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Por cierto, antes de empezar, gracias por leer y por todo el amor que le dieron al capítulo anterior 🤎

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Un recorrido con Nicolás. 

Cuando me subí al autobús encontré un video en internet llamado: "Curso rápido de Excel para tontos". 

Gracias. Me ofendí, pero gracias. 

Estuve escuchándolo desde que me bajé en la zona verde hasta que llegué a la cuadra del hotel. Era un día de mucho tráfico y todo el mundo parecía estar histérico. Los taxis amarillos conducían en exceso de velocidad; la gente chocaba entre sí e incluso presencié a un hombre caer en bicicleta porque entre dos perros le mordieron las ruedas. 

A eso le llamo trabajo en equipo. 

Crucé hasta el hotel y le mostré mi credencial al guardia. Quise saludar cordialmente a la recepcionista, pero no fue así, me llamó con entusiasmo y vi que sacó una caja de cartón color rojo y le abrió la tapa. Eran dulces. 

—Vanessa me dijo que eras la nueva contratación y... bueno, a todos los nuevos les doy un regalito. Soy Dulce, por cierto. 

—Vaya, esto es muy... dulce de tu parte. —Tomé un dulcecito con una sonrisa afable—. En serio, gracias. 

Ella le restó importancia. 

—Me gusta ser atenta. Si necesitas ayuda o algo... Solo dime. Y si tienes algún conflicto con alguien..., también. Aunque el ambiente laboral aquí es buenísimo. 

En ese momento el ascensor de la izquierda se abrió y un muchacho de cabello castaño claro se bajó. 

Era mi jefe. 

Lucía impecable y a la vez informal. Vestía una sudadera roja de cuello redondo, un pantalón deportivo negro y unas zapatillas blanquísimas. Cargaba su mochila en un hombro y en un brazo sostenía su chaqueta acolchada negra. 

Cuando nos miramos, me movió la mano y gesticuló un: «hola» con una sonrisita. 

El momento duró poco; dos sujetos de traje azul se acercaron a él y se pusieron a conversar entre ellos como buenos colegas. Nico se veía mucho más joven que ellos, sin embargo era incluso más alto y llamativo. 

La conversación parecía no tener fin, así que subí al cuarto piso y me dirigí hacia la oficina. Era enorme. Había una puerta que dividía el área de reuniones con la del trabajo principal. El piso era de porcelanato brillante, un estilo bastante minimalista. Había plantas, cuadros con títulos universitarios, lámparas colgantes doradas y un gran sofá para recibir a algún colega. Ah, y también un refrigerador con refrescos. 

Yo tenía un humilde rinconcito frente al gran escritorio de Nicolás. Tenía mi propio computador, mi plantita y mi silla ergonómica. 

Y todo gracias a Duolingo. 

Oh, pero no podía cantar victoria, pronto muchas personas llegaron a la oficina, llevándome papeles que ni si quiera sabía que significaban, mi correo también comenzó a llenarse y me discutía gente que... ¡que no había visto en mi puta vida!

—Necesito la factura. —Vanessa se cruzó de brazos frente a mí—. Ahora. 

—La estoy haciendo —dije mientras buscaba en Google cómo se hacía una factura—. Ya casi la termino... 

Vanessa ya estaba harta. 

—¿Quieres apurarte? 

—Kim... ¿Nicolás ya aceptó el presupuesto? —Apareció otra muchacha en mi oficina. 

—Yo... Bueno... No le he dicho aún porque está ocupado... 

—¡Pues que se desocupe! 

Quiero llorar...

El teléfono sonó para mi horror. 

—Dirección general... —intenté decir sin que mi voz dependiera de un hilo. 

—Te llamo de contabilidad, quedaron unos papeles ayer para que los vengas a buscar, necesito que Nicolás los firme ya, ahora. Estamos atrasados con esto. Baja en cinco minutos. 

—Yo... Yo le diré a Nicolás que... que lo firme. —Comencé a anotarlo en mi cuaderno, nerviosa—. De inmediato. 

—Vendré en 10 minutos —Vanessa suspiró—, y te aconsejo tenerlo listo sino no durarás un día aquí. 

Mierda. Me puse de pie y saqué rápidamente de mi bolso una peineta. La pasé por mi cabello cobrizo y me puse un poco de perfume. Me limpié una lágrima y tomé las carpetas para bajar presentable al segundo piso. 

Ay, no; el teléfono sonó de nuevo. 

Estoy cansado, jefe. 

—¿A-aló? 

—Llamo de operaciones. Por favor avísale a Nicolás que tenemos reunión a las tres de la tarde. 

—¿Cuál es su nombre? 

—Arno Zimmermman. 

¿Ano qué? 

—Anotado, señor Ano. 

—¡Cómo me dijist...!

Colgué. 

Fui corriendo hasta el segundo piso. Ni siquiera anoté lo último, creí que podía memorizarlo. Fui a buscar todos los documentos que me faltaban a la velocidad de la luz. La gente me veía correr de allá para acá y de acá para allá; de un piso a otro; oficina tras oficina. No tenía tiempo ni de mirar la hora, solo supe que debía descansar cuando todos se estaban preparando para el almuerzo. Nadie hacía nada más cuando se abría la cocina. 

Aun así, yo no podía almorzar, tenía que llenar planillas, completar facturas y tenía muchas dudas de cómo se hacían las cosas. ¿Lo estaba haciendo bien?, ¿mal?, ¿horrible? Y lo peor era: ¿De verdad era tan hostil el mundo laboral? 

Entré muy cabizbaja a la oficina. Triste. Cansada. Agotada. Yo... Yo no iba a poder con esto, todo el mundo me trataba mal... 

Solía estar acostumbrada a la secundaria, a mi casa, a mi ambiente. El hecho de que comenzaba una etapa en mi vida que me sacaba de mi zona de confort y me hacía sufrir me daba mucha tristeza. 

Me senté en mi silla, apoyé la cabeza sobre los brazos y bueno, me puse a llorar con tanto sentimiento que dejé el escritorio lleno de lágrimas. Y eso que solo había pasado unas cuantas horas. 

—¿Kim? 

Mientras estaba atacada llorando —porque sí, no podía dejar de llorar—, levanté mi cabeza y vi que Nicolás estaba de pie con las cejas juntas, observándome. 

—¿Qué quiere? Déjeme sola.

—Estaba en reunión... Déjame adivinar: fueron groseros contigo, ¿no? 

—¡USTED QUE CREE! 

Nicolás dio un respingo. 

—Hice todo m-mal... 

—Es tu primer día, Kim... 

—¡Y EL ÚLTIMO! 

—¡NADIE TE VA A DESPEDIR! 

—¡YO ME AUTODESPIDO!

—¡Claro que no! ¿Quieres que te traiga un café o algo...? 

—¡No quiero café, quiero irme a mi casa! 

Y aquí el muchacho hizo algo que jamás pensé que haría: se puso de rodillas y dio vuelta mi silla giratoria para que quedara frente a él. Puso una mano en el apoyabrazos mientras yo seguía limpiándome las lágrimas. 

—Hey, entiendo que te hayas sentido atacada. 

—Voy a renunci-iar... Necesito mi... mi cajita para echar mi plantita... 

—Kim, te di el empleo porque tenemos la misma edad, sé que es ridículo que pidan experiencia. ¿Tú crees que yo sé algo? Mi vida es una improvisación. 

—¿Y entonces por qué no me ayuda con esto? 

—No hago estas cosas. —Movió las cejas para arriba y para abajo—. Soy el jefe. 

—Jefe en pañales será. 

Nicolás me miró con una mezcla de sorpresa, risa y de estar ofendido al mismo tiempo. 

—Perdón, se me salió.

—Me ofendes, Harrison, mi abuela me nombró empleado del mes. 

Nico sonrió cuando yo logré reír un poco. 

Como serán los otros. 

No tardé en pasarme la muñeca por los ojos para intentar calmarme. Jamás me había sentido tan presionada en mi vida y parte de mí no quería crecer para enfrentarse a todo esto. Se suponía que la gente grande era más madura... 

—Perdón por ponerme a llorar y gracias por calmarme, no... volverá a pasar. 

Nico asintió mirándome directamente a los ojos y se puso de pie; caminó hasta su escritorio y se incorporó a mi lado. Le eché un vistazo rápido mientras él miraba la pantalla. Me llamó la atención lo interesante que era. Tenía una nariz recta, una mandíbula perfilada y una esencia elegante. De seguro lograba envolver a cualquiera con su atractivo. 

Sumémosle a eso que parecía ser bastante encantador y con sentido del humor. 

—¿No sabes hacer una factura? —preguntó. 

—¿Y usted sabe? 

—Yo menos. —Nos miramos de reojo. 

—¿Y qué hacemos? 

—No sé. —Nos miramos de reojo nuevamente. 

Hubo un silencio lleno de resignación. 

—¿Tienes hambre? —me preguntó. 

—La verdad es que demasiada. 

Estiró su brazo hacia el teléfono y comenzó a marcar. Sus ojos azules me miraron de una manera expectante mientras estaba la llamada en espera. 

—Buen día, Omer, llamo del departamento de dirección, ¿nos podrían traer el almuerzo? Sí, dos platos con postre, por favor. Gracias. 

Cuando colgó, nos acomodamos y empezamos a buscar en las carpetas anteriores cómo se hacían las cosas. El almuerzo llegó en cuestión de minutos y, mientras comíamos en el escritorio, Nico me contaba chismes de los trabajadores. 

—Dulce no es muy dulce, es amarga. 

—¡Es un amor! —dije con la boca llena—. Esta mañana me regaló un caramelo. 

—No, no... En verdad te está vigilando. Es un amor contigo y luego habla mal de ti con sus colegas. 

Quedé con la boca abierta. 

—Qué grandísima hija de... 

Nico torció la sonrisa, mirando el plato. 

—Acá todo lo ven como competencia, no te fíes de nadie. 

—¿Ni de ti? 

—Nah, de mí sí, yo estoy aquí porque mi abuela se quiso tomar vacaciones y mi padre no puede estar porque va a las elecciones presidenciales. 

—Eres famoso, ¿eh? 

Nico se encogió de hombros mientras pinchaba su carne con el tenedor. 

—Mi familia lo es, yo no espero serlo. 

—¿No quieres reconocimiento y fama? 

Fijó la mirada en mis ojos y negó con la cabeza. 

No quise seguir indagando mucho en el tema, así que seguimos comiendo mientras veíamos los tutoriales. Todo hasta que se nos fue la hora y nos avisaron que éramos los únicos que faltábamos en esa reunión. 

Mierda. 

Mientras bajábamos corriendo por las escaleras, le revelé: 

—Le dije Ano a un señor. 

—¿QUÉ? —él dejó de correr y me miró con gracia—. ¿Cómo? 

—Así me dijo que se llamaba... 

Él apretó los labios, pero al fin y al cabo, terminó mostrando todos los dientes por la risa. 

—Es gracioso porque tiene cara de ano. 

—¡Jefe! 

—¡Es verdad! Pero se llama Arno, si descubre que le decimos Ano nos va a mandar una carta de reclamo —Nico reía. 

—¡Dejen de conversar y vamos! —Vanessa avanzaba, harta como siempre—. ¡Dios, estoy al cargo de un par de niños!

🤎🤎🤎

Papá se había quedado dormido en el sofá después de enfrentarse a un largo turno como repartidor. No sabía si apagar el televisor o no porque iba a despertar y me diría algo como: «¿que no ves que estoy mirando?».

Al fin y al cabo me di la razón: cuando apagué el aparato, papá dio un respingo. 

—¡Mi novela! 

—¡Estabas roncando como puerco!

—Puerca tu abuela. La apagaste en la mejor parte. 

 La actividad favorita de papá —aparte de ver novelas—, era pasar tiempo con mi hermana y conmigo. No podía faltar el crépito de la leña en la chimenea, el chocolate caliente y las tostadas con mantequilla para la cena. ¿Había algo mejor que eso?

Tu jefe, jajajaj. 

Aunque por supuesto, al final del día los tres, lamentablemente, seguíamos notando la ausencia de mamá. 

—... Y entonces todo fue de locos —comencé a contarles en la cena—: Pensé que el chico era un creído con todo el dinero que tiene, pero me equivoqué, es... agradable. Muy. Más de lo que pensé... —Le di un sorbo a mi chocolatada. 

—¿Y qué harás en la oficina? ¿El aseo? —preguntó mi hermana Kass de manera un poco despectiva. 

Bueno, solía actuar como una niña rica cuando no lo era. 

—Es un trabajo como cualquier otro, Kass. Debo limpiar la oficina, servir el café a los jefes, responder correos... Pagan bien y hasta puedes comer en el buffet y sacar cuánta comida quieras. ¿No es genial? 

—¿Qué es gastronomía de lujo para los ricos? —se preguntó papá comiendo de su tostada—, ¿un pedazo de carne decorado con un cilantro bien feo? 

Me eché a reír y choqué mi vaso con el de él. Kass estaba en su celular. Tenía 15 años y pocas veces podíamos hablar con ella sin que estuviera de mal humor. 

—Solo admite que es más rico un par de huevos con tocino por la mañana. —Papá olfateó al aire—. Mmm... Deseo de corazón que ya llegue el desayuno.

—Lo único que te va a llegar al corazón será el colesterol, papá; ya cuídate. 

Papá me miró de reojo, ofendido. 

—Aburrida. Aunque, si me voy de este mundo, que sea con el estómago bien llenito. 

Seguimos conversando y riendo por un largo rato. Me sorprendió que mi hermana quisiera hablar, así que la escuchamos con mucho entusiasmo. Me contó que ella y papá atendieron el parto de una cabra, y que uno de los chivitos estuvo a punto de morir. Ella le hizo reanimación y bueno, se sintió genial. Siempre estaba encerrada en su habitación escuchando música y me alegraba que se involucrara más en otras cosas aparte de su celular. 

Aunque claro, jamás les diría a sus amigas esas cosas. Me enteré hace poco que decía que su padre era un abogado con mucho dinero. Si papá tan se enteraba de que ella se avergonzaba de él... 

Apenas la cena había terminado, subí al segundo piso y entré a mi habitación. Me situé en el alféizar de la ventana con el celular en mano. Tenía poca señal y ya estaba oscuro. No me quedó de otra que mirar cómo convivían los animalitos entre sí. 

Se me hacía loco pensar que yo tenía que trabajar para pagar mi educación y que Nicolás ya lo tenía todo. También se me hacía loco pensar que yo iba a estudiar en la universidad y que papá solo terminó la secundaria. También era inevitable pensar en que mis abuelos ni siquiera sabían leer. Me daba lástima saber que en la vida no todos tenemos las mismas oportunidades. 

De pronto se me iluminó la pantalla del celular. Al tomarlo me di cuenta de algo: 

Tenía un mensaje de Nicolás. 

🤎NOTA DE AUTORA 🤎

Síganme en instagram, me encuentran como LiaBenavid3s y subo mucho contenido de mis libros 💫

Kim y Nico también tienen cuenta manejada por dos lectoras guapas, las cuentas están en mis historias destacadas :D 

Y si les gustó el capítulo no olviden dejarme su voto e interactuar, besoooos


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