Tú y yo, más...

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El emisor volvía desanimado, un día más sin las respuestas que necesitaba. Otra noche interminable cubría el cielo con su lobreguez.

-Irónico que las estrellas irradien con tanta emoción. Dulces destellos entre las tenebrosas sombras – canturreó el cazador aprendiz. Soltó un suspiro después.

-Eso fue demasiado poético – escuchó esa voz venir desde atrás, evidentemente, Leorio la reconocía. A estas alturas, ese sonido resultaba infinitamente familiar. Después de todo, luego de Senritsu, este hombre ocupaba el segundo puesto entre sus elegidos confidentes.

Pisar tierras extrañas conllevaba entablar relaciones nuevas. Senritsu y Mizaistom se habían vuelto íntimos del estudiante. Leorio estaba contento de tener dos grandes amistades con las cuales podía compartir tanta incertidumbre.

Ha transcurrido mes y medio desde que el Buey fue a su lado y compartió con él la noticia que enraizó en su interior la esperanza y la ilusión de encontrar a Kurapika.

-¿Eso crees? – preguntó sentándose en el suelo. El hombre más grande se sentó junto a él.

-Sé que te sientes desanimado – colocó una de sus manos sobre el hombro del adolescente pelinegro -Mírame por un momento – pidió dócilmente.

Leorio dudó un par de segundos, finalmente, se aventuró a doblar su cuello, los ojos chocolatosos se posaron en los de Mizai -¿Así estoy bien? – cuestionó sonriendo con desazón.

Mizai reprobó moviendo la cabeza hacia los lados -No es como lo había imaginado, pero, sirve - El cazador de doble estrella parpadeó una vez y dejó ir un suspiro muy largo -Encontramos a alguien que puede ser de utilidad – sentenció sin remover el contacto visual del menor.

-¡¿Alguien útil?! ¿dime qué has averiguado? – cuestionó, de un brinco se puso de pie. Estaba excitado, Mizai sintió la obligación de incorporarse, era lo más viable.

-Un miembro del genei ryodan – dijo usando un tono de voz muy sombrío -sin embargo, se ha negado a darnos cualquier explicación – finalizó colocando su mano en la cara, nudillos rozando la punta de su nariz.

-¿Cuál miembro? – preguntó con mucha curiosidad, sus manos viajaron hacia los hombros del otro cazador, se aferró ahí, sus ojos en busca de una pronta respuesta.

-Es el de nombre Phinks.

Leorio bajó la mirada -Tengo que hablar con él. Debo... debo hacer que suelte la lengua, probablemente, sepa algo sobre Kurapika, después de todo, él no viajó solo, estaba a bordo de la ballena negra con el resto de su grupo – su voz temblaba, sin embargo, contenía notas de promesa.

-Concuerdo – el Buey sonrió con gozo. El semblante del muchacho que lucía agónico y derrotado hace unos minutos, relució enormemente.

//

-¿Qué fue lo que te dijo? – finalmente, Cheadle lanzó la pregunta que Mizai decidió contener.

Leorio se sentó frente a los dos zodiacos, apoyó sus codos sobre la mesa, un gesto pensativo que reflexionaba la información de forma exagerada -Me dijo que... - se contuvo, probablemente, no deseaba hablar a la ligera -Dijo que el líder se encargó de Kurapika y su reina – los ojos cafés rebuscaron alguna contestación, o quizá, quisieron hallar consuelo en los del Buey.

-Espera – intervino Cheadle, con eso, impidió una respuesta inmediata del otro -No lo hizo, lo sé, puedes llamarlo necedad o fantasía, como tú quieras, pero, estoy segura de que Kurapika no ha muerto – Cheadle se enderezó, dejó su asiento atrás y caminó dos pasos -¿Sabes la razón por la que creo firmemente en esta suposición? – se volvió con un semblante calmado hacia los hombres.

-Dínoslo – exigió sereno el Buey.

Cheadle sonrió ligeramente, primero miró a Mizaistom, después a Leorio y se entretuvo en él -Verán, recibí esto muy temprano – giró, caminó hasta llegar a un escritorio, abrió un cajón con una llave pequeña, sacó algo y lo mostró en la palma de su mano -¿Esto te es familiar, Leorio?

Leorio se levantó apresuradamente de la silla, incluso el asiento cayó hacia atrás -¡Eso es de Kurapika! – gritó conmocionado.

Cheadle permitió al estudiante tomar el arete de diamante grana -Y cuando lo encontraron, la sangre estaba fresca. Eso significa que, existen altas probabilidades de que Kurapika esté con vida – la presidenta cerró los ojos, un segundo más tarde, los abrió, el rostro de Leorio era tan confuso, complicado para descifrarlo en un momento como este.

-Pe...pero ¿por qué? podrías habérmelo dicho hace unas horas. No habría perdido la paciencia con ese idiota fortachón, claramente, lo que tiene de musculoso lo tiene de arrogante – al parecer, el Leorio habitual había regresado a su piel.

Mizai soltó una risita -Probablemente, por eso mismo. Con una pista como esa, hubieras coartado tus propias estrategias – Mizai tose para aclarar su garganta -No te ofendas, Leorio, pero, eres bastante visceral. Presiento que, de haber sido consciente del hecho, habrías perdido objetividad al encarar al inculpado – concluyó, una rectitud envidiable revela el gesto del mayor.

-Y eso habría terminado mal – agregó la mujer perro. El adolescente sencillamente frunció el ceño y chasqueó la lengua.

-Como sea – murmuró mirando el arete de Kurapika -No pararé de buscarte... - dictó para sí mismo. El acto hizo que Mizai y Cheadle se miraran entre ellos, incapaces de ocultar la complicidad que compartieron.

-Sin embargo, intentaré por todos los medios obtener más información – Mizai intervino, sus ojos se clavaron en la puerta del cuarto que designaron para los interrogatorios.

-Y yo haré lo mismo – apoyó Cheadle.

-Muchas gracias, no tengo palabras para agradecer todo su apoyo – Leorio llevó la mano a su nuca, externó avergonzado lo anterior.

-No tienes por qué agradecerlo. Somos colegas, pertenecemos al zodiaco, más allá de eso, somos compañeros, amigos incluso, debemos apoyarnos mutuamente – una pausa, Cheadle retomó la palabra -Lamento si en ocasiones suelo ser severa. El puesto de presidenta deja mucho que desear. Tal vez, no estaba tan preparada para ser la líder. Honestamente, no lo sabré hasta que regresemos con vida a la asociación – la mujer del trío curvó sus labios ligeramente. Su cabeza bajo.

Mizai colocó una mano en el hombro derecho de la mujer -Estás haciendo lo mejor. Eso es bueno – animó y deshizo la contención en el hombro de la presidenta.

//

Claramente, Leorio siguió buscando al rubio, a pesar de que cada mañana se adentraba a lo desconocido y marchaba con la ilusión de encontrarlo, cuando el sol comenzaba a ocultarse, era inevitable que se deprimiera, se anidaba en él un mal presagio que lo tumbaba con crueldad.

Poco sabía que este día cambiaría su vida para siempre. Si el cambio era bueno o malo, no lo sabía, pero, de algo siempre había estado duramente convencido, era mejor intentarlo todo y arriesgar hasta el último aliento, quedarse sin hacer absolutamente nada jamás había sido favorable, al menos no para él.

Leorio caminaba lejos de una colmena de abejas grotescas y gigantes. En este punto, reconocía varias especies de animales y de insectos que habitaban en el continente, él y el resto del equipo de tecnología médica se habían encargado de identificar y catalogar varias especies de seres vivos, especialmente, en las zonas que ya habían explorado.

Leorio tomó un transporte aéreo, el cual consistía en una pequeña nave flotadora de globo, individual. El vehículo no alcanzaba una altura más allá de los dos metros y medio ni tampoco una velocidad más alta que los 20 km/h, sin embargo, resultaba útil y cómodo para moverse, sobre todo, cuando era necesario recorrer distancias más largas.

El cazador estaba tomando un tiempo de descanso cerca de una gruta cristalina, repleta de moho y musgo negro. A simple vista, el lugar lucía descuidado, no era para menos, este continente era salvaje, en toda la extensión de la palabra.

El pelinegro de ojos castaños dio un sorbo de agua, llevaba su termo de peltre azul. Un poco de agua escurrió por las comisuras de sus labios, cerró los ojos con gozo disfrutando de la humedad en esa zona de la piel.

Hacía mucho tiempo que no se sentía tan libre, ese sitio transmitía paz.

Algo interrumpió la meditación del estudiante, los ojos de Leorio se abrieron de par en par al escuchar un gemido. Frunció el ceño pensando que quizá había sido su imaginación. Sin embargo, segundos más tarde, volvió escuchar un ruido similar. El gemido indicaba ser de un bebé aparentemente sintiéndose incómodo, probablemente, estaba a punto de llorar. El cazador guardó rápidamente el termo en su mochila de viaje.

Se concentró y despejó sus oídos, además de eso, concentró nen en ellos con la finalidad de agudizar su percepción.

Y ahí estaba, otro quejido de bebé, también podría ser la cría de algún animal. No debía descartar aquella posibilidad, en este mundo podía encontrar cosas muy raras.

Sus ojos permanecieron cerrados, aún concentrado, sumamente concentrado.

Un balbuceo diciendo: "mam" o algo parecido, Leorio sabía que, si no era un bebé humano, podría ser algún ser desconocido aún para su listado de reconocimiento.

Con seguridad, se había cerciorado de la procedencia del sonido. Sus piernas se movieron automáticamente en esa dirección, incluso lo hizo si no era lo suficientemente consciente de esto.

La gruta terminaba más allá de la cúspide de una gran formación rocosa. Leorio comenzó a escalar con cautela, lo hizo lentamente hasta llegar a un socavón en posición vertical en esa prominencia.

Sus ojos se agrandaron al ver lo que había ahí dentro. Las palabras no salieron de inmediato de su garganta, pues la escena hizo que su estómago se revolviera horrendamente.

-No te muevas – pidió la voz de una mujer de cabello encrespado y negro como la noche.

-¿Qué...? – la voz del joven apenas salió.

-Estos hilos cortarán la cabeza de uno de nosotros si te mueves un poco más – declaró la mujer. Ella estaba hincada sobre sus rodillas lastimadas, amoratadas y ensangrentadas, con un bebé en brazos, aparentemente a punto de desfallecer. Leorio no podía decir quién de los dos se encontraba en peores condiciones.

El ojimarrón tragó saliva a pesar de que su boca estaba reseca -¿Cuánto tiempo llevas aquí adentro con tu hijo? – cuestionó congelado desde donde estaba, intentó quedarse quieto y no moverse lo más mínimo.

-No lo sé – dijo con voz bastante debilitada -Supongo que, en esta posición, dos semanas y unos días – una lágrima brotó del ojo izquierdo de la mujer.

Leorio se conmocionó al presentir, que, probablemente, había alguien más adentro de la cueva, la oscuridad no permitía ver muy bien, pero, ahí había otra persona, casi seguro.

-¿Cuántas personas hay ahí adentro? – cuestionó. Un volumen muy bajo salió por su boca.

La mujer gimió con pena -Creo que solamente restamos mi hija y yo – el cuello de la mujer se arqueó en dirección del otro cuerpo, en realidad, casi no se movió -Ese era mi guardaespaldas, pero... - la voz de la mujer calló súbitamente.

Leorio sintió cómo su corazón se aplastó, ¿No existía piedad para él y para su pésima fortuna?

La palabra "guardaespaldas" hizo que su sangre se derritiera, pero, incluso con eso, el torrente sanguíneo en su interior era tan lento y denso -¿Puedo...puedo saber cómo se llamaba? – susurró, las palabras se negaron a salir por un segundo. Hizo un gran esfuerzo para entonar.

La mujer abrió los ojos negros, su ceño se frunció. La bebé oculta en su regazo dio una bocanada de aire -Sálvala a ella, por favor, te lo ruego, salva a mi hija – imploró la mujer entre sollozos.

