Capítulo 2O

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Debido a ese encuentro, Lisa podía dar por arruinadas sus vacaciones.

Una vez regresaron a casa, se vio obligada a contarle la verdad a su mamá, y ella también pareció entrar en pánico. Fue mucho peor cuando llegó su padre del trabajo, que se enfureció un montón y empezó a maldecir a la familia de Kangsan. Hae no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, chupando un juguete con expresión curiosa.

—Vamos a contratar un abogado —decía Somchai, paseándose de un lado hacia otro—. ¿Qué se creen esos idiotas? ¡No tienen ningún derecho!

Sanghee asentía con la cabeza, dándole la razón, pero Lisa seguía teniendo una expresión deprimida. Como adivinando sus pensamientos, Jennie se sentó a su lado, agarrándole la mano.

—Él no podrá...

—Claro que podrá —dijo amargamente la muchacha—. Yo podría exigirle que pague la pensión que me debería y lo podría hacer sin ningún problema. Y si se compromete con las pensiones restantes, el juez entonces accedería... —Lisa se calló unos segundos y sus labios temblaron.

Jennie se anticipó a lo que iba a ocurrir, porque la abrazó, y la omega se puso a llorar a lágrima viva. En ese momento, parecía haber procesado bien todo lo que había ocurrido, y sus emociones se encontraban a flote.

¿Qué es lo que iba a hacer Lisa si le quitaban a su Haerin? Desde que la tuvo en brazos, por primera vez, que supo que la iba a proteger y cuidar todo lo posible, pero ahora, con lo que adujo la madre de Kangsan sobre la custodia, el pánico y el terror se apoderó de ella. No era sólo por el hecho de que Kangsan la trató tan mal y no se hizo cargo de sus acciones, sino que ella sabía que sólo era un capricho de la señora Kang y no de su hijo. Ella estaba segura de que Kangsan no estaba un poco interesado en Haerin, y por lo mismo, sería un padre terrible. Lo que menos quería Lisa era que su bebé pudiera pasarla mal con ese hombre.

—Bebé, bebé, tranquila... —consoló Jen, dejando que Lisa llorara en su hombro—, te juro que no voy a permitir que te la quiten...

—¡Mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! —gritó Haerin, antes de romper a llorar también, asustada por el estado de su madre—. ¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Sanghee tomó a la bebé en brazos, comenzando a consolarla, y salió del living para que no sintiera todas las feromonas de pena a su alrededor. Somchai fue donde su hija, acariciándole la espalda con suavidad.

—No vamos a permitir que te la quiten —corrigió el alfa—, ¡antes tendrán que pasar por sobre nosotros para que te quiten a tu bebé!

—Te-tengo tanto miedo... —sollozó Lisa, abrazando con fuerza a su novia—, ¿y si... y si le dan la custodia completa a él? —las lágrimas aumentaron ante la perspectiva.

—No, eso jamás —aseguró Kim, besándole la frente—. Te lo prometo, Lili, eso no va a ocurrir, ni siquiera en tus pesadillas.

Lisa se sentía tan mal que sus padres permitieron que durmiera con Jennie esa noche, a pesar de que iban a estar apretadas. Haerin pegó el grito al cielo cuando vio que no dormiría con ellas, y no tuvieron más que acomodarla entremedio de la pareja. La pobre bebé tenía los ojos rojitos y estaba acurrucada contra Lisa, chupando su dedo.

Jennie empezó a liberar feromonas alfas de familia, tanto para calmar a la cachorrita como a su pareja.

—Lo siento mucho —se disculpó la pelinegra, sorbiendo por su nariz—, no quería...

—No tienes que pedir perdón, cariño —le sonrió con cariño—, para eso estoy, ¿bien? Soy tu novia.

—Y mi alfa —agregó, un poco colorada por la vergüenza.

Haerin, a su lado, bostezó y se pegó más a su mami. Parecía ya más relajada y tranquila, cómoda entre ambas, y la omega no podía creer en lo afortunada que era, a pesar de todo. Un año atrás, encontrarse con alguien como Jennie era impensable, y mucho más que quisiera hacerse cargo de su hija también, adoptándola y queriéndola como si fuera suya. Es más: ella durante mucho tiempo pensó que jamás podría encontrar a alguien como Jennie, y que estaría soltera durante años.

—Y tu alfa —aceptó, acomodándose y dándole un beso suave en la frente—. Ahora, ¿qué tal si dormimos? Debes estar muy cansada, bebé.

—Abubububuaaa —barboteó Hae, afirmativa ante las palabras de Jennie.

—Bueno, mis dos bebés —corrigió la mayor, besándole la frente también a la pequeña—. Mi linda y pequeñita cachorrita —comenzó a arrullar, y Haerin soltó unas risitas, feliz.

La tristeza de Lisa comenzó a pasar al ver a Jennie interactuar con su hija, tan cómoda y sonriente, y se dijo que no debía asustarse. Su pareja era el padre de Haerin, nadie más, y sabía que la mayor amaba a la pequeña, sin importarle nada más. Jennie les iba a cuidar y proteger, porque era la alfa de la pequeña manada que ellas tenían.

—¿Quién es la regalona de papá? —seguía diciendo Jen, frotando su nariz contra el cabello de Haerin y causándole más risas—. ¿Quién es la bonita princesa de papá?

—¡Yo, yo, yo! —gritaba Haerin entre risas, ahora arrastrándose donde Jennie para acurrucarse a su lado—. ¡Papi, papi, teqeyop!

Jennie se rió ante el intento de hablar de Haerin. Con el pasar de los días, la bebé estaba aprendiendo a pronunciar algunas nuevas palabras, y esa era la que decía como una forma de demostrar su amor.

—¿Y quién quiere que me la coma a besitos? —siguió arrullando la castaña.

—¡Yo, muack, muack! —chilló la pequeña, antes de reírse con más fuerza cuando Jennie empezó a besarle la carita.

Ante esa visión, Lisa parecía a punto de llorar nuevamente, pero ahora de la felicidad y emoción. A pesar de que no era la primera vez que Jennie jugaba con Haerin así, sentía que en ese momento era bastante especial, porque daba a entender y aseguraba que ella estaba allí para ellas en todo momento.

Haerin, poco después, cayó dormida, con la boca abierta y una expresión de completa alegría. Si bien la bebé estaba entremedio de ambas, eso no quitó que pudieran compartir ahora un beso un poco más íntimo.

—Te amo —le dijo Lisa, sonriendo con tranquilidad.

—Y yo te amo a ti —contestó Jen, sin dejar el cariño en su voz.

Apagaron la lámpara, ambas relajadas y queriendo olvidar ese desastroso día.

***

A pesar de todo, las siguientes semanas que se quedaron con los padres de Lisa no tuvieron algún inconveniente. Ni Kangsan ni su madre, ni alguna otra persona, se pasaron por la casa, ni tampoco se las encontraron, por lo que la omega empezó a relajarse poco a poco.

Al inicio, no quiso salir mucho de casa, pero una vez se dio cuenta de que el peligro pareció pasar, decidieron ir a varios sitios, por último, para que Jennie conociera la ciudad de Lisa.

—Mira, aquí fue donde parí a Hae —le dijo, apuntando a lo lejos el hospital central. Haerin iba en el coche, llevando un nuevo peluche que encontró en el cuarto de Lisa, que era un pato chillón.

—Fue un parto normal, ¿o no? —preguntó, empujando el coche.

—Claro —hizo un puchero—. No sabes cuánto dolió, ¡hasta pensé en no tener nunca más hijos!

—¿De verdad? —Jennie también hizo un puchero, provocando que la otra se riera y la abrazara.

—¡Claro, pero eso fue hasta que te conocí! —animó la omega—. Más adelante, si todo sale bien, ¡podríamos tener más cachorritos! Me encantan los niños, Nini.

—Y a mí me encantas tú —afirmó Jennie, besándole en la boca con una sonrisa.

Haerin presionó el pato, riéndose ante el ruido chillón que hizo.

—¡Cuekcuek, cuekcuek! —repitió la bebé, pateando por la emoción.

Jennie le dio otro beso a Lisa antes de inclinarse donde Haerin, haciéndole cosquillas en el vientre.

—¿Cómo hace el patito? —le preguntó, provocándole risas.

—¡Cuekcuek, Cuekcuek! —gritó Haerin entre carcajadas.

Dos semanas después, decidieron que ya era momento de partir. Ahora irían a Daegu, a visitar a los padres de Jennie, a pesar de que Lisa tenía muchas dudas sobre cómo la recibirían. No podía olvidar el hecho de que su novia provenía de una familia bastante tradicional y que, además, la habían comprometido con Taehyung tanto tiempo atrás.

—¿Cuándo piensan volver? —preguntó su padre mientras acomodaban a Haerin en su sillita.

—Primero debo calcularlo bien —se quejó Lisa, guardando su bolso en el maletero—, en mayo iniciaremos las clases, así que...

—Pero podrían ir a visitarnos —intervino Jennie, entregándole el peluche de gato y pato a Haerin—, mi departamento es grande.

Somchai enarcó una ceja con lentitud.

—¿Están viviendo juntas? —preguntó.

