⚜️25⚜️"Anhelada incertidumbre"

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Luego de que a la fémina la corrieran (prácticamente) a sutiles empujones, el joven rubio se recuesta replanteando en su cabeza que son todas esas sensaciones que florecen cada vez que su mirada se cruza con la del maligno hombre bestia.

A sus espaldas, el vampiro dueño de la colorida pieza, trata de consolarlo de alguna manera. Diciéndole que todo aquello que sienta y perciba exagerado, es una cuestión de dejar pasar las siguientes horas para regresar a la normalidad, como si nada hubiera pasado.

¿Realmente se puede borrar cada sensación que recorre la trémula piel del joven rubio? Si cuando cierra sus ojos, siente ahogarse en el frenesí de volver a vivir la necesidad de ser consumido como si fuera tan solo un trozo de carne.

¿Es posible regresar a la normalidad? O mejor dicho sería preguntar:  ¿Realmente quiere regresar?

—En serio Henry, estoy tranquilo, algo adolorido pero tranquilo, y gracias por tus consejos y cuidados —suelta Arthur desanimado luego de haber pasado millones de instantes preguntándose fríamente en su cabeza, si es que realmente tiene miedo de que aquí le hagan daño o si realmente lo asusta el que por dentro, todo su cuerpo perciba totalmente lo contrario.

El no muerto del medio busca darle, de algún modo, consuelo. Sabe que la cabeza del humano debe estar de todo menos cabal en estos momentos.

Pocas son las veces que tuvo conocimiento, de que luego de un ataque casi completo y sin borrar los recuerdos; la mera cuestión finalice en sus mejores términos. Y no quiere para nada, ver sufrir al que considera su hermano. Ellos podrán ser malditos monstruos o alimañas como algunos aldeanos los llaman, pero lo que él ha visto en los renegridos ojos de William... dicta de todo menos de ser malvado.

Un fogoso sentimiento del cual creyeron por años, que ellos no podían ser capaces de disfrutarlo. Un anhelo que quema por dentro como la percepción leída en cuentos de una dolorosa estaca de madera clavada en su pecho.

—Dicen que el amor puede sentirse como sinónimo de dolor ¿Tú que piensas? —suelta Henry tanteando el terreno mientras finaliza con el acomodo de frazadas a los pies de su lecho.

Y el rubio, perdido en sus cavilaciones, se pega la vuelta para finalmente observar y responder: —¿Y a qué se debe esa pregunta? Si te refieres a ser mordido y engañado para fornicar como un conejo, no veo dónde está el amor en todo esto.

—Es que quizás ahí está la cuestión cariño, habría que saber verlo... Bueno, yo me voy retirando y te dejo tranquilo. Luego la mucama te traerá un preparado para cenar y disculpa si no te puedo acompañar. Como verás, debo retirarme a chupar —. Finaliza Henry entre risillas al darse cuenta de la cara de asombro que coloca el joven rubio en sus aposentos.

—No es fácil ¿Sabes? ¡¿Cómo hago para sacarme esta percepción de la maldita cabeza?! —suelta el rubio de manera repentina, totalmente exasperado y agarrando con suma aprensión sus cortos cabellos.

—¡Hey! Tranquilo cariño... —suelta Henry arrimándose veloz a su lado y retirando los dedos clavados en su blonda cabellera. —En verdad lo lamento, pero no podemos dejar de ser quiénes somos. Y no somos malvados aunque parezca todo lo contrario... William ha pasado por tanto, y al ser el menor siempre fue el más rebelde y mimado del seno familiar. Pero es un buen muchacho. Estoy más que seguro de que está completamente arrepentido de no haberse podido controlar a tu lado . Finaliza el vampiro del medio.

—¿Por qué? —cuestiona el rubio aturdido y enrojecido sus ojos producto de su incipiente delirio.

