Chapter 12 [🦋]

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Jungkook;

Aprieto el acelerador a fondo, avanzando aún más en la carretera. Miro por el espejo retrovisor la fila de camionetas que conforman mi seguridad, avanzando detrás de mi auto, mientras yo sigo rebasando a los autos a mi alrededor.

Había quedado en encontrarme con Jin en unos de nuestros almacenes a las afueras de la ciudad para dar por terminado con ese asunto que me estaba haciendo doler la cabeza en los últimos días. De ser por mi, esto se habría solucionado a mi manera y hace mucho tiempo, pero según Jin, debía ser racional y tener paciencia; la que no tenía.

Aún así agradecía en parte que me hubiera hecho entrar en razón, eso me permitió permanecer cerca de Alexandra estos días. Con todo lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor y con el problema de la castaña con su madre, me preocupaba dejarla sola, me aterraba que le hicieran algo. Por más extrañas que sonaran esas palabras de mi parte, eran ciertas y aún por más seguridad que hubiese dejado en casa hoy antes de salir, seguía preocupándome el hecho de que pudieran dañarla debido a mi.

Mis pensamientos se cortan en el momento en el que el sonido de una llamada entrante hace eco en el auto. Presiono el botón que hay en el volante para acceder a la llamada mediante los parlantes del auto.

—Jeon —respondo.

Jungkook, tenemos novedades —contesta esa voz del otro lado de la línea.

—¿Namjoon? —inquiero.

Claro que soy yo idiota, ¿ya no reconoces mi voz?

Ruedo los ojos.

¿Había dicho ya que Namjoon podía llegar a ser un idiota de primera?

Pues sí, lo era.

Es mi amigo desde que tenía uso de razón y sin duda uno de los mejores hombres que trabajaba para mi, sin él no tendríamos tantos avances en la búsqueda de la pequeña Kim. Pero sin duda alguna, cuando se proponía ser un idiota, lo lograba.

—No seas idiota Kim —digo sin ganas— ¿Qué me tienes?

La encontramos.

En ese momento no lo puedo evitar.

Freno bruscamente a un lado de la carretera.

¿Escuché bien?

—¿Qué has dicho? —pregunto sin saber si escuché bien o no.

Hemos encontrado a la pequeña Kim.

───── »◦❀◦« ─────

Aparco a unos metros del almacén y observo cómo mis hombres hacen lo mismo con las camionetas. Bajo y me acomodo los guantes de cuero negro en mis manos, al mismo tiempo que trueno un poco mi cuello.

Esto sería algo interesante.

Doy la señal a varios de mis hombres para que aguarden afuera mientras vigilan el perímetro y los demás caminan tras de mi hasta adentrarnos al interior del almacén.

—Hasta que al fin llegas —habla mi amigo pelinegro quién llega hasta mi, recibiéndome— ¿Por qué tardaste tanto?

—Lo siento. Tuve un pequeño asunto en la mañana.

Un sabor amargo se instala en mi al tener que mentirle así a mi amigo, pero aún no le podía contar las nuevas novedades. Todavía faltaba que llegaran los expedientes con la información.

Solo sería dos semanas, máximo tres.

Hasta ese entonces, no podía contarle sobre su hermana.

—Me imagino que tipo de asuntos eran —la voz del pelinegro me hace mirarlo, olvidándome por un segundo de mis pensamientos— ¿Acaso son esos asuntos, una hermosa castaña de ojos azules?

Su mirada se vuelve pícara y no me contengo en poner los ojos en blanco ante sus insinuaciones.

Aunque tampoco mentía.

Todavía me preguntaba en algún lugar de mi mente de donde estaba sacando todo este autocontrol. Han sido tantos los momentos de tensión, momentos en los que la he tenido tan cerca de mi, de mi cuerpo, que aún no entiendo como me controlo con ella cerca. Incluso hoy en la mañana; a pesar del tiempo que tuve que pasar en la ducha para bajar la puta erección de mi verga, le agradecí muchas veces a Satanás por haberme dado la fuerza de voluntad para no haberla empotrado contra la puerta y follarla ahí mismo.

Aunque ganas tampoco me faltaban.

No se cuanto tiempo mas podré aguantar el tenerla tan cerca y no poseerla.

Pero de algo estoy seguro.

Y es de que la poca cordura que me queda, se esfumará en cualquier momento a este paso.

—Definitivamente si es ella —la afirmación de Jin me saca de mis pensamientos. Veo que aún no ha borrado la sonrisa maliciosa de sus ojos y por segunda vez desde que estoy aquí, ruedo los ojos.

—No sé de que hablas, Kim —contesto mostrando desinterés.

—Vamos Jeon, no soy idiota.

—¿Estas seguro de eso, Dyavol? —inquiero con una ceja arqueada y tengo que aguantarme las ganas de reír cuando sus ojos técnicamente me asesinan.

Niega lentamente antes de soltar sus palabras sin ningún tipo de expresión.

—Definitivamente el idiota eres tú.

—Lo sé, gracias —respondo con simpleza.

Ignoro el hecho de que en este momento el pelinegro quiere meterme una bala en el culo, y me coloco a su lado para comenzar a caminar hacia las grandes puertas de hierro que dan acceso al interior del almacén.

—Espero que esté todo listo —comento ya en la entrada del almacén, luego de que las puertas son abiertas por nuestros hombres— Me imagino que le diste la mejor de las atenciones a nuestra invitada especial.

Sonrío con cierto sadismo al imaginar el trato tan amable que le han de haber ofrecido a dicha invitada.

—Por supuesto, Príncipe. Sabes perfectamente el trato tan minucioso y exclusivo que les doy a nuestros invitados.

Su sonrisa igual de fría y sádica que la mía me confirman los pensamientos que abordan mi mente en estos momentos.

—Vamos.

