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Holaa! Quería decirles que me demoré porque no pagué el internet akajka Estoy en la ventana de mi casa robando el wifi de la plaza 

En fin, déjenle un corazoncito ahora a... la abuela Samantha bonita  💕


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Las aventuras de un peligroso criminal 

—Más te vale que me expliques qué está pasando, Nicolás. —Le apunté con el atornillador.

—Vale, te voy a explicar, pero nadie puede saber que estoy aquí, ¿sí? Yo... yo estoy prófugo. Soy prófugo de la justicia.

Mientras continuaba arriba de él, me mantuve mirándolo fijamente, intentando ser seria. Pero es que ¡PFFFFF! No pude evitar soltar la risa contenida. Y es que, ¿acaso no se le pudo ocurrir nada mejor?

—¿Prófugo? —continué riendo—. ¡Uuh...! Dónde tienes el arma, ¿eh?

—Deja de mov...

—Es que... Te viste John Wick, ¿verdad?

—Es una larga... his-historia. —Nico lo dijo con una voz ronca y liberó un suspiro entrecortado.

—¡Pues explícame! —Gesticulé como si fuera obvio—. ¡Hace cinco minutos me enteré de que medio mundo te anda buscando por una recompensa millonaria!

—¡Pues como quieres que te explique si te mueves a cada rato!

Oh, eso.

—¡Kim! —Sorpresivamente gritó papá desde la entrada techada mientras lluvia caía con intensidad—. ¡Voy para allá!

Oh, no... Aquello era muy malo. Abrimos los ojos de par en par y nos levantamos al mismo tiempo al sentir el chapoteo de las botas sobre el barro. Chap, chap, ¡papá se estaba acercando!

—¡Escóndete! —susurré, sintiendo que se me subió el calor a la cara—. ¡Rápido!

—¡Me van a picotear tus gallinas!

—¡No te las des de niño riquillo justo ahora!

Espera un momento... 

Enfoqué mis ojos para verlo mejor. Se veía ¿diferente? 

Nico vestía una sudadera negra, pero ahora ya no traía la capucha puesta y eso me permitió notar un detalle. No lo hubiera visto de no haber sido por la luz de la luna. ¡Claro que no me hubiera dado cuenta de que llevaba UNA PELUCA LARGA Y RUBIA!

—A ver —comencé a enumerar con los dedos, furiosa—: sales en la tele por un posible secuestro, apareces en mi gallinero y, para remate, vestido de mujer. ¿Qué se supone que eres ahora? ¡¿Hanna Montana?!

Intentó hablar para darme al menos una explicación razonable, pero no pudo. Se escondió vertiginosamente detrás del estante cuando papá abrió la puerta y encendió la luz. Mi primer impulso fue sonreírle como si nada hubiera pasado —O al menos eso era lo que quería trasmitir, a pesar de que la gallina exigía su lugar.

—¡Hola, pa! —Expandí mi sonrisa y luego tosí cuando la gallina se pasó a golpear la cabeza contra el estante.

—¿Por qué demoras tanto? ¿Aún no hay señales de Nico?

La gallina reprodujo un alarmado: ¡¡CUA, CUA!!

¡¡Ya, cállate, soplona!!

—Uhm... No, aún no hay señales. Yo creo que... que se fue a la casa de algún amigo. Siempre pelea con sus padres y ya sabes, tal vez por eso escapó —dije. Papá se mantuvo pensativo y se formó un silencio extraño durante unos segundos—. M-mejor ve a casa y aprovechas de llevar el generador. Y-yo necesito un descanso de las visitas.

—Vale. —Papá suspiró con esperanza—. Ojalá aparezca ese muchacho. Todo el mundo lo anda buscando, hasta la cabra está acá afuera, imagínate, y con este temporal.

—Oh, la cabra... Sí, debe estar muy preocupada. Le tiene un cariño... especial.

Papá tomó el generador con una mano y frunció el ceño cuando la gallina volvió a aletear detrás del estante, pero no le dio tanta importancia.

—Vale, voy a casa, pero... ¿Estás bien? —Papá se acercó un poco a mí con algo de pena—. Oye, sé que te gusta mucho ese ch...

