7 (II)

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7

¡Kim en Europa!

parte II 

—¡Nico, Nico, Nico! —Comencé a sacudirlo—. ¡La reunión! ¡No sentí la alarma!

No despertaba. Estaba durmiendo de estómago de lo más relajado. 

—Nico... Jefe... Jefesito... Mi comandante, mi macho alfa de los negocios... 

Al darme cuenta de que no despertaba, hice a un lado las sábanas y me puse de pie, exclamando con firmeza un sólido: ¡Nicolás! 

—¿¿Qué pasó?? —Despertó de golpe. 

—¡Pues que ya va a empezar la reunión y además vino el señor Ano a dar la capacitación! 

—Mierda. 

Hicimos lo posible para arreglarnos rápidamente. Mientras Nico se mojaba el cabello frente al espejo amplio del hotel, yo estaba a su lado, maquillándome y alisándome el pelo. 

—¿Por qué te maquillas si aún estás en pijama? —preguntó Nico mientras se arreglaba la corbata. 

—Bueno, porque la ropa es lo último. No puedo apreciar la ropa cuando estoy fea de cara.

Nico hizo un chasquido con la lengua.   

—Habló la pelirroja más linda. 

—Pues... será tu perspectiva. Yo no me veo así. 

—Pues si te miraras con mis ojos, tendrías la autoestima por las nubes. 

Oh...

Lo observé a través del espejo, avergonzada, porque no supe qué decirle. Mi ser anti-cariño se estaba volviendo vulnerable a él y eso me asustaba. No estaba acostumbrada a creer los cumplidos sobre mi apariencia, me costaba mucho, sin embargo, Nico los decía sin siquiera pensarlo. 

La cosa es que, confundida, cambié el tema y le terminé pidiendo que me alisara la parte de atrás del pelo. Por el espejo observé lo concentrado que estaba. No apartaba la vista de mi cabello y se aseguraba de que estuviera quedando uniforme. 

—¿Crees que Carla y Andrea se estén llevando mejor? —pregunté. 

—Esas deben estar abrazaditas durmiendo. Conozco a Carla, le gustó tu prima. 

—¿Eh? ¡Se llevaron como el culo! 

—¿Que acaso no conoces los Enemies to Lovers, hormiguita—Cuando lo observé con gracia, dijo—: Mi abuela vive hablando de cómo le encanta poner eso en sus novelas. Aunque no me ha querido decir de qué trata la que está escribiendo ahora.

—Tampoco me dijo mucho, solo sé que está muuuy inspirada. 

—Sí, eso es verdad. —Nico pasó los dedos por mi cabello.

Justo en ese momento vibró mi celular sobre el tocador. Era mi padre. 

—¡Buongiorno, mia figlia! 

Solté una pequeña risita. De seguro estuvo buscando en el traductor cómo saludarme. 

—Sabes más que yo, ¿eh? 

—Por supuesto, tenemos sangre italiana. Comemos espaguetis casi todos los días.

—Oh, eso explica por qué me sentía tan familiar aquí. —Asentí con reflexión. 

 Nico esbozó una sonrisa divertida, aún planchándome el cabello. 

—Por cierto, ¿cómo estás, bebé? ¿Estás bien? 

—¡Está mejor que nunca! —Nico se acercó al teléfono. 

—Oye, tú, ¿estás cuidando a mi Kim Ana María Luz? 

—Claro, luego de la reunión la llevaré a comer cositas ricas. 

Acepto. 

Pero que conste que como como albañil. 

—Bien —dijo papá—, sumas puntos como yerno. 

—¡Papá! —exclamé entre risas. 

—¡Gracias, suegro! —bromeó Nico. 

—¡Ya, cállense! —reí e intenté hacer que esos dos dejaran de hablar porque se llevaban demasiado bien—. Mándale saludos a Kass y dile que la extraño mucho, ¿sí? 

—Yo le digo, corazón. ¡Nos vemos! 

Al despedirnos, Nico mencionó que me dejara de mover porque así el cabello no quedaba lo suficientemente liso. Se estaba tomando muy en serio su trabajo.

Cuando pasaron unos minutos y parecía que estábamos lo suficientemente arreglados, bajamos las escaleras. Nico y yo íbamos combinados: se puso una corbata amarilla al igual que mi blusa. Lucíamos como un gran equipo. 

Nadie se iba a dar cuenta de que de los dos no hacíamos uno. 

—Intentemos hablar lo menos posible para que no se den cuenta de que no sabemos italiano, ¿sí? —le pedí a Nico una vez que nuestros pasos resonaron en el pasillo. 

—Espera un momento. —Nico tomó suavemente una de mis muñecas y me detuvo—.¿Y tú no habías puesto en tu currículum que eras políglota? 

Se había cruzado de brazos y levantó la barbilla con una sonrisa divertida.

—O sea... políglota, políglota, no. Es que, bueno... 

—Bueno... 

—Tengo Duolingo. 

—¡Qué! ¿Me estás diciendo que pusiste en tu currículum que sabías muchos idiomas solo porque tenías Duolingo? 

—¡Pero aprendí algo! 

Nico no aguantó la risa, pero intentaba contenerse. Así que esperé molesta a que terminara de reírse de mí.

—¿Ya? —insistí. 

—Me encantas —soltó, aún divertido. 

El corazón me empezó a latir vertiginosamente, pero solo me limité a rodar los ojos, muy cohibida. 

—¡Ya, que vamos tarde! —exclamé, nerviosa. 

Nico reaccionó y corrimos hasta la oficina. Al llegar tuvimos otro problema aparte del retraso: que la puerta no se abría. Por más que Nico jalara de la manilla, parecía que el mecanismo se había trabado. 

—A un lado, jefe, sé manejar esto. —Me troné el cuello y embestí la puerta de una patada. 

En cuanto la abrí bruscamente, vi a un sujeto tambalearse y luego cayó al piso en seco. 

¡Oh, no! 

—¡Golpeaste al señor Ano! —me susurró Nico, preocupado. 

¡Dios mío! Me incliné hacia él para darle aire con la mano, ¡pero aun así no despertaba! Demonios... ¿Qué íbamos a hacer ahora si él tenía que dar la capacitación? 

—¡Ya sé, dejémoslo acostado en el sofá! —hablé bajito. 

—¿¿Y cómo lo llevaremos hasta allá??

—¡Jálalo de las patas!

Nico accedió y lo tomó de los pies; lo arrastró hasta abajo del sillón y luego intentamos levantarlo. Me puse roja de tanta fuerza que hice, estaba muy pesado y no sabía de dónde tomarlo. Sin embargo, logramos acomodarlo al fin. 

Ese señor me iba a poner una demanda, de seguro. 

¿Lo bueno? Comenzó a abrir los párpados algo confundido. 

—La... La reunión... —susurró—. Ay, mi cabeza... 

—¡Disculpe! ¡Yo no quería golpearlo! Fue un accidente, señor. 

—Y-yo no puedo dar la capacitación... Ustedes deben darla, ustedes. ¡Ah, me arde la nariz! 

—¿Qué? ¿Y de qué es? —preguntó Nico. 

—Tienen que leer las diapositivas, solo eso. ¿Creen que pueden hacerlo?

Nico parecía estar confundido. Los minutos pasaban y de seguro ya había llegado toda la jefatura a la sala de estrategias. No me quedó de otra que convencerlo para que fuéramos y enfrentáramos la charla de una buena vez. 

Está bien, yo solo era una chica que mintió porque no tenía experiencia laboral y Nico era... Nico. Podíamos lograrlo, éramos capaces de hacerlo porque éramos un gran dúo. Los directores iban a quedar tan sorprendidos que pedirían mi ascenso y a Nico lo erigirían como el mejor jefe de toda la cadena hotelera. Juntos, llevaríamos a la empresa a lo más alto y ¡combatiríamos la fuerza del mal!

En mi mente volamos hacia la oficina con nuestros superpoderes y cargando una capa amarilla en nuestras espaldas.

Pero no fue así. 

Estábamos más perdidos que Nico en mi rancho. 

Me aclaré la garganta. 

—Bueno, bienvenidos al curso de capacitación de Marketing para Hoteles. Este curso consta de dos horas y su objetivo es la identificación de las estrategias del marketing hotelero.

—También mejorar la experiencia de los clientes —aportó Nico leyendo su tarjeta. 

—Eso, eso. Un aplauso para mi jefe antes de comenzar, por favor. —Comencé a aplaudir. 

Los sujetos aplaudieron un poco desconcertados y se miraron unos con otros. Nico sonrió, feliz y orgulloso. 

—Uhm... ¿Alguna pregunta antes de empezar? 

—¿Dónde está Samantha? 

Perreando en Ámsterdam. 

—Samantha se ha tomado vacaciones. No obstante, en la jornada de hoy, su descendiente y especialista en el tema, ha venido cordialmente hasta acá para nutrirlos con sus conocimientos. 

Pero qué vocabulario, ni yo me la creí. 

Cuando pregunté si había alguna duda y sus respuestas fueron que no, empezamos a improvisar. Nico leía partes que me correspondían a mí, yo me saltaba diapositivas porque no sabía usar bien el control del data y nos regañábamos entre dientes. Y si bien nos prestaban atención, todos los de la mesa mostraban un rostro estupefacto. 

Ya en conclusión, expliqué un plan de comunicación entre trabajadores del hotel y finalicé con una gran sonrisa. Nico, al notar que el aplauso era una mezcla de timidez y confusión, aplaudió más fuerte para que el sonido fuera notorio, como diciendo: «échenle ganas, apláudanle». 

Nos miramos con una sonrisa de oreja a oreja creyendo que lo hicimos perfecto y finalizamos la reunión. 

🐐🐐🐐

Bueno, a comer. 

Nico nos había llevado a las tres a un buffet de lujo. Tenía tanta hambre que fui a servirme patatas fritas muchas veces y el garzón ya me estaba mirando feo. Así que migré al sector de los gelatos y aproveché de probar todos los sabores posibles. 

Creo que después de eso me pusieron en la lista de las que no podían volver a entrar. 

Tiempo después dimos un paseo por La Torre de Pizza y yo no podía estar más emocionada de conocer tantos lugares hermosos. Con Andrea no dejábamos de tomarnos fotos. Intenté crear la ilusión de que estaba sujetando la torre tal como mi madre lo hizo en su juventud, y salí igualita. 

—¡Nico —Andrea apuntó hacia donde estaba yo—, tómate una foto con Kim para el recuerdo!

Nico se acercó a paso rápido y se posicionó a mi lado. Titubeamos un poco al no saber cómo ubicarnos, así que puse una mano en su espalda y él en mi hombro. Incliné mi cabeza hacia él y, al instante, hizo lo mismo. 

Estuvimos abrazados varios minutos porque Andrea amaba tomar fotos. De hecho, era la fotógrafa de la familia. La que llevaba su cámara a todos lados y la que conservaba los recuerdos de nuestra época rebelde y emo

Después de que le pedí la cámara para ver las fotografías, vi que en algunas salíamos riéndonos y en otras mirándonos con una enorme sonrisa. Hasta yo me impresioné de lo bien que nos veíamos en esas fotos. 

Luego tomé la cámara para que Carla y Andrea hicieran las pases y se tomaran una foto juntas, pero se miraron de reojo, enojadas. 

Bueno, lo intentamos. ¡Es que no había caso! ¡Apenas se vieron y no congeniaron en nada!

—¡La muy psicópata me empujó abajo de la cama mientras dormía! —exclamó mi prima. 

—¿Tal vez fue porque hablas sola y cantas mientras duermes? —contó Carla con obviedad—. Mi sueño es sagrado, bonita. 

—Te dije, se gustan —afirmó Nico—. Dejemos que peleen, ven acompáñame. 

Puse mis manos en los bolsillos de mi chaqueta de mezclilla y caminamos sobre los senderos pavimentados. Nico me contó que su abuela solía traerlo a este lugar y que se divertían mucho explorando la ciudad. Eso me hizo reflexionar sobre lo importante que era Samantha para él y lo importante que era Nico para Samantha. 

—... Entonces aceptaste trabajar en el hotel porque notabas a tu abuela cansada. 

—Ajá. Ese día ella te iba a ser la entrevista de trabajo porque ya había visto tu currículum, pero me pidió a mí que lo hiciera porque me dijo que se sentía mal. 

—¿Te imaginas ella me hubiera hecho la entrevista? ¡Se habría dado cuenta de que mentí en todo!

—Yo no lo leí —también rio—. Te contraté porque me pareciste simpática. 

—Ay, lo sé.

Nico negó con la cabeza mientras una sonrisa traviesa se reflejó en sus labios. 

Nos quedamos unos instantes caminando en silencio y admirando el paisaje. Pensé en el tiempo que llevaba trabajando y en todo lo que estaba empezando a compartir con Nico. Sin embargo, mi mente estaba atormentada sobre el examen de admisión. Si me aceptaban en medicina, todos los lindos recuerdos con ese chico serían solo eso, recuerdos. Por fuerza mayor tenía que dejar el trabajo y solo centrarme en mi sueño, y eso me deprimía un poco. 

Digo, siempre iba a seguir mis sueños, pero era humana, ¿no? No siempre usaba la lógica, también tenía corazón. 

—Nico... 

—¿Sí? 

—Es que, bueno, me gustaría... No quiero sonar descarada, pero quería ver la posibilidad de que me des un día libre la próxima semana. Tengo el examen de admisión y necesito darlo. Se trata de mi futuro. 

—Ni me lo preguntes, Kim, claro que puedes. 

—Gracias. He esperado mucho por esto la verdad. Medicina es mi sueño. 

—Lo sé, se nota cuando deseas algo, te brillan los ojos. 

No respondí, solo agaché la cabeza, pensativa y con una sonrisa cálida. 

—Tal vez no te lo han dicho, pero eres un gran jefe, Nico. 

Nico contrajo el mentón con duda. 

—Tampoco se trata de mentir para convivir. 

—¡Es verdad! —exclamé, riendo—. O sea, eres un poco distraído y vives relajado pese a que la empresa se está yendo a la quiebra.

—Pero al menos estamos llevando la empresa para algún lado —Nico soltó una risita.

—Y también a veces no asistes a las reuniones porque te quedas dormido. 

—En mi defensa, no siento la alarma. 

—Y te robas la comida del casino. 

—Ya, pero admite que comemos rico en la oficina. 

—Vale, lo admito; aunque yo le añadiría chicharrones al menú, piénsalo. —Me toqué la sien con el dedo índice. 

—Tendremos que hacer una reunión con una propuesta llamada —fingió un título imaginario con las manos—: los chicharrones de Kim. 

Nuestros cuerpos chocaron de la risa. 

—Por cierto, y en mi defensa, tengo una secretaria que agrede a mi personal. —Me miró con una sonrisa y luego siguió caminando con la vista al frente—. Qué mal por Ano. Creo que se fracturó la nariz.  

—Pobre, ahora me ve y me tiene miedo. 

Reímos nuevamente. 

Y así fue como seguimos contemplando el paisaje hasta llegar donde las chicas. Nuestro próximo paradero era volver a casa. 

Y ahora mi estadía en el hotel dependía de un hilo. 


NOTA DE AUTORA

Nico y Kim son un desastre jajajaj pero se nota que se aman, ¿verdad? :D 

Bueno, si les gustó el capítulo no olviden dejarme su voto e interactuar si desean 🤎

PD: síganme en IG para comentar el capítulo y hacer memes, jeje. 

¿Qué pasará con Kim? ¿Seguirá trabajando en el hotel? Ya lo sabrán 🐐

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