El pelinegro solo asiente y camina a la par mía, adentrándonos de una vez al almacén. Veo a varios de nuestros hombres que estaban a nuestra espera, recibiéndonos con una reverencia, mostrando respeto, pero mis ojos solo se enfocan en la persona atada a una silla a unos metros de nosotros. Sus manos atadas en los reposabrazos me dan una vista maravillosa de sus dedos sin uñas e inevitablemente siento pequeñas partículas de excitación recorrer cada poro de mi piel a la vez que una sonrisa llena de malicia se plasma en mis labios.

Sí.

Soy un maldito enfermo que disfruta de torturar a sus víctimas, verlas sufrir.

Y sí, me excita en demasía ver el dolor que puedo llegar a infringir.

Soy un perfecto hijo de Satanás.

—Definitivamente, Dyavol —comienzo a hablar luego de haber quitado la capucha que cubrían los ojos de mi invitada— Eres el mejor anfitrión.

—Por supuesto —responde— Nuestro deber es atender a nuestros invitados con mucha paciencia. Y yo —mira con una sonrisa totalmente fría a la persona atada, haciéndola temblar— lo hago con mucho gusto.

Mi vista vuelve hacia nuestra invitada y suspiro totalmente encantado al ver cada uno de los golpes y de las heridas que adornan su piel. Además de la falta de uñas en sus dedos, tenía varios cortes profundos en su rostro, pero sin duda alguna lo que llamaba mi atención eran los cortes bajo sus párpados y la piel rasgada de estos, dejando su carne totalmente expuesta.

Sin perder más tiempo, tomo asiento en la silla a su frente, apoyando mis brazos sobre mis piernas abiertas y doy la señal a uno de mis hombres para que le retiren la mordaza.

Su mirada hacia mi, es de total terror, pero aún así trata de no mostrarlo.

—¿Q-quién eres? —sonrío al notar el miedo en su voz— ¿Qué q-quieres de mi?

El temblor en su voz le hace perder la valentía frente a nosotros, haciéndonos sonreír satisfechos.

—Adela Stone —digo con tono mortalmente frío, haciéndola palidecer en su lugar— Al fin nos conocemos.

[🦋]

Alexandra;

Camino de manera silenciosa detrás de Lucía, quien había quedado encargada de mostrarme la sorpresa que me había dejado preparada el pelinegro.

Realmente entiendo que Jungkook sea un hombre extremamente ocupado, obviamente todos estos lujos y las riquezas que tiene no le cayeron del cielo, se las ganó a pulso, como también entiendo que debía volver a sus obligaciones en sus negocios, luego de haberse pasado dos semanas enteras a mi cuidado. Pero lo que no logro comprender es porque me tiene que dejar al cuidado de la rubia para todo.

¿Por qué precisamente tiene que dejarla a ella a mi disposición?

¿Celosa, Stone?

¡Claro que no!

Es simplemente que no me provoca buenas vibras la chica y mucho menos con las miradas que me lanza a cada rato.

No confío en ella.

—Pase señorita —su voz me hace reaccionar y nuevamente y como cada vez que miro sus ojos azules como los míos, trato de ignorar mi desconfianza hacia su mirada— Es aquí.

Miro extrañada hacia la puerta de cristal que da paso a la gran piscina en la terraza trasera.

—¿Qué sorpresa puede haber aquí? —pregunto aún con la mirada fija en el espacio exterior de la casa.

—Salga señorita. El regalo del señor Jeon la espera afuera —responde, ignorando totalmente mi pregunta.

Realmente ya me tiene harta su altanería hacia mi.

Salgo hacia la terraza, pasando por su lado sin ni siquiera mirarla o emitir palabra. Pero me detengo cuando veo la intención de la rubia de salir tras de mi.

—Puedes retirarte —ordeno sin ningún tipo de emoción haciéndola detenerse a unos pasos de mi.

—El señor Jeo–

—El señor Jeon —la interrumpo— no está. Y tampoco me pasará nada por estar sola en la piscina. Así que puedes retirarte a atender tus obligaciones.

A pesar de que trata de no mostrarlo, puedo notar perfectamente el veneno con el que me miran sus ojos antes de girarse e irse.

Esta no era mi casa y por ende no tenía la autoridad para hacer y deshacer, tampoco es que me haya sentido muy cómoda ordenándole algo a alguien, pero bajo ningún motivo iba a tener a Lucía pegada como chincha a mi culo.

No me apetecía.

Luego de haberme quedado sola en la terraza trasera, comienzo a caminar, en busca de la dichosa sorpresa que supuestamente me esperaba aquí. Justo cuando estoy por bufar fuertemente de la frustración por no encontrar nada, mis pasos se detienen bruscamente. Mis ojos se abren exageradamente y no puedo evitar cubrir mi boca con mis manos.

—No puede ser... —musito totalmente impresionada.

Y es que no lo creo.

Por más que lo tenga frente a mi, no puedo creer lo que mis ojos ven.

Aún con mis manos sobre mi labios, comienzo a caminar lentamente hacia el ala derecha de la terraza, justamente esa que se encontraba cubierta por un gran techo de cristal. Llego hasta los pies de la tarima y miro hacia arriba, apreciando la altura que mostraba el gran tubo de pole dance que yacía ahí.

Sí.

El regalo o mejor dicho la sorpresa que Jungkook había mandado a preparar para mi, era un tubo de pole dance conectado al techo de cristal que cubría el área de las tumbonas y camas balinesas.

Sin miramiento alguno, subo las pequeñas escaleras hacia la tarima, hasta llegar a un lado del tubo. Paso mis manos por el material, sintiendo la calidad de este, hasta que mis dedos chocan con algo pegado al tubo.

Una nota.

Disfruta tu regalo.

Atte: Jk

Muerdo mi labio mientras leo la nota otra vez, y no puedo evitar plasmar una sonrisa de tonta en mis labios.

Definitivamente, con esta ya perdí la cuenta de las veces que debo agradecerle a Jungkook. Gracias a él, mi estadía aquí ha sido maravillosa. Me ha hecho olvidarme un poco del hecho de que me siento avergonzada por estar de arrimada aquí.

