0

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

MESES ANTES

Vale, no debí mentir en mi currículum. 

—Bien, no te pongas nerviosa —Andrea me acompañaba hacia el hotel—. Preséntate: nombre y edad.

—Hola, soy Kim Harrison y tengo 19 años. 

—¿Sexo? 

—Hace tiempo ya que no pasa nada. 

—¡Kim! —Andrea soltó una carcajada—. A ver, a ver... ¿Hablas otro idioma? 

—Sí, hablo inglés. 

—¿Tienes certificación que me garantice que sabes? 

—Tengo cuenta en Duolingo. 

—Kim... —Andrea me alzó una ceja. 

—¡El búho ese no me dejaba tranquila! 

—¿Cómo manejas las críticas, jovencita? 

—Tomo las críticas de una manera constructiva. Cada crítica es una oportunidad de crecimiento personal. 

—Oye, eso suena bonito... 

—¡Lo sé! 

Estaba segura de que, si es que me quedaba con el puesto, tarde o temprano se iban a dar cuenta de que no era un ser paciente, ni puntual, ni mucho menos proactiva. 

Es más, ni siquiera quería trabajar. 

Pero tenía que hacerlo por necesidad. 

¿Lo bueno? El hotel era hermoso y estaba ubicado en el corazón de la ciudad. Tenía un estilo clásico, muy elegante. Probablemente una noche costaba todo lo que ganaba mi padre en meses. Había gastronomía de lujo a cualquier hora del día; Salones de Spa, piscinas térmicas, gimnasios; habitaciones exclusivas y traslados en limosina. Definitivamente esperaba darme esos lujos algún día. 

Cuando el semáforo marcó en verde, cruzamos la calle. En ese momento reparé lo gigante que era el hotel. Tenía un letrero enorme en la entrada que decía "HOTEL MEYER" y luces lagrimales en todos los ventanales. 

—Ya verás que saldrá todo bien —me dijo mi prima—. Solo sé tú misma, Kim, con tus virtudes y tus defectos. Es lo que te vuelve única. 

—¿Tú crees que deba ser yo misma? 

Andrea se quedó pensando. 

—No, mejor miente. 

¿Qué me habrá querido decir?

Bueno, si soy yo misma no duro ni un mes. 

En cuanto me dio un abrazo de despedida, tomé aire y subí las escaleras de la entrada del hotel. Empujé la puerta giratoria y pasé por el vestíbulo. Vanessa, la secretaria de administración, me había dicho que me estaría esperando en la recepción para llevarme a la oficina donde supuestamente Samantha Meyer me haría la entrevista. 

—¿Tú eres Kim Ana María Luz Harrison? —preguntó Vanessa. 

Si lo decía en voz alta sonaba mucho peor. 

—Sí, yo soy —respondí un poco avergonzada. 

—Okey, te llevaré a la oficina de Samantha. —La mujer de aproximadamente cuarenta años dio la vuelta del mesón de porcelanato, me pasó confianzudamente una pila muy pesada de archivos y me dejó atrás—. Vamos, y avanza rápido que no tengo tiempo para atenderte. 

Qué amable la desgraciada. 

—Ni tingi timpi.... 

Lo había dicho para mí misma, pero me escuchó y dio vuelta el cuello como si estuviera poseída. 

—¿Qué dijiste? 

Oh, oh... 

—¡Vanessa, espera! —Una recepcionista colgó el teléfono e interrumpió el momento para mi fortuna—. Samantha no podrá realizarle la entrevista, no estará en la oficina. 

—¿Y quién le hará la entrevista entonces? 

—Nicolás.

Me quedé mirando a ambas porque no entendía quién era Nicolás y por qué tenían cara de que era mala idea que él estuviese ahí. 

—¿De nuevo lo dejó en la oficina? —se quejó Vanessa. 

—¿Quién es Nicolás? —pregunté.

—Es el nieto de Samantha. —Me explicó la recepcionista—. Tiene tu edad. Lo deja cuando ella tiene que salir y... procrastina mucho. 

No sé por qué, pero una mezcla de nervios y esperanza me invadió. Esperaba que me fuera bien, de seguro él entendía que los jóvenes no teníamos mucha experiencia laboral como se nos exige. 

—Vamos, apúrate. Nico odia la impuntualidad. 

Vanessa de nuevo me había dejado atrás. Yo luchaba para que los archivos no se me cayeran al suelo. Me dolían los brazos. Subimos por el ascensor hacia el cuarto piso donde solo había puestos de oficina. Ella taconeó sobre el suelo de mármol y me llevó por un pasillo con cubículos. Al fondo, había una oficina con la puerta semiabierta, la cual se escuchaban ruidos muuuuy extraños. 

No sean malpensados, eran ruidos de metralletas y diálogos de películas. 

—Nicolás... —Vanessa tomó la manilla y abrió la puerta cuidadosamente. Me incorporé detrás para mirar—. Permiso, necesito hablar contigo. 

Y entonces lo vi. 

El jefe estaba con los pies arriba del escritorio mirando el computador a la vez que comía palomitas de maíz. Cuando nos miró, dejó la comida de lado rápidamente; se puso de pie y se aclaró la garganta. 

