Capítulo 19

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Gracias al trato hecho con el director de la carrera, fue inevitable que Lisa se relajara los últimos días de universidad y ya no se preocupara tanto de mantener a escondidas su relación con Jennie.

Es decir, ellas no se mostraban en público dentro del campus universitario. Sin embargo, no escondió con ninguna vergüenza su nueva marca y el envolvente olor de la alfa a su alrededor. Sus compañeros podían irse a la mierda.

—¿Entonces sí sales con la profesora Kim? —le preguntó Miyeon, mientras comían papas fritas luego de haber terminado con todos los trámites universitarios—. ¡Wow, qué genial, Lisa!

—¿De verdad? —preguntó la omega, un poco sorprendida por sus palabras.

—Claro, es muy guapa —contestó Miyeon—. ¿No tendrá por casualidad una hermana?

Lisa se rió y le dio un empujón suave a la chica, que también rompió a reír. No quería demostrarlo demasiado, pero que Miyeon no hubiera reaccionado mal le alivió bastante. A pesar de todo, no quería pasar el resto de sus años universitarios con todo el mundo hablando mal de ella.

Las siguientes semanas de vacaciones fueron pasando lentamente para la pareja. Lisa ya casi se pasaba más tiempo en el departamento de Jennie, salían a la playa juntas o iban a parques, llevando a Haerin con ellas. La bebé era la que parecía más feliz con todo eso. A esas alturas, ya estaba caminando y hablando mucho mejor.

—Ya es momento de que conozcas a mis papás —le dijo Lisa una tarde, en la que estaban acurrucadas en la cama, desnudas y medio adormiladas por el sexo—, quiero ir a verlos y preguntarán por ti.

—¿Ir a Gwangju? —cuestionó Jennie, con su dedo acariciando los cabellos de Lisa—. ¿Hay algo interesante allí?

—¡No seas pesada! —se quejó la omega, dándole un golpe—. Allí nació Haerin y viví casi toda mi vida.

—Mmm... —Jennie comenzó a besarla—. Deberían declarar esa ciudad como una de las maravillas del mundo, entonces.

Las risas de Lisa quedaron ahogadas pronto por los labios de Jennie.

Así que, una semana después, estaban subiendo las cosas al auto de la mayor para ir de viaje a la ciudad de Lisa. Si bien nació en Tailandia, vivió muchos años de su infancia en ese lugar.

Iban a quedarse a lo máximo dos semanas, aprovechando las vacaciones de la pareja, y luego, irían a Daegu, pues Jennie también quería presentarle a su familia.

Haerin ya estaba acomodada en su sillita, sosteniendo con firmeza su peluche de gatito. Los últimos días pareció darse cuenta de que, mientras más lo maltratara, más se rompería el juguete, así que ya no lo golpeaba ni lo babeaba, sólo lo abrazaba con cariño.

Salieron cerca de las tres de la tarde, después de almorzar. El viaje no era tan largo, poco menos de tres horas, pero decidieron hacer algunas paradas para ir al baño y también estirarse. En especial a Hae, que le costaba mantenerse quieta en su silla por más de cuarenta minutos. Como estaba en crecimiento, le gustaba moverse de un lado hacia otro y jugar con sus juguetes.

Ya para cuando quedaba media hora, la bebé se quedó dormida. Lisa y Jennie suspiraron por el alivio, pues Haerin, a veces, se ponía a gritar y exigir atención cuando se aburría.

Lisa vivía en una bonita casa pequeña dentro de un tranquilo barrio de la ciudad. Era una casa de un piso, con un diminuto jardín delantero que no pasaba los dos metros. La omega no pudo evitarlo, y se sintió un poco avergonzada: ella sabía que Jennie provenía de una familia de dinero, y en comparación a la suya, era evidente la diferencia social. No es como si ellos fueran pobres o algo así, jamás pasaron hambre o frío, sin embargo, tampoco les sobraba dinero.

Su mamá salió a recibirlas con una gran sonrisa. Jennie estaba quitándole los seguros a la sillita de Haerin para tomarla en brazos, mientras Lisa saludaba a su mamá con un abrazo.

—¿Cómo estuvo el viaje? —le preguntó ella, cariñosa.

—Aburrido, mamá —Lisa sonrió con un poco de nervio antes de hacerse a un lado—, um, ella es Jennie, mamá, mi novia.

Jennie, que sostenía a una dormida Haerin en sus brazos, se adelantó a darle la mano a la mujer. Su mamá omega la recibió con una sonrisa dulce.

—¿Así que esta es tu pareja? —dijo ella, jovial—. Un gusto, Jennie, ¡ya era hora! Puedes decirme Sanghee.

—¡Bubu! —gritó de pronto Haerin, despertando, y no les quedó de otra que entregarle la bebé a la mujer, que parecía más que feliz con eso.

Mientras la abuela y Haerin jugaban juntas, Jennie y Lisa descargaron las cosas del auto. Le mostró, además, la pieza en la que dormiría la alfa: en la habitación de la hermana mayor de Lisa, Anong. No podían dormir juntas en el cuarto de la omega, pues había sólo una cama de plaza y media, y allí debía dormir también Haerin.

—No te preocupes —le dijo Lisa, dándole un beso en la boca—, cuando mis papás salgan, podremos hacer nuestras cositas.

—Contrólate, Lili —regañó la alfa, como toda una adulta madura—, ¿no puedes dejar la calentura un momento?

Lisa hizo un puchero.

—Qué cruel es conmigo, señorita Kim —se quejó, pero Jennie le pellizcó la nariz.

Fueron al comedor, donde Sanghee estaba jugando con la niña. La casa era bastante pequeña, se percató Jennie, con un comedor unido al living y sólo un baño. No era como si eso le acomplejara, pero sabía que a Lisa le preocupaba un poco.

Sanghee fue muy amable con Kim: le preguntó a qué se dedicaba y sobre su familia. Lisa se sorprendió al ver a su pareja siendo toda educada y tan adulta, sintiéndose un poco pequeña al lado de ella. Es decir, sabía que la diferencia de edad era notoria, pero no se percató de eso hasta aquel momento. No es como si le importara, sólo resultaba un poco curioso.

Una hora después, aproximadamente, llegó Somchai, su papá alfa. El hombre venía con una expresión cansada, pero pareció animarse cuando Lisa salió a recibirlo.

—¡Papi! —saludó Lisa, abrazándolo con una sonrisa enorme.

—¿Y esto? —dijo él, devolviéndole el abrazo—. No te esperaba tan pronto, Lis.

—¿No me querías aquí? —puchereó.

—No digas eso —Somchai rodó los ojos, antes de que sus ojos se posaron en Jennie. La alfa se puso de pie de forma inmediata—. ¿Y ella es...?

—¡La novia de Lisa! —respondió Sanghee.

Somchai abrió la boca para decir algo, pero de pronto, escuchó un gritito de felicidad viniendo de Haerin, que corría hacia él.

—¡Abu! —gritó, abrazándolo por las piernas—. ¡Abu!

Somchai se inclinó y la tomó en brazos, Haerin gritó por la felicidad. Jennie se percató de que el papá de Lisa era realmente un alfa alto: debía medir casi un metro noventa. En comparación con Sanghee, su madre, se notaba demasiado la diferencia, pues la omega no medía más de un metro sesenta.

—¿Y cómo está mi bonita nieta preciosa? —comenzó a arrullar Somchai, balanceando a Haerin en sus brazos y arrancándole risas escandalosas—. ¿Has sido una niña buena con tu mami, Hae?

—¡Si, sí! —gritó Haerin, sin dejar de reír.

—Qué mentira más grande —comentó la omega—. Papi, ella es Jennie, mi novia.

Somchai dejó de balancear a Haerin, que estaba enrojecida por las carcajadas. Jennie se acercó, extendiendo su mano, sintiendo el sudor en su frente. Ese hombre era algo intimidante.

—U-Un gusto —dijo Jennie, con su voz un poco aguda.

—Diría lo mismo, pero no lo es —respondió el alto, aunque le dio la mano—. No creí que fueras a venir con ella, a menos que... —la alfa se volteó hacia su hija, que se hundió en su asiento—. ¿Eso es una marca en tu cuello?

—Somchai, no seas así —empezó a regañar Sanghee—, deberías felicitar a Lisa.

La alfa sabía que no podía esperar mucho menos del padre de la omega. Su pareja se lo advirtió muchas veces: su mamá era más suave y permisiva, pero su papá era hosco y algo agresivo. De alguna forma, lo podía comprender, después de todo, ¿quién no lo sería luego de lo ocurrido con Lisa? Ellos parecían querer mucho a su nieta, sin embargo, eso no quitaba que se hubieran olvidado de lo mucho que sufrió Lisa cuando fue usada de esa forma. Jennie no estuvo en ese momento, aunque pensar en lo mal que lo pasó su novia era suficiente para enardecerla.

Somchai no respondió a las palabras de Sanghee, pero seguía sin verse contento. Lisa no insistió con ello y Jennie no trató de presionar tampoco, pues lo que menos quería era pelear con ese alfa. Somchai no sólo era alto, sino que también tenía unos ojos que le recordaban mucho a Lisa cuando se enfadaba. Y Lisa, enfadada, era de temer.

Para fortuna de ambas, la cena transcurrió con relativa normalidad. Somchai no hizo mayores comentarios acerca de su relación y Haerin, tan inocente como siempre, servía para aliviar el ambiente en la casa. Jennie no lo creía posible, sin embargo, Sanghee mimaba mucho más a la bebé que Lisa. Incluso Somchai le complacía los caprichos a su nieta.

Cuando llegó el momento de acostarse, Lisa dejó a Jennie en su cuarto antes de ir al suyo. Haerin estaba echada, medio dormida, pero la omega comenzó a desvestirla para ponerle el pijama. La bebé apenas se quejó.

Fue en ese momento cuando Somchai apareció, con ropa de dormir también. Lisa sabía que eso ocurriría, ya que papá no solía quedarse con sus ideas guardadas.

—¿No te gustó? —fue lo primero que preguntó cuando él se sentó a su lado, en la cama.

—La encuentro demasiado mayor para ti, Lis —respondió Somchai, tranquilo e impasible—, ella es toda una adulta, tiene una vida estable. En cambio, tú eres recién una joven que está experimentando los primeros pasos de la adultez. Me da miedo que pueda herirte, y más ahora que tú tienes su marca.

—Jennie no es Kangsan —se apresuró en decir.

—No, y eso es lo que más me asusta —concedió Somchai—, pues hay cretinos peores que ese. Kangsan, al menos, nunca te marcó. Una marca rota... —el alfa le dio una caricia en la mejilla—. No quiero que pases por ese dolor, Lis.

—Papá... —suspiró, algo apenada—, no puedes tenerme siempre escondida, ¿lo sabes? Sé que... sé que lo de Kangsan fue... fue algo doloroso y terrible para ti, pero eso no... no volverá a repetirse —bajó la voz—. Papi, Haerin la adora, ¿es que acaso no lo viste? Y Jennie también adora a Haerin.

Somchai no cambió la expresión de su rostro, pero sus ojos parecieron suavizarse un poco.

—Respeto tu decisión de que estés con ella, Lis —dijo—, sin embargo, eso no quita que me preocupe, ¿está bien? Si ella te hace sufrir...

Lisa lo abrazó con amor. Sabía que era normal que el alfa se preocupara por eso, después de todo, con lo ocurrido con Kangsan, se tornó muy sobreprotector. Cuando Lisa quiso ir a estudiar a Seúl, trató de convencerle de que lo mejor sería que se quedara, aunque no sirvió de mucho. Al final, aceptó su partida con una sonrisa resignada.

—Haerin quiere mucho a Jennie —insistió—, eso fue lo que terminó de convencerme, papi.

—¿No sólo quiere quitarme a mi hija, sino también a mi nieta? —masculló, medio enfadado—. Debería echarla de casa.

Lisa se rió con sus palabras y se despidió de él, que fue a su habitación.

Los siguientes días, afortunadamente, Somchai comenzó a relajar su vigilancia sobre Jennie. Sanghee pareció hablar con su esposo, además de que la castaña también tomó una actitud educada y jamás traspasó los límites con Lisa frente a ellos. Hasta rechazaba las insinuaciones de la omega sobre escaparse a un motel, regañándola como toda una madre.

—Eres una alfa muy cruel —se quejó Lisa, días después, cuando salieron a pasear. Llevaban a Haerin en su cochecito, mirando todo con extrema curiosidad—, pudimos haber dejado a Hae con mi mamá y nosotras...

—¿Es que no puedes aguantarte unas semanas? —reprendió la mayor, aunque tenía una sonrisa en su rostro—. Si vamos a follar, vas a quedar apestando a mis feromonas y tu padre se dará cuenta de lo que hicimos. Él va a matarme.

—Jennie, ¡tienes treinta años!

—Treinta y uno —corrigió, pues los cumplió la semana pasada—. ¿Y eso qué? Somchai da miedo.

Lisa hizo un puchero pequeño, aunque sabía que la de ojos gatunos algo de razón tenía. Tal vez se sentía demasiado caliente porque pronto llegaría su celo, era la única explicación posible.

Fueron a comer a un lugar bonito y luego se dirigieron hacia el centro comercial. Dentro del lugar, había un pequeño parque de juegos para niños, y no dudaron en llevar a Haerin. Lisa tuvo que subirse con ella a un trencito que daba una vuelta en ocho y Jennie se entretuvo mucho sacándole fotografías. Fue divertido, al menos, hasta que Haerin se mareó y vomitó. De eso también hubo fotos.

Lo único bueno, fue que no vomitó sobre Lisa, así que sólo tuvieron que cambiarla de ropa (la omega siempre llevaba una muda extra de ropa en casos de emergencia). A la bebé pareció no importarle que acababa de vomitar, es más, pareció hacerle mucha gracia, y cuando ya estaba con ropa limpia, empezó a pedir comida.

—¿De verdad? —se quejó Lisa, incrédula.

—¡Teta, teta! —chillo Haerin, riendo.

Jennie trató de aguantar la risa en lo que Lisa se ponía colorada ante los chillidos de su pequeña. Finalmente, no tuvo más que sentarse en una banca, acomodar a la niña en sus brazos y desabrochar su camisa. Pronto, la ávida boca de la bebé se cerró en su pezón.

—Tú la malcriaste —siseó Lisa hacia Jennie, que le miraba con algo de lujuria en los ojos—. ¡Deja de observarme así, cochina!

—Tal vez tengas razón... —comenzó a decir la alfa.

—No te atrevas.

—..., deberíamos irnos a un motel para probar otra vez tus tetas, Lisa.

La omega soltó un chillido de indignación, pateando a Jennie en su pierna. La alfa se quejó entre risas, poniéndose de pie para no recibir otro golpe por parte de la menor. Haerin tenía el ceño fruncido, mirando feamente a Jennie, pero sin dejar de comer.

Después de unos minutos, la bebé pareció saciarse y se removió para que la dejaran en el suelo. Parecía tener ganas de caminar en ese momento.

Mientras Lisa se arreglaba y Jennie iba detrás de Haerin, que se puso a tambalear-caminar, alguien llamó la atención de la omega.

—¿Lalisa Manoban?

Reconoció enseguida esa voz, a pesar de que sólo la escuchó un par de veces. Apretó los labios antes de voltearse a ver a una mujer extremadamente maquillada, con nariz respingada y pómulos altos, y el cabello teñido de rubio. Contempló a la madre de Kangsan, la misma mujer que la echó de su hogar entre gritos y luego le fue a gritar a su casa un montón de asquerosidades.

La señora Kang le contempló con ojos apáticos, aunque había una sonrisa falsa en su rostro.

—Hola, señora Kang —masculló Lisa, sin moverse de su lugar.

—¡Oh, cariño! —saltó ella, con una odiosa voz chillona—. No sabía que estabas por acá, ¿Kangsan ha hablado contigo?

Lisa parpadeó en confusión al escuchar esa pregunta, ¿qué demonios? ¿A qué se refería esa mujer? Kangsan jamás se le acercó a hablar a menos que fuera para provocarla y burlarse de ella.

Abrió la boca para responder, pero en ese momento, Jennie regresó con Haerin en brazos.

—¿Lili? —preguntó, tomándole la mano.

La omega le miró, algo desorientada, sin embargo, sus alarmas se activaron cuando la mujer volvió a hablar.

—¿Esa es mi nieta? —gritó, sonriendo con más fuerza—. ¡Se parece a Kangsan cuando pequeñito!

La señora Kang hizo el amago de acercarse para tomar a la niña en brazos, y en ese momento, Lisa reaccionó, poniéndose delante de Jennie.

—Disculpe, señora Kang —le dijo, firme—, pero recuerdo muy claramente que ustedes no querían saber sobre mi embarazo.

La mujer se detuvo, sus labios contrayéndose en un mohín extraño.

—Fue un período difícil el que estábamos atravesando en ese momento —se excusó, pareciendo recuperar la compostura—, por eso, que nos vinieras con el embarazo nos descolocó por completo —se rió, como si estuviera contando algo muy gracioso—. Pero ahora, los últimos meses hemos estado pensando mucho en mi nieto. Le dije a Kangsan que recuperara el contacto contigo para... para ver la custodia.

Lisa sintió el alma caer a sus pies ante las palabras de la mujer, que hablaba como si estuviera comentando sobre el tiempo.

—¿Custodia? —intervino Jennie, con voz grave—. Disculpe, señora, pero me parece un descaro lo que usted está hablando.

La mujer se volteó a ver a la alfa, y la sonrisa en su rostro pareció desaparecer, reemplazada con la molestia.

—¿Y usted es?

—Soy el padre de Haerin —contestó, helada—, y pareja de Lisa. Acá no hay nada que discutir, ni con usted ni con su hijo, porque ni siquiera se han hecho de los gastos que el bebé ha implicado.

Jennie le agarró la mano a Lisa, llamando su atención, y la omega pareció reaccionar con eso. Agarró el coche vacío.

—Espero que le haya quedado claro, señora Kang —masculló Lisa, y sin añadir nada más, la pareja se marchó de allí a paso apresurado. Incluso Haerin no protestó, con toda probabilidad, sintiendo el tenso aire a su alrededor.

Sin decir nada, ambas decidieron que lo mejor sería irse de allí. No querían encontrarse con la mujer, o con su esposo o Kangsan, porque de seguro iba a desatarse una pelea. En especial luego de que la última vez que Kangsan y Jennie se vieron, el primero terminó con la nariz rota.

Fueron al estacionamiento y buscaron el auto. Jennie acomodó su pequeña en su sillita, mientras Lisa guardaba el coche en el maletero. Se subieron, y sólo recién, la menor soltó el aire que estuvo conteniendo.

—¿La escuchaste? —preguntó, y su voz temblaba—. ¿Ella quiere... quiere parte de la custodia?

—Lili —le agarró la mano otra vez—, no tienes nada de lo que preocuparte. Ella no se atreverá...

—Claro que se atreverá —le interrumpió Lisa, y sintió sus ojos lagrimosos—, tú no la conoces, ni a ella ni a Kangsan. Ellos... ellos tienen mucho dinero y poder, si ellos quieren... po-podrían...

Su voz se cortó ante el pensamiento. Jennie la abrazó con fuerza.

—No va a pasar —le aseguró—, te lo juro, Lis. No va a ocurrir. Me tienes a mí, y estamos juntas en esto. Haerin es también mi cachorra y no dejaré que me la quiten.

Lisa sollozó contra su hombro, asustada ante el futuro, ante lo que podía ocurrir si ellos actuaban. Haerin era su bebé, era su cachorrita mimada, y no quería, por nada del mundo, que la familia Kang le quitaran a su niña. Si ellos se hubieran interesado por ella desde un inicio las cosas habrían sido distintas, pero de sólo recordar la forma en la que la trataron, cómo le dejaron sola, sin entregar ni siquiera un peso, la rabia ardía en ella.

Ellos no podían hacerle eso. Haerin era suya, de ella, sólo de ella. De ella y de Jennie. De nadie más. Lisa no dejaría que le quitaran a su bebé, por nada del mundo.

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