—¡Qué! —Me puse roja de inmediato—. Qué- qué hablas... Me cae bien, eso t-te dije.

—Cariño, no mientas.

Ay, no.

—Tal... Tal vez lo dije porque ese día andaba sentimental, ¿vale? Ahora ve a... Uhm, a dejar el generador antes de que se queden sin luz. Ve, ve...

—Vale, no te quedes mucho rato aquí, hace mucho frío y no quiero que te enfermes.

Le respondí que no tardaría, así que abrió la puerta y la cabra estaba frente a nosotros. Papá me miró, perplejo. Yo tampoco tenía una explicación, por lo que negó con la cabeza y se fue.

Uf... Suspiré con alivio cuando se alejó. Nico salió de su escondite, ahora sin la peluca. Se despeinó el cabello que estaba mojado, al igual que su ropa. En cualquier otra ocasión pude haberme quedado hipnotizada mirándolo, pero ahora... Bueno, también.

—Empieza a explicarme —ordené, cruzándome de brazos y levantando un poco la barbilla debido a su altura—. Qué significa todo esto, Nicolás.

—¿Recuerdas que te mencioné que estaba trabajando en mi fundación? Bueno, mi padre obviamente me ayudó a fundarla. Lo malo es que me enteré de que a través de eso estaba lavando dinero.

—¿Lavando dinero? —contraje el mentón—. ¿Y te culpó a ti?

Nico asintió y se frotó la nariz, entumecido.

—Descubrí lo que te hicieron, Kim. Amenacé a mi padre con contarle a la prensa la clase de personas que eran para que no votaran por ellos, pero él se adelantó y lo usará como estrategia política.

No pude evitar pensar que Nico hizo todo eso en venganza por lo sucedido aquella noche. Me intentó defender y su padre respondió con algo peor.

—Pero... ¿Cuál es la supuesta estrategia? ¿Acaso no se mancha su nombre así también al tener, en teoría un "hijo corrupto"?

—El tener a un hijo corrupto y meterlo a la cárcel es una excelente estrategia. —Nico tosió unos instantes y luego se aclaró la garganta—. Está dando a entender que va a acabar con la corrupción sin importar quién sea esa persona. Papá tiene todo el poder para inculparme. Quiere silenciarme.

Me pasé la mano por la frente. Que se quedara en casa significaba que podían culparme de encubrimiento, pero a la vez no podía dejar que lo llevaran a la cárcel, pues era inocente. El otro punto era que ofrecían una recompensa exuberante. ¿Qué pasaría si mis tías lo encontraban? O peor aún, ¿qué pasaría si algún vecino lo encontraba?, ¿Kass?

Para mi horror, Samantha me estaba llamando.

—Dile que no sabes nada de mí —dijo Nico rápidamente—. Le van a rastrear la llamada.

—¿Qué? ¡Pero debe estar preocupada!

—Carla le avisará en unas horas, créeme, solo se va a asustar por el momento. —Nico me regaló una mirada sincera, pero el momento fue interrumpido por un nuevo estornudo.

—Ay, Nico... —titubeé.

—Por favor, Kim, ayúdame. No quiero ir a la cárcel... Por último me quedo aquí, en el gallinero o en el establo... No... No te quiero molestar, será por unos días, Carla está investigando todo. 

Contesté la llamada cerrando fuertemente los ojos. Mentirle a una persona que amaba a su nieto resultaba cruel para mi corazón de abuelita. 

—¿K-Kim? —Samantha sollozaba. 

—Hola, Samantha. Ya me he............ enterado de todo.

—¿Dónde estará mi Nico? Est-estoy preocupada por mi bebé. 

—No sé... Yo no sé dónde está. —Tragué duro y empecé a tartamudear levemente—. Lo ac-acabo de ver por la tele y... estoy igual de impactada que tú.

—Temo que le haya pasado a-algo...

—¿Te parece si nos juntamos mañana? —pregunté y miré a Nico, a lo que asintió—. Así podemos buscarlo entre las dos, ¿bueno? Pero tranquila, ¿sí?

—B-bueno, cielo, ahora seguiré contactándome con más gente. Muchas gra-gracias. Si sabes algo sobre mi niño me comunicas, por favor.

