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Holaa, ¿qué hora es en tu país? 


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Un chico en mi habitación


Nicolás Meyer:

Mi abuela ya había comprado los pasajes —porque una linda secretaria malinfluenciadora la convenció de viajar—, así que, como se iba en la tarde, se había puesto a escribir quizás qué cosa. Por mi parte, estaba preparándome para jugar tenis con Carla.

Carla, por cierto, se había transformado en mi mejor amiga. Hace años papá nos ofreció ser pareja por un tema de negocios y aceptamos solo porque Carla fingía ser heterosexual. La cosa es que siempre solía ir a casa a jugar uno que otro partido de tenis en nuestra cancha privada.

Aunque, ajá, siempre tenía que esperarla para que se pusiera bloqueador por su fobia a las arrugas. 

—¿Qué tal lo ha hecho Nicolás en el hotel, Samantha? —preguntó ella golpeando al fin la pelota con la raqueta. 

—Pues me está llevando a la quiebra —respondió sin dejar de teclear—. Pero tiene una secretaria muy buena, ¿verdad, cariño? —Mi abuela alzó la vista con una sonrisa divertida. 

Al mencionarla, me distraje y perdí el tiro. 

Maldita hormiguita colorada, me desconcentras. 

—Un momento... —Carla me apuntó con la raqueta—. ¿Es idea mía o al mencionarla te pusiste nervioso?

—Sí, claro, nerviosos mis huevos. 

—El otro día Nico fue a su casa —continuó mi abuela—. ¿Qué tal era el padre de Kim, Nico? ¿Simpático?, ¿rudo?, ¿divertido? Descríbemelo, por favor. 

—¿Quieres dejar de escribir todo lo que me preguntas? —protesté. 

—¿Hasta ya conoces a su padre? —exclamó Carla—. Mejor pasen directo al casamiento. 

—En mi defensa, fui hasta allá porque se le mandó abajo el gallinero y fui a apoyar, ¿vale? 

Hay que ayudar al personal. 

—¿Gallinero? ¿Qué se supone que es? ¿Una campesina? 

—Ay, Carla, lo único que falta es que tú también seas clasista, muchacha. —Mi abuela exhaló con tedio—. ¿Sabes? Te voy a poner en mi nuevo libro como la villana. —Y comenzó a teclear a toda velocidad. 

Carla entrecerró los ojos con recelo y mi abuela le lanzó la lengua. 

Cuando la comida estaba lista, fui con Carla hacia la terraza. Me puse mi sudadera azul porque había un aire bastante helado. Cuando me senté bajo el toldo, mamá y papá ni siquiera me saludaron. Ella estaba pegada al celular y papá leía el diario. 

Bueno, era mejor así, porque cuando hablaban, discutían entre ellos o contra mí. 

—No se les vaya a acalambrar la lengua tanto que hablan, ¿eh? —Me serví jugo de naranja. 

—Perdón, Kant. —Papá cerró el diario y lo dejó cerca de mi plato—. Bueno... ¿Cómo estás, hijo? 

—Soy Nico. 

—Ah, sí... Nico... —Se formó un silencio espeso—. ¿Y qué tal el trabajo? 

Justo cuando iba a responder, mis ojos se desviaron hacia el diario y me sorprendí con tan solo ver el titular: "El lindo gesto de caridad del hijo de Richard Meyer con una familia de bajos recursos". 

Oh, no... Kim...

—¿Qué significa esto? —Miré a papá, pero no supo que decir, así que centré la vista en mi madre—. ¿Mamá?

Ella soltó el celular como si yo fuera el ser más molesto del mundo.

—Ay, Nicolás, ¡qué pasa ahora! Tu padre necesita ganar las elecciones y estamos dando una imagen de empatía con... la gente. ¿Qué tiene de malo? 

—Te dije bien claro que no quería que te metieras con ella. —Le di una advertencia con la mirada. Me sentía realmente molesto si alguien se metía con Kim—. Fui claro, mamá.

Carla nos miraba a todos un poco asustada. 

—Hijo, no sé quién sea esa chica, pero las candidaturas son importantes para mí. ¿Podrías entenderme alguna jodida vez?

—Richard, déjalo. —Insistió mamá restándole importancia—. Lo que pasa es que anda medio enamorado de esa chica, por eso la defiende. Pero ya se le pasará. 

—Son un asco... Ambos son un asco... 

Mi papá golpeó la mesa con fuerza y Carla dio un respingo, asustada.

—Seré claro: voy a ganar estas candidaturas y no dejaré que un niño malcriado me diga qué es lo que tengo que hacer y lo que no, ¿me escuchaste? 

Me levanté de la mesa en negación. Tener padres como ellos hacía que me dieran ganas de desaparecer. 

En serio, desaparecer. 

—Haz lo que quieras, papá, porque yo también haré lo que yo quiera. Y recuerda que yo sé muchas cosas que pueden perjudicar tu candidatura. Así que, si se llegan a meter con Kim, yo me meto con sus "negocios turbulentos".

—¡Nicolás! —mamá se estremeció—. ¡Somos tu familia! ¡Cómo puedes perjudicarnos así! 

No dije nada, solo me fui hasta mi habitación e intenté comunicarme con Kim. Sin embargo, por mucho que pasara recostado en mi cama con el teléfono en mano insistiéndole con mensajes y llamadas, no había respuestas. 

Maldita sea. Lo que menos quería era hacer sufrir a mi chica granjera. 

📞Oye, Kim..., Bueno, tal vez ya oíste sobre esa noticia y en serio me importa lo que pienses. Quiero hablar contigo para explicarte que no tuve nada que ver. Llámame cuando escuches esto, pelirroja. 

📞Perdón la insistencia, no quiero parecer un loco ni tampoco que te sientas acosada..., pero... ¿Nos hacemos una llamadita? 

📞Creo que en el fondo quieres hablar, ¿sabes? Kim... 

📞Kim, voy a ir a bailarte como Michael Jackson afuera de tu casa si no contestas. Y te dará mucha vergüenza y querrás que pare. 

📞Bueno, vale, no quieres hablar. Uhm... Cualquier cosa quiero que sepas que jamás he tenido en mente jugar contigo o hacerte daño. Jamás intentaría dañar tu sonrisa porque, bueno, me gusta mucho. 

Resoplé. La lluvia comenzó a caer repentinamente y sin piedad alguna.  Me mantuve absorto pensando en la pelirroja hasta que, por impulso, me puse la chaqueta y tomé las llaves del auto. Me iba a arriesgar a que posiblemente toda su granja estuviera en mi contra. Incluido su papá.

Vaya, te importa en serio esa chica... 

Vale, ni como negarlo. 

Llegué hasta la parcela de Kim y paré el auto frente al portón blanco. Llovía a cántaros, pero me bajé de igual manera y grité: «¡Aló!, ¡Kim, tenemos que hablar!». 

Abrí los ojos como platos cuando su papá salió de la casa y avanzó hacia mí, rápido y furioso. 

—¿Qué quieres? —me dijo detrás del portón. 

—Necesito hablar con ella, Rai. 

—Kim no está aquí. 

—Sé que está aquí. 

—No está, Nicolás. Fue a vender sus plantas a la feria. Así nos ganamos el dinero nosotros por si no lo sabes; jamás le hemos pedido nada a ningún político. 

—Lo sé, Rai, ¿vale? Pero es que tienes que saber que yo jamás haría nada para lastimar a tu hija. 

Intenté mirarlo con seriedad para que me creyera, pero ni siquiera podía abrir los ojos por la lluvia. 

—Tal vez tú no harías nada, pero tu familia sí. Y quiero a tu familia alejada de mi muchacha. 

Rai me dejó con la palabra en la boca. Simplemente se fue hacia su casa y cerró la puerta fuertemente. 

Harto, pasé las manos por mi rostro para limpiar las gotas que me empapaban. Creo que jamás estuve así por alguna chica. Digo, una persona conoce a muchas en su vida, pero pocas quedan en tu memoria, y Kim era una de ellas. 

A la mierda. 

—¡KIM! —Seguí gritando—. ¡Fue un malentendido! ¡KIM! 

El burro negó con la cabeza. 

—¡Dame una oportunidad de explicarte! —insistí. 

Vale, vale, abrí la puerta del auto y puse música a todo volumen. Escogí la canción "The Way You Make me Feel"(La forma en la que me haces sentir), trepé el portón y me puse a cantar cerca de su casa.  

De acuerdo..., tal vez estaba un poco loco. 

Desquiciado. 

Oh, oh... Me eché a correr cuando su padre salió con un bate. 

—¡Papá, déjalo! 

Me giré cuando Kim salió corriendo detrás de él. 

—Ya, basta... Déjalo —dijo un poco temblorosa, pero firme. Me miró directamente a los ojos y ligeramente asintió con un movimiento de cabeza—. Hablaré con él. 

Su padre bufó, molesto. 

—¿Quieres siquiera apagar la música? 

—Oh, la música..., claro, eso. —Rebusqué las llaves en el bolsillo de mi chaqueta y presioné el botón para apagarla—. Eeeh, buen tema, ¿eh? 

—¿Bromeas? ¡Es uno de mis favoritos! —exclamó su papá, pero luego recordó que estaba enojado y se cruzó de brazos—. ¿Por qué no te largas de aquí de una buena vez? 

—En serio, papá, tranquilo, solo hablaremos. 

—Quedas avisado. —Rai me apuntó con el bate—. Estaré en el establo, y tendré esto a mano. 

Pero suegro, no se enoje. 

Cuando se fue, observé a Kim. Llevaba un sweater blanco con líneas verde musgo, unas calzas negras y zapatillas de tela que encontré muy delgadas para un día de lluvia.

—Disculpa por esa especie de... serenata, es que en serio necesito hablar contigo.

—Hablemos en casa, Nicolás, no quiero que te sigas mojando aquí afuera. 

Bueno, enojada y todo al menos se preocupaba por mí. 

Buena señal, ¿no? 

Me limpié los pies en la alfombra de la entrada y disfruté de ese calorcito de la estufa. Salía olor a café y a pan tostado. 

Pero inviten. 

El pasillo del segundo piso estaba tapizado con un papel floreado. Las tablas estaban un poco sueltas y la madera crujía. Tenía baldes en algunos rincones para las goteras y ropa tendida en el área de descanso. 

Resultó algo impresionante apreciar la diferencia entre su casa y la mía. Podía verse acogedora porque su familia era bastante hogareña. Aunque también creí que era difícil para ella. Cuidaba de sus animales, vendía plantas en la feria, trabajaba en el hotel y estudiaba para que la admitieran en la facultad de medicina. 

Vaya chica. 

Finalmente abrió la puerta de su habitación y me hizo entrar. 

—Bueno... No es la gran cosa, pero es mi lugar seguro —dijo.

La habitación de Kim era amplia y reflejaba todo lo que ella admiraba. Sus paredes estaban llenas de posters de sus cantantes favoritos; también apuntes de anatomía y un esqueleto en una esquina. Su cama tenía un edredón color blanco con rosado —que tenía algunas prendas de ropa encima—, y a su lado un velador con fotos y una guitarra acústica.

—Tu habitación es linda —comenté, observándola—. Es como ingresar a tu cabeza. 

—¿Por qué viniste, Nico? —Cambió radicalmente el tema—. ¿Por qué después de que pasó lo de las noticias vienes y te montas un espectáculo afuera de mi casa? ¿Qué quieres conseguir de mí? 

—¿Que quiero conseguir de ti? 

—Me usaste, Nicolás. Me usaste como campaña política. ¿Tienes idea de lo cerdo que es eso? 

—Hey, Kim —di unos pasos hacia ella—, jamás te haría algo así. Nunca. 

—¿Me puedes explicar entonces qué hacia un sujeto sacándonos fotos? Porque no es lindo precisamente relacionarse con un político que lo único que hace es fingir que ayuda a la gente.  

Iba a responder, pero a Kim le dio un escalofrío y estornudó. Claro, era obvio, estaba mojada. 

—Deberías cambiarte —sugerí—. Estás estilando.

Ella aceptó y me pidió que me diera la vuelta. Al volver a mirarla, llevaba una sudadera roja y  pantuflas blancas. Admito que me dio ternura verla tan informal. En el trabajo vestía otro tipo de prendas y ahora usaba un jersey que posiblemente me quedaba bueno a mí. 

La cosa es que se puso el cabello detrás de las orejas y se sentó en la cama dándome espacio. Se sentía íntimo; nuestras piernas se rozaban y el calor en la habitación era algo... intenso. 

—¿Y? —dijo mirándome a los ojos—. ¿No me vas a contar lo que pasó? 

🐜🐜🐜

—Y bien... —Una vez que le expliqué, afirmé las palmas de mis manos en su edredón y ella se giró un poco hacia mí—. Esa es la historia. Mis padres son una mierda. 

—¿Me estás diciendo que los amenazaste... por mí? 

—Ajá. 

Cuando lo dije, a Kim le brillaron los ojos.

Me incliné un poco hacia ella, pero sutilmente. 

—No volverán a molestarte —musité. 

—Bueno... Supongo entonces que estás perdonado. 

—¿De verdad? —torcí la sonrisa. 

—Claro. Aunque tu baile fue muy raro —ella rio—. Te estaba mirando desde la ventana. 

Entendí su provocación y negué con la cabeza, mordiéndome el labio inferior. 

—Lo di todo.

—Pero me ha encantado —continuó para mi sorpresa. 

—Supongo que era la única forma de llamar tu atención. Agradece que no me puse un sombrero y unos zapatos de charol. 

—Pues ahí te hubiera grabado —Kim rio—. De hecho me arrepiento de no haberlo hecho. Te veías bien distorsionado. 

