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HOLA! recuerden que por Instagram (LiaBenavid3s)  puse una historia donde explicaba por qué quise cambiar el final de este capítulo. No es necesario leerlo de nuevo completo, solo el final modificado. NECESITO que lean las razones en Instagram primero, por favor🤎


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¡Kim en Europa!

Primera parte. 

Jamás pensé que mentir en mi currículum cambiaría mi vida por completo. 

Estaba ganando lo suficiente para costearme mi carrera y ahora tenía un viaje gratuito por Europa. Aunque, pese a todo lo bueno... ¿Cómo le explicaba a Nico que le tenía terror a los aviones? 

¡Es que volaban a más de doce metros de altura y todos dependíamos de la persona que pilotaba! ¿Qué pasaba si el piloto era como Nico? ¡Íbamos a morir todos!

Perdón, jefesito. 

Con Andrea llegamos al aeropuerto por la mañana. Estábamos tan felices que no dejábamos de sacarnos selfies. Habíamos planificado un viaje hace tiempo, pero solo nos alcanzaba para dar una vuelta por el parque. 

—¡Mira, prima! —Andrea me codeó—. ¡Esa es la tienda de maquillaje que vemos en las revistas! ¡La que usan los famosos!

Ladeé la cabeza al ver tanto lujo. Dios mío. 

—Pero ni para las muestras nos alcanza... —suspiré con tristeza. 

—No creo que sea taaaanto. Entremos, de seguro hay descuentos.

—Es que me da vergüenza pasar a tiendas de lujo —solté una risita incómoda.

—Tal vez da un poco, pero recuerda que aquí todos somos humanos, ¿no?

—Sí, pero humanas endeudadas. 

—Bueno, pero eso nadie lo sabe, hagámonos las ricas. Ya, actitud. 

Cierto, tenía razón. Dejé mis pensamientos de lado y pasamos entusiasmadas a ver los estantes llenos de maquillaje. ¡Y qué lindo todo! Me daba ganas de comprar y comprar. Lo mejor era que había tenido la fuerza de voluntad para ahorrar algo, así que quizás me alcanzaba para un labial.

Mientras miraba con una sonrisa el pintalabios color damasco, una vendedora se acercó de una manera un poco tibia. Lo noté porque no me sonrió como a las demás chicas.

—¿Puedo ayudarlas?

—Sí. —Andrea le mostró una máscara de pestañas—. Creo que me llevaré esto. ¿Qué cuesta?

—Ese sale a 80 dólares. 

Nos miramos de reojo.

¿Qué mami, disculpe?

—¿Y el labial? —pregunté algo asustada.

—Está en oferta a 100 dólares solo por hoy. ¿Lo llevan?

Nah, no me convenció el color —dije de manera presumida. 

—Yo voy a comprar dos, pero a la vuelta. —Nos dimos la media vuelta y salimos con la frente bien en alto. 

Seguro era de oro su labial feo.

—Y bien —Andrea rodeó su brazo con el mío y nos dirigimos hacia la cafetería—, tenemos presupuesto para un chicle. 

Nos fuimos riendo de nuestra pobreza todo el camino.

Cuando avanzamos, Nico estaba de pie en el mesón de la cafetería conversando con una chica. Supuse que era la amiguita que me había mencionado. Digo... La amiga. 

Como decía, su... "amiga", tenía una melena oscura que parecía ser de seda; llevaba un vestido blanco ajustado en la cintura y más suelto en la falda. Los tacones eran finos y su cartera pequeña, pero de alta calidad. Se notaba a leguas que ella le sobraban millones a fin de mes. 

Cuando nos acercamos, la chica miró con curiosidad a Andrea, pero ni se molestó en saludarnos. 

Nicolás también me dio un vistazo rápido, pero yo diría que con un genuino entusiasmo mezclado con una sonrisa muy atractiva. 

Por favor, Nico, no me hagas recordar el sueño que tuve anoche. 

Nicolás Meyer 

Demonios, no podía dejar de pensar en el sueño de anoche. 

En el sueño que tuve con Kim.

La contemplé sutilmente cuando apareció y noté algo diferente en ella: se había alisado el cabello, añadiendo ondas que se curvaban hacia adentro. ¿La verdad? Se veía hermosa la hormiguita colorada. 

Kim me dio la mano esbozando una sonrisa contagiosa. 

—¿Qué tal, jefe?

Vale, seguía con la formalidad. Para ser sincero, me parecía gracioso que lo hiciera por ratos. De hecho, ya la estaba conociendo mejor: me llamaba jefe la mayor parte del tiempo, pero cuando se medio enfadaba, parecía mi esposa regañándome: alzaba una ceja y pronunciaba un sólido: Nicolás. 

... y a veces también me decía Nico, pero ese era en un tono más de cariño. 

Tenía sus mañas. 

—Ella es mi prima Andrea —Kim rompió el hielo y la presentó—. Andrea él es Nico, Nico ella es Andrea. 

Oh, me había olvidado de que había más gente en el mundo. 

—Hey, ¡hasta que al fin te conozco! Kim habla maravillas de ti, ¿eh? 

—¿En serio? ¿Te dijo que me llamó jefe en pañales y que quería pedir licencia? 

—Jefe, no sea rencoroso. —Kim me alzó una ceja. 

Bueno, mi amor. 

—En fin —continué—, digamos que ser buen jefe es mi pasión. 

Ellas rieron y automáticamente dibujé una sonrisa mirando a Kim. 

—Por cierto: ella es Carla. 

Carla solo les hizo un saludo en general. La verdad tenía un carácter del culo y era reservada. Aunque me sorprendí porque le echaba miraditas a Andrea. 

Cuando llegamos al avión, tomé el bolso de Kim y lo coloqué en el compartimiento de arriba porque ella no alcanzaba. Mientras tanto, Carla y Andrea se pusieron a pelear. 

Creí que se llevarían bien, pero me equivoqué. Ya veía que se jalaban de las mechas. 

—¿Quieres tener más cuidado con mis cosas? —le reprochó Carla cuando Andrea intentó poner su equipaje cerca del suyo—. Intenta que tus cosas no toquen las mías. 

—Oye, mejor calla o consíguete un avión privado. 

—Tengo un avión privado, linda, solo que está en mantención. 

—Me lo dices como si te hubiera preguntado. 

Para mi horror, les había tocado irse juntas en los asientos que estaban atrás de nosotros. 

Mientras tanto Kim estaba un poco inquieta. Se había sentado cerca de la ventanilla y ni siquiera quería mirar el paisaje. Examinaba el techo, leía los carteles de la información de evacuación y también las ilustraciones de seguridad. 

—¿Quieres ir escuchando música? —propuse y saqué mis audífonos—. Eso puede distraerte por si tienes miedo. 

—Yo... no tengo miedo... 

—Sí, claro. 

—Solo leo las instrucciones por si... tenemos que tirarnos en paracaídas. 

—Kim, vamos, todos están capacitados. Aunque escuché que era el primer viaje del piloto. 

—¡QUÉ! 

—¡Ves que estás asustada! 

—Bueno, pues... ¿Y cómo tú? ¿Que te dan miedo mis gallinas? 

—¡Porque me picotean! 

—¡Pero esto es mucho peor! ¡Estaremos encerrados aquí muchas horas!

—Pero puedes abrir la ventanita para que tomes aire —reí, pero se enojó. 

—¿Te parece gracioso esto, Nicolás? 

—Solo intento hacerte saber que los viajes en avión son seguros. La tasa de accidentes es baja y ni siquiera pasaremos por algún portal que pueda abrir otra línea temporal o qué se yo. 

La pelirroja miró hacia el cielo y se afirmó en los apoyabrazos cuando el capitán habló. 

Buenos días a todos los pasajeros a bordo del avión, les habla su capitán para desearles un excelente viaje en nombre de toda la tripulación. 

Si es que llegamos. 

Kim abrió los ojos como platos.

¡Es broma! Las condiciones meteorológicas son favorables al igual que la temperatura. Mantengan sus cinturones de seguridad abrochados durante todo el vuelo y estén atentos a cualquier orden de la tripulación. ¡Buen viaje! 

—¿Ya ves, pelirroja? Todo bajo control. 

—No lo sé... Es que tengo mucho miedo... 

Curvando mis labios hacia abajo, le ofrecí un lado de mis audífonos con intención de distraerla. 

—¿Tú y yo escuchando Michael Jackson mientras viajamos? —propuse. 

—No puedo, debo estar atenta. 

Negué con la cabeza, sonriendo. 

—¿Puedes bajar la música? —Carla seguía peleando. 

—¿Y tú puedes dejar de tirarte pedos? —Andrea respondió bajándose los auriculares. 

—¡Yo no me tiro... flatulencias! 

—¿Y ese olor a muerto de dónde es? 

—Perdón, he sido yo —dijo el señor del lado. 

Andrea, Carla y yo reprodujimos un ¡iugh! al mismo tiempo. 

—Claro, y tú culpándome a mí. —Carla se cruzó de brazos. 

—Qué mal que el olor del pedo no te durmió. 

—Y qué mal que a ti no se te acalambró la lengua tanto que hablas y hab...

Para mi sorpresa, Kim se puso de rodillas y se volteó hacia ellas con enfado. 

—¿¿Quieren dejar de pelear?? ¿¿Que no ven que ahora va a despegar este aparato y tenemos que estar atentas?? ¿¿Si quiera leyeron el manual de instrucciones?? 

Mierda. Rápidamente la tomé de los hombros e intenté sentarla, pero estaba muy nerviosa...

—Kim... —insistí—. Mira, mira, una película...

—Señorita, póngase el cinturón por favor. 

Kim bufó y se dio vuelta. Se puso el cinturón de mala gana y cerró los ojos como si eso la tranquilizara un poco. Hizo algunas respiraciones profundas y se preparó para el despegue mientras murmuraba cosas para ella misma. En su mayoría, frases de superación personal. 

Dejé que una de sus manos apretara mi brazo, así que con mi otra mano empecé a hacerle aire. 

—¿Puede traerle agua, por favor? —le pedí a la azafata y ella corrió a buscarle. 

Ahora empezaba la peor parte. Mientras el avión tomaba altura, me apretaba cada vez más fuerte. Seguía con los ojos cerrados, intentando mantener la calma, pero no podía. Movía la cabeza de un lado a otro como si estuviera dentro de una pesadilla, y las frases motivacionales pasaron a ser pensamientos catastróficos. 

Hasta que, cuando ya estábamos volando, su mano dejó de apretarme y me alerté. 

—¿Kim? 

Sus párpados estaban flojos y sus labios pálidos, abiertos. 

—Es que se me bajó la presión... 

—¿QUÉ? 

—Veo la luz... 

—Nico, dale este dulce a Kim, no es primera vez que le pasa, le teme a las alturas. —Su prima estiró el brazo pasándome un caramelo. 

—Alturas... —A Kim se le pusieron blancos los ojos—. Vamos a morir todos... 

—¿Acaso nunca ha viajado en avión? —preguntó Carla como si fuera lo más raro del mundo. 

—Qué raro, ¿no? El otro día fui en mi jet a comprar pan —le contestó Andrea. 

Kim recuperó un poco el color, aunque seguía débil. Sin pensar, levanté el apoyabrazos y ella se acurrucó en mi hombro. Durante las turbulencias, la abrazaba y ella cerraba los ojos con fuerza. Me reconfortó saber que conmigo se sentía a salvo. 

Y es que Kim era bastante aguerrida y valiente como nadie, pero supongo que todos tenemos un miedo oculto. 

Finalmente me acomodé en el asiento y nos fuimos abrazados todo el viaje.  

🐐🐐🐐

Kim Harrison 

Hice el ridículo.

Luego pisar tierra italiana, mi cuerpo debilucho se subió al vehículo que nos llevaría al hotel. Nico se fue en el asiento del copiloto y se volvió amigo del chofer. Yo iba atrás con cara de pocos amigos, en medio de dos chicas que no dejaban de lanzarse indirectas. 

Creo que era porque Andrea era extrovertida y directa. Carla era más reservada y malhumorada. 

La cosa era que, si no dejaban de hablar, iba a vomitar. El chofer conducía como si no hubiera un mañana. 

Cuando llegamos al hotel, Nico se dirigió a la recepción y las tres lo seguimos desde atrás. A veces se sentía empoderado y eso me daba gracia. Se veía tierno.

—Benvenuti all'Hotel Meyer, come posso aiutarvi?

Nico me miró de reojo y yo encogí los hombros con desconcierto. Y es que jamás completé mi curso de italiano en Duolingo. 

—Sí, eso —dijo finalmente. 

—Sì? 

Por suerte Carla se posicionó adelante, se sacó las gafas y comenzó a hablar en italiano. 

—Dice di voler prenotare le camere. È il nipote di Samantha Meyer.

—Il nipote! Pensavamo che non sarebbe venuto perché non aveva risposto alla posta che gli avevamo inviato.

—Dice que creyó que Nicolás no vendría porque no contestó el correo que le enviaron. 

—¿Me enviaron un correo? —Nico arrugó la nariz. 

Todo mal. 

—Ahora pide perdón porque dice que no le reservaron la suite y solo quedan dos camas matrimoniales disponibles.

—¿Solo quedan dos camas... matrimoniales? —pregunté—. ¿Entonces qué haremos? 

—Creo que Kim debería compartir la cama con Nico —opinó Andrea sin siquiera pensarlo. 

—Tú me caes bien —dijo Nico. 

Rodé los ojos. 

—A ver, yo no voy a compartir la cama contigo —se opuso Carla. 

—Pues tendrás que aguantarme porque Kim y Nico tienen que trabajar duro esta noche. 

Todos nos quedamos bajo un incómodo y eterno silencio de impacto. 

—Digo... ¡Ustedes me dijeron que tenían mucho papeleo pendiente! 

—Aaah... —repetimos al unísono, como si todos lo hubiéramos malinterpretado. 

Te pasas, Andrea. 

En conclusión llegamos a ese acuerdo: Compartiría cama con Nicolás Meyer. 

Cuando llegamos a la suite, me sentí más nerviosa de lo habitual. Nico cargó su maleta y cerró la puerta. No me quedó de otra que mirar lo grande que era el lugar, intentando mantener la calma respecto a la situación. Sin embargo, cuando veía la cama, los nervios se incrementaban. 

Y es que ¡era mi jefe!, pero no podía verlo como uno. Lo veía como un chico de mí misma edad que me coqueteaba evidentemente. Que era atractivo, sexy y... tierno. Posiblemente eso era mi punto débil, que me miraba bonito. 

Concéntrate, solo van a trabajar y ya. 

Trabajar duro.

—Uhm... me iré a cambiar ropa —me atreví a hablar apuntando al baño—. Para estar más... cómoda. 

—Sí, claro, también me cambiaré para que luego... trabajemos. 

—Vale. —Le sonreí y me fui a encerrar. 

Pasé un largo instante mirándome frente al espejo. Recordé el sueño que tuve con él en mi cama. Y era tan bueno besando que aún lo traía en mi memoria como si fuese real. Me tocaba y respiraba agitadamente. Fueron fragmentos muy realistas, y eso me tenía con la cabeza en las nubes. 

Como siempre intentaba explicar de forma objetiva lo que me pasaba, llegué a la conclusión de que solo teníamos 19 años y pasábamos mucho tiempo juntos. 

Sí, era eso. 

Y también teníamos mucha química en todo sentido. 

Y reíamos mucho juntos. 

Y teníamos los mismos gustos musicales. 

Y nos gustaba hacer contacto físico.

Y nos coqueteábamos... 

Ay, Santo Dios, no sabía si tendría la fortaleza de compartir cama con él. 

Pese a que era otoño, el lugar estaba temperado, así que me vestí con un top a tirantes azul y un pantalón de algodón color negro. Me solté la trenza que me había hecho Andrea en el baño del aeropuerto y el cabello me quedó algo ondulado y con volumen. 

Sentí un poco de frustración al verme el cabello. Estaba algo seco y sin brillo. No obstante, salí también un poco resignada. 

Nico estaba sentado en la cama con una camiseta negra y un pantalón de algodón a cuadros azules. Cuando salí del baño, ni siquiera levantó la vista hacia mí; siguió leyendo las hojas que nos faltaba por rellenar. Precisamente eso hizo que no me sintiera tan incómoda de ocupar el otro rincón de la cama. 

—¿Por qué esto está sin firmar? —me preguntó aún mirando la hoja. 

—Uhm... Será porque no fue ese día a trabajar —respondí como si fuera evidente. 

—Aaah, sí... jaja. 

Nico negó con la cabeza y firmó riéndose solo. 

Estaba loquito. 

—Oye, ¿y este presupuesto? —Nico se acercó a mí y apuntó el texto con el lápiz—. ¿De qué será esto? 

—Creo que es marketing con famosos. —Enfoqué mis ojos hacia la letra chica—. Oh, no, es una demanda. 

Cuando al fin me miró, al principio fue con duda, pero luego hubo una chispa en sus ojos que lo dejaron pensando. Me observó el cabello y luego simplemente pestañeó, se rascó la nuca y continuamos revisando todos los reclamos que habían. 

Cuando firmó el último papel, ya estábamos tendidos en la cama, exhaustos, mirando hacia el techo. Me preguntaba en qué estaría pensando; si es que le ocurría lo mismo que a mí... si también sentía calor o nerviosismo como lo sentía yo. 

Bueno, yo era bien hormonal, quizás debía calmarme. 

—Oye, Kim... —susurró para mi sorpresa. 

—¿Sí? —Volteé mi cuello hacia él y sentí su respiración cerca. 

Al inspirar hondo, Nico observó mis pechos fugazmente y tragó saliva. 

—Respecto a que... a que duerma aquí. —Contempló mis labios más de lo que creí normal—. ¿Te sientes incómoda?

—Para nada —musité sin dudar—. Digo... la cama es bastante amplia, ¿no? 

—Claro, es la matrimonial.  

Nico me tomó una mano y me revisó el dedo anular. 

—¿Perdiste tu anillo, esposa? 

—Recuerda que nos divorciamos. —También bromeé mientras entrelazábamos nuestros dedos, jugando. 

—¿Entonces qué es esto? ¿La reconciliación? 

—Claro que no. —Miré nuestras manos y mordí mi labio inferior—. Solo me encargué de trabajar. Deberías nombrarme empleada del mes. 

Nico apoyó el codo en la cama y se llevó una mano a la mejilla. 

—Para tu información, no eres mi empleada, Kim. Eres mi mano derecha. Digo, estamos llevando a la quiebra la empresa, pero juntos. 

Me eché a reír. 

Esto estaba matándome lentamente. Mis manos volvieron a acomodarse en mi estómago y seguí mirando el techo. No quería ver a Nicolás porque lucía perfecto. Estaba despeinado, con poca ropa y con las mejillas algo coloradas. Permanecimos en un silencio tenso por un rato.

Ya a la mierda. Iba a ser algo de lo cual me arrepentiría después. 

Le di un beso en la mejilla, cerca de sus labios. 

Y demonios, su piel ardía tanto que quedé con ganas de darle otro. 

—Gracias por calmarme en el vuelo —le hice saber. 

Luego seguí agitada observando el techo como si nada hubiera pasado. 

Pero eso no se terminó así sin más: Nico se inclinó hacia mí, puso una mano en mi estómago y me besó la mejilla también. 

—Gracias por acompañarme. 

Y se dejó caer de espaldas nuevamente. 

Giré el cuello y le besé la mejilla otra vez.

—Gracias a ti por invitarme. 

Y sí, sentí otro beso a centímetros de mis labios.

—Gracias a ti por ayudarme a terminar el trabajo. 

—No, gracias a ti por darme el empleo. —Puse una mano en su pecho y luego repetí la acción. 

—Gracias a ti... por si acaso. —Sus labios chocaron la punta de mi nariz y una risa cantarina se expandió en mi rostro. 

Después de eso, simplemente seguimos contemplando el techo, pensativos. Aún palpaba cierta tensión en el aire, pero tenía que romperla de alguna manera. 

—Y bien... Hay que dormir —dije, decidida. 

—¿Segura? 

—¿Por qué? ¿Tú no tienes sueño?

Nico se encogió de hombros sin mirarme.

—Estoy con el horario algo cambiado. ¿Tienes hambre? —él inclinó la cabeza hacia mí, divertido.

Sonreí con complicidad. 

—Demasiada. 

Dicho y hecho, después de unos minutos Nico recibió su pizza y yo mi hamburguesa. Intercambiábamos los platos para probar un poco de cada uno mientras veíamos Mi Pobre Angelito por la televisión. 

Estaba demasiado feliz. Jamás me había quedado a dormir en un hotel, y ahora incluso tenía comida gratis. Hasta pensé en que esto parecía una especie de pijamada, y bueno, yo nunca había tenido una. De seguro Nico era la clase de chico que se dejaría hacer masajes faciales y cantar karaokes en una situación así.

Finalmente nos deseamos buenas noches a las cuatro de madrugada, y debíamos estar en pie a las siete para reunirnos con el directorio de este país. 

Pero Dios, ¿cómo iba a salir esto si ni sabíamos hablar italiano? 


NOTA DE AUTORA:

Plis recuerden que las razones por las que cambié la escena del beso las expliqué en Instagram! Ya habrá primer beso y será mejor y más especial. Lo anterior era muy apresurado y me equivoqué 🏃‍♀️🤎

Y... recuerden que Andrea y Carla también durmieron juntitas. Siento que se jalaron de las mechas jajakaj (si se leyeron el libro de Martina Barker, recuerden que ahí también se mencionan estas tortolitas). 

Bueno, perdón por el retraso, son las 3 AM y recién terminé porque reviso como 10 veces los capítulos. 

Y si les gustó este capítulo no olviden comentar y votar! Muchas gracias!! 

No olviden seguirme en wattpad y en instagram! mañana comentamos el capítulo🤎🤎  


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