Después de colgar, inevitablemente le di golpecitos en el pecho sin poder contener mis nervios.

—¡Pobre de tu abuela!

—Deja ya de preocuparte. —Nico rodó los ojos—. Mira que te ves muy sexy siendo gruñona y me distraes. 

—Nicolás. —Le alcé una ceja, a lo que él me respondió con una amplia sonrisa que más me enojó.

—Relájate, Kim, Carla le dirá a mi abuela. Ella no me va a delatar, al contrario: va a hacer caer a mi padre. 

Exhalé mirando hacia el techo. Solía estresarme por todo y ahora con esto sentía que en cualquier momento iba a girar sobre mi propio eje.

Otro relámpago iluminó la noche, y sin embargo, el sonido de la lluvia ya no tamborileaba tan fuerte sobre las ventanas. Guardé silencio por unos momentos, Nico estaba tiritando de frío, pero intentaba disimularlo. Se ajustaba las mangas de su sudadera cuando los escalofríos le recorrían el cuerpo.

En la televisión dijeron que ya llevaba 24 horas desaparecido. O sea que, en llegar hasta mi casa, pasó buena parte de la noche caminando bajo la lluvia en soledad.

Rompí el silencio finalmente.

—No has comido nada, ¿verdad?

Nico negó con la cabeza y bajó la mirada.

Parecía un problema de nunca acabar. Necesitaba llevarlo a una parte donde se pudiese cambiar de ropa. Tenía frío, hambre y seguro estaba muy asustado. Me puse en su lugar: nació con muchas comodidades, y ahora no tenía nada de eso. Lucía como un cachorrito abandonado.

Mi plan parecía no ser tan descabellado. Quería volver a casa para buscar comida y agua mientras que Nico esperaría tranquilamente en el gallinero. Ya me las ingeniaría luego cuando todos estuvieran durmiendo. No podía permitir que alguien lo descubriese; cualquiera podía entregarlo e ir a reclamar su recompensa. 

Así que en el momento en el que le expliqué lo que haríamos, Nico me escuchó mientras afirmaba la mitad de su cuerpo en la madera.

Estando de acuerdo, abrí la puerta, pero antes de salir, ya tenía que hacer sus chistes en el peor momento.

—¿Irás a decirle a tu papá que el chico "que te cae bien" aún no aparece? —dijo, divertido.

—¿Y por qué haces énfasis en las comillas? 

—Bueno, según tu papá, yo te gusto.

Él pareció darse cuenta de mi enojo mezclado con vergüenza, por lo que su rostro, afectado por el frío, sonrió traviesamente. 

—Papá es medio sordo, no te ilusiones.

—¿Y para qué te pones rojita entonces?

Entrecerré los ojos con recelo.

—¿Quieres que haga pasar a la cabra?

—Qué mala eres. Ya verás que algún día la señorita María Elena y yo seremos buenos amigos.

Solo negué con la cabeza porque lo veía muy poco probable. Me puse la capucha y corrí hasta casa. Mis tías seguían en la mesa comiendo y todo lucía relativamente tranquilo. Hablaban sobre la desaparición de Nico y sobre los candidatos presidenciales. Como siempre y con unas buenas copas de vino, se pusieron a discutir por culpa de la política.

Abrí mi bolso y me fui hasta la cocina con discreción. Puse botellas con agua y sándwiches de jamón. Subí para agregar cobijas y mi vaso térmico. Di un vistazo a mi habitación para ver qué más llevar, y encontré algo que cayó como anillo en el dedo: un par de walkie-talkie que usaba de niña.

Sin que nadie se diera cuenta, bajé las escaleras y nuevamente corrí hasta el gallinero. 

—¡Ya traje la comid...! 

No alcancé a completar la frase. Nico estaba sentadito en el banco de madera esperando pacientemente. 

—Oh, uhm... ¿todo bien? 

—Sí, aquí estamos echando el chisme con mis nuevas amigas. 

Las gallinas estaban a su alrededor, mirándolo. 

