A cambio de tu vida

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-¿Por qué me estás siguiendo? – interrogó el rubio al de pelo negro mientras se volvía bruscamente para confrontarlo.

Leorio dudó, ¿Qué debería decirle? -Soy tu amigo, digo, es normal que quiera hablar contigo.

El más alto miró al rubio, sus ojos eran como los de un niño impaciente, un niño que espera recibir una reacción agradable de parte de su "padre".

-¿De qué necesitas hablar? ¿No tienes otras ocupaciones más importantes para hoy? – el rubio hablaba con pérfida ironía, incluso, su voz tenía un volumen inusualmente elevado.

-Sabes que siempre tengo tiempo para ti. Honestamente, me agrada pasar tiempo a solas contigo – el rostro de Leorio se sonrojó.

El corazón de Kurapika flaqueó, la mirada severa que tenía se suavizó, además, el gesto tosco en su cara, se relajó -Lamento haber elevado la voz – el rubio agachó la cabeza ligeramente -¿Podrías dejarme solo al menos por ahora? necesito pensar – preguntó en un susurro.

Los labios del estudiante se fruncieron. La petición de Kurapika pintaba mal. Algo claro había detrás de todo esto, si el rubio deseaba recapacitar en soledad, significaba que estaba enredado interiormente. Después de todo, Leorio había esperado algo como esto, honestamente, la actitud del kurta no lo sorprendía lo más mínimo.

-Como quieras, sabes que yo respeto tus decisiones, así que... - Leorio no alcanzó a explicar nada más.

-Te agradezco la comprensión – el rubio dijo lo anterior tan rápido que Leorio sólo vio cómo la puerta de la habitación que ocupa Kurapika se cerró.

-De nada, digo, al menos podrías dejarme terminar la frase. Creo que no perderías mucho tiempo si me escuchas con atención por un minuto – el estudiante comenzó un monólogo, sus ojos fijos en la puerta sellada. Soltó un suspiro. Su cuerpo se estremeció de pies a cabeza cuando sintió dos suaves palmadas a la mitad de su espalda.

-Dale tiempo. Lo necesita – era Senritsu, la pequeña cazadora mostró su flauta -tocaré algo en el otro cuarto, las notas llegarán hasta su habitación – sonrió con modestia.

-Es tan amable de tu parte, eso ayudará – una pausa, agregó lo siguiente - A menos que vaya y te silencie de nuevo – Leorio bromeó.

La mujer de dientes largos soltó una risita, una de sus manos subió hasta su boca para amortiguar el sonido -Fue aterrador verlo caminar hacia mí y arrebatarme la flauta a la mitad de la pieza musical.

Leorio deseó reír audiblemente. En cambio, jaló suavemente a la chica del brazo y los trasladó a ambos hasta la habitación adjunta a la del rubio -Ha pasado apenas una semana – el cazador se sentó sin ceremonias sobre un banquito, exhaló con la intención de alejar la tensión que se había acumulado en su interior -Supongo que ha sido difícil para Kurapika saber que no podrá continuar con su cacería de ojos. Me refiero a que no podrá hacerlo como antes – miró a la cazadora en busca de apoyo.

-El mundo no termina ahí. Escuché... - la pequeña mujer vaciló, sus ojos examinan que haya aprobación de parte del estudiante para proseguir.

Leorio esboza una ligera sonrisa -Puedes decirlo, no tengo ningún inconveniente – animó a la chica.

-Ofreciste tu ayuda, Kurapika debería sentirse afortunado, así como respaldado con semejante ofrecimiento – ella miró con ternura al hombre que estaba sentado y encorvado.

-Y también escuchaste que me gritó como si fuera un crío y declaró que no me correspondía entrometerme en sus asuntos – Leorio rodó los ojos.

-Está preocupado por ti. Él es así, se mantiene alejado de todos, siempre lo ha hecho. No desea que alguien cercano sufra una desgracia al involucrarse en sus planes.

