailando con su lengua sobre las profundidades de las fauces del otro.

—¿A-ahora? n-no lo c-creo... —contesta un decidido rubio aún sin poder creer la ansiedad que contempla su ligero accionar.

Y dejándose caer de espaldas sobre el cómodo lecho, permite acomodarse entre sus piernas al ansioso no muerto mientras segundos eternos de fricciones malintencionadas provocan el empalme por completo de ambos seres entregados al calor del ardoroso momento.

Un frío vampiro calentando los confines de su soma mediante roces y toques que excavan más allá del mero placer carnal. Y un joven humano, acalorado por la exaltación de sus más bajos instintos, y al cual un poco de agua para enfriar no le vendría nada mal. Ya que el rubio ha perdido todo hilo subjetivo de la veracidad de su propia realidad por dejarse llevar meramente por el automatismo que lidera su gobierno.

Y perdido en los confines del placer que le genera regocijarse en el hombre bestia que equivoco casi tomó su existencia, aprieta sin quererlo a que el no muerto avance más.

Provocando que el cuarto teñido de tintes floridos se torne de un intenso rojizo producto de su propia candente intimidad. Y ahogando gemidos cada que la boca del monstruo barre con todo rastro de culpa dada a su incipiente curiosidad.

Calor... Ardor en demasía se sucede en ambos cuerpos que presos del momento designan que es muy poco lo que están obteniendo del otro.

Entonces el vampiro no muy seguro, desciende sobre el esbelto cuello del rubio y drogado en su aroma afrodisíaco, reparte húmedos besos mientras succiona con ahínco; dejando que sus manos recorran sin pudor cada sexi ondulación del joven abajo suyo.

Y el joven, aún más receptivo de lo que tendría que serlo, eleva su adolorida pelvis para gemir ante el encuentro de sus inquietas caderas mientras se aferra con apremio a la negra cabellera.

—¡Maldita sea bonito! Quiero destrozarte por completo... —suelta de más entusiasmado el no muerto ante la oleada sexual que lo invade finalmente.

Y Arthur, con sus ocelos vidriados en deseo y una pesada venda cubriendo su limitada cordura, le suelta.

—¿Y quién te frena bestia?

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