Eso solo puede contestarlo él ¿No te parece? No tengas miedo de hablarle —. Sugiere Henry, retirándose de su lado y dejando al rubio con más dudas que las que tenía antes.

Al pasar de los minutos donde las horas  se hicieron eternas y luego de tratar de engullir parte de la bendita cena que sabía a la nada misma, decide dejar los aposentos y los malditos fantasmas de lado, para dirigirse sin rumbo alguno sobre las penumbras de los largos pasillos de la mansión de los tres pálidos pseudo hermanos.

Supone que debe ser entrada en la madrugada, ya que el renegrido cielo que asoma por entre las cortinas de las inmensas ventanas denotan un sereno y un silencio inconfundible que solo reina en el espacio que abarca entre la media noche hasta el alba.

Percibe solo el frío del piso que se pega como ventosa a la piel de sus desnudos pies, mientras el total de su cuerpo quema de alguna manera. Como si estuviera rodeado de encendidos leños que provocan que la fina camisa que se acomoda a las formas de su piel, simule una abrigada manta térmica.

Un par de metros más adelante, se observa en un gran espejo. Enrojecido en su rostro y cuello, mientras se percibe de algún modo erróneo, un elemento erótico y predispuesto para el placer de otros.

"¿Pero qué demonios?" Se cuestiona en su mente al verse tan predispuesto frente al espejo, a tocarse sin reparo alguno sobre cada relieve suyo. Hurgando en su nefasta memoria como se sentiría nuevamente esas firmes y gélidas manos puestas en su sensible dermis.

De repente, siente un efímero tacto sobre su cuerpo que definitivamente no es el suyo. Pero su alocada cabeza grita, de alguna manera, que es todo lo que está correcto.

Y se mira fijamente al espejo, buscando al causal que bien sabe quién es en lo más recóndito de su cuerpo. Y de más aturdido y sin poder observarlo cuestiona: —¿Por qué no puedo verte?

Un fugaz aliento sobre el lóbulo de su oreja, promueve el flaqueo de sus condenadas piernas. Y entonces cierra sus ojos apoyándose inconscientemente en aquel toque, porque lo que no puede ver con sus ojos, lo percibe de alguna otra manera.

—Es mi reflejo el que no ves  —Susurra ronco el no muerto menor sobre la sensible piel de su cuello —Es parte de mi propia naturaleza, así como lo es el volverme loco con el aroma que emana tu afrodisíaco cuerpo mi bello humano.

Los dedos del vampiro menor, recorren si un ápice de duda cada ondulación del tembloroso cuerpo del joven rubio bajo su mano, grabando a fuego vivo con sus huellas dactilares, cada sensación que recoge.

—¿Por qué? —cuestiona nuevamente el rubio ladeando su cabeza para dar más acceso a la lengua de la erótica bestia.

—No preguntes, solo disfruta —.  Dictamina el vampiro menor con una profunda voz que provocaría la caída de los muros de cualquiera que ose dejarse sentir por lo que el rubio atraviesa.

Jadeante y acalorado, el joven humano comienza con un provocativo vaivén de caderas apoyando sus manos en el espejo, pero sin abrir sus párpados bajo ningún aspecto. Temiendo darse cuenta realmente de que es un enfermo del calor del momento, un engendro producto de la malsana necesidad que la bestia plantó sin permiso en su condenado cerebro.

¿Pero a quién quiere engañar? Si todo su cuerpo profesa las tremebundas ganas de sucumbir bajo las penumbras de este sensual acecho. Pero aún así, su maldito cerebro no deja de cuestionarse si todo lo que siente no es más que una enferma necesidad, producto de lo que el hombre bestia le ha hecho.

—Mírate humano, abre tus ojos y mira tú reflejo mientras me sientes... Observa como se pone tu cuerpo al sentirme con cada fragmento de tu soma... ¡Y atrévete a negarme de frente que no caliento cada parte de tu condenado sistema!






Omaigad, estos se derriten juntos😏

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