Leorio se frustró cuando la mujer no respondió su pregunta, sin embargo, la comprendía, esa bebé era hija suya, por lo que, la vida de esa criatura era lo más importante para ella.

- De haber alguna respuesta ¿dime cómo puedo hacerlo? – dijo con seriedad. Su cuerpo todavía sin moverse.

-Unas personas despiadadas nos emboscaron y nos colocaron en esta trampa – empezó a explicar - Si ese hilo que está ahí - se refirió al que Leorio tenía más cerca. El cazador pudo ver el hilo del cual hablaba la mujer gracias a gyo -O si los hilos que están a nuestro alrededor se extienden más allá de medio centímetro, se activa la red y cortará nuestros cuellos al instante. Ni mi guardaespaldas o yo tuvimos la fuerza necesaria o la insensibilidad para movernos cuando estábamos en mejores condiciones. Nos dijeron que, si él movía el suyo, yo moriría, por otro lado, si yo muevo este, los hilos que lo rodean a él, se activarán. Si ese otro de la entrada se toca, ambos sufriríamos el mismo destino, lo colocaron por si alguien intentaba ayudarnos – la mujer exhala aire -Por suerte no entraste tan rápido y pude prevenirte – expectora cerrando los ojos, haciendo pequeñas pausas al respirar, el aire entra y sale por su boca y nariz con dificultad.

-Intentaré retirar los hilos sin tener que tocarlos directamente – argumentó el cazador.

La mujer abrió la boca -¿Cómo podrías? – preguntó extrañada y con poca fuerza en la voz.

Leorio se sintió patético, en realidad, no tenía una gran idea -No lo sé. Estoy pensando, tranquila. Estoy aquí para ayudar, soy un cazador, mi nombre es Leorio Paladiknight, confía en mí ¿de acuerdo? – explicó con gran serenidad en un intento por ganarse la confianza de la mujer. Sus ojos viajaron hacia la otra figura. Su corazón latía con desesperación. Su cara no mostraba el cúmulo de sentimientos y emociones que explotaban sin descanso en sus entrañas.

"Una mujer, un bebé y un guardaespaldas" Todo esto coincidía terriblemente con la descripción de Kurapika, la reina y su heredera. Sin embargo, en este momento, Leorio evitó pensar y relacionar las semejanzas. Deseaba encontrar una posible solución.

-Qué coincidencia, mi guardaespaldas también era... también es un cazador – se sinceró la mujer al momento que apretó más el cuerpo de su bebé contra su pecho, al parecer, la pequeña niña se había quedado dormida -Hace dos días que ya no reaccionó. Dejó de hablar y de emitir cualquier clase de ruido, de hecho... - la voz de la mujer se rompió -para que su cuerpo no se derrumbara, hizo eso – señaló el cuerpo que parecía estar sentado. Leorio arrugó la cara, sus ojos se volvieron rendija. Daba la impresión de que la mujer podía ver claramente a la otra persona, a pesar de la oscuridad que los rodeaba -Utilizó esa arma que siempre traía con él para mantener su cuerpo en la misma posición.

Leorio medio comprendió, el mismo guardaespaldas se había estacado en el suelo, pero, exactamente ¿Cómo lo hizo? sus labios se apretaron y negó con la cabeza.

-Eso... fue valiente – mencionó muy apenas.

-O muy estúpido - agregó la mujer -Siempre fue tan extraño, pero, cada día, agradecía infinitamente que velara por el bienestar de ambas – Oito sonrió -Una parte de su deber se opacó en el sentimentalismo que simbolizaba mantener a un ser inocente con vida – explicó la mujer -Kurapika es un buen hombre, a pesar de que él no cree que eso sea cierto.

Leorio se vio obligado a cubrir su boca con la mano para no gritar. No podía ser real.

¿Estaba soñando? Si, eso debía ser.

Al notar que el joven se había quedado en silencio, la mujer hizo una pregunta -¿Ya has pensado en algo? – por poco una sonrisita divertida se forma en sus labios al notar que Leorio se estremeció.

Leorio titubeó antes de contestar -No... - susurró, el poco aire ahí dentro consumía su propia voz.

Lo inundaba la urgencia de poder ver más allá, necesitaba ver a Kurapika y comprobar si estaba vivo o no. Porque, de alguna manera, saber si estaba muerto, le podría facilitar las cosas. Se regañó internamente cuando pensó esto.

Un momento después, presa de la curiosidad, dijo su nombre –¿Kurapika?

Silencio.

Incluso Oito guardó silencio.

Leorio exhaló con lentitud -¿Kurapika? ¿Me oyes? – preguntó sin obtener respuesta. Sus ojos miraron el hilo más cercano y pudo ver un detalle. El hilo terminaba en la esquina izquierda, si se movía lo más cuidadosamente posible, podría pasar por ese espacio. O eso creyó.

-Intentaré ir por ahí – avisó a la mujer, ella sencillamente asintió moviendo sutilmente la cabeza.

-Si algo saliera mal, quisiera que cuidaras de mi hija ¿puedo pedirte algo como esto? – preguntó Oito, inevitablemente, el agua afloró por sus ojos e inundó pronto sus mejillas.

-Si – dijo simplemente, Leorio introdujo un brazo entre los hilos, se movió de forma extraña, contorsionó su torso todo lo que fue posible para pasar por el espacio disponible que se formaba en la red.

Leorio supo una cosa en cuanto hundió su cabeza, la mitad de su cuerpo al otro lado se quedó flotando en el aire. El hilo se movería. Sus ojos, ahora más en el interior, divisaron lo que hubiera deseado no ver. Kurapika estaba ahí dentro enlodado, su ropa formal de guardaespaldas desgastada echa trapos inútiles, su cara casi bañada en suciedad y sangre seca. Su cuerpo había recibido maltratos, probablemente torturas, estaba casi cien por ciento seguro de que todo esto había sido obra de las arañas y de ese príncipe despiadado.

De todos modos, decidió preguntar, quizá sería la última cosa que escuchara de la mujer, esa reina que su prometido juró proteger durante la expedición hacia el continente oscuro - ¿Puedo saber quién demonios hizo todo esto con ustedes? – cuestionó arrastrando angustia en cada letra.

Oito simplemente respondió sin pensarlo ni un segundo -Enemigos míos y de mi guardaespaldas, el hermano de mi hija y unos criminales procedentes de ciudad meteoro, es todo lo que sé. Kurapika no me contó gran cosa – la voz de la mujer era más frágil cada minuto -Sé que lo conocías – sentenció la mujer, Leorio no esperaba escuchar esto, las palabras lo sorprendieron notablemente -No sé si aún vive, pero, cuando se active la trampa. Ve por él – la mujer sonrió, Leorio abrió los ojos, se volvió hacia ella justo cuando la mujer movió un brazo hacia un lado.

-¡NOOO! – Leorio gritó tan fuerte que la voz retumbó intensamente en todos los rincones de la cueva.

La trampa de la red se activó simplemente en la reina, decapitándola en un milisegundo. La bebé cayó al piso, berreó y lloró audiblemente al tiempo del impacto. Los ojos de Leorio viajaron del pequeño bulto hacia su amigo y amante. En ese momento, corrió para alcanzarlo. No sabía si debía sentirse aliviado de que los hilos hubieran desaparecido. Desafortunadamente, habían cobrado una vida.

Todo indicaba haber sido un engaño, quien quiera que los colocó en esta situación, se burló de ellos, pusieron a prueba sus lealtades. Las trampas no tenían la activación cruzada. Oito se movió y ella falleció, según los infractores, si ella se movía, la víctima sería la otra persona. Creyeron cada palabra al pie de la letra, sin embargo, gracias a esto, ninguno se traicionó.

Leorio buscó signos vitales en su compañero. Al inicio no encontró nada que diera señales de sobrevivencia en aquel cuerpo.

Miró el arma que Kurapika siempre portaba, usó una de sus espadas gemelas para anclarse al piso y mantenerse postrado en posición vertical. El cazador no podría imaginar el dolor que sintió al hacer eso por sí mismo. Después de todo, Kurapika era tan analítico como el demonio, sabía que si perdía el conocimiento su cuerpo colapsaría. De este modo, pudo dormirse sin moverse ni un milímetro. Por su cabeza jamás cruzó la posibilidad de traicionar a su reina, si estuvieran en otras circunstancias, el estudiante podría sentirse orgulloso de su pareja.

Leorio estaba sorprendido, decepcionado y herido al mismo tiempo. De pronto, el sonido de una voz aguda lo sacó de su ensimismamiento. Abrió los ojos y miró, incluso, se hizo consciente de las lágrimas que segundos antes ya habían empapado su cara.

-Viniste por mí – el rubio murmuró, un tono bastante liviano.

-Siempre. Por ti a donde fuera, siempre... - dijo sobreexcitado. -¡mierda! ¿por qué haces todo esto conmigo? – cuestiona con angustia.

-Lo siento – los ojos de Kurapika amenazan con volverse a cerrar -deseaba verte una vez más – dijo perdiendo la fuerza, tosió y cabeceó, Leorio se acercó para abrazarlo, Kurapika siseó, el abrazo era tortuoso, inhaló aire superficialmente -No me arrepiento de nada, incluso de los asesinatos que cometí. Tampoco de quererte para mí. Es malo saber que moriré y no te tendré conmigo – el rubio sonrió a duras penas.

Leorio negó con la cabeza bruscamente -¡Cállate! no digas tonterías, no vas a morir. Yo te voy a ayudar, quiero ser para ti – sentenció parpadeando varias veces para que las lágrimas acumuladas gotearan, con eso mejoró su visión.

-No es posible, ya no puedo más. Sólo necesito cerrar los ojos para irme. Finalmente te he visto, es todo – musitó, apenas habló coherentemente. Los párpados del rubio aletearon, sus pupilas se dilataron un par de segundos antes de adentrarse en la penumbra, en realidad, no deseaba ceder.

Leorio cerró los ojos, no importaba nada más que salvar la vida del rubio. Liberó descuidadamente el cuerpo del kurta de su propia tranca. Sin perder tiempo lo cogió entre sus brazos y lo acomodó en el piso acostado boca arriba.

Comenzó utilizando su técnica nen, era la única opción, emplearla le permitiría salvar una vida más. La más importante sobre todas las que jamás protegió hasta hoy.

Los ojos de Leorio se cerraron, no era capaz de ocultar la inseguridad que poseyó a su corazón. Esto haría que Kurapika perdiera su nen para siempre, así como la esperanza de volverlo a recobrar alguna vez.

¿El rubio estaría bien con eso?

- Al despertar deberé explicarte que tu nen ha desaparecido, serás una persona común y corriente sin tu habilidad...

¿Kurapika se sentiría satisfecho?

Recordó lo poco afortunadas que se sintieron algunas de las personas que ha salvaguardado con este poder. Las maldiciones de todas ellas vinieron a su mente.

Especialmente, un tipo había dicho lo siguiente "¿Acaso piensas que eres un Dios? ¡No deseo vivir sin nen, era mi verdadero motivo! ¡¿por qué demonios haces esto sin pensar en lo que realmente desean los demás?!" son palabras que Leorio no puede omitir. En sus recuerdos corren constantemente.

El cazador terminó exhausto, como de costumbre, se sentó en el suelo. Miró la pacífica expresión en la cara mugrienta del rubio.

-Después de todo, eres lindo como sea – dijo a Kurapika, Leorio sabe que no lo escuchó -Duerme, yo también lo haré. Pero antes...

El emisor se movió y alcanzó a la bebé que lloraba, fue necesario hacer un verdadero gran esfuerzo para utilizar una habilidad diferente de curación y reestablecer un poco a la pequeña. Terminada la hazaña, acomodó a la bebé entre su cuerpo y el del rubio, se recostó suavemente, protegió el delgado cuerpo de Kurapika acogiéndolo en un abrazo muy cerca de él.

Sucumbió al sopor del sueño, consecuencia de su habilidad. Más tarde comprobaría qué tipo de reacción manifestaría el hombre que amaba. Por el momento, el rubio estaba con vida, Leorio fue feliz.

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