Sanghee rodó los ojos, entregándole a Lisa un envase con galletitas que ella hizo.

—Todavía no —aceptó Jen—, pero espero que, en un año como máximo, Lisa se mude a mi departamento.

—¿Lo estás diciendo frente a mis papás para ponerme presión? —bromeó la omega, abrazando a su mamá.

—Claro que no —Jennie le pellizcó la mejilla—, pero para que lo vayas pensando.

—Vaya, Jennie actúa como toda una sugar mommy contigo —ironizó Somchai, y Lisa se coloreó, gritando que no tenía vergüenza alguna.

Media hora después, estaban saliendo hacia Daegu. Lisa todavía iba refunfuñando por el comentario de su padre, y Jennie no sabía por qué le picaba tanto, considerando que era una tonta broma.

—Pareces como mi sugar mommy —dijo de pronto, luciendo algo apenada.

—¿Qué dices? —Jennie sacudió su cabeza.

Lisa no contestó enseguida. Sabía que Somchai lo hizo sin ninguna maldad, pero no quitaba que lo sintiera de alguna forma, razonando que Jennie era, evidentemente, adinerada. Siempre consentía a Lisa y a Haerin en todo, jamás les negaba algo, y parecía más que dispuesta a asumir todos los gastos que implicaba tener una bebé. A veces, cuando se veían, aparecía siempre con algún nuevo regalo para Haerin, como un juguete o una prenda de ropa.

¿No era un poco aprovechado eso? Incluso Jennie le dijo, varias veces, que si se veía en aprietos por el dinero, podía pedírselo a ella.

—No quiero que pienses que...

—No te estás aprovechando de mí —señaló Jennie con firmeza, y pudo notar un poco de enfado en sus ojos—. No pienses jamás eso, ¿bueno? Si yo gasto en ti, es porque yo quiero, no porque haya un trato entre nosotras de por medio. Y si quieres mudarte conmigo, soy más que feliz, Lili. Te lo estoy ofreciendo para que lo consideres en unos meses más, ya que me gusta estar contigo en todo momento. Además, pasas mucho tiempo en mi departamento también.

Lisa asintió, convenciéndose que Jennie tenía razón en todas sus palabras. Sólo estaba pensando un par de tonterías producto de su alocada mente, nada más. Además, su pareja tenía razón: jamás hubo un trato de por medio, y tardaron varios meses en tener sexo. Y Jennie tampoco se lo pedía cuando llevaba regalos o la consentía. Todo se daba muy natural entre ellas.

Se estiró y le dio un beso en la mejilla, viendo la sonrisa que puso.

El viaje duró cerca de cuatro horas, con todas las paradas que hicieron entremedio para comer e ir al baño. Para el momento en que llegaron a Daegu, Haerin iba durmiendo y Lisa también se estaba quedando dormida, pero pareció reaccionar en el momento en que estaban en medio de la ciudad, yendo hacia la casa de los padres de Jennie.

En ese trayecto, Lisa sacó un espejo para ver cómo lucía. Trató de quitarse el sueño de los ojos, se pellizcó un poco las mejillas para darse más color y quiso arreglarse el cabello, con un resultado para nada satisfactorio.

—Lili... te ves bien así, amor.

Lisa no estaba convencida, y menos cuando Jennie entró a un lugar que parecía bastante exclusivo, subiendo por calles con casas a los costados grandes y con altos muros de cemento. Se veían muy distintivos, y todo empeoró cuando Kim se detuvo frente a la última casa de un pasaje, la más grandiosa y con una enorme pared de hormigón para evitar la entrada de ladrones.

La castaña se bajó, diciéndole que esperara en el interior, y fue hacia el timbre. Allí pareció hablar con alguien, porque de pronto, a un costado, la lata del estacionamiento se abrió, y Lisa pudo apreciar un auto ya estacionado, que parecía de último modelo. Ay, Dios.

Dentro del aparcamiento ya les esperaba una mujer vestida con ropa de trabajadora doméstica. Lisa fue hacia Haerin, que seguía durmiendo, y le desabrochó de la silla, tomándola en brazos. Su cachorrita ni siquiera se inmutó, lo que era mejor para la omega.

—Joven Kim, es un placer volver a verla —dijo la criada, sonriendo con amabilidad.

—Hola, Nanhee —saludó Jennie, girándose para atraer a Lisa hacia su lado—. Te presento a Lisa, mi pareja, y Haerin, nuestra cachorra.

Si le llamó la atención a la mujer, no hizo comentario alguno. La beta la saludó, sin dejar la amabilidad, antes de señalarles el interior de la casa.

—Sus padres la esperan, quieren verla ya —dijo ella.

Jennie le tomó la mano a Lisa, llevándola hacia el interior. Entraron a una enorme cocina iluminada, con algunas ollas puestas encima del horno y de las que salía un olor delicioso. La alfa la guió cuando salieron al pasillo, que en un costado poseía un enorme ventanal por el que se veía el enorme patio, y que por el otro lado, se veía la escalera que daba hacia el segundo piso.

Y fue cuando salieron al comedor unido a la sala de estar. Los padres de Jennie estaban sentados en un sofá, conversando sobre algo, y se callaron cuando las vieron llegar.

—Jennie, hija —fue lo primero que dijo su padre, un alfa alto y de cabello negro, que caminó con elegancia hacia ellas—, ya era hora, la cena está casi lista.

—Padre, hola —saludó Jennie con educación.

—¿Cómo fue el viaje? —intervino su madre, una omega de porte mediano, con el cabello rubio ceniza y ojos muy parecidos a los de Jennie—. Pensamos que ya llegarían mañana.

—No hubo muchas complicaciones, pero tuvimos que hacer algunas paradas —contestó la castaña, antes de darle un apretón en la mano a Lisa—. Les presento a Lisa, mi omega, y Haerin, nuestra bebé.

Los ojos de los padres de Jennie se posaron en ella, y la omega no pudo evitarlo, pero se sintió juzgada de inmediato.

—Bu-buenas tardes —chilló, y su voz salió más aguda de lo que hubiera querido—, es... es un gusto conocerlos...

—También... es un gusto —dijo la madre de Jennie—. No sabíamos que tenías un bebé.

La mirada de Lisa se disparó hacia su pareja, que desvió la vista con cierta vergüenza. ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo que no les había dicho? ¡¿Cómo que no les dijo?!

—Quería presentárselas ahora, todo de una —se excusó Jen, y su voz tembló un poco.

—¿Ya le diste tu apellido? —preguntó el padre de la alfa, luciendo bastante preocupado.

—Papá...

—¿O sea, no son tan oficiales? —inquirió la mujer.

—Mamá...

—Jennie ya me marcó —dijo Lisa, un poco débil y fuera de sí por todas las preguntas, y más aún porque Jennie ya no se veía tan segura.

—¡¿Marcada?! —chilló la omega, y con su grito, Haerin despertó.

—Maaaaaaaaaaaaaaa —barboteó, revolviéndose, y fue cuando se dio cuenta de que estaba frente a desconocidos—. ¿Mami?

—Oh, oh —murmuró Lisa—, saluda, Hae, e-ellos son...

—¿Sus abuelos? —aventuró el padre de Jennie.

—¿Bubos? —trató de repetir Haerin—. ¿Y babas?

La bebé comenzó a revolverse en brazos de Lisa, pero la omega no quería dejarla ir. Estaba empezando a sentir mucho miedo en esa situación, y más por las expresiones de los padres de Jennie. Su pareja, por otro lado, parecía no saber dónde meterse.

Sin embargo, Haerin insistió y estuvo a punto de ponerse a gritar, así que Lisa la dejó con cuidado en el suelo. Su cachorrita la agarró del pantalón, antes de tambalearse hacia los padres de la alfa, que parecían pegados en el suelo, con sus bocas abiertas. Si la situación no hubiera sido tan extraña, Lisa estaba segura de que se habría puesto a reír.

Haerin casi se cayó, pero alcanzó a sostenerse del pantalón del padre alfa. Levantó su mirada con curiosidad.

—¿Bubo? —farfulló, desconcertada—. ¡Bubo!

—Eh, sí —tartamudeó el padre de Jennie—, abuelo.

—¡Bubooooooooooo! —gritó Haerin, extendiendo sus bracitos hacia el adulto.

—Pe-perdón —saltó Lisa, empezando a colapsar—, pero ella es muy confianzuda y le gusta estar en brazos, no es necesario que usted...

Su voz se cortó cuando vio al padre de Jennie inclinarse y tomar en brazos a Haerin, que no dudó en abrazarlo por el cuello, pegándosele como una lapa. Tal vez se debía al olor que soltaba el hombre, quizás era muy parecido al de Jennie, y eso...

—¡Bubo, bubo! —chilló Haerin, antes de voltearse hacia la mujer—. ¡Bubaaaa!

—¡Pero que cachorrita tan linda es! —exclamó la mujer, y de pronto, los dos adultos parecieron derretirse ante la bebé.

Lisa no tenía idea de qué mierda estaba pasando. Por la cara de Jennie, adivinó que tampoco sabía de qué se trataba todo eso.

Al parecer, Haerin era todo lo que necesitaba para ganarse a los padres de la alfa. Ay, qué ironía.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro