🌹XVI🌹

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Suena el despertador.

Lo miro: las siete y media.

Alargo la mano y lo apago.

Me desperezo en la cama y mi mente se despierta rápidamente.

Miro a mi derecha y veo que Taehyung no está. Mi mente vuelve a ser consciente de lo ocurrido y
me siento en la cama cuando oigo una voz:

-Buenos días.

Miro hacia la puerta y allí está él, vestido. Miro su ropa y me sorprendo al ver que el traje que lleva
y la camisa no son los que traía el día anterior. Él se da cuenta y responde:

-Suho me lo ha traído hace una hora.

-¿Qué tal tu cabeza? ¿Se fue el dolor? -pregunto.

-Sí, Kook. Gracias por preguntar.

Le respondo con una triste sonrisa.

Me levanto de la cama sin ser consciente del horrible espectáculo que ofrezco.

Paso por su lado y, al hacerlo, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla mientras murmuro un aún soñoliento «buenos días».

Voy a la cocina dispuesto a darle la medicación a Nino, cuando veo todas sus cosas sobre la encimera. Me paro en seco y siento a Taehyung detrás de mí.

No me deja pensar. Me coge por la cintura y me da la vuelta.

-¡A la ducha! -me ordena.

Cuando salgo de ella y entro en la habitación para vestirme, Taehyung no está allí. Así que me apresuro a sacar un boxer de mi cajón y me los pongo.

Después abro el armario y me visto.

En cuanto estoy vestido y presentable, salgo al salón y lo veo leyendo un periódico.

-Tienes café recién hecho -dice mientras me mira-. Desayuna.

Veo que dobla el periódico, se levanta, se acerca a mí y me besa en la cabeza.

-Hoy me acompañarás a Ulsan. Tengo que visitar las oficinas de allí. No te preocupes por nada. En la oficina ya están avisados.

Le digo que sí con la cabeza, sin ganas de hablar ni de protestar. Me tomo el café y, cuando dejo la taza en el fregadero, siento que Taehyung se acerca de nuevo por detrás, aunque esta vez no me toca.

-¿Estás mejor? -me pregunta.

Muevo mi cabeza en señal afirmativa, sin mirarlo. Tengo ganas de llorar de
nuevo pero respiro y lo evito.

Estoy seguro de que Nino se enfadará si sigo comportándome como un blandengue. Con la mejor de mis sonrisas me doy la vuelta y me retiro el pelo que me cae sobre los ojos.

-Cuando quieras, podemos marcharnos.

Él asiente.

No me toca.

No se acerca a mí más de lo estrictamente necesario.

Bajamos al portal y allí está Suho esperándonos con el auto.

Nos subimos y comienza el viaje.

Durante la hora que dura el trayecto, Taehyung y yo miramos varios papeles.

Yo soy el encargado de llevar al día las delegaciones de la empresa, de modo que conozco casi en primera persona a todos los jefes.

Taehyung me explica que quiere saber de primera mano absolutamente todo de cada delegación:

productividad, cantidad de gente que trabaja en las fábricas y rendimiento de las mismas. Eso me pone nervioso.

Con el paro que hay ahora, tengo miedo de que empiece a despedir a gente sin ton ni son. Pero en
seguida me aclara que ése no es su propósito, sino lo contrario:

intentar que sus productos sean más competitivos y abrir el campo de expansión.

A las diez y media llegamos a Busan. No me extraño cuando me doy
cuenta de que Lay no se sorprende de verme allí. Nos saluda con afabilidad y entramos todos juntos en su despacho.

Durante tres horas, Taehyung y él
hablan de productividad, de carencias de la empresa y de un sinfín de cosas más.

Yo, sentado en un discreto segundo plano, tomo nota de todo y a la una y media, cuando salimos de allí, me voy feliz de ver que se han entendido.

Recibo un mensaje de Yugyeom. Le respondo que estoy bien, pero maldigo en mi interior. Recibir sus mensajes y estar con Taehyung me hace sentir mal.

Pero ¿por qué?

Yo no tengo nada serio con ninguno de los dos.

De regreso a Seúl, Taehyung me propone parar y comer. Me muestro encantado y le digo que me parece bien. Sehun para y degustamos un delicioso cordero.

Durante la comida, él recibe varios mensajes. Los lee con el ceño fruncido y no contesta. A las cuatro proseguimos el viaje y cuando llegamos al hotel ***** me pongo tenso. Taehyung lo nota y me toma de la mano.

-Tranquilo. Sólo quiero cambiarme de ropa para pasar la tarde contigo. ¿Tienes algún plan?

Mi mente piensa con celeridad y, finalmente, le digo que sí, que tengo un plan.

Pero no le doy tiempo a que pueda presuponer nada.

-Tengo algo que hacer a las seis y media de la tarde -le informo-. Si no tienes nada mejor, quizá te
gustaría acompañarme. Así puedo enseñarte mi segundo trabajo.

Eso lo sorprende.

-¿Tienes un segundo trabajo?

Asiento divertido.

-Sí, se puede llamar así, aunque este año es el último. Pero no pienso decirte de qué se trata si no
me acompañas.

Lo veo sonreír mientras baja del auto.
Yo lo sigo.

Llegamos al ascensor del hotel y el ascensorista nos saluda y nos lleva directamente hasta el ático.

En cuanto entramos en su espaciosa y bonitahabitación, Taehyung deja su maletín con el portátil sobre la mesa y se mete en la habitación que no utilizamos el día que estuve allí jugando.

Suena su móvil.

Un mensaje.

No puedo evitar mirar la pantalla iluminada y leo el nombre de «Yeji».

¿Quién será? Dos segundos después, vuelve a sonar y en la pantalla leo «Chung ha».

Vaya, sí que está solicitado.

Estoy inquieto.

La última vez que estuve allí ocurrió algo que todavía me avergüenza. Paseo mis manos por el bonito sofá color café y miro el jardín japonés, mientras intento que mi respiración
no se acelere.

Si Taehyung sale desnudo de la
habitación y me invita a jugar con él, no sé si voy a ser capaz de decirle que no.

-Cuando quieras nos podemos marchar -oigo una voz tras de mí.
Sorprendido, me doy vuelta y lo veo vestido con unos pantalones y una camiseta granate.

Está guapísimo.

Elegante, como siempre. Y lo mejor, está cumpliendo al pie de la letra lo que me ha prometido de no tocarme.

Sin embargo, siento que una
extraña decepción crece en mí al no verme arrastrado al mar de lujuria donde me suele llevar.

¿Me estaré volviendo loco?Diez minutos después, nos encontramos en el coche de Suho en dirección a mi casa.

Cuando entro en ella echo de menos la presencia de Nino. Taehyung se da cuenta y me besa en la cabeza.

-Vamos, son las seis. Date prisa o llegarás tarde.

Eso me reactiva.

Entro en mi habitación. Me pongo unos pantalones. Unas zapatillas de deporte y una camiseta azul. Me acomodo el pelo y salgo rápidamente de allí.

Sin necesidad de mirarlo, sé que me está observando.

La temperatura de mi piel sube cuando estoy cerca de él. Tomo la cámara de fotos y una mochila
pequeña.

-Vamos -le digo.

Guío a Suho entre el tráfico de Seúl y en pocos minutos llegamos hasta la
puerta de un colegio.

Taehyung, sorprendido, baja del auto y mira a su alrededor. No parece haber nadie. Yo sonrío.

Lo tomo de la mano con decisión y tiro de él.

Entramos en el colegio y el desconcierto de su cara crece. Me hace gracia verlo así.

Me gusta verlo desconcertado y tomo nota de ello.

Segundos después, abro una puerta donde pone «Gimnasio» y un bullicio
tremendo nos engulle. En seguida, docenas de niñas de edades comprendidas entre los siete y los
doce años corren hacia mí gritando.

-¡Entrenador! ¡Entrenador!

Taehyung me mira, estupefacto.

-¿Entrenador?

Yo sonrío y me encojo de hombros.

-Soy el entrenador de fútbol femenino del colegio de mi sobrina -respondo
antes de que las pequeñas lleguen hasta donde estamos nosotros.

Taehyung abre la boca, por la sorpresa, y luego sonríe. Pero ya no puedo hablar con él.

Las pequeñas han llegado hasta mí y se cuelgan de mis brazos y mis piernas.

Bromeo con ellas hasta que sus madres me las quitan de encima.

-¿Quién es ese tremendo hombre? -oigo que me dice mi hermana.

-Un amigo.

-¡Vaya, tonto, vaya amigo! -murmura y yo sonrío.

Las mamás de las pequeñas se revolucionan ante la presencia de Taehyung.

Es normal.

Taehyung desprende sensualidad y yo lo sé. Tras saludar a todo el mundo, mi hermana no para de pedirme que le presente a Taehyung y al final claudico.

¡Anda que no se pone pesada!

Finalmente, agarrado a su brazo, me acerco hasta donde él se encuentra
sentado.

-Yang mi, te presento a Taehyung. -Él se levanta para saludarla-. Taehyung, ella es mi hermana y el monito que está sentado en mi pie derecho es mi sobrina.

-¿Por qué eres tan alto? -pregunta mi sobrina.

Taehyung la mira y responde:

-Porque comí mucho cuando era pequeño.

Mi hermana y yo sonreímos.

-¿Por qué hablas tan raro? -vuelve a preguntar-. ¿Te pasa algo en la
boca?

Yo voy a responder, pero entonces él se agacha hacia mi sobrina.

-Es que soy alemán y, aunque sé hablar coreano, no puedo disimular mi acento.

La pequeña me mira, divertida.

Pero yo maldigo para mis adentros esperando su respuesta sin poder detenerla.

-Vaya paliza que les dieron los italianos el otro día. Los mandaron para casita.

Mi hermana se lleva a la niña, avergonzada, y Taehyung se acerca a mí.

-No se puede negar que es tu sobrina -susurra en mi oído-. Es tan clarita
como tú a la hora de decir las cosas.

Ambos reímos y las pequeñas corren de nuevo hacia mí. Aquello no es un
entrenamiento, es la fiesta de verano que las mamás han montado para acabar el curso. Durante hora y media hablo con ellas, abrazo a las niñas para despedirme y me hago cientos de fotos con ellas.

Taehyung se mantiene sentado en las gradas en un segundo plano y, por su gesto, parece disfrutar del espectáculo. Las niñas me entregan un paquetito, lo abro y de él saco un balón de fútbol de colores.

Aplaudo tanto como ellas.

Mi sobrina me mira y me señala a su amiga. Han hecho las paces y yo
levanto el pulgar y le guiño el ojo.

Pasados unos minutos y después
de despedir a todas las mamás y a mis pequeñas futbolistas, todas abandonan el gimnasio.

Mi hermana y mi sobrina entre ellas.
Feliz por la despedida que me han brindado, me vuelvo hacia Taehyung y lleno dos vasos de plástico con un poco de Coca-Cola mientras me acerco a él.

-¿Sorprendido? -le pregunto, ofreciéndole uno de los vasos.

Taehyung lo acepta y le da un trago.

-Sí. Eres sorprendente.

-Vale, vale, no sigas, que me lo voy a creer.

Ambos nos reímos y nos miramos.
Ninguno dice nada y el silencio nos envuelve. Finalmente cojo fuerzas y digo con sinceridad:

-Taehyung, mi vida es lo que ves: normalidad.

-Lo sé... lo sé y eso me preocupa.

-¿Te preocupa? ¿Te preocupa que mi vida sea normal?

Su mirada me traspasa.

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque mi vida no es precisamente normal.

Mi cara debe de ser un poema. No lo entiendo, pero antes de que le pida
explicaciones, él continúa hablando:

-Kook, tu vida exige relación y compromiso. Unas palabras que para mí quedaron obsoletas hace años. Muchos años. -Me toca con su mano la cara y prosigue-: Me gustas, me atraes, pero no te quiero engañar. Lo que me atrae es el sexo entre nosotros. Me gusta poseerte, meterme entre tus
piernas y ver tu cara cuando te corres. Pero me temo que muchos de mis juegos no van a gustarte. Y no hablo de sado, hablo sólo de sexo. Simplemente sexo.

Su mirada se oscurece.

Me desconcierta pero no quiero renunciar a seguir jugando.

-Soy una persona normal, sin grandes pretensiones, que trabaja para tu empresa.Tengo un padre, una hermana y una sobrina a los que adoro y, hasta ayer, un gato que era mi mejor amigo. Soy entrenador de fútbol de un equipo de niñas y no cobro nada por ello, pero lo hago porque me hace feliz. Tengo amigos y amigas con los que disfrutar de partidos, de vacaciones, de ir al cine o de salir a cenar. Ahora te preguntarás por qué te cuento todo esto, ¿verdad? -Taehyung mueve la cabeza afirmativamente-. No soy despampanante, no me gusta
vestir provocativo y ni siquiera lo intento. Mis relaciones con los hombres han sido normales, nada
del otro mundo. Ya sabes, se conocen, se gustan y se acuestan. Pero nunca nadie ha conseguido sacar de mí la parte que tú en pocos días has sacado. Nunca pensé que el morbo me pudiera volver loco. Nunca pensé que yo pudiera estar haciendo lo que estoy haciendo contigo. Me impones y me sometes de tal manera que no puedo decir que no. Y no puedo decir que no porque mi cuerpo y todo yo quiere hacer lo que tú quieras. Odio que me den órdenes, y más aún en el
plano sexual. Pero a ti, inexplicablemente, te lo permito. En la vida me hubiera imaginado que yo permitiría que un desconocido como tú eres para mí, que no sabe casi ni cómo me llamo, ni mi edad, ni nada de mi vida, me exigiera sexo con sólo mirarme y yo se lo permitiría.
Todavía me cuesta comprender lo que ocurrió el otro día en la habitación de tu hotel y...

-Kook...

-No, déjame terminar -le exijo y coloco mi mano en su boca-. Lo que ocurrió el otro día en tu habitación, me guste o no reconocerlo, me encantó. Reconozco que cuando vi las imágenes me enfadé. Pero cuando he vuelto a pensar en ello, en aquel momento, me he excitado y mucho.
Incluso el domingo utilicé el vibrador
pensando en ti y tuve un orgasmo maravilloso al imaginar lo que ocurrió con aquella mujer en tu
habitación. -Taehyung sonríe-. Pero no me van las mujeres. No... no me van y, si quieres volver a jugar conmigo en ese plano, te exijo que antes me consultes. Como te he dicho al principio de esta conversación, no soy un especialista en sexo, pero lo vivido contigo me gusta, me pone, me incita y estoy dispuesto a repetir.

-¿Incluso sin compromiso por mi parte?

Deseo decir que no, que lo quiero sólo para mí. Pero eso significaría perderlo y eso sí que no lo quiero.

-Incluso sin eso.

Taehyung mueve su cabeza, comprensivo.

-Y, por favor... te libero de no tener que tocarme. Bésame y dime algo porque me voy a morir de la
vergüenza por la cantidad de cosas locas que te acabo de decir.

-Me estás excitando, pequeño -murmura.

Saco de mi mochila un abanico y le sonrío, avergonzado.

-Pues ni te imaginas cómo estoy yo sólo de decírtelo.

Taehyung me devuelve la sonrisa y se retira el pelo de cara.

-Tu nombre completo es Jeon Jungkook. Tienes veinticinco años, un
padre, una hermana y una sobrina. Por lo que he visto no tienes novio, pero sí hombres que te desean. Sé dónde vives y dónde trabajas. Tus teléfonos. Sé que conduces muy bien un Ferrari, que te gusta cantar, y que no te da vergüenza hacerlo delante de mí, y hoy he sabido que eres
entrenador de fútbol. Te gustan
las fresas, el chocolate, la Coca-Cola y el fútbol y, si te pones nervioso,
te salen ronchas en el cuello y te puede dar ¡el nervio! -Sonrío-. Por la manera en que tratabas a tu
mascota sé que amas a los animales y que eres amigo de tus amigos. Eres curioso y cabezon, a veces en exceso, y eso me saca de mis casillas, pero también eres la persona más sexy y
desconcertante con la que me he encontrado en la vida y reconozco que eso me gusta. De momento, eso es lo que sé de ti y me vale. ¡Ah! Y a partir de ahora prometo consultar contigo todo lo referente al sexo y
nuestros juegos. Y ahora que me has liberado de mi promesa, te besaré y te tocaré.

-¡Bien! -afirmo levantando los brazos.

-Y una vez solucionado ese tema necesito que aceptes la proposición que te hice para conocerte mejor y para que me acompañes durante el tiempo que esté en Corea -añade-. Esta semana viajaremos a Daegu. Tengo dos importantes reuniones el jueves y el viernes. El fin de semana lo
dedicaremos, si tú quieres, al sexo. ¿Te parece?

-Tu nombre es Kim Taehyung -respondo, sin importarme su frialdad-. Eres alemán y tu padre...

Pero él tuerce el gesto e interrumpe mi discurso.

-Como favor personal, te pediría que nunca menciones a mi padre. Ahora
puedes continuar.

Esa orden me deja cortado, pero sigo:

-Eres un mandón patológico y no sé nada más de ti, excepto que te gusta el
morbo y jugar con el sexo. Aun así, me gustaría conocerte un poco más.

Siento su mirada penetrarme. Me traspasa y sé que tiene una lucha interna por abrirse a mí o continuar como estamos. Entonces se levanta y tira de mí.

Me besa y yo le correspondo.

¡Dios, cuánto lo echaba de menos!

Pocos segundos después, separa
su boca de la mía.

-Mi madre es Coreana, por eso hablo tan bien el coreano. Duermo poco desde hace años. Tengo treinta y un años. No estoy casado ni comprometido. De momento, poco más te puedo decir.

Emocionado por aquella pequeñísima confidencia, sonrío y, feliz como si me hubiera tocado la lotería, añado haciéndolo reír:

-Señor Kim, acepto su proposición. Ya tiene acompañante.

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