Se me escapó una risita y me fui a sentar a su lado. Abrí el bolso y le estreché la manta. Él se cubrió de inmediato y luego comenzó a comer. Cuando probó el pan, suspiró con satisfacción. 

—Gracias, Kim. —Nico se inclinó hacia mí y, para mi sorpresa, me besó la mejilla en señal de cariño—.  Esto está delicioso. 

Tú estás delicioso. 

Me reí internamente por culpa de mis pensamientos intrusivos. Así que solo me limité a mirar cómo se balanceaban mis pies con una pequeña sonrisa encantada. Me mantuve pensativa mientras Nico tomaba agua y se comía su segundo sándwich de un mordisco. 

—Te extrañé, Nico —me atreví a decir y lo miré directamente a los ojos—. Extraño trabajar en el hotel. 

—Si te soy sincero, los días en el trabajo se hacen algo aburridos. Mi abuela ha contratado a otro secretario, de hecho.

—¿Ah, sí? ¿Qué tal con eso? 

—A veces nos damos un par de besos, pero nada serio. 

A ambos nos causó risa al mismo tiempo, así que chocamos nuestros cuerpos con diversión. 

—Fuera de broma —Nico miró su tazón térmico—, creo que lo tengo un poco harto. 

—¿Y eso por qué? 

—Supongo que le hablo mucho de ti. 

Tan pronto como levantó la vista y sus ojos azulados se posaron en mí, le regalé una sonrisa serena. Permanecimos en silencio un par de segundos hasta que abracé su brazo y dejé reposar mi cabeza en su hombro. 

—No quiero que vayas a la cárcel, Nico. 

—Ya sé, yo tampoco. 

Continuamos así los siguientes minutos hasta que regresé a casa para no levantar sospechas. Tuvieron que pasar al menos unas tres horas para que toda la visita se acostara. Verifiqué que Kass estuviera dormida y también asomé la cabeza por el resquicio de la puerta de papá. No hacía falta confirmar nada porque sus ronquidos se sentían hasta en el establo. 

Me encerré en la habitación y me asomé por la ventana. Corrí el visillo y me intenté comunicar por la radio portátil. 

—Probando, probando. Agente Kim.... 

Esperé unos segundos, rogando que funcionara. 

—Aquí, agente Nico. 

No pude evitar reír. 

—¡Sube a mi habitación! —susurré enfáticamente—. Todos están durmiendo. 

—¿Segura? —Lo vi mirando por la ventana enrejada. La cabra estaba afuera aún—. ¿Y tu papá también duerme? ¿Tu hermana? 

—Conozco los ronquidos de mi papá, estás fuera de peligro. 

A buen paso, Nico abrió la puerta del gallinero y la cerró con cautela, cargando su mochila en sus hombros. Corrió hacia un árbol y luego miró hacia mi ventana. El burro había salido del establo para mirar, pero solo negó con la cabeza y mejor se entró. 

Estaba todo bien hasta que la cabra retrocedió, calculando cómo carnerear a Nico. 

—¡La cabra! —gesticulé con los labios—. ¡¡Mira a tu derecha!!

Nico parecía no entenderme, hasta que apunté hacia el animal que ya estaba corriendo hacia él. 

¡Ya deja a mi enamorado, María Elena! 

El pobre abrió los ojos como platos e hizo todo lo posible para arrancar de ella. Zigzagueó todo el camino, corrió y esquivo, hasta llegar a metros de casa. Le indiqué que subiera rápido por las escaleras de emergencia para que no recibiera unos cuernos en el trasero. Al subir, abrí el vidrio rápidamente y él entró de un salto, agitado. 

—Definitivamente no quiere hacer las paces —dijo con la voz entrecortada. 

—Pues mañana podrías ponerte la peluca para que... —intenté aguantar la risa—. Para que... no te reconozca. 

Y exploté en una carcajada silenciosa. 

—Muy graciosa. Me veía bien estiloso. 

—Vaya travesía. 

—Y eso no lo es todo —Nico afirmó su mochila en la silla donde dejaba la ropa—, traje mi crema hidratante, mis perfumes... Un libro por si acaso... 

—¿¿Traes esas cosas mientras escapas de la policía??

—Oye, es mi primera vez cómo prófugo, no me juzgues. 

—Y trajiste pijama, ¿verdad? 

—No, lo siento, tendré que dormir desnudo —dijo en un tono sugerente y divertido a la vez. 

—Sí, claro, en el gallinero. 

—Desaprovechas oportunidades, Kim. 

—¡Ya ponte la pijama! —Le lancé un cojín, riendo—. Aparte de ser un prófugo eres un coqueto desvergonzado. 

—Y tú una agropecuaria gruñoncita. 

—Solo... vístete y no creas que miraré. 

—Ajá. 

Dicho y hecho, Nico se estaba desvistiendo en mi cuarto. Abrí la cama y me cubrí con las sábanas. Tuve que cerrar los ojos y evitar imaginarme cosas al escuchar el sonido de la cremallera bajándose. 

Una vez listo, vestía una camiseta azul holgada y unos pantalones de algodón a cuadros. Apagó la luz y se acostó a mi lado. Aún tenía prendida la lámpara de mi velador, así que podía ver su rostro y sus ojos profundos observándome con detenimiento. 

Me sentí un poco acalorada al entender que mi cama no era como la del hotel. Era de una plaza y media y la distancia entre nosotros disminuía considerablemente. 

—Me agrada dormir contigo —habló bajito—. Aunque ese esqueleto me da algo de miedo. Si se mueve durante la noche yo mismo me entrego a la policía, ¿eh? 

—Si te entregas, ¿puedes cobrar tu recompensa? 

—Oye, no lo había pensado así... 

—Son mil trescientos dólares. —Me mantuve inmersa pensando en esa cantidad de dinero—. ¡Mil trescientos dólares! Uhm... Como que se me antojó llamar a la policía, ¿sabes?

—¡Kim! —rio—. Qué traicionera. 

—Es broma. En verdad agradezco lo que hiciste por mí, Nico. Intentaste defenderme arriesgando la candidatura de tu padre. 

Nico esbozó una sonrisa suave y me puso un mechón de cabello detrás de la oreja. 

—Lamento mucho lo que te hizo mi familia, en serio. 

Guardé silencio al recordar ese cumpleaños, no era un tema del que me sintiera muy cómoda. Me sentía humillada tan solo evocando esos recuerdos.  

—Si no fuera por las circunstancias, esto sería una pijamada —comenté de pronto. 

—Siempre he tenido la curiosidad sobre qué hacen las chicas en una pijamada. 

—Pues no lo sé. —Me encogí de hombros—. Jamás he ido a una. No tengo muchas amigas. 

—¿Nunca has ido a una? ¿Ni de pequeña?

—Pues cuando era pequeña, me quedé en casa de Andrea y a mitad de la noche me puse a llorar porque extrañaba a mamá. Tuvieron que llamarla para que me fuera a buscar. 

—Pero era solo una noche, Kim —Nico rio con cautela mordiéndose el labio inferior. 

—Lo sé. —Miré sus labios—. Solo me entró la nostalgia. 

—Con tal que no te entre la nostalgia ahora y llames a tu papá para que te venga a buscar... 

Negué, divertida. A Nico se le cerraban los párpados del sueño. 

No quise hablar nada más. Solo bastó con mantenernos un rato en completa calma para que él se quedara dormido. Lo entendía, había caminado kilómetros sin comer ni beber nada. 

Me di vuelta y apagué la luz del velador. Estaba cerrando los ojos para lograr conciliar el sueño cuando Nico se movió. Se acercó más a mí y me abrazó por la cintura. Admito que me tomó por sorpresa, y me mantuve unos instantes intentando luchar contra la presión de mi vientre; sin embargo, después de un corto periodo de tiempo, también me ajusté para estar cerca de él. Puso una mano en mi estómago, acercó su rostro a mi nuca e intentamos dormir acurrucados.

🐐🌿🐐

No sé cómo pasó, pero mi cabeza estaba en la costilla de Nico y él estaba ocupando mi almohada. 

Pero ¿qué clase de enredo es este? 

Me aparté con cuidado. Lo primero que hice fue bajar hacia la cocina, en pijama y despeinada. Ahí estaban mis tías con las compras que hicieron para tomar desayuno. Por suerte, papá y Kass se habían dirigido a la feria. En ese preciso instante, Andrea entró a la casa con una amplia sonrisa y con su patineta en mano.

—Hola, Famil...

Cuando vio a mis tías, la sonrisa se le fue del rostro. 

—¡Andreita! —Mis tías se dirigieron hacia ella para abrazarla. La pobre me pedía ayuda con la mirada.

—Qué... sorpresa... —dijo entre dientes. 

Fuimos obligadas a tomar desayuno con ellas. Bebimos chocolate caliente y tostadas con mantequilla. Esperaba que Nico no se despertara para que no sintiera el olor a comida. 

Y pese a que admito que los chismes estuvieron buenos, tuve que salir a mirar fuera de casa. Había un costoso deportivo rojo frente a mí. Nos miramos de reojo con Andrea porque, uno: jamás habíamos visto algo tan lujoso como aquello. Y dos: ¿qué hacía aquí? 

De aquel auto se bajó una chica castaña con un vestido blanco y botas vaqueras. Llevaba una chaqueta acolchada de mezclilla y gafas de sol. 

—¿Carla? —Andrea contrajo el mentón. 

—Ella misma, querida. 

—Creí que no andabas por estos lados, tú sueles ser más... refinada. —Andrea forzó una sonrisa. 

—Bueno, no es de mi preferencia. El olor qué hay acá es un poco... cuestionable. 

—Te aseguro que tú trasero huele igual. —contraatacó Andrea.

Carla la miró con resentimiento.

—¿Me puedes dejar a solas con Kim? Necesito hablar a solas con ella sin que una atrevida hippie revolucionaria se meta en la conversación. 

Justo cuando mi prima iba a refutar, miramos hacia el caminillo de la entrada al notar un carro policial. 

—¿Por qué viene la policía hasta acá...? —Preguntó Andrea. 

—Mierda. —Carla cerró los ojos con preocupación—. Hay que decirles que... que vengo por...

—Porque vienes a ver a Andrea —completé rápidamente—. Eres su novia.

—¡Qué! —exclamaron al unísono.

—¿Quieren siquiera explicarme qué hablan? ¡Ando muy perdida en la conversación!

—Nico está aquí —le revelé—. Lo estoy encubriendo.

—¿Qué? ¿El jefecito está aquí?

—Ah, pues que bien guardas un secreto, Kimberly. 

—Es Kim. Y mi prima es la persona en la que más confío. 

Fijé mi vista en la policía y luego en las chicas. Tenía que ser creíble que Carla y Andrea tuvieran algo, así que no se me ocurrió nada más que decir:

—¡Bésense!

—¡Qué! ¿estás loca? Yo no besaré a esta hija de papi.

—Tienen que hacerlo, ¡sino pensarán que Carla sabe de Nico!

—Yo no me besaré con esta... creída. Claro que no lo haré, porque me cae mal, va en contra de mis principios, además es irrit...

—Ay, ya cállate, es solo un beso. —Carla acunó sus manos en el cuello de Andrea y envolvió sus labios con los de ella. 

Oh, vaya. Saquen sus palomitas de maíz. 

El beso fue sin pensarlo, sin discutir, solo se dejaron llevar por el momento. Andrea cerró los ojos al igual que Carla. Movían su cabeza de un lado a otro con suavidad. No era tímido ni teatral, era real y apasionado. Muy apasionado. 

Menos mal se odiaban. 

Andrea tomó de la cintura a Carla y abrí los ojos como platos. Se suponía que era de un par de segundos... 

Bueno, la policía estaba llegando y no se separaban.

Vale, esto es incómodo.

Soy el mal tercio, Lupercio.

Se besan frente a los que tienen hambre.

—Uhm, chicas... —Le toqué el hombro a Andrea con timidez—. No quiero interrumpirlas, pero... Pero es que llegó la policía. ¿Aló? 

El auto se estacionó frente a nosotras y tres sujetos se bajaron, mostrándonos su placa de identificación.

Carla y Andrea al fin se separaron, despeinadas y agitadas. Carla se pasó una mano por la boca para sacarse el labial de Andrea. Mi prima aún se le notaba estar en las nubes. 

—Buenos días, policía de investigación.

—Buen día, oficiales. ¿En qué los puedo ayudar? —pregunté. 

—Qué sorpresa encontrarla por aquí, señorita. —El policía hizo énfasis en Carla.

—Viene a ver a su novia. Mi prima es su novia. 

—Qué curioso, la mejor amiga de Nicolás en casa de la secretaria de Nicolás. 

—¿Cuál es su punto? —Carla se cruzó de brazos. 

—Testigos lo vieron pasar por la carretera y creemos que se dirigió a esta dirección.

Negué con la cabeza, intentando parecer creíble.

—No lo he visto por aquí. 

—¿Qué relación tiene con Nicolas?

—Yo era su secretaria, pero renuncié hace unas semanas. No lo he vuelto a ver. 

—¿Le importa si inspeccionamos su hogar?

—¿Tiene la orden de registro? —pregunté. 

—¿Eh? 

—Ese es un requisito legal, ¿no? Si no está firmado por un juez no pueden entrar. No tengo nada que ocultar, pero no quiero confiar en hombres que pasen a casa sin tener un permiso. 

Los policías se miraron entre sí un poco tensos. 

—No tenemos una orden como tal, pero sí motivos para sospechar. 

—Prefiero que regresen con una orden, de lo contrario, me sentiría muy incómoda, oficial. 

El hombre suspiró como si le hubiesen arruinado el plan. 

—Volveremos mañana con lo solicitado, pero la mantendremos en vigilancia. 

Cuando al fin se retiraron del lugar, pude soltar el aire contenido. Afirmé mi cabeza en el hombro de mi prima, exhausta. 

Y respecto a Carla, me preguntó cómo se encontraba Nico y también mencionó que la abuela ya se había enterado de todo. Me paso un sobre con información y se marchó lo más rápido posible, pero no sin antes darle una sonrisa forzada a Andrea. Ella repitió el gesto y rodó los ojos.

—Solo admite que te gustó el beso —dije con una sonrisa mientras nos dirigíamos a casa. 

—Solo te hice el favor. ¿Tienes idea en el lío que te has metido? 

—Lo sé, ¿vale? Pero qué quieres que le haga. No quiero que lo metan a la cárcel. 

—Los ricos no van a la cárcel, Kim. 

—Pues Epstein sí fue. 

—Pero lo mataron en la celda. 

Cierto. 

La conversación algo trivial terminó cuando llegamos al comedor y le pedí a Andrea que distrajera a mis tías. Llevé hasta mi habitación unas tostadas, bebidas y más snacks de los que le llevé anoche.

Cuando entré a mi cuarto, me quedé paralizada. Nico puso dulces y una variedad de snacks en unas bandejas sobre la cama, dulces que yo misma le había brindado y que creí que se los había devorado todos. La cama estaba ordenada, la televisión prendida y él seguía con pijama. 

—¿Y esto que es?

—Me dijiste que jamás has tenido ninguna pijamada. Pues bienvenida a la primera.

No me lo podía creer... 

—Pero Nicolas, estás prófugo... 

—Bueno, no hay un reglamento en el que diga que un prófugo no pueda hacer pijamadas. 

Mi sonrisa se amplió, pero de sorpresa.

Definitivamente tenía la realidad alterada.

Ay, Dios,  es que tener días normales no era lo de nosotros, supongo. 

—No puedo creer que vaya a hacer esto —admití—. Estoy teniendo mi primera pijamada con un supuesto criminal. 

—Y créeme, nos olvidaremos de todos los problemas. 


Nota de autora: 

¿Cómo se olvidarán de los problemas? Música sensual* 

Como que falta beso, ¿no? ¿¿no?? 

Fue uno de mis capítulos favoritos y espero que les haya gustado a ustedes también :D 

Se vienen muchas sorpresas de ahora en adelante y creo que a Nico le viene bien ser Hanna Montana para que no la reconozca la cabra JAKAJKS 

Gracias por la paciencia, siempre que digo que voy a actualizar, me pasa algo muy random jakja gracias, lxs quiero mucho <3 

IG: LiaBenavid3s 


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