Pero, ¿cuándo preparó todo esto?

¿Cómo?

Eso no importa tonta. El asunto es que ese hombre que se nota se muere por ti, te ha complacido de todas las maneras posibles.

Eso no es cierto.

Claro que si tonta, ¿o acaso no ves como le escurre la baba cada vez que te ve? Definitivamente le encantas.

Ruedo los ojos ante las ocurrencias de mi metiche y estúpido subconsciente y me centro en admirar la belleza del tubo frente a mi.

Realmente amaría pasar las horas bailando en él.

Como dije anteriormente, amo bailar en el tubo. La principal razón por la que acepté el puesto de bailarina en el Club de Jungkook, cuando me lo ofrecieron hace un año, fue únicamente por la idea de bailar en el tubo, y por las clases que daban todos los días antes de cada show.

Solo eso me motivaba a presentarme todos los días ante esa partida de viejos pervertidos que me comían con la vista cada vez que me subía en la tarima. Concentrarme en los movimientos a la par de la música, era lo que me ayudaba a sobrellevar el hecho de que técnicamente me estaba exhibiendo ante esos viejos asquerosos que gritaban a los cuatro vientos todo lo que pagarían por pasar una noche conmigo.

Agito mi cabeza, tratando de borrar esos recuerdos espantosos de mi mente. No les podía dar cabida a esos pensamientos, cuando me encontraba así de feliz. Mi nuevo celular suena, sacándome completamente de mi bola de pensamientos para nada buenos. Frunzo un poco el ceño al ver que se trataba de un número desconocido.

¿Quién podría estar llamándome?

Era extraño, pero si analizaba las cosas, creo que también era normal. Apenas hace horas que adquirí el celular y ni siquiera tenía el número de mi mejor amiga aunque me lo supiera.

Así que, ¿que podría pasar por tomar la llamada?

—¿Hola? —respondo luego de aceptar la llamada.

¿Te gustó tu regalo?

Escucho su voz del otro lado de la línea y amplío mi sonrisa al notar que es él.

—Me ha encantado —no dudo en contestar, escucho su risa— Gracias.

No me tienes que agradecer, muñeca. Lo hago con todo el placer del mundo —sonrío, pasando un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja— Ahora, deberías de disfrutar de la verdadera sorpresa.

Frunzo el ceño, confundida.

—Si no era esta, ¿entonces cuál es?

Mírala por ti misma.

Y antes de que pueda decir algo más, corta la llamada, dejándome el doble de confundida.

¿Qué otra sorpresa podría tener?

—Con razón me dijeron que me vistiera cómodamente —me paralizo un poco al escuchar esa voz— Joder, eso si es un tubo.

No puede ser.

¿Lalisa?

Me giro, encontrándome con su figura a unos metros de mi. Me miraba con una sonrisa en sus labios, mientras yo solo la observaba desde mi lugar con mis ojos totalmente iluminados en felicidad.

La felicidad de tener a mi mejor amiga aquí.

—¿Me extrañaste?

—¡Lisa!

Y entonces.

Antes de lo que pueda adivinar, salto de la tarima y corro hasta ella, abalanzándome a su cuerpo sin pensarlo. Escucho su sonora risa cuando me aferro a ella con piernas y todo.

—De verdad que si me extrañaste.

Me separo de ella, colocando mis pies en el suelo e inevitablemente, siento mis ojos acuosos por la inminente felicidad.

—Hey no, cariño. No llores —limpia los bordes de mis ojos, reteniendo las lágrimas.

—Es de felicidad —sonrío— No puedo creer que estés aquí.

Me vuelvo a abrazar a ella, sintiendo como pasaba sus brazos alrededor de mi espalda. Y así estuvimos por un rato.

Joder estoy tan feliz.

—Estás consciente de que debemos hablar, ¿cierto? —pregunta luego de habernos separado del abrazo— Me dejaste preocupada luego de que colgaras la llamada tan rápido.

Miro sus ojos, los cuales mostraban ese brillo de preocupación. A pesar de tener a Jungkook a mi lado y que tanto él como Jin han estado para mi, apoyándome y protegiéndome, Lisa es y siempre ha sido esa persona que ha estado para mi en todo momento, la única que sabía la mierda de vida que vivía al lado de mi madre y me duele mucho saber que su vida ha sido un infierno sin saber de mis todos estos días.

Porque justo eso veía en sus ojos.

El miedo y la preocupación de que tal vez algo malo me había sucedido.

—Lo siento —es lo primero que digo sintiendo como la primera lágrima cae— T-todo pasó tan rápido.

—Lo sé.

—Sé que debí contarte, pero... ¿Qué? —pregunto cuando caigo de lo que ha dicho anteriormente— ¿Lo sabes? —asiente— ¿Cómo?

Sonríe.

—De la misma forma en la que llegué aquí.

Frunzo el ceño en total confusión.

Mi amiga se ríe ante mi cara de no entender ni un carajo y toma mi mano para guiarme hasta una de las tumbonas. Luego de tomar asiento, comienzo a escuchar atentamente todo lo que me cuenta; el cómo se volvió loca sin saber que había sido de mi estas dos semanas, el cómo Jin se apareció en su puerta en plena noche solo para decirle que debía estar lista, incluso el cómo lo amenazó con un florero si no le decía dónde y en qué condiciones estaba.

—Realmente eres de armas tomar Lalisa —niego riendo— ¿Cómo que le ibas a lanzar un florero al pobre de Jin?

—¿Pobre? ¿En serio? —inquiere arqueando una ceja— Perdón cariño, pero de pobre no tiene nada. Técnicamente me come con la mirada cada vez que está frente a mi.

Rápidamente me mira cuando se da cuenta de lo que ha dicho. La miro mientras soy yo la que arquea una ceja esta vez.

—¿Cada vez? —pregunto con cierta malicia— Parece que me he perdido de varias cosas.

—No seas tonta Lexa. Solo nos hemos visto dos veces.

—Y te gustó desde la primera vez.

Abre la boca para refutar lo que he dicho, pero simplemente no le salen las palabras. Río al saber que he dado en el clavo.

—Jódete Lexa.

Río con más fuerza cuando sus mejillas se ponen más rojas de lo normal. Me muestra el dedo del medio cuando ve que me estoy ahogando con mi propia risa.

Definitivamente, yo también tengo maneras de cabrear a mi amiga, y de las más simples.

—Bueno ya para de reírte tonta.

—Ya vale, vale. Paro de reírme —digo tratando de contener mi risa— Es que debiste ver tu cara tan roja, definitivamente te gusta.

—Claro que no tonta. Además él solo debe ser otro de esos idiotas en busca de sexo y de esos ya tuve suficiente —veo un pequeño ápice de tristeza en su mirada, y puedo jurar que por su mente están pasando cada uno de esos recuerdos de sus relaciones pasadas— En fin, lo que importa es que mi amenaza funcionó aunque creo que si me pasé un poquito.

Niego sin poderme aguantar las ganas de reír.

Definitivamente ella es única en su especie, su desconfianza sobrepasa los límites y la lleva a cometer locuras como querer romper un florero en la cabeza de Jin, pero es la mejor amiga que alguien puede tener.

Es de las personas más importantes en mi vida.

—Lo siento —digo de repente haciendo que su ceño se frunza— Siempre me negué a ver a mi madre de la forma en que la veías tú y al final casi acaba conmigo.

—No Lexa, no tienes que disculparte.

—Claro que sí, muchas veces he llegado a discutir contigo por su causa y ni siquiera valía la pena —limpio una lágrima solitaria que baja por mi mejilla— Es que la hubieras visto, me golpeó sin importarle el hecho de que me podía haber matado. Ese día me di cuenta de que jamás le he importado.

Sus brazos me envuelven en un abrazo reconfortante, mientras apoya su mentón sobre mi cabeza.

—Lo importante es que estás bien, que no pasó a mayores.

—Sí, gracias a Jungkook. De no ser por él, no sé que hubiese sido de mi —sonrío a pesar de las lágrimas— Él ha sido muy especial conmigo.

Y lo es.

Me ha tratado como una princesa y yo me siento tan agradecida con él por todo lo que ha hecho por mi, que no me alcanzará la vida para pagarle todo.

—Sí, hasta yo le debo una —la miro extrañada— Te ha cuidado y protegido todo este tiempo. Y eso para mi significa todo.

Sonrío con unas cuantas lágrimas en los ojos.

—Te quiero mucho, amiga.

—Y yo a ti, Lexa —limpia el borde de sus ojos— Bien, ya basta de lágrimas —asiento— ¿Qué tal si probamos tu regalo?

Sonrío ante la mirada que le da al tubo a un lado de nosotras y niego ante las ideas que de seguro están pasando por su mente.

—Tonta.

—Gracias. Pero de verdad, deberíamos aprovechar el hecho de que estés en una sola pieza.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo así? No entiendo.

—Vamos Lexa, a leguas se ve que Jungkook tuvo que darse una ducha de agua fría, luego de verte con esa ropa.

Miro mi ropa y automáticamente mi rostro se vuelve totalmente rojo al recordar lo sucedido esta mañana, la forma en que sus ojos me recorrían el cuerpo mandando escalofríos por cada rincón de este, la manera en que se acercó y me acorraló contra su cuerpo.

—Lo sabía.

Su voz me saca de mis pensamientos y la fulmino con la mirada cuando veo como se parte de la risa ante mis mejillas rojas.

—Ya tonta, te ahogarás de tanto reírte.

—Vale, vale —se levanta luego de un buen rato de risa, extiende su mano hacia mi— Vayamos a estrenar ese tubo nena.

Tomo su mano, levantándome también.

—Vamos.

[🦋]

Jungkook;

—Realmente llegas a sorprenderme en ocasiones, Jeon —comenta mientras camina a mi lado.

—Simplemente no era el momento para darle boleto al infierno.

Meto mis manos a los bolsillos de mi pantalón luego de haberme deshecho de los guantes de cuero y sigo caminando hacia los autos a unos metros de la bodega.

Habían pasado unas dos horas y medias desde que entré a ese almacén, y decir que no fueron las horas más excitantes que pasé sería mentira. Fue tan malditamente placentero escuchar los gritos de dolor que brotaban de los labios de esa mujer mientras enterraba la navaja más profundo bajo su ojo, que no tuve un orgasmo porque estaba en presencia de personas. Pero si que disfruté de sus gritos de terror como la mejor música.

—Quiero que sufra, del mismo modo en que hizo sufrir a mi muñeca —dictamino.

—Ya veo que la cosa va muy enserio.

Ruedo los ojos, porque sé perfectamente la intención de sus palabras y aunque en este momento me dé exactamente lo mismo sus bromas, simplemente no las quiero escuchar.

—¿Sabes que Jin? Me haría muy bien que no empezaras con tus bromitas respecto a Alexandra y a mi.

—No creo que sea broma que hayas mandado a instalar un tubo de pole dance en la terraza trasera de tu casa, tampoco que me hayas mandado a traer a su amiga la cual casi me lanza un florero y mucho menos, que tengas a esa mujer aquí y la tortures a diestra y siniestra —sin darnos cuenta, nos hemos detenido en el camino— Perdóname amigo, pero sabes bien que lo que digo no es broma. Alexandra te gusta más de lo que crees por más que te empeñes en negarlo.

No digo nada a pesar de que sus ojos están sobre mi, expectantes a una respuesta de mi parte. Pero, ¿qué podía decir? Sus palabras eran exactamente las mismas que me dijo ese día que descubrimos a los tipos que mantenían vigilada a la castaña y al igual que ese día, sus palabras eran totalmente ciertas.

Cada día que he pasado a su lado, cada roce que hemos tenido, cada gesto entre nosotros, me ha confirmado lo que yo mismo me he querido negar. Soy un idiota, un estúpido, porque a pesar de estar consciente de todo lo que provoca Alexandra en mi con su sola presencia, todavía en alguna parte de mi mente trato de convencerme de que ella no significa más que una amiga para mi. Y todo por miedo.

En eso se define todo; miedo.

El miedo de hacerme preso de mis sentimientos y entregarme a ellos; porque por más que a veces quiera mandar a la mierda todo mi autocontrol con ella y besarla y hacerla mía hasta hacernos temblar, el temor de salir lastimado es algo que me frena. Pero peor que eso, me aterra dañarla a ella, verla envuelta en mi mundo y que por mi culpa la dañen.

Ya lo he vivido con mi familia, con mi hermana. Y jamás permitiría que eso le sucediera a ella.

—Realmente tienes mucho en que pensar Jungkook.

Su voz me hace reaccionar y su mirada me muestra que ha entendido todo lo que ha pasado por mi mente.

—Lo único que quiero hacer en este momento es llegar a mi casa, solamente eso —digo— Respecto a la vieja, debemos dejar que se recupere un poco, sino no resistirá lo que quiero hacer con ella.

—¿Más? —asiento, mientras una sonrisa llena de malicia se forma en mis labios— Eres un sádico de mierda.

—Lo soy y no sabes cuanto lo disfruto.

Sonríe negando ante mis palabras. Jin ha sido mi amigo desde que tengo uso de razón y ha sido testigo de todo lo que he sido capaz de hacer, sabe que me vuelvo un monstruo y que no me tiembla el pulso a la hora de acabar con mis enemigos cuando tocan a los míos. La vieja no es excepción, acabaré con ella, es un hecho, pero antes de decidir acabar con su patética existencia me daré el gusto de verla sufrir, de ver cómo me suplica por su asquerosa vida.

La sola idea me hace excitar varios decibeles.

Miro a Jin quien entiende todos mis pensamientos con solo mirarme y hace el ademán para seguir avanzando hacia los coches que están a nuestro frente. Trueno un poco mi cuello, sintiendo como el cansancio comienza a pasarme factura. El día había sido una total mierda, sumando el hecho de que no dormí en toda la puta noche y que desde temprano estaba aquí en la bodega con Jin, era algo agotador y todavía faltaba solucionar el problema del club. Debía encontrar a un nuevo gerente que llevara todas las cuentas del lugar, además de reparar todos los daños que me ocasionó la sorpresa que me dejaron en el club.

Cortesía del hijo de puta que me causó problemas las últimas tres semanas, claro está.

—¿Cómo van las reparaciones? —le pregunto al pelinegro.

—Llevará su tiempo —arqueo una ceja hacia él— Exactamente unos cuatro meses.

Gruño por lo bajo ante su respuesta. Juro que me cobraré su regalito. Voy a disfrutar tanto despedazar su inservible cuerpo, sus gritos de dolor, que me va a rogar que acabe con su sufrimiento.

No solamente trató de forzar a Alexandra, sino que el muy cabrón me hizo perder millones de dólares con su brillante idea de colocar una pequeña bomba en mi club nocturno, logrando que el lugar se hiciera mierda completamente, sin posibilidad de recuperar nada.

Pero juro por el mismísimo Satanás, que me lo voy a cobrar y con intereses altos. Acabaré con su patética existencia.

Rodeo mi auto una vez llego a él y miro a Jin, segundos antes de entrar.

—Necesito que te encargues de regresar a la amiga de Alexandra sana y salva a su casa —me río ante su fuerte bufido— Oh vamos, no puede ser tan malo el hecho de que te pida ese favor.

—No malo no, pésimo. No fue a ti a quien le lanzaron un florero, tampoco eres tú quien aguanta sus reclamos.

Finalmente termino riéndome de su escena toda dramática. Eso era algo que no sobraba en la familia Kim, el drama. Era habitual en su día a día. Me carcajeo mucho mas fuerte cuando me lanza una mirada asesina.

—Estúpido —niega.

—Vale, vale —dejo de carcajearme ante su semblante, aunque me es un poco difícil— Bien, ¿me puedes hacer el favor? Necesito ir a supervisar las reparaciones del Club.

Suspira, mientras hunde sus hombros en señal de resignación. En el fondo y aunque lo niegue, le encanta la chica y el hecho de que le haya pedido el favor no es ninguna molestia para él, al contrario, le maravilla la idea de seguir coqueteándole como lo ha hecho desde que la conoció.

Y si.

Yo sé absolutamente todo lo que pasa entre ellos, que el piense que no, es otra cosa muy distinta.

—Ya que —bufa— Pero que conste, la amordazaré en el minuto que comience a hacer de las suyas.

Río ante su aviso con cierto tono de advertencia y le hago una señal de despedida antes de subirme al coche. Abrocho mi cinturón de seguridad antes de encender el auto y pisar el acelerador para salir de ahí directo hacia el club.

Bien, el deber llama y los dolores de cabeza continúan.

───── »◦❀◦« ─────

Doy una fuerte inhalación cuando finalmente pongo un pie en mi casa después de que mi día terminara. Veo como Lucía se acerca a mi para recibirme con una leve sonrisa en su rostro.

—Bienvenido señor Jeon —asiento en su dirección, no tenía deseos ni de hablar— ¿Desea algo?

Noto cierto tono insinuante en su pregunta, miro sus ojos por unos segundos y ver ese destello de deseo en ellos, me hace entender en segundos, sus intenciones.

Seducirme hasta conseguir que la folle nuevamente.

Pero está muy equivocada si piensa que cederé. Nunca he follado dos veces con la misma persona y ella no será la excepción. Follar dos veces con la misma mujer solo significa hacerle ilusiones con que algo mas pueda pasar entre nosotros y eso jamás pasará. Ya me jodieron una vez con eso y no estoy dispuesto a pasar por lo mismo de nuevo.

—¿Dónde está Alexandra? —pregunto, ignorando el hecho de que técnicamente la tengo pegada a mi cuerpo.

Camino unos pasos, alejándome de ella. Escucho su leve bufido antes de responderme.

—Se encuentra en la piscina señor —dice secamente— Esa señorita es una mimada aunque no lo parezca. Ella sabía que usted me puso a cargo de su cuidado y aún así me ordeno que me marchara, como si fuera la dueña de la casa.

Antes de que le prevea, cierro mi mano alrededor de su cuello, cortándole sus palabras y la posibilidad de respiración. El que se me esté insinuando abiertamente es algo que dejo pasar a medias, pero que esté despotricando de Alexandra como si tuviera el derecho, es demasiado y algo que no le voy a permitir.

—Escúchame muy bien, Lucía —coloca sus manos sobre las mías, tratando de soltarse de mi, hago más presión en la zona— Es la última vez que hablas así de ella, ¿entiendes? Ella puede hacer lo que se le plazca en esta casa, así que no te creas con el derecho de poder opinar solo porque te follé el coño. Admito que fue bueno, pero solo fue eso, sexo y no se repetirá por mas que te me estés insinuando, ¿estamos claros?

Asiente frenéticamente, mientras abre la boca, tratando de conseguir oxígeno para sus pulmones. Sonrío fríamente, apretando más mi agarre sobre su cuello y puedo notar el terror en sus ojos al ver la oscuridad en mi mirada.

La suelto de manera brusca, viendo como comienza a toser para recuperar el aire. La miro sin ningún tipo de expresión en mis ojos, mientras ella sigue aterrada en su lugar acariciando su cuello lastimado.

Que agradezca que aún sigue viva.

Nadie, absolutamente nadie habla de mi muñeca y sale ileso de mi.

—¡Margoth! —mi tono gélido hace que Lucía se sobresalte— ¡Margoth, maldita sea!

A los minutos veo a la antes mencionada acercarse a pasos apresurados hacia nosotros. Sus ojos van directamente hacia el cuello de Lucía con marcas violáceas en la zona, pero no dice nada. Solo me mira, esperando mi clara orden.

—A partir de este mismo instante, estarás a cargo de cualquier cosa que necesite la señorita Alexandra, ¿soy claro?

Me mira con confusión y sorpresa, sus ojos me analizan como si en algún momento fuera a rectificar mi orden. Rápidamente me da un asentimiento cuando ve que me mantengo firme en mis palabras.

—¿Qué sucederá con mis demás labores, señor? —pregunta un tanto nerviosa— No quiero que piense que estoy protestando o algo parecido, p-pero... tengo demasiadas tareas.

—No te preocupes por eso —observo nuevamente a la rubia quien se encoge un poco ante mi mirada— Lucía se encargará de eso. Estoy seguro de que no tiene problema con eso, ¿verdad? —asiente lentamente ante mi pregunta— Con palabras Lucía —exijo.

—S-sí señor.

Sonrío maliciosamente al sentir ese miedo en su voz y sin acotar nada más comienzo a alejarme, para ir en busca de la castaña de mirada azulada que de seguro está disfrutando del regalo que mandé a preparar para ella anteriormente.

Cuando menos lo espero, ya me encuentro atravesando las puertas que dan a la terraza. Un sonido suave y sensual inunda mis oídos, y juro que me quedé sin aliento en el momento en que mis ojos enfocaron su silueta deslizándose con maestría por el tubo de pole dance.

Carajo... eso es tan malditamente caliente.

El recuerdo de la primera y única vez que bailó para mi, sigue fresco en mi mente, y el solo verla deslizando sus caderas alrededor del tubo, hace que mi polla se sienta incómoda contra mis pantalones.

No pueden culparme de pensar así, es una jodida reina. La palabra perfecta queda corta para describir semejante belleza.

Siento como la sangre abandona mi cuerpo, acumulándose directamente en mi polla, cuando observo como enrolla sus piernas lentamente en el tubo para comenzar a subir por él.

¿Está mal sentir envidia de un puto tubo de pole dance? Porque en estos momentos desearía ser yo quien tuviera esas piernas a mi alrededor.

El verla bailar con tanta destreza y pasión solo hace que los pensamientos más indecentes se apoderen de mi mente. Trago saliva con dificultad cuando la veo abrir sus piernas en el momento en el que llega a la cima del tubo y siento mis pantalones ajustarse más a mi polla.

Oh, mierda...

La música llega a su fin y con ello la castaña termina su maravilloso baile, con sus piernas extendidas a ambos lados. La veo acomodarse en una mejor posición sobre la tarima, mientras regula su respiración. Era tan bonita, que ni siquiera el hecho de tener una capa de sudor cubriendo su cuerpo y la respiración hecha un desastre, opacaba la belleza que brotaba de todo su ser.

—Al parecer si escogí bien mi regalo para ti —decido terminar con mi momento de meditación, ganándome la completa atención de la castaña— Te veías espectacular hace unos segundos, muñeca.

Cuando sus ojos azules dan con los míos, siento por una milésima de segundo una conexión entre nosotros, esa misma que surge cada vez que nuestras miradas conectan de esa forma, tan intensa, tan de nosotros.

—G-gracias... —son sus primeras palabras hacia mi, y no puedo evitar sonreír ante el color carmín de sus mejillas, mostrando el sonrojo que le había causado mi repentina aparición— De verdad... aprecio todo lo que hiciste por mi hoy. Gracias.

Asiento, con una pequeña sonrisa ante su agradecimiento, volviendo a centrar mi mirada sobre ella sin poder evitarlo.

Ya sólo faltas que la desnudes, Jeon.

Ganas no me faltan, créeme.

Respondo interiormente a ese pensamiento tan único y propio de mi subconsciente. Era inevitable no pensar así y esas situaciones incómodas, esos momentos de tensión sexual que teníamos a menudo no ayudaban en lo absoluto.

Pero justo en estos momentos lo que menos me estaba ayudando era el hecho de haberla visto bailar de esa manera tan jodidamente excitante y con ese atuendo que escogió.

Simplemente no es bueno para mi poco autocontrol.

Comienzo a caminar en su dirección, ignorando los pensamientos para nada sanos de mi mente. El silencio reinaba entre nosotros, mientras la intensidad de nuestras miradas hablaba por si sola, y por mi parte, no había más que deseos de poseer a esta mujer que me tiene loco de una manera inexplicable desde el primer momento en que la vi.

Mis pasos siguen avanzando hacia ella, llegando en el momento en el que veo como se acomoda para bajar de la tarima. Extiendo mis brazos en su dirección, ofreciéndole ayuda la cual acepta al instante y joder... juro que no encuentro palabras para describir la extraña sensación que me recorre, al tener su delicado cuerpo sobre el mío por esos cortos segundos en los que la tengo sostenida de la cintura. Nuestros rostros inconscientemente están tan cerca, que puedo sentir su respiración cerca de mis labios, mientras siento el ligero temblor de su cuerpo al estar cerca del mío.

Carajo...

La última vez que la tuve así de cerca estuve a nada de perder el control y no se si podré mantener a raya mis impulsos esta vez.

—Gra-gracias —expresa tímidamente, apretando sus dedos contra la piel de mis brazos mientras muerde su labio inferior levemente.

—Joder Alexandra, no hagas eso —suelto repentinamente, haciéndola sobresaltar un poco. Sus ojos expresan un claro desconcierto ante mis palabras— No muerdas tu labio de ese modo, o no responderé ante mis impulsos.

La veo tragar con dificultad ante mi voz ronca mientras un visible estremecimiento le recorre el cuerpo entero, incluso puedo sentir como su piel se pone de gallina bajo mis dedos. Me dispongo a contemplarla por unos breves segundos mientras que mantengo aún su cuerpo entre mis brazos; su piel de porcelana adornada por hermosos tatuajes, sus ojos azules que expresaban paz, sus expresiones, incluso hasta sus pequeños lunares, todo de ella irradiaba belleza, pureza. Alexandra era una persona que atrapaba en el primer instante en que la conocías y de por si te incitaba a querer mimarla y protegerla de cualquier peligro, hasta el mas mínimo.

Pero por sobre todas las cosas y por más veces que lo haya negado.

Alexandra se ha convertido en ese infierno en el cual ardería con gusto.

—Al carajo todo —son las únicas palabras que logro decir luego de todos esos pensamientos que invadieron mi mente hace minutos. La confusión en el rostro de la castaña era mucho más que evidente, pero ni siquiera le doy tiempo cuando una de mis manos va hacia su mentón, acercando su rostro al mío levemente, mientras mi otra mano permanece en su cintura, y no dudo en aprisionar su cuerpo aún más contra el mío de una forma algo brusca, haciéndola jadear por lo bajo. Mis dedos acariciando sus finos labios— Me muero por besarte, ya no puedo soportarlo más.

Quien me observara justo ahora, me diría ridículo en la cara por estar en esta situación con una mujer. Técnicamente le estoy rogando a Alexandra por un beso, como nunca antes lo hice con otra, pero la diferencia es precisamente, que la castaña no es cualquier mujer, es especial, la única mujer que me hace sentir cosas extrañamente inexplicables y simplemente no podía hacer algo que la hiciera sentir mal.

—Por favor... —sus palabras de súplica me hacen reaccionar. ¿Acaso me estaba dando luz verde para que la besara?— Hazlo. Bésame, por favor.

Escuchar como sus palabras confirman mis pensamientos me sorprende, sin embargo no hago oídos sordos a su petición, y sin que se lo espere, corto la pequeña distancia entre nosotros, haciendo chocar nuestros labios finalmente.

Nunca me había puesto a pensar en lo que se sentiría besar a Alexandra, y tener la dicha de poder probas sus labios era increíblemente maravilloso, como nunca pensé que sería. No era mi primera vez besando a una mujer, mi historial con las mujeres era evidentemente largo, pero eran besos bruscos, sin sentido ni sentimiento. Sin embargo, con Alexandra era distinto, era un beso puro, besarla se sentía como llegar al cielo y ver a los mismos dioses, como si fuera capaz de atrapar la luna con mis dedos.

Simplemente magnífico.

Mis manos comienzan a tener vida propia, acariciando cada centímetro de la piel desnuda de su espalda, mientras el beso comienza a intensificarse cuando decido tirar de su labio inferior y darle entrada a mi lengua en su boca, dominando ésta. Puedo notar la forma en que se esmera por seguir el ritmo de mis besos a la par que se aferra aún más a mis caderas. Mi brazo tatuado rodea su cintura mientras que la mano restante se pierde bajo sus nalgas, y sin esfuerzo alguno la levanto del suelo, obligando a sus piernas a enredarse en mi cintura y a sus brazos a aferrarse a mi cuello. Comienzo a dar pasos con ella sobre mi anatomía sin romper el beso, hasta llegar a uno de los camastros y sin dudarlo, me dejo caer con ella sobre el suave colchón. Me separo de ella rompiendo el beso, obteniendo oxígeno para nuestros pulmones nuevamente. Coloco mis rodillas sobre la cama como soporte de mi cuerpo, mientras mantengo sus piernas alrededor de este, y no puedo evitar admirar el hermoso desastre que es su cuerpo en este momento; su coleta desmarañada, sus mejillas sonrojadas y labios hinchados por el anterior beso, mientras que su irregular respiración hace que su pecho suba y baje con violencia.

Una imagen demasiado tentadora.

—Si tan solo supieras lo deslumbrante que te ves de este modo desde mis ojos —expreso, pasando mi dedo pulgar por sus labios color cereza. Gruño cuando chupa este, mirándome fijamente con sus ojos azules— Carajo, no hagas eso muñeca.

Veo un pequeño astibo de sonrisa en sus belfos, sonrío nasalmente al darme cuenta de lo juguetona que puede llegar a ser. Los deseos de querer azotar su redondo trasero a modo de castigo por su pequeña travesura comienzan a apoderarse de mi, pero mis ganas de volver a atrapar sus labios son más fuertes y simplemente, considero que no es el momento para azotes cuando apenas nos estamos besando ahora, por lo que no dudo en inclinar mi cuerpo sobre ella nuevamente y reclamar su boca con pasión. Todos sus jadeos mueren en mi boca cuando mis manos comienzan una pequeña travesía por su cuerpo, acariciando cada tramo de este. Decido abandonar su boca para bajar mis besos por su cuello, no sin antes chupar su mentón, ganándome un sutil gemido de su parte. Dejo mis manos reposando sobre sus tetas cubiertas por el top de cuadros que lleva puesto, mientras un rastro de saliva adorna el entre medio de estas cuando opto por pasar mi lengua por ahí.

—Jungkook...

Suspira mi nombre cuando mi boca se posa sobre su abdomen desnudo y es en ese pequeño segundo, cuando increíblemente la racionalidad comienza a llegar a mi mente de a poco, haciéndome entender que debo parar si no quiero cometer esa locura la cual estoy deseando en este instante.

—Creo que es mejor detenernos aquí —separo mi rostro de su abdomen bajo, con pesar, conteniendo los deseos de tomarla aquí mismo.

Puedo ver la confusión adornando su rostro sonrojado. Y entonces, escucho esa pregunta salir de sus labios, haciéndome sentir fatal.

—¿P-por qué? ¿Te arrepientes?

El miedo de que me haya arrepentido se hace presente en sus orbes, haciendo que el pecho se me encoja.

¿Arrepentirme?

Eso jamás. Podría arrepentirme de un millón de cosas en esta vida, pero de besar a mi pequeña muñeca, jamás. Al contrario, no podría sentirme más dichoso.

—Muñeca, mírame —la sujeto de los brazos delicadamente, haciendo que quede sentada sobre mis piernas. Paso mis dedos por su mandíbula, centrando su mirada en mi— Nunca más digas eso, ¿me escuchas? Tú me encantas, como no tienes una idea y no imaginas lo que me está costando detenerme aquí cuando lo que más deseo es deshacerme de todas nuestras ropas y hacerte mía una y otra vez hasta que no me den las fuerzas —su cuerpo se estremece de una forma tan exquisita ante mis palabras, que hace que mi polla palpite en mis pantalones. Aún así trato de mantener ese ápice de cordura que aún existe en mi— Pero este no es el momento ni el lugar. Tú no eres cualquier mujer muñeca, y mereces mucho más que un simple sexo sobre un camastro.

Sus ojos me miran brillosos y conmovidos por mis palabras, mientras yo no me resisto a besarla por última vez antes de separarnos. El sonido de una llamada nos saca de nuestro momento y gruño en descontento al darme cuenta de que es una llamada proveniente de mi celular la que hace que me separe por completo de ella.

—Al parecer siempre hay algo que termina por interrumpir nuestros momentos —digo contra sus labios, mientras ella me sonríe en respuesta— Dame un minuto, ¿si?

Asiente con una sonrisa, acomodándose mejor en su lugar, en lo que yo me levanto con cara de pocos amigos para responderle a quien quiera que sea que me está llamando en este momento. Río con cierta ironía al ver de quien se trata.

—Siempre tan oportuno, Kim —respondo, con un leve suspiro— A ver, ¿qué es lo tan imp–

¿Dime que no estás en tu casa, Jungkook? —me interrumpe.

El tono de voz que emplea hace que comience a alarmarme. Mi cabeza empezando a crear escenarios para nada gratos.

—¿Qué está pasando, Jin?

Joder, solo respóndeme.

La idea de que nos estén vigilando nuevamente llega a pasar por mi mente por breves segundos, pero a pesar de esos pensamientos, solo me limito a responder.

—Sí, ambos estamos en casa.

—¡Maldita sea, Jungkook! —su maldición con un toque de desesperación me hace sentir un miedo inexplicable ante la sola idea de que Alexandra pueda estar en peligro— Tienen que salir de ahí, Jeon. Tienes que sacar a Alexandra de la casa. Los atacarán.

El pánico comienza a apoderarse de cada parte de mi anatomía ante la advertencia de Jin. Por una milésima de segundo, observo a Lucía a través del cristal, mirando hacia nuestra dirección con una sonrisa de satisfacción en su rostro, una que no expresaba nada bueno, sino problemas. Es justo en ese instante cuando el sonido ensordecedor de balas rompiendo los cristales comienza a resonar por toda la terraza exterior, y un solo pensamiento atraviesa mi mente.

—¡Alexandra, al suelo!

Me lanzo con ella al suelo rápidamente, justo antes de que una bala nos pueda alcanzar y no dudo en protegerla con mi cuerpo. El miedo me paraliza de pensar en la sola posibilidad de que la puedan lastimar.

Porque realmente estaba pasando.

Alexandra estaba en peligro por mi culpa.

Mi mayor miedo se estaba haciendo realidad.

[🦋]
Luego de mil quinientos años sin dar señales, aquí les llego nuevamente.

¡¿Pero como es posible este suceso?!

Okno😂

Bueno, ahora si. ¡Hello mis hermosas babies! Espero que hayan estado bien en todo este tiempo. Realmente estoy emocionada de poder traerles este capítulo, porque realmente pensé que no lograría hacerlo.

Bien yo creo que las palabras sobran en este capítulo, yo solo puedo decir que se vienen cositas😏

Y ya sé que les he vuelto a cortar el momento en la mejor parte, pero ser mala es mi pasión😈

Y bien, ¿qué opinan de este capítulo? ¿Que onda con el atrevimiento de la Lucía?🙂 Y sobre todo, ¿que creen que pasará ahora?

Lxs leo en los comentarios.

Bye

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