⚜️49⚜️"Preámbulo inevitable"

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A tientas regresan, rubio y no muerto, a la pieza del pálido menor, avasallantes en desconcierto pero con un claro objetivo cierto, sentir sus pieles estremecidas en una aguerrida contienda en donde uno busca hacer mella en el otro y el otro, se deja y viceversa.

¿Amantes del amor ingrato o gratos con un amor insano? Preguntas que ya no importan porque lo único que importa es lo que quieren por dentro. Amantes de un amor correcto o incorrecto mientras sean solo ellos, es lo único que importa.

Joven rubio exacerbado en sus instintos como humano y un vampiro embelesado por los entretejes del destino y de sus hilos.

La noche así los envuelve, en una gélida brisa que se evapora a causa de la incrementada temperatura sobre que la boca de uno se posa sobre los trémulos labios del otro.

Acariciando con prisas por encima de las vestimentas cual amante desespera por fundirse en lo profundo del otro mientras el tiempo detiene su pasaje de arena de un receptáculo al otro.

Dando como resultado a un efímero lapso de tiempo en donde solo tienen tiempo de probar, una vez más, la magnificencia de la lengua del contrario. En un ritual de impúdica danza al venidero enardecimiento que puede provocar descontrolar a la bestia y aceptar, finalmente, las consecuencias de sus actos.

Por un lado, un amante cautivo del mágico toque helado que sinuoso recorre los lados del eximio cuerpo del rubio y por otro, un erótico vampiro dispuesto a todo por transitar a su lado.

Las ropas queman a medida que desgarran sus telas cuando las manos contrarias hacen sitio para el afecto mientras sus cuerpos, repletos de incalculable deseo, no hacen otra cosa que dar concentimiento a lo que pueda suceder entre ambos.

Un joven rubio estremecido hasta los huesos que se sienta a horcajadas sobre la juguetona cadera de la bestia y una bestia que quiere absorberlo por completo a medida que sus garras recorren marcando la nívea piel del agitado medio humano.

No hay miedo que valga cuando Arthur observa las garras que lo agarran desde sus nalgas y nota un repentino deseo de sentirlo apresando su dura vara.  Entonces actúa, eleva su cadera hasta el punto de exponer su venosa y húmeda piel ante los rojizos ojos de la bestia y desespera...

Jadeando descontrolado cuando siente que el tacto contrario se aproxima pausado y goteando de anticipación por el infame acto...

Entonces lo siente, eriza su húmeda piel ante el toque de esa magullada y fría piel que rasguña cada tanto. Y solo puede dejarse llevar por el placer de sentirse a flor de piel agarrando la contraria con sus manos mientras se pierden en los ojos del de enfrente. Uno en una amielada y segura mirada y el otro, en el abismo absoluto de la nada.

Dos amantes de tiempos distantes pero con la fuerza de un mismo corazón que late en ambas partes. Uno repleto de vida y el otro de incrementada codicia que no quiere dar brazo a torcer cuando quiere tener ahora, lo que ha deseado por tanto.

Sus manos se rozan en el íntimo acto, sublime entrega de placer al de enfrente, mientras sus lenguas se enredan sedientas del elixir que es embeber los fluidos del contrario.

Llevando al límite su propio linde cuando siente que no alcance con tocarse o simplemente, besarse. Que falta un complemento enrojecido que enardece cada uno de sus sentidos.

"Quiero tu sangre..." Piensa el medio humano con todas sus fuerzas a medida que las manos le tiemblan y frena con su impúdico acto cuando siente que se viene y es acostado para que su amante vampiro se trague su ofrenda a complacencia.

Todo roces indecentes, labios  y dientes que estremecen el cuerpo del medio humano, logran sacarlo de contexto cuando siente que colapsa al ser succionado por dentro mientras los colmillos le raspan las carnes y enloquece.

Necesita, desea, exige comer del elixir manjar que significa la sangre de William para sus adentros. 

Entonces lo agarra, desliza su mano por sobre la mano de la bestia y lleva su muñeca hacia sus sucios labios, pensando de exacerbada manera que abra su boca y que muerda. Deseando sonar tan nítido en la cabeza de la bestia como el crucial deseo que lo envuelve como lava ardiente por dentro.

Y mientras lo droga la narcótica mirada rojiza del pálido morocho que asienta, le suelta: —Prepárame para recibirte mientras me alimento —abriendo sus piernas en ofrenda para recibir el duro y exquisito miembro de la bestia sin dudas ni pena.

Su pálido amante se vicia en los ojos del amor hacia este único espécimen en cuestión. No puede creer que tenga tanta suerte de sentirse deseado y amado por alguien que aún es todavía humano y sin que se asuste de su forma bestial que, últimamente, busca salir a flote a causa del descomunal  incremento de su instinto.

Entonces, el vampiro, clava sus colmillos en su propia y magullada muñeca chorreando carmín repentino y haciendo que el medio humano jadee desesperado por lamer antes que se pierda, pero es retenido por las fuertes manos del mismo que arrastran al medio humano hasta sentarlo encima mientras separa las piernas.

Y mientras Arthur, tiznado en rojizos su rostro desespera entre copiosas succiones de muñeca, la otra mano lo apresa y moldea profundamente provocando descontrolados jadeos entre ambos a medida que el rubio succiona, traga y comparte plasma con el que quiere desgarrar su garganta.

Intrínseco y enfermizo sentimiento de posesión que se derrama como un renegrido mantón, comienza a incrementarse de exacerbada manera en cuanto los rojos del embelesado vampiro conectan con la absoluta necesidad que observa en los ojos del que ahora, nuevamente, es su presa.

Y se apasiona... Incrementando tanto su libido como su instinto por convertir pronto, a quién lo reclama como suyo.








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