-Si, lo sé – expresa acariciando su barbilla, palpa pequeños vellos incipientes – Debo afeitarme – el joven cambió el tema.

Senritsu simplemente enarcó las cejas, no se ofendió, en su lugar, comprendió la urgencia de Leorio, pretendía disipar la incomodidad que comenzaba a amargar el ambiente -Con barba luces más maduro – enfatizó alegremente.

-¿En serio? nadie me lo había mencionado – el pelinegro sonrió satisfecho. La mujer movió la cabeza para asentir -Pues, gracias – un rubor adornó parte de su rostro.

-Todo mejorará, ya lo verás – concluyó la mujer. Ahora acogió su instrumento musical de viento e inició con la melodía correspondiente.

Notas ligeras y sin prisa viajaron alrededor de la recámara floreciente. Pajarillos se posaron en el alfeizar de la ventana para escuchar y disfrutar del sonido blando. Una mariposa rosada se unió al grupo. Leorio observó a los animales voladores y al insecto con detenimiento. Si estos seres eran capaces de maravillarse con la tonada, probablemente, el corazón de Kurapika encontraría reposo y paz. De alguna manera, se aferraba a la creencia de que todo acabaría bien, el joven estaba lleno de optimismo, solía ser muy bueno manteniendo la fe, en realidad, esta era una de sus más valiosas cualidades.

//

Días antes. En la cueva.

Kurapika fue el primero en despertar a la mañana siguiente. Sus ojos se abrieron lentamente cuando gemidos familiares surgieron exactamente desde abajo de su brazo izquierdo.

Lo primero que vio fue el dulce rostro de Leorio. Los ojos de Kurapika se abrieron enormemente, incluso tuvo que restregarlos para estar seguro de la imagen.

Ahí estaba el cazador de medicina, dormía profundamente. Se distrajo con prisa cuando el balbuceo de Woble resonó una vez más.

El rubio se enderezó de donde estaba, soñoliento aún. Su cuerpo no se sentía del todo bien. La habilidad de Leorio no cura exactamente la totalidad del malestar que hay en las personas.

Gruñó sintiendo picos en los cortes y lesiones. Aspiró y sopló. Sus brazos se alargaron y con sus manos desgraciadamente manchadas con tierra, tomó a Woble, la acunó contra su cuerpo para calmarla. Sintió un verdadero alivió al ver el rostro de la bebé, ella había mejorado inexplicablemente. Por lo mínimo que logró recordar, supo que, hace poco, la bebé se hallaba con pésimo estado de salud. Inmediatamente atribuyó el logro a su prometido. Sus labios se curvaron.

La pasividad del rubio acabó, al otro lado, descubrió con horror el cuerpo decapitado de su reina. Kurapika se levantó de donde estaba, corrió hacia el exterior de la cueva. Entre sus brazos y pecho apretó a Woble con cuidado de no lastimarla en el proceso.

Sus ojos se destemplaron totalmente, ¿Hacía cuánto tiempo que no estaba expuesto a alguna clase de iluminación?

Con sus ojos, buscaba insistentemente alguna cosa, no sabía ni qué. Sus entrañas se removieron, la sensación de náuseas en su estómago acrecentaba, incapaz de controlar la emoción, sucumbió a la necesidad de vomitar.

Dejó atrás a Woble, sobre una zona aparentemente segura. Su cuerpo se arqueaba, la repulsión se apropió completamente de él.

No hubo más que saliva, no había ingerido alimento por un buen tiempo, no había nada qué desechar.

Después de un corto tiempo de intentar regresar los intestinos, hizo todo lo posible por apaciguarse. Cuando logró estabilizarse, estuvo listo para regresar por la bebé. En cuanto dio la vuelta, pudo notar cómo la pequeña niña lo observaba en silencio y con extremada curiosidad.

-Lo siento, Woble, me sentí un poco mal, qué tonto, ¿no? - en el interior se alegró de una cosa, la pequeña no notó que el cuerpo de su madre se encontraba en un estado tan desagradable. Honestamente, a pesar de esto, el rubio tenía sus dudas -Nos iremos de aquí cuanto antes – explicó a la niña. La mujercita sonrió e intentó gatear.

Kurapika regresó a la cueva, fue discreto y caminó de tal forma que, la pequeña no tendría la oportunidad de ver a su madre muerta.

Se acercó a Leorio y lo zarandeó – Leorio, despierta – su voz fue gentil. El kurta se sintió extraño, Leorio no reaccionó de ninguna manera. Se preocupó sólo hasta que el mayor gruñó entre dientes y exigió que lo dejasen descansar - ¿Leorio? – repitió el nombre del mayor.

No había una respuesta más allá de los quejidos. No podía enfadarse por la persistente inconsciencia del otro. Intuyó que Leorio estaba realmente agotado. Era anormal la reacción, además, por la forma en que su rostro lucía, todo indicaba que el pelinegro era víctima de una severa fatiga.

El rubio debía salir de ahí cuanto antes con la bebé y el cazador.

Falló tratando de externalizar el aura. A decir verdad, su cuerpo parecía haber sufrido un cambio. No atinó con precisión qué clase de cambio podría ser. Concluyó que estaba debilitado y que no era capaz de invocar la energía suficiente para usar su nen.

El rubio rascó su cabeza con una mano libre, con la otra sostenía a una Woble desesperada, inquieta y lloricona.

-Oye, Leorio, debes despertar, eres muy pesado – masculló inconforme. El rubio chasqueó la lengua, no tenía otra opción.

Como pudo, cargó con Leorio unos metros afuera de la cueva. De pronto, se encontró con una dificultad más grande. El risco. Quizá debía bajar. Estaba desubicado. No sabía en dónde maldita sea se encontraba.

Se tomó unos instantes y meditó, ¿qué haría a continuación? esa era la cuestión.

Se movió con Leorio y Woble por cinco o seis horas sin parar. Cargó al mayor todo lo que pudo hasta que las fuerzas lo traicionaron. A partir de cierto punto, arrastró al pelinegro por los pies. Kurapika se sintió mal por esto, pero, no tenía otra opción. Además, Leorio no dio ningún indicio de molestia o incomodidad. Se sorprendió por la severidad y pesadez en su descanso.

//

Cuatro días más tarde, el rubio había avanzado sin dirección. Estaba perdido. Lo sabía muy bien.

Mágicamente, Leorio no había despertado, incluso, tampoco lo hizo cuando lo sumergió en un río. El kurta estaba sentado junto a una fogata, Woble había consumido algunas frutas que encontró a su paso, también había bebido agua. El rubio había hurgado entre las pertenencias del mayor, encontró ciertos artefactos de supervivencia que le fueron útiles.

Sus ojos recorrieron el cuerpo de Leorio usando simplemente los calzoncillos. Se sentía avergonzado, en primer lugar, por haberlo hundido en el río, claramente, predijo que eso lo obligaría a despertar. Los ojos de Leorio no se abrieron nunca. Se desesperó por un momento, acto seguido, se preocupó cuando pequeñas burbujas brotaron hacia la superficie acuífera, fue entonces que se dio prisa a sacarlo del agua.

Luego tuvo que despojarlo de sus prendas para que no enfermase. Kurapika pensó en deshacerse de la ropa interior, después de todo, si Leorio no despertaba como hasta ahora, jamás se enteraría de esto. Pero la consciencia severa del kurta le dijo que no lo hiciera. Se sonrojó de nuevo al recordar sus locas conclusiones. Probablemente, el naufragio y las desventuras acabaron con la poca cordura que le restaba. Por otro lado, no podía sacar de su mente la imagen de Oito. La última vista que tuvo de ella no fue la más agradable en su vida. La mujer no merecía un final como ese. Apretó la mandíbula, dirigió una vista plana hacía la bebé. Para honrar la memoria de la reina Oito, debía continuar manteniendo con bienestar a su hija. Era ahora completamente su responsabilidad.

Cuando Leorio despertara, podría hacerle todas las preguntas que concurrían a su mente día y noche.

Esa noche, el rubio se quedó dormido sin darse cuenta del momento preciso en que eso pasó.

//

Los ojos del rubio se abrieron, en su pecho se arremolinó un sentimiento feo y de miedo. Se incorporó sabiendo que Woble no estaba donde la había dejado. Por otro lado, Leorio seguía igual.

Con impaciencia revisó el perímetro. No tuvo que buscar demasiado, divisó a Woble jugando con un baboso caracol. Suspiró deshaciéndose de la ansiedad.

-No deberías ir tan lejos de mí – el rubio cargó a la bebé y llamó su atención – O yo no debería ser tan descuidado y dormir tanto – murmuró tímidamente.

Woble estaba sucia, realmente sucia. Kurapika había cambiado su "pañal". Improvisó un pañal con un trozo de camisa de Leorio. Esto también lo hacía sentir culpable, se aprovechó del desconocimiento del mayor para cortar un poco de su ropa. La suya estaba totalmente mal, que, no había forma de cortar un trozo de tamaño decente para convertirlo en pañal de bebé.

El rubio contempló a Leorio dormido. Avanzó aún sosteniendo a la niña, corroboró que la ropa del mayor estuviese seca por completo. Sonrió porque así fue.

Alejó la atención de lo que estaba haciendo y consideró entrar al río para asearse junto con Woble, después de todo, no había nada malo con eso, ambos requerían un baño urgente.

Se dispuso a sacar el "intento de vestimenta" que había portado hasta hoy. Hizo lo mismo con Woble, con todas las prendas de la menor en mano y la niña, se sumergió en el agua.

Se dio el tiempo de lavar la ropa de bebé. Pensó en usar la camisa de Leorio para cubrir a Woble mientras esperaba que la ropa de la pequeña secara con el sol, después de todo, hoy era un día caluroso, Leorio estaría bien en calzoncillos por unas horas más.

Finalmente, terminó de tallar las ropas de la bebé, cosa embarazosa. Con un brazo debía acoger el pequeño bulto con la finalidad de evitar que se hundiera, así que contaba sólo con el otro para refregar.

El kurta alzó a Woble, fue entonces que unas piernas peludas atrajeron su atención, se conmocionó al principio.

-Esta es una vista agradable – la voz de Leorio externó suavemente.

Kurapika se tambaleó a la orilla del agua -¡Me asustas! – replicó el kurta completamente rojo del rostro.

La risa de Leorio fue como música para los oídos del rubio - ¿Tú me quitaste la ropa? – preguntó con cinismo.

-Y...yo... - Kurapika tartamudeó.

-No digas más, fuiste tú – Leorio dejó pasar un momento sin hablar -Oh, allá está – dijo alegremente -Por cierto, ¿cómo te sientes? – cuestionó cariñosamente.

-Estoy en el agua – dijo con torpeza.

Leorio contuvo una risa -Me doy cuenta de eso – extendió una mano y ofreció ayudar -¿Necesitas una mano con esa niña? – cuestionó saleroso.

El rubio no dijo nada, arrimó la bebé hacia los brazos del mayor, este entendió y la acogió inmediatamente.

Leorio examinó a la pequeña -Hice una promesa a esa mujer – el rubio elevó los ojos concentrando la atención sobre el mayor -Cuidaría de ella – murmuró.

Kurapika se sintió triste por un momento. Afrontar la muerte de Oito era duro, pero, no había otra alternativa, aceptar los sucesos era lo único por hacer.

En un intento por disipar el incómodo silencio, el mayor expresó esto -No soy un adulto tan responsable, por lo tanto, no creo poder ser un buen padre, así que, seré la madre ¿qué opinas de eso?

-Que eres un tonto, Leorio. Ninguno de nosotros es el padre. Mucho menos podríamos ser la madre – el rubio salió del agua, sacudió un poco la humedad con sus propias manos y procedió a vestirse con su ropa destrozada.

-Si no usas nada daría el mismo resultado – Kurapika miró con recelo a Leorio -digo, sólo mírate, todo está hecho hilos – se defendió.

-No exageres, todavía sirve de algo... - murmuró tímidamente abotonando las tres cuencas de su camisa.

-De acuerdo – apoyó. Dejó ahora a la bebé con Kurapika para ir por su propia ropa.

-Conozco el camino de regreso – el pelinegro anunció.

Los ojos de Kurapika brillaron -¿Por qué permanecías dormido? de haber sabido, me hubieras ahorrado muchas dificultades.

El rostro de Leorio se ensombreció, cosa que alarmó al rubio -Kurapika, escucha.

El rubio tembló por dentro, por la expresión del cazador, supo que algo que no debía ser tan agradable estaba por venir. Aunque, no sabía lo que era, no tenía idea.

-Dormí tanto debido a que utilicé una habilidad nen que aprendí hace no mucho tiempo – hizo una pausa para acercarse más al rubio. Retiró del regazo del kurta a la bebé para cargarla él -Esta técnica devuelve la vitalidad a quienes ayudo – las pupilas marrones de Leorio tiritaron cuando sostuvo el contacto visual con el rubio -La usé en ti. Necesitaba salvarte la vida – ahí paró porque Kurapika intervino.

-Supongo que es una habilidad extraordinaria, Leorio. Gracias – apenado jugó con los dedos de sus manos.

-Pero, eso no es todo, hay algo realmente malo en todo esto – agregó Leorio.

¿Aquí venía la "mala noticia"?

Kurapika pensó demasiado rápido. ¿Qué podría ser tan malo? No debía haber una consecuencia realmente desafortunada detrás del misterio del cazador de medicina.

Leorio tomó las manos de Kurapika con una de las suyas -Tu nen se perdió. Para siempre, ya no podrás usarlo nunca – mejor hablar ahora, crudo y directo.

Kurapika se movió, un paso hacia atrás y acabó con el contacto entre sus manos y la del más alto.

-¿Esa es la desgracia? – cuestionó con simpleza -No te preocupes, no pasa nada... 

Leorio agachó la cabeza. Las palabras aparentemente despreocupadas de Kurapika detonaron como cristales rotos en sus tímpanos. Los dientes del emisor rechinaron en su boca.

-¿Nos diriges a partir de ahora? sabes, Woble aún necesita atención médica – opinó el rubio.

A Leorio le dio la impresión de que Kurapika estaba en negación, sin embargo, asintió.

-Así que ese es tu nombre, "Woble", es propio de una princesa – movió los dedos cerca del rostro de la infanta – Te extrañé – dijo con sinceridad. Leorio no miró a Kurapika, sencillamente, expresó lo anterior con bastante naturalidad mientras jugó con los pequeños labios de Woble.

El rubio suspiró, de espaldas a Leorio devolvió una contestación inesperadamente simple -Gracias .

Los ojos del más alto se cerraron. Ese agradecimiento poseyó una fría demostración. Sinceramente, esperó más que eso. Leorio sintió un enorme deseo de apretar el cuello del rubio. De todos modos, no lo hubiera hecho por más que el impulso lo agobiara.

-Está bien. Vamos de una vez – animó el mayor y tomó la delantera para llegar al refugio de los cazadores.

-Yo también...

Leorio apenas escuchó la voz de Kurapika viniendo desde la parte de atrás.

-Gracias, cariño.

Era la primera vez que Leorio utilizaba un apelativo afectuoso. El corazón de Kurapika se estrujó, después de todo, Leorio era lo más importante para él.

Si Leorio tomó la decisión de salvarlo sabiendo que no estaría conforme con la pérdida de su nen, era porque en verdad lo quería.

No debía sentirse traicionado ni nada por el estilo. Sin embargo, muy en el fondo, supo que tarde o temprano lucharía contra eso.

Kurapika alcanzó a Leorio y entrelazó sus dedos con los de él. El mayor se volvió y miró esto con extrañeza.

Los dos compartieron una rápida pero significativa sonrisa antes de continuar.

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