• Parte 7

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El hombre fue despertado a la mañana siguiente por su madre quien le había tocado el hombro.

—Mamá, ¿qué haces aquí? —le preguntó poniéndose de pie para saludarla.

—Vimos las noticias y vine con tu padre.

—Si esperan unos minutos afuera, podré revisarla y darles un nuevo informe, anoche no he querido despertarlo a pesar de haberla revisado —les comentó el médico.

—Lo hubiera hecho.

—Usted también ayudó en el incendio y preferí dejarlo dormir.

—Gracias, vamos mamá —le dijo caminando hacia la puerta para salir.

Durante los minutos que el profesional revisaba a Orquídea, Nathaniel le contó a su madre lo que había sucedido.

—¿La niña lo sabe?

—No, no la he llamado y prefiero que se mantenga así, cuando la vaya a buscar de la casa de Mandy se lo contaré, Felicity no necesita saberlo sin que me vea.

—De acuerdo —asintió con la cabeza también.

El médico salió del cuarto y les dio el informe, luego su madre le pidió que fuera a desayunar algo con ellos porque tampoco era bueno para él quedarse a su lado ya que estaba sedada.

Los tres estaban en la cafetería frente al hospital y Nathaniel no tenía apetito, por lo que solo bebió un café.

—Yo... tengo que decirles algo —les habló a sus padres—. Orquídea y yo somos pareja.

—Lo supusimos, te gustaba cuando le festejaste el cumpleaños a Felicity, no lo dijiste, pero la forma en cómo la mirabas intentando que nadie se diera cuenta nos lo confirmó y ahora que lo sabemos, no nos parece algo descabellado —emitió su madre.

—Nosotros queremos que seas feliz, las dos veces anteriores no lo has sido y estamos felices por ti que hayas encontrado a la correcta —declaró esta vez su padre—. ¿Te has planteado pedirle matrimonio?

Nate negó con la cabeza.

—Pues deberías, cuando se recupere y esté en la casa, podrías organizarle algo bonito para pedírselo.

—Tú y esa joven merecen ser felices, hijo —le dijo Ellen—, principalmente tú. Has encontrado a una buena mujer, no desaproveches esta oportunidad.

—Lo pensaré, gracias a los dos —les respondió—, cuando vaya a buscar a Felicity, ¿pueden quedarse con ella en la casa?

—Por supuesto que sí —notificó Maxwell, el padre de Nate.

—A la noche me quedaré yo y no hay quejas por tu parte, querido, tienes que descansar.

—De acuerdo —asintió con la cabeza también.

Cuando terminaron de desayunar, regresaron al hospital.

Nathaniel fue a buscar a su hija a la casa de su mejor amiga y cuando la niña vio el coche de sus abuelos, supo que algo había pasado.

—¿Por qué vienes con este coche? —Se subió mientras la formulaba.

—Felicity, hay algo que tienes que saber.

—Papá, no me asustes, ¿qué pasó? —cuestionó angustiada y a punto de llorar.

—Tranquila, cariño —le acarició el pelo—, Orquídea está en el hospital, no está muy bien y los médicos la están curando.

—¿Qué le pasó? —Sollozó entre palabras.

—Hubo un incendio y se lastimó la garganta, ella está recuperándose —le explicó muy por encima solo para que supiera la verdad a medias y se calmara.

—¿La puedo ver?

—No, es mejor que por ahora no la visites, no te hará bien verla por el momento, ¿confías en mí?

—Claro que sí, papá.

—Bien, yo te diré cuándo puedes verla, pero no ahora.

—Está bien —dijo moqueando y tratando de no llorar de nuevo—, pero se encuentra bien, ¿no?

—Dentro de lo que cabe, sí.

—Eso es bueno, ¿no?

—Sí, cariño, lo es. Te quedarás en la casa con tus abuelos.

—De acuerdo.

—¿Cómo estuvo la pijamada?

—Divertida, pero durante la noche nos terminamos quedando dormidas.

—¿Después de la medianoche?

—Algunas antes, pero a Mandy y a mí nos dio sueño dos horas más tarde.

—Bueno, eso sí puede llamarse una pijamada para principiantes —se rio y acarició su pelo—. ¿Has almorzado?

—Sí, la mamá nos preparó un rico desayuno y un lindo almuerzo en la galería de su casa.

—Me alegro de que hayas tenido una divertida pijamada, hija.

Pronto llegaron a la casa y los dos se recostaron en la cama de Nathaniel, pero a medida que seguían charlando, Felicity se iba durmiendo también. Él la arropó y se levantó para ir al despacho y trató de trabajar para despejarse la mente.

Colleman había llamado por teléfono a Ofelia para avisarle lo que sucedió, pero ella ya lo sabía por las noticias y él le dijo que se tomara un mes de vacaciones porque en la casa no estaba la rutina de todos los días en esos momentos.

—Me gustaría ir igual, aunque sea para dejarles preparada la cena, necesitan comer.

—Ofelia, no te preocupes por eso, nos la arreglaremos, aparte están mis padres.

—No importa, lo quiero hacer, deje que le dé una mano en la cocina.

—De acuerdo, tú ganas, Ofelia, puedes seguir viniendo, pero solo por la tarde.

—Lo haré, se lo agradezco, señor.

—Gracias a ti.

Nate colgó la llamada y se recostó sobre el respaldo de la silla giratoria. Se había quedado dormido de nuevo, pero los ladridos de los perros del vecino que vivía cerca de la finca lo despertaron y continuó trabajando en los papeles que tenía sobre el escritorio.

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