13

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Y ese gif? 🐐

(***)

"Y en las noticias de esta mañana, Nicolás Meyer continua desaparecido. El hijo del empresario y candidato a la presidencia no ha dado rastros de su paradero. Existen rumores sobre una posible conferencia por parte de su padre, donde hablará de nada más ni nada menos de las razones de la desaparición de su hijo, y todo esto ligado a los delitos que se le inculpan, como el lavado de dinero de sus fundaciones. 

Cabe destacar que la recompensa por encontrarlo aumentó a 5000 dólares". 


13

Nicolás quiere demostrar que es inocente. 

Con Kim nos complementábamos muy bien porque ambos éramos pésimos detectives. 

Eso sí, Kim era mucho más ingeniosa y estratega que yo. Yo era más de vivir el momento y preocuparme cuando era necesario. 

Ahora estaba acostado en la cama. Kim, con bastante delicadeza, puso una crema hidratante de pepino y luego ocupó el rodillo de masaje facial. Me sentía relajado, pero sin dejar de escuchar su plan maestro. Según ella necesitábamos buscar testimonios, y eso implicaba salir de mi escondite usando mi... peluca. 

No debí ponérmela, ahora Kim me llamaba "Nico Montana". 

—La única persona que es experta en finanzas es el señor Ano —dije—. Está con licencia desde que le enchuecaste la nariz con el portazo. 

—¿Y dónde vive como para ir a verlo? Digo, si es que nos deja pasar.

—Está a tres horas de la ciudad. Vive en su casa con su gato.

Kim se mantuvo pensativa. Sabía el riesgo al que nos exponíamos, y ya me había confesado el temor que sentía si es que me llegaban a atrapar. Estaba muy preocupada la hormiguita, así que uno solo se deja querer en estos casos. 

Se puso de pie para tomar la bandeja con palomitas de maíz que estaba encima del pequeño televisor sobre el mueble. Ladeé la cabeza con interés para observar sus curvas. El pantalón de pijama azul se le ajustaba a las caderas y su blusa blanca a tirantes se situaba a la altura del ombligo. 

A veces me gusta esto de ser prófugo.

Kim se ubicó a mi lado en la cama y nos recostamos en ella con las palomitas en medio de nosotros. Se reproducía una peli de fondo que se veía difusa porque el televisor era viejito, así que nos pusimos a leer los registros financieros que nos envió Carla. Nos mirábamos de reojo porque no entendíamos nada. 

—Mejor seguimos comiendo —sugerí—. O nos comemos, como tú prefieras. 

Me causó gracia cuando me alzó la ceja. 

—Nicolás, reacciona por favor. 

Le lancé un beso. 

No puedo describir con certeza lo ruborizada que se había puesto. Me continuaba mirando fijamente, pero como si quisiera matarme. 

Al cabo de unos segundos, no se le ocurrió otra cosa que morderme la zona del hombro. 

—¡AAAAAAAAAH! 

—¡¡Nico!! —Me cubrió la boca rápidamente—. ¡Ni siquiera alcancé a morderte! 

—Me tomaste por sorpresa, pues. —Respondí y me sobé el hombro—. Todos me atacan aquí. Tu papá me intentó golpear con un bate, la cabra intenta asesinarme y ahora tú me muerdes.

—Perdón. A veces me... pones nerviosa. 

—¿Ah, sí? —Me acomodé para escucharla con interés—. ¿En qué sentido? 

—Por tus coqueteos, ¿le dices lo mismo a todas? 

Chasqueé la lengua y sonreí ampliamente por las preguntas que se le ocurrían. 

—Estoy prófugo, Ana María Luz, ¿cómo voy a andar coqueteándole a otras? 

—No sé, tú dime. —Se encogió de hombros intentando fingir indiferencia. 

—¿En serio crees que soy alguien que le coquetea a muchas chicas? 

—No se vale responder con otra pregunta. —Kim torció la sonrisa. 

—Estás celosa —dije en un tono más bajo, divertido. 

—Claro que no, creído. 

Me mordí el labio inferior. Dios, no podía dejar de mirarla. Era tan hermosa. 

—Yo sé que sí lo estás. Tu papá me confirmó que yo te gusto. El suegro está de mi lado. 

—Por ahora —aclaró—. Pero si me lastimas es capaz de sacar nuevamente el bate, ¿eh? 

Me sorprendí, no esperaba que, de cierta forma, Kim reconociera lo que dijo su padre. De pronto sentí el impulso de acercarme más, y lo hice lentamente. Afirmé mi cabeza en el respaldo y ella hizo lo mismo. Mis labios quedaron a una distancia prudente como para que la tensión y mis deseos de querer comérmela a besos aumentaran. 

Nos sumimos en un silencio tenso y no pude evitar notar lo radiantes que estaban sus ojos verdosos. Tenía las pupilas dilatadas y un brillo especial en las mejillas. Me llené de expectación al percibir cómo me envolvía su calor corporal y cómo su cuerpo estaba inclinado hacia mí. Se sentía demasiado bien, y eso que ni siquiera había probado sus labios.

Aún. 

—¿Acaso no notas que nuestros ojos se llevan bien? —susurré. 

—¿A qué te refieres? 

—Los míos te buscan y los tuyos ríen cuando los encuentro. 

Me di cuenta de la curiosidad en su rostro. Tragó saliva y arrugó sutilmente las comisuras alrededor de sus ojos. No me dijo nada, solo se arrimó todavía más a mí y me observó con profundidad. 

Vale, moría por hacer esto. 

Estuve esperando mucho por esto. 

Puse una mano en su cuello con delicadeza. Antes de besarla, situó su mano sobre la mía y observó mis labios detenidamente. Cuando nos miramos con un deseo palpable, cerramos los ojos y nos besamos como si nada más existiese. No se sentía como un alivio; más bien, estábamos sufriendo porque, en el fondo, lo necesitábamos hace mucho. 

Le aparté el cabello del hombro y luego, con esa misma mano, recorrí su cintura. Al sentir su respiración entrecortada apreté esa zona al sentirme excitado. Ya no estábamos reprimiendo nada, y se sentía demasiado bien. Kim ladeaba su cabeza de un lado a otro; era suave, candente y decidida a la vez. 

Me incliné más a ella, de modo que la palma de mi mano frotaba un lado de su cadera. Era consciente de todos sus gestos cuando la tocaba. Su pecho era un vaivén de emociones que me agitaron aún más. Bajé una de las tiras de su blusa y de su brasier a la vez, dejando una caricia sobre su cuello. 

Un suave gemido se reprodujo cerca de mi oreja. 

Nuestros besos ya no sonaban gentiles, sino exigentes. 

Me estaba olvidando de todo, solo podía dimensionar que estaba besándome con la chica que me traía vuelto loco. Ella enredaba sus manos en mi cabello y yo tocaba su pierna como si me perteneciera por completo. Entonces, la acomodé sobre mi regazo sin dejar de besarnos. Ahora tenía su peso sobre mi pantalón, por lo que levanté las caderas y la sujeté de la cintura para acoplarme mejor. 

Sin embargo, me sobresalté cuando sentí los gritos de su hermana por el pasillo. 

—¡Kim, ya me sacaste la rizadora! 

 Del susto, Kim perdió el equilibrio al separarse de mí y se cayó de la cama como un saco de papas. 

—¡Auch! —ella soltó una risita adolorida. 

—Mierda, Kim. ¿E...estás bien? —Me levanté rápidamente, me acomodé el pantalón del pijama y le estreché la mano.

—¡Escóndete ya! 

En el momento en el que Kass giró la manilla y la puerta no se abrió, comenzó a reclamar y a golpear. Kim y yo nos miramos, y ella me indicó que me escondiera debajo de la cama. Lo hice rápidamente, soportando cierto dolor en mi regazo. Mi visión solo se limitaba a ver sus calcetines de Bob Esponja dirigiéndose hacia la puerta. 

—¿Se puede saber por qué me sacas mi rizadora y no me avisas? —Espetó Kass. Quedé esperando la respuesta de Kim, pero parece que ni siquiera podía hablar. 

La dejé loca. 

—Uhm... La tomé porque... ¡Bueno, qué te importa! ¡Quería hacerme rulos y ya!

—¿Por qué estás tan despeinada? —preguntó con sospecha—. Y a la defensiva, además.  

—Porque estaba durmiendo, tú arruinaste mi siesta y eso me pone de mal humor. 

—Tú nunca duermes siesta. Y no creo que te des el tiempo de dormir cuando tu enamorado anda desaparecido. 

Enamorado, ajá. 

Hasta que mis manifestaciones se hicieron realidad. 

Kim no dijo nada al respecto. Todo quedó en un silencio tenso y no sabía cuánto iba a aguantar así. Debajo de la cama podía ver las tablas de madera separadas y un sobre encima de ellas. Intenté leer lo que decía. Al comienzo no entendía muy bien hasta que logré descifrarlo. El sobre decía: mis ahorros para medicina. 

Sentí una mezcla de emociones porque, en primer lugar, me daba tristeza el hecho que tenía que ahorrar peso por peso para costearse su sueño. Lo segundo fue admiración por lo dicho anteriormente. 

Si lograba salir de toda esta ilegalidad, a Kim no le iba a tocar pagar ningún peso para costear su carrera. 

 —Anoche no dormí nada pensando en Nico, Kass —mintió Kim—. No tengo idea dónde puede estar ahora mismo. 

Supiera mi cuñada que dormimos juntitos. 

Y nos besamos como unos descarados. 

—Ya verás que aparecerá. De seguro es una estrategia política. Estará todo bien, Kimmy

—Eso espero —Kim suspiró con nostalgia—. Oye, Kass, una pregunta. 

—No fui yo quien se comió tu flan del refri, fue papá. 

—No, no es eso lo que quiero dec... ¿Cómo que fue papá? 

—¡Lo sé! Últimamente no puede ver nada dulce porque se lo devora. 

—E-ese no es el punto. Quiero decir que si por casualidades de la vida te encuentras con Nico y sabes que lo llevarán a la cárcel. ¿Lo entregarías por la recompensa? 

Pff, ¿qué clase de pregunta era esa? ¡Claro que no me entregaría! Nos llevábamos super b...

—Sí —respondió. 

Qué. 

Ah, gracias. 

A mi costado habían unas chanclas viejas y desteñidas de goma EVA. Me dieron ganas de lanzárselas en la cabeza. 

Por cierto, había visto que en su velador tenía pantuflas más lindas que esas, y, sin embargo usaba aquellas que se desarmaban solas. 

En fin. 

Kass naturalmente admitió que le vendría bien a su bolsillo esa cantidad de dinero para invertirla en su emprendimiento como manicurista y maquilladora. No le guardé tanto rencor a la desgraciada. 

Comprendía que mucha gente necesitaba dinero para sobrevivir y otros se movían por la avaricia. Mucha gente era capaz de todo por billetes, desde ciudadanos comunes hasta gobernantes. 

—Ahora dame mi rizadora de una buena vez —dijo la desgraciada finalmente. 

Kim caminó algo enojada hasta su velador. Kass le mencionó que llevarían a las tías a dar una vuelta por el pueblo, así que estaríamos solos en casa por algunas horas. 

—Acá está tu cosa mala que ni riza. 

—Tú que ni sabes usarla. 

—Ti qui ni sibis usirli. —Kim le cerró la puerta en la cara—. Adiós, te quiero. 

Kim Harrison

Nico esperó unos segundos para salir. De hecho, sacó un brazo sosteniendo una de mis chanclas. 

—¿Me puedes decir qué significa esto? —preguntó con incredulidad—. ¡Están todas rotas! 

—¡Son cómodas! 

—Kim —Nico se deslizó hacia afuera y se levantó—. A veces hay que dejar ir. 

—Tal vez en 15 años más. 

—Qué tacaña eres. 

—Y tú un intruso. 

Mantuve la mirada fija en él sin poder evitarlo. Su altura, su cabello desordenado, su cuerpo esbelto, pero atlético... No sé qué carajos me pasaba, pero desde que me besó que andaba navegando en el mundo de los deseos candentes. 

Y sí que besaba bien. Eso me mantenía turbada, el hecho de que me lo llegué a imaginar y que haya superado mis expectativas de mil formas distintas. 

Carraspeé mi garganta y me deslicé hacia la ventana para mirar sobre el visillo. No sabía bien sobre qué hablarle exactamente. ¿Qué iba a pasar después de besarnos? ¿Cómo lo haríamos para dormir juntos sin volver a caer? 

De pronto sentí que su vista recaía en mi cuerpo y que comenzaba a acercarse. Cuando quedamos frente a frente, la luz otoñal iluminó la habitación a través de la ventana. 

—Oye, Kim... Seré sincero con todo esto —Nico intentó explicarse—: Me gustó, me gustó lo que pasó instantes atrás. 

—Lo sé —asentí y tragué duro—. A mí también. 

—Pero la verdad es que no quiero que te sientas incómoda, si quieres que duerma en el suelo o en el gallinero lo entend...

Lo besé. 

Sí, de nuevo. 

Solo sé que puse mis manos en su cuello y cerré los ojos, sintiendo los movimientos de sus labios sobre los míos. Estaba experimentando cosas que hace mucho que no sentía. O yo diría que jamás había sentido, no de esa forma tan apasionada. Él me hacía sentir que estaba conociendo el amor de la forma más loca posible. 

Nico clavó sus dedos en mi cintura y me inclinó hacia atrás. Ahora nuestros besos eran cortos y delicados. Incluso sonreíamos mientras nos besábamos. 

—Estamos solos en casa —musité—. Es momento para que bajes a comer algo antes de que papá llegue. 

—Justo. —Me besó—. Se me quitó—. Me regaló otro beso—. El hambre. 

—Qué curioso, ¿no? 

—Sí, qué curioso —musitó Nico antes de morderme el labio inferior. 

—Deja de besarme y vamos a comer —reí sobre sus labios—. Que estás prófugo, no de vacaciones, Nicolás. 

—Vale, vale. 

Me hubiese gustado seguir, lo admito, pero Nicolás estaba prófugo y yo era una encubridora. No podía perder los estribos y jugar a la adolescente enamorada mientras ocurría una injusticia. Por lo tanto, y luego de un par de besos más, me hice a un lado y le dije que bajáramos para idear nuestro plan. 

El pobre Nico se acomodó el pantalón un poco adolorido. Yo salí por el pasillo como si nada. 

Ya en la cocina, Nico colocaba los cubiertos mientras que yo vertía el puré en los platos. Puse a freír los huevos y el tocino en el mismo sartén, y los coloqué sobre el puré. Le serví a Nico y luego me senté, lista para comer. 

—¿Estos huevos son de mis amigas? —hizo referencia a las gallinas. 

—Claro, es parte de tener una granja. Te levantas temprano, vas a sacar huevitos y te haces un desayuno. 

—Mmm... Riquísimos. Aprobado. —Nico asintió con gusto. 

 —Si quieres puedes repetir el plato. 

  —Digamos que sí quiero repetir, pero no el plato. 

Le alcé una ceja de inmediato. Él negó con la cabeza con una sonrisa divertida y continuó comiendo. 

Ay, señor. En mi fuero interno, jamás pensé que me iba a estar besando con el chico que no leyó mi currículum y que me dejó trabajando en su hotel. 

Los caminos de la vida... 

La cosa es que me levanté de la mesa para prender el pequeño televisor con antena que teníamos en la cocina. Era de mi papá en los ochenta. Según él, aún servía. 

... Callie Morgan, la vocalista de la banda británica más famosa del momento decide entrar a rehabilitación. 

... Hoy hablaremos sobre vampiros. ¿Realmente existen? 

... La joven de 19 años que desapareció la noche del 7 de agosto del año pasado reaparece bajo extrañas circunstancias. 

Cuando al fin logré ver la conferencia de prensa de Richard Meyer, subí el volumen y escuchamos atentamente las mentiras que iba a decir en contra de su propio hijo. 

"Uno nunca se espera lo peor de sus hijos. Siempre le enseñé a los dos varones que tengo y le enseñaré a mi pequeño que tiene un añito, que en la vida hay que ganarse el dinero con esfuerzo, tal como yo lo hice y tal como ustedes lo hacen a diario. Porque a mí no me importa meter a un hijo en la cárcel si es necesario para acabar con la corrupción de este país". 

Estaba dispuesta a seguir escuchando luego de la ovación que le hicieron, pero Nico se puso de pie y apagó la tele. 

—No pienso seguir escuchándolo. Es un idiota, ¿sabes? Le expliqué lo que significaba para mí esa fundación y, aun así, la manchó con dinero sucio. 

—Así son los políticos, supongo. Fingen que se preocupan por la gente. 

—Eran niños, Kim, niños que estaban ilusionados en ser parte de algo. 

—Lo sé, Nico, es por eso que debemos armar un plan —dije desde la mesa—. Sino ese tipo se va a salir con la suya y terminarás en la cárcel. 

—Ajá. Así es. —Nico asintió con las manos en las caderas—. Idearemos el mejor plan de todos, porque te aseguro que ese hijo de puta no se va a salir con la suya.  

Deslicé hacia mí el sobre con información que nos entregó Carla. Volteé la hoja y comenzamos a formular el plan llamado: Probando la inocencia de Nicolás.  

Pero, ¿cómo iba a resultar todo esto si intentaríamos pasar por desapercibidos en la ciudad? 

Oh, esto iba a estar de locos. 


NOTA DE AUTORA: 

¿Qué tal los besos? <3 

Les quiero decir que el otro capítulo estará de locos con estos dos en una misión. Si llevaron a la quiebra la empresa, como les irá con esto jaksjd

Bueno, gracias por interactuar y votar, l*s quiero un montón <3 

Síganme en wattpad para que lleguen mis notificaciones y mi IG es LiaBenavid3s 🤎🐐🌿


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro