• Parte 2

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La engreída mujer se los quedó mirando, pero sobre todo no le perdía el detalle a Orquídea quien estaba vestida de manera muy informal a comparación de Geraldine que vestía ropas caras y calzado alto.

Supo con exactitud que aquella joven era la niñera de la odiosa niña.

—Buenos días a los dos, ella debe ser la niñera, qué mujer tan insulsa.

—Si nos disculpas, estamos apurados.

—¿Están juntos? No me lo hubiera esperado de ti, Nate —declaró con sorna—, un hombre tan serio, correcto y que vive con varias comodidades, que se haya fijado en la niñera de su hija, no te deja muy bien parado.

—Nadie ha dicho que esté saliendo con Orquídea.

—Pero que los vean juntos no está nada bien.

—Lo que digas, me tiene sin cuidado —le dijo y la esquivó para caminar hacia la tienda y la chica lo acompañó.

Geraldine dio media vuelta.

—¿Podemos hablar?

—No tengo tiempo para ti y no tenemos nada de qué hablar. Si has venido para acercarte de nuevo a mí, has venido en vano.

La mujer quedó ardida ante las palabras que le dijo Nathaniel y decidió subirse a su coche y conducir hasta su chalé. Pero, de la única cosa que estaba segura era que nadie pisoteaba a Geraldine Williams y había regresado para atrapar al estanciero más acaudalado del condado y enviar muy lejos a la odiosa de su hija.

Minutos más tarde y dentro de la camioneta, el silencio reinó otra vez. Nate estuvo dispuesto a comentarle quién era la mujer que había conocido.

—Acabas de conocer a Geraldine.

—Lo supuse porque Felicity me dijo su nombre.

—¿Qué opinas al respecto?

—¿Sobre ella? Nada. No la conozco, solo por lo que me contó la niña, pero no me cae simpática con las cosas que le hizo.

—Es comprensible, tampoco a mí me cayó bien después de la relación que tuvimos, es de la clase de personas que no se conforman con lo que tienen, que no es poco y sin embargo, quieren más —expresó—, no digo que no se daba tener más, mi punto es que, no se debe restregar a los demás que tienes dinero, la gente debe conocerte por lo que eres y no lo que tienes en los bolsillos.

—Opino lo mismo.

—Lamentablemente, Geraldine es una de esas personas, se guía por la codicia y el dinero sin mirar a su alrededor, cuando tuve la relación con ella, algunas veces sentí que me usaba como un trofeo para mostrárselos a los pueblerinos.

—Un hombre sensato como tú debió ver esas cosas antes que continuar por más tiempo la relación.

—Supuse que lo que sentía por ella era genuino, pero me equivoqué y si hubiera sabido lo que le hacía a mi hija, rompía con ella en el momento en que Felicity me lo contara o yo verlo —manifestó con certeza—, pude no prestarle atención antes, pero es mi hija después de todo y si bien tiene un gran parecido a su madre es mi sangre, y Geraldine no se acercará más a ella.

—Me alegra escuchar eso —sonrió.

—¿Quieres ir ahora a la casa de Cheryl para preguntarle sobre lo que estuvo dando y las clases que dará?

—No, prefiero llamarla antes de ir por si tiene que hacer algo y yo le estorbo.

—De acuerdo. No te lo he contado, pero en el almuerzo de ayer cuando entré a la cocina para buscar un refresco, encontré a Ofelia bebiendo una copita de coñac porque estaba festejando que haya decidido conocerte más.

—¿La has regañado? —preguntó con algo de intriga y levantando las cejas.

—Para nada, le agradecí por saber que estaba contenta.

—Es toda una novedad, solo espero que te guste conocerme más.

—Lo será, aunque debo confesarte que comenzaste a interesarme cuando te plantaste frente a mí para decirme la verdad en la cara, que era el padre de Felicity y que debía cuidarla yo también.

—¿Cuándo tuvo varicela?

—Sí, ni siquiera te importó que fuese tu jefe y que podía despedirte.

—Lo pensé, pero sabía también que tenía que hacerte reaccionar de algún modo, sin embargo, yo fui la que me quise ir.

—Exacto, pero creo que tengo poder con persuasión porque te quedaste.

—No fue eso, me dejaste ver que eras sincero y que ibas a tratar de acercarte a tu hija, y no me equivoqué.

—No, no lo has hecho y estoy feliz. Eres una buena mujer, Orquídea y me alegra haberte conocido.

—Gracias, yo también pienso que eres un buen hombre, cascarrabias a veces, pero bueno al fin.

—Lo reconozco, pero gracias por el cumplido. Tengo que ir a dos lugares más, pero si estás cansada o quieres empezar a preparar las cosas para tu nuevo trabajo, no tengo inconveniente en regresar.

—No, lo haré cuando lleguemos, no hay apuro y no estoy cansada tampoco.

Nate encendió la camioneta y continuaron el viaje hacia los dos sitios en los que debía ir para comprar productos para sus campos y provisiones para su casa.

Durante todo el día y casi llegando a la hora de la merienda, el hombre decidió entrar al cuarto de su hija para comentarle lo que tenía planeado hacer en la noche.

—Felicity, ¿te quedarías con Ofelia y su marido esta noche en su casa? ¿Verías mal en que vaya a cenar con Orquídea?

—Papá, ¿por qué me preguntas eso si sabes que me agrada que estés con Orquídea?

—Bueno, lo que pasa es que ante todo es tu niñera.

—Pero te gusta y la semana que viene dejará de serlo, aunque si son novios significa que... no lo es más, ¿o sí?

—Aún no somos novios, para que lo seamos tendría que haber un beso.

—¿Cómo los que están en los cuentos?

—Sí —afirmó sin explicarle de más.

—Qué lindo —admitió con emoción—, estoy feliz que salgas con Orqui, es muy buena y quiero que estés contento.

—Lo estoy, cariño —le dijo dándole una sonrisa y ella lo abrazó por el cuello y le besó la mejilla—, Orquídea llegó para poner equilibrio a nuestras vidas, ¿no te parece así?

—Mucho.

—Ahora es turno para avisarle a Ofelia.

—Yo le diré a Ofe si puedo ir a su casa y tú puedes ir a invitarla.

—De acuerdo.

Apenas salieron del cuarto ambos tomaron caminos diferentes.

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