CAPÍTULO VEINTINUEVE: Los Osobuhos Sangrientos

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Montevideo, 13 de julio de 2020, 21:13 hrs.

Queda menos de una hora para el fin del mundo.


—Pifia —dice Robin, a pesar de que no es necesario; todos están viendo el 1 en el dado.

Al unísono, el grupo deja escapar un quejido de frustración. Ángela era la última que les quedaba en pie y aunque sola difícilmente podría hacerles frente a los enemigos que seguían vivos, representaba una esperanza. Pequeña, pero esperanza al fin y al cabo.

—Maldita sea... —murmura entre dientes Ángela. Luego se echa hacia atrás en la silla—. Cultistas forros.

Solo por cumplir, Robin lanza los dados de los NPC que maneja. Como si la pifia de la Rogue del grupo no fuera suficiente, sus tiradas son buenísimas. Hace un cálculo rápido del daño. Catastrófico, no hay otra palabra para definirlo.

—Te hicieron mierda, che.

—La puta que lo parió...

Vladi, Mouri y Wash también sueltan insultos en voz baja. Mouri lleva muerto unos quince minutos, y los otros dos solo un poco menos.

—Voy a cerrar el relato —dice Robin para atraer la atención de sus jugadores. Carraspea un poco antes de largarse a hablar—. Los cuerpos de todos los miembros de la banda de los Osobuhos Sangrientos yacen en el suelo. Algunos de los cultistas se plantean lootear sus pertenencias, pero el líder los obliga a irse. Los cadáveres quedan abandonados, cerca unos de otros, como testimonio final de la amistad que los unió...

—Ya, che...

Robin tarda un segundo en descubrir cuál de sus amigos dijo eso. Cuando comprueba que es Mouri, se sorprende como por enésima vez en lo que va del día... Su amigo parece empecinado en dejarlos con la boca abierta por su comportamiento.

—¿Estás llorando? —pregunta ella.

Los demás miran a Mouri, que en ese momento se limpia las lágrimas.

—¿Y qué querés que haga? No puedo creer que el mundo se vaya a acabar, boludos...

—Mouri...

—No, no me digás nada. Ya para qué. Lo que me da... no sé, lo que me emociona es que estemos juntos, ¿sabés?

Ángela se levanta para acercarse a él, que está sentado al otro lado de la mesa. Lo abraza por encima de los hombros y Robin nota entonces que también está llorando.

—Estuvo bueno pasar estas horas con los amigos, ¿o no?

—Sí. Aunque al principio me cayeran medio mal...

Todos sueltan carcajadas o bufidos de diversión. Era cierto que, en un comienzo, la relación con Mouri no había sido fácil. Era lo que pasaba cuando te conseguías miembros para la party en grupos de rol en Facebook; te podías topar con cualquier cosa. La primera sesión había sido casi un desastre porque el tipo se comportó como lo que era: un forro. Pensaron en echarlo, pero al final decidieron darle otra oportunidad. Gracias a eso se dieron cuenta de que era un forro simpático en el que se podía confiar a pesar de todo y que, de vez en cuando, salía con buenos consejos.

Y ahora, ese forro simpático está a punto de hacerlos llorar a todos.

—Gracias por hacer esto —dice Wash en voz baja—. Si no fuera por ustedes, habría pasado estas horas solo.

—Y yo igual —murmura Vladi. Tras unos segundos, el joven mira a Robin—. ¿Tú por qué no fuiste a ver a tu viejo?

—Porque preferí verlos a ustedes.

Los cinco se sonríen, tímidos. No son unl grupo de amigos que se expresa lo que siente, pero este día es especial. El más especial de todos, porque es el último.

—Necesito salir un poco —exclama de pronto Ángela. Suelta a Mouri y, bajo la atenta mirada de los demás, se aleja hacia el balcón. Antes de que cierre el ventanal, alcanzan a escuchar un sollozo y el bullicio lejano de la ciudad.

—Debe extrañar a su familia.

—Sí... Cualquiera...

Robin se obliga a dejar de mirar la espalda de Ángela a través del vidrio y vuelve la cara hacia la mesa. Mouri lo observa con atención.

—Andá, boludo.

—¿Ah?

—Salí y decile lo que sentís.

—Callate la boca.

—No, Robin, en serio. Todos sabemos que te gusta. Ella sabe que te gusta. Sos sendo boludo si perdés esta chance.

Robin busca el apoyo de Vladi y Wash, pero le basta un vistazo para darse cuenta de que piensan lo mismo que Mouri.

—No puedo... ¿Y si me rechaza?

—¿Qué importa si te rechaza? Es el fin del mundo. Mañana no vas a estar aquí para que te importe.

—Eso es verdad... —opina Vladi mientras se rasca la nariz.

—Pero...

Mouri se inclina hacia delante, mucho más serio de lo que Robin lo ha visto nunca.

—Roberto, esta es tu última oportunidad. Literal, la última. Aprovéchala.

Robin se pone de pie casi sin darse cuenta. Por las expresiones de sus amigos, al parecer ellos tampoco esperaban que lo hiciera, al menos tan rápido. Mouri sonríe, Vladi le alza los pulgares y Wash, producto de los nervios, toma un buen sorbo de bebida.

—Voy a ir... Pero ¿qué le digo?

—No le digas nada. Bésala.

—¿Y si no quiere?

—Bueno, ya... pregúntale. Pero anda, boludo.

Asiente y rodea la mesa para seguir los pasos de Ángela. Cada uno de ellos le cuesta más que el anterior, y aún así llega al ventanal, que desliza para salir al balcón. La joven se gira brevemente hacia él, pero luego vuelve a fijar la vista en el horizonte, que está casi oculto por los edificios.

—¿Estás bien? —le pregunta él, a lo que ella asiente. Antes de decir algo más, Robin se adelanta para quedar apoyado en la baranda—. Oye... yo quería decirte algo... Posta que no es el mejor momento, pero si no lo hago ahora, no lo voy a hacer nunca.

—Yo también quiero decirte algo.

—¿De verdad?

—Sí. —Ángela se mete la mano en el bolsillo de la campera y saca un dado de veinte lados—. Tiremos iniciativa a ver quién va primero.

Robin se ríe.

—Bueno.

Para no perder el dado, lo lanzan dentro del macetero de la única planta que Robin ha logrado mantener viva durante más de un mes. Ella es la primera en tirar: 17. Buena tirada, difícil de superar, pero cuando él lanza el dado, este se detiene en el número 19.

—Voy primero —dice él, con un repentino vacío en el estómago.

—Dale.

Ángela lo mira, a la espera. Él abre la boca, con el discurso muy claro en su mente. Aún así, no logra decir nada. Tiene la lengua seca y las manos le sudan.

—Yo... Ángela, yo... —Se gira hacia la ventana, a través de la cual sus tres amigos los observan. Robin clava sus ojos en Mouri y, cuando este asiente levemente, se reencuentra con su valor. Mira de nuevo a la joven—. Me gustas mucho. Desde hace tiempo. Creo que desde siempre...

El gesto de ella es serio y así permanece durante varios segundos, tanto que el vacío en el estómago de Robin se convierte en un retorcijón.

"La cagué", piensa él. "La recontra cagué".

Pero entonces, Ángela se inclina hacia delante y le da un beso en los labios.

Robin se queda inmóvil, sin poder creerlo, hasta que por fin reacciona y se lo devuelve. El beso es tímido y breve; aún así, él no tiene ninguna duda de que es lo mejor que le pasó en la vida.

—¿Para esto no tiramos iniciativa? —pregunta él cuando se separan.

—Que se jodan los dados —responde Ángela antes de besarlo otra vez.

Se sumergen tanto en ese nuevo beso que ni siquiera notan los vítores de Mouri, Vladi y Wash. Tampoco escuchan ya el bullicio de la ciudad ni piensan en la cuenta regresiva. Abrazados, se olvidan de que el mundo está a punto de acabarse, que ya no quedan partidas de rol o futuro por delante. 


GRACIAS POR LEER :)

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