Apreté los labios porque me causó risa. 

Ventajas del nepotismo. 

—Lamento interrumpir... Lo que sea que estás haciendo, pero tu abuela me dijo que debías hacer entrevistas de trabajo. 

El chico de ojos azulados ladeó la cabeza para mirarme, sin embargo, me escondí detrás de los documentos con un poco de timidez. 

—Permíteme ayudar. —Nicolás extendió sus brazos hacia los archivos y nuestras manos se rozaron. Finamente dejó el papeleo en el escritorio—. Mucho mejor. 

Me atrevería a decir nos sonreímos sutilmente. 

—Como te decía... —prosiguió Vanessa—. Kim está interesada en tomar el puesto de asistente de Samantha. Si es que queda, claro. 

—Vale, toma asiento, te haré la entrevista entonces. —Nicolás se sentó, así que de inmediato hice lo mismo y quedamos frente a frente—. Vanessa, necesitamos... privacidad.

 El chico pestañeó como un angelito, a lo que Vanessa rodó los ojos.

—Que te vaya bien, Kim —dijo y cerró la puerta. 

Junté las cejas con un poco de duda por su amabilidad y luego me volteé hacia Nicolás. Le di una sonrisa afable y me acomodé en el asiento para responder bien sus preguntas. Como el escritorio era un poco estrecho y no tenía fondo, sentí que sus rodillas estaban cerca de las mías. 

Me aclaré la garganta antes de contestar. Tenía que estar preparada, las preguntas solían ser muy difíciles, confeccionadas para que se conteste cualquier estupidez y... 

—¿Quieres palomitas? —me preguntó. No era broma, esa fue su primera pregunta. 

—¿Eh? 

—Las compré en el carrito de la esquina, son muy crujientes, me encantan. 

Lo contemplé durante unos segundos con una legítima confusión, y lo único que se me vino a la cabeza fue que era alguna pregunta trampa. Sí, claro, ese muchacho riquillo creía que yo no iba preparada, ja. 

—Si bien me agradan las palomitas de maíz, como trabajadora competente que quiero ser, prefiero comer en los horarios establecidos para eso. Comer suele ser una distracción para desempeñar mis funciones. Sin embargo, agradezco su cortesía al preocuparse por mi apetito. 

El chico arrugó la nariz. 

—¿Eh? Aún no ha empezado la entrevista... 

—¿No era una pregunta trampa? 

Al ver mis cejas fruncidas, soltó una sutil risita divertida. 

—No, no... Es para entrar en ambiente. —El chico echó los hombros hacia atrás y afirmó su espalda en el respaldo—. Lo que pasa es que te haría preguntas aburridas como las que hace mi abuela, pero creo que no vale la pena cuando este trabajo es muy simple. Además tu currículum dice muchas cosas positivas de ti. Sabes usar Word, Excel, tienes manejo del inglés, sabes trabajar en equipo. 

—Sé todo eso a la perfección —mentí.

—¿Segura? —él alzó la barbilla, retador, pero a la vez muy juguetón. 

—Muy segura —respondí mirándolo fijamente. 

—¿Cómo puedo creerte? 

—La única manera es que me dé una oportunidad. —Me encogí de hombro genuinamente—. Necesito trabajar. 

—¿Puedo preguntar por qué? Digo, todo el mundo necesita trabajar, pero ¿hay algo en particular? 

—Vivo en el campo con mi papá y mi hermana. Mi papá es muy esforzado. Se encarga de los animales en el campo y también trabaja como repartidor en una empresa de envíos. Quiero estudiar medicina y sé que él no me puede costear la carrera. De verdad que daré lo mejor de mí para hacerlo bien. Necesito el empleo. 

El muchacho me miró con interés. 

—¿Y puedes partir mañana? 

Mis ojos se iluminaron en su totalidad. 

—Claro... Claro que puedo. Sí... Claro. 

—Vale. —Él sacó una carpeta de uno de los cajones—. Aquí está toda la información del hotel: planos, jerarquías, funciones del personal, etc. Lo hice yo para estudiarlo, supongo que te servirá a ti también. 

—Lo traeré aprendido para mañana —dije, decidida. 

—Ahora debes ir a la oficina del personal y te harán más preguntas aún. Mi abuela no estará por unos días así que... Tú y yo... 

Sentí que repiqueteó su pierna y yo igual lo hice de los nervios que sentí. 

—Oh, seré su asistenta... Eso es genial, ¿no? 

—De seguro. 

Me puse de pie y él igual hizo lo mismo. Tuve que elevar un poco el mentón para mirarle. 

—Bueno, gracias por todo... Eeeh...

—Nico —habló por mí—. Dime Nico. 

—Bueno, gracias, Nico. 

El asintió y se tocó el cuello. Nos quedamos mirando unos segundos hasta que dijo:

—Espero verte mañana, Kim. 

NOTA DE AUTORA: 

Gracias por leer <3 estoy emocionada con esto :D 

No olviden seguirme en redes, ya estaré haciendo un banner, que se me olvidaron las medidas jaksjd 

No olviden dejarme su voto e interactuar, nos vemos 🤎

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro