04 | Do

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Lisa salió temprano de casa, encontrándose (como ya era de costumbre) con Jennie. Sin embargo, ahora había cierta curiosidad que se vio creciendo en ella cuando notó lo que la alfa traía consigo.

—¿Y eso?

—Descúbrelo por ti misma —se encogió de hombros y le contestó suavemente, entregándole con cuidado la caja decorada que traía en las manos.

Resulta que la castaña se había quedado hasta altas horas de la noche envolviendo el regalo por sí misma, para que de esa manera se sintiera más especial de su parte. No era muy buena combinando colores o eligiendo un buen diseño porque hasta cierto punto, le daba mucha pereza. Sin embargo, el obsequio era para la omega de la que estaba profundamente enamorada y valía toda la pena del mundo el intentar hacer un buen trabajo.

Lisa la miró con cierta duda, pero al notar la emoción genuina en la sonrisa de Jennie, se permitió confiar. Tomándola, deshaciéndose del lazo rojo con paciencia y sacando la tapa. Sus grandes ojos brillaron ante la pequeña sorpresa, ahí adentro se encontraba un tierno oso, y no cualquiera, sino el que la omega adoraba desde que tenía uso de razón. Una pequeña conmoción se revolvió en su pecho al notar que era de la edición limitada de Kumamon que tantas veces vio expuesta detrás de la vitrina de una tienda de accesorios e inevitablemente le comentaba a la alfa.

—¿Y? —carraspeó tan solo un poco, intentando llamar la atención de la omega que ahora dejaba la caja en el suelo, sin despegar en algún momento su vista del oso—. ¿Te gusta? —rascó su cuello con cierto nerviosismo—. Haz hablado mucho sobre Kumamon y hemos pasado tantas veces por ese lugar que no era tan difícil notar el cómo tu mirada cambiaba a una llena de adoración —elevó una de sus comisuras, recordando lo malditamente adorable que se veía la omega viendo al oso de peluche como si fuera lo más esencial en la vida humana—. Quería que fuera mi primer regalo —arrastró lentamente cada una de sus palabras, ahora con más dificultad debido a que Lisa la miró con fijeza.

—Jennie, me encanta —murmuró con cierto ápice de cohibición, acariciando con ambos pulgares las rojas mejillas del peluche—. Muchas veces los alfas siempre intentaban llenarme de obsequios con lo primero que se les ocurría, más ninguno de ellos se tomaba el tiempo de escuchar mis gustos e intereses, o al menos ver mis actitudes —negó ante la decepción de esos recuerdos, dejándole muy en claro que ellos no tenían las mejores intenciones con ella—. Pero tú... —ambas hicieron contacto visual al instante, Lisa le sonrió dulcemente y la alfa se sintió desfallecer—...Tú me demostraste en apenas unas semanas lo tan dedicada y sincera que eres conmigo. Te expresaste tal y como eras, sin pretender ser la alfa más codiciada
o la más narcisista capaz de conquistar a miles de omegas. Solo eres tú tratando de obtener una respuesta mía —bromeó sutilmente, observando como las mejillas de la mayor se ruborizaban mínimamente.

—Y seguiré esperando y esforzándome todo el tiempo que sea necesario. Incluso hasta empezaré a rezarle a todos los Dioses —dijo con diversión, juntando las palmas de ambas manos y recibiendo un suave golpe en el hombro por parte de Lisa.

—Boba.

Ambas se sonrieron con complicidad, la alfa terminó acercándose aún más y extendió levemente sus brazos.

—Yo, uh... ¿Puedo? —hasta en su mirada había inseguridad, pero la omega sonrió al escucharla pedir permiso, eso era algo muy encantador y tierno a la vez.

—Puedes —susurró mientras daba un corto asentimiento.

Jennie se asombró en demasía, sumado a que su loba empezó a correr de un lado al otro, feliz de poder avanzar de a poco con la omega que quería que sea su pareja. La rodeó con sutileza, como si lo que estuviera sucediendo solo fuera parte de uno de sus mejores sueños, y a la vez, siendo consciente que entre sus brazos tenía al ser más especial que albergaba en su enamorado corazón.

La pelinegra se dejó hacer, apegándose al pecho de Jennie y reposando su cabeza en el hombro izquierdo de esta. Alzando levemente el rostro para sentir como su nariz rozaba la sensible piel del cuello de la alfa que estaba lleno de su reconfortante aroma. El momento era cálido y una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Lisa al sentirse tan extrañamente cómoda y tranquila.
Se sentía como estar en la calidez de su hogar, solo que, en los brazos de Jennie.

—Entonces, ¿estás dispuesta a seguir? —cuestionó la omega, cerrando sus ojos un par de segundos ante lo bien que se sentía estar en esa posición.

—Por supuesto que sí —la alfa bajó la mirada, ambos pares de orbes encontrándose nuevamente mientras sus respiraciones se fundían con escasez—. Haré que construyamos algo entre nosotras.

Lisa no pudo evitar sonreír, su loba se sentía gustosa con la respuesta y la seguridad con la que aquella alfa se planteaba, dispuesta a tener su aprobación.

—Pero —agregó—, debemos seguir con nuestras responsabilidades por más que lo único que quiera es quedarme así contigo.

—Sí, tienes razón —se alejó lo suficiente para caminar a la misma distancia que Jennie.

Intentó dar el primer paso, pero se vio interrumpida cuando la mano de la alfa tomó la suya. Ella rápidamente le miró con confusión e incredulidad, pero aquella sonrisa que obtuvo como respuesta fue lo único que necesitó para permitir el suave toque.

—Vamos —le avisó la alfa, esta vez atreviéndose a dejarle un casto beso en la frente, tan dulce y profundo que logró que Lisa cerrara sus párpados por unos instantes.

—Vamos —repitió, asegurando el agarre de ambas manos y sosteniendo con la otra a su pequeño oso japonés.

Jennie sonrió con absoluto orgullo, casi no pudiendo creer la forma en cómo se encontraban. Todo lo sucedido estaba siendo demasiado para su débil corazón. Sin embargo, no retrocedería porque lo único que sabía que anhelaba era que la omega la firmara como suya a tiempo completo. Y así, mientras empezaban su amena caminata hacia la universidad, hablaban de diferentes temas sin temor a confundirse. Cada vez era más agradable el sentirse comprendidas la una sobre la otra a pesar de no tener las mismas opiniones. Solo eran un par de jóvenes experimentando la gracia de corresponder el mismo sentimiento a través de pequeños pero significantes momentos.

No se detuvieron ni cuando cruzaron por el portón principal y Jennie no sabía cómo tomar aquello debido a que antes, la omega se rehusaba a que hicieran algún tipo de interacción cerca de la universidad desde aquel receso en la cafetería.

No se soltaron en ningún momento y solo se detuvieron cuando al fin llegaron al salón de la omega.

Jennie podía sentir las miradas que todos seguramente le dedicaban y estaba esforzándose mucho en no sacar a flote su lado naturalmente posesivo y territorial. Era claro que la mayoría estaba siendo conformada por alfas que fueron rechazados a primera vista por Lisa.

—Esta mañana fue mucho más bonita que las otras —le comentó, sacándola de sus pensamientos. Sonrió al escuchar la suave risita que la omega soltó—. Y yo quería decirte que-

Su comentario se vio terriblemente interrumpido cuando la campana resonó por todos los pasillos.

La alfa la miró con intriga, Lisa solo mordió su labio inferior.

—Oh, yo... Yo creo que tienes que irte, Nini.

—P-pero, ¿qué me ibas a decir?

—Ahora no puedo, llegarás tarde a tu clase y es en el tercer piso.

—Pero...

—Te lo diré luego.

La alfa suspiró y asintió con cierta decepción.

—Está bien. Te esperaré en la hora de salida como tú dijiste.

La pelinegra no respondió, y es que no le gustaba como sonaba aquello en la tersa voz de Jennie. Aveces se arrepentía el haber empezado siendo tan arisca con la alfa, pero primero quería asegurarse si es que ella sería capaz de aceptarla así, sin nada a cambio como muchas veces otros le insinuaron. Jennie era diferente y lo comprendió con el transcurso de los días y las semanas, casi dos meses. Un tiempo que quizás aún era corto pero fue diferente desde que dejó que la alfa tomara cierto lugar. Y no había porqué darle más vuelta al asunto, solo decidió que era un buen momento, no podía esperar.

Así que al darse cuenta de que el maestro aún no llegaba y la figura de la alfa aún estaba en su campo visual, gritó su nombre.

Jennie dio media vuelta rápidamente, asombrándose al ser llamada. Su mirada estaba perdida en escepticismo.

Las mejillas de la omega se colorearon de un tono carmín con anticipación.

—Yo quería decirte que —poco a poco sus labios se curvaban en una linda sonrisa—... ¡Acepto tu cortejo!

La castaña agrandó los ojos desmesurada e increíblemente. El grito de Lisa y el significado de ello había sido un gran impacto emocional. Todo de ella se sentía inmensamente feliz que su amplia sonrisa mostrando aquel eyesmile se hizo denotar. ¿Y cómo no serlo? La omega de sus sueños y aceleraciones cardíacas acababa de concederle el permiso de enamorarla y conquistarla.

Jennie Kim haría todo lo posible por ser su alfa. Una completamente digna de llamarse suya.

Fin

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