O6

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Lisa decidió vestirse con su segunda sudadera favorita, una que decía "¡Cuidado! ¡No pises la ardilla!", con una cómica ardillita aplastada dibujada en el centro.

Frunció el ceño al mirar su reflejo en el espejo. Esa sudadera la hacía ver algo más ancha, con ese color pastel rosado, pero de verdad que le gustaba mucho por lo calentita que era. Agarró el brillo labial, aplicándoselo en los labios con furia, tratando de no mirar mucho su cuerpo en el espejo.

A veces, cuando se miraba mucho, se ponía a llorar, y si lloraba antes de su cita, su rostro se iba a hinchar y eso la haría ver más gorda de lo que ya era. Lisa no quería verse más gordita para Jennie, aunque sabía que ese cortejo no dudaría mucho.

Miró el delineado sobre sus ojos, pensando que ya no se veía tan mal, y agarró su bolsito rojo, revisándolo. Al ver que no había bellotas, se dirigió al patio, viendo a sus hermanos menores colgándose del árbol.

―Llénenlo ―les pidió, abriendo el bolsito, y Ten y Kanya no tardaron en hacerlo, chillando por la felicidad.

Al ver que ya estaba con varias bellotas, les acarició las cabecitas pequeñas, despidiéndose de ellos para ir hacia la feria. Decidieron que su cita sería allí otra vez, para disfrutar de los juegos a pesar de que Lisa no se subiera a muchos por el miedo.

Se encontró con Jisoo y Shuhua al bajarse del bus, las tres esperando a las alfas, que todavía no aparecían.

―¿Y si realmente no le gusté a Rosé? ―preguntó la azabache, preocupada.

―¿Por qué no le gustarías? ―dijo Shuhua, confundida―. Eres muy bonita, Jichu.

Kim sonrió, algo apenada.

―Porque todos dicen que soy rara ―dijo, luciendo tan deprimida―, y Rosé es muy inteligente, ¿por qué se fijaría en mí?

Lisa sacudió la cabeza, sabiendo las cosas que le decían a Jisoo. De las tres, era a la que menos molestaban, por ser carnívora y bonita físicamente, pero a veces se burlaban de su forma de razonar. A Jisoo le costaban un poco las Ciencias y hacía muchas preguntas por eso, preguntas que a veces el resto del curso encontraba tontas, por lo que se reían de ella.

Pero Jisoo era muy inteligente y habilidosa: pintaba bonito, sacaba hermosas fotografías y tenía una linda voz. Además, a veces su razonamiento realmente tenía algo de lógica, que a primera vista no se apreciaba.

―Se fijará en ti porque no es superficial ―respondió Lisa, agarrándola de las mejillas―, y si no lo hace, ¡entonces no es tan inteligente como aparenta ser!

Jisoo le sonrió, contenta por los ánimos de Lisa, e incluso Shuhua sonrió, entusiasmada por el ambiente renovado entre ellas. Aprovechando que las alfas seguían sin aparecer, la conejita se adelantó:

―¿Y tú? ―preguntó Shuhua―. ¡Yo creo que Jennie y tú terminarán casadas y con bebés!

Lisa soltó a Jisoo, poniendo una expresión horrorizada mientras el zorrito le miraba con una sonrisa pícara. Shuhua soltó una risita pequeña.

―¿Qué estás diciendo? ¡Es imposible!

―¿Y por qué? ―cuestionó Jisoo.

―¡Porque ella... ella es una pantera! ¡Y yo una ardilla!

―Shuhua es un conejito y eso no impidió que se meara sobre Soojin ―razonó Jisoo.

Shuhua enrojeció, pero antes de poder decir algo, retrocedió automáticamente al ver que tres carnívoras conocidas se acercaban a ellas.

―¡Hola! ―saludó Soojin, entusiasmada―. ¿Tuvieron que esperar mucho? Es que nos costó despertar a Jennie.

La bonita piel de la castaña se volvió colorada ante la vergüenza, pero decidió golpear a Soojin en el costado, arrancándole un quejido.

—No debemos escoger pareja ahora, ¿cierto? ―preguntó Rosé, con tono bromista.

Jisoo se adelantó, colgándose del brazo de la híbrida de perrito con esa bonita sonrisa de dientes. Rosé se rió, rascándole detrás de sus orejitas de zorro, por lo que la omega respondió con una mirada satisfecha.

Shuhua se sobresaltó