—Qué mala eres. —Negué con una sonrisita. 

Kim pareció inflar el pecho y se mantuvo cavilando unos instantes. Luego simplemente se levantó y tuve que mirar para otro lado. 

—¿Sabes? Iba a renunciar al trabajo —me contó. 

—Menos mal no lo hiciste, porque bueno, ayer me llamaron y tenemos reunión en Europa. —Me puse de pie igualmente.  

Ella juntó las cejas, como si me pidiera una explicación. 

—¿Europa? 

—Ajá. —Me afirmé en la pared—. Viajes de negocios. En verdad es ir a visitar otra sucursal del hotel, valorizarla y me gustaría invitarte. Digo, eres mi mano derecha, ¿no? 

—Claro... —Parecía confundida—. Es solo que nunca he viajado fuera del país... 

—Son dos días y te aseguro que será genial. Puedes llevar a... alguien si quieres. Una amiga también irá con nosotros. 

—¿Amiga? —se le borró la sonrisa, pero intentó disimularlo—. Digo... ¡Genial!

—Es la hija del banquero y la invitan a casi todos los eventos —intenté explicarme—. No pasa nada entre nosotros, la conozco desde... 

—No, no... No me des explicaciones... —intentó frenar la conversación—. Iremos juntos por un tema de trabajo, todo bien. Tengo una prima a la que puedo invitar. Se llama Andrea y le gusta todo ese rollo de viajar por el mundo. 

—Me parece bien. Asegúrate de mañana sacar tu pasaporte. Y no lleves tantas maletas, es solo por dos días. 

Ella sonrió, entusiasmada. 

—Vale. 

—Vale —repetí. 

—¿Te gustaría cenar aquí? Papá hizo pizza. 

—Quisiera, pero debo ir a dejar a mi abuela al aeropuerto. Se pagó un resort y se quedará allá una semana. 

—De anciana quiero ser tu abuela —dijo sonriendo. 

Yo podría darte todo eso, hormiguita. 

Mientras estaba afirmado en la pared, observé sutilmente su cuerpo mientras ella aún sonreía. Luego nos miramos a los ojos y supimos que era hora de despedirnos. 

—Bien, debo ir a ayudarle a papá. Gracias por venir a casa a darme una explicación. 

Me centré en la despedida y no resistí. Me incliné suavemente hacia ella y besé su mejilla, cerca de sus labios, pero no lo suficiente como para ser un completo atrevido. Fue cálido, como una caricia.

Me despegué lentamente y sus ojos me miraron con una sorpresa genuina. 

—Te... acompaño hasta la puerta —dijo y comenzamos a bajar la escalera. Tenía tanta calor que no sabía si era yo o la calefacción de la casa. 

Yo definitivamente. 

Kim Harrison

Kass estaba en el primer piso con su pijama de Gravity Falls. No vio que Nico estaba bajando las escaleras conmigo, así que me mostró mi ropa interior. 

—Kim, la lavadora hizo pedazos tus calzon...es —Al verlo, abrió los ojos de par en par y los guardó detrás de la espalda rápidamente—. ¡Hola! 

Nico reprimió una risita y la saludó. 

Dios, qué vergüenza. Y justo que ahora andaba trayendo unos bonitos y no me los vio. 

Lo sorpresivo fue que Nico rápidamente se acercó a mi oreja y me susurró:

—En Europa hay linda lencería. 

Me reí nerviosamente y lo empujé de broma con una mano. Kass nos analizaba divertidamente. 

—Ahora sí, adiós —dije y lo dejé afuera de la puerta. 

—Adiós, Kim. —Me dio un beso en la mejilla nuevamente, solo que esta vez sus dedos rozaron mi cintura y me estremecí—. Te veo luego. 

Cuando se marchó, cerré la puerta y me afirmé en ella, sin poder dimensionar del todo que Nico estuvo en mi habitación. 

Wow... este le da mil patadas a tu ex —opinó Kass, sorprendida. 

—¿Y tú no deberías estar en clases? —cambié el tema. 

—Es que me siento algo enferma... 

—Sí, claro, de seguro yo nací ayer.

Comencé a subir las escaleras. Mientras Kass negaba mis acusaciones, entré a mi habitación y me asomé a la ventana para ver a Nico. Ahora gracias a él debía ir a darme una ducha bien fría. 

Así que me esperaba un viaje a Europa con mi jefe, ¿eh? 


NOTA DE AUTORA

La tensión amigas, la tensión. 

no olviden seguirme en instagram y en wattpad porque aviso novedades por el tablero!! :D 

¿Qué pasará en Europa? ¿Una cama, tal vez? 

Gracias por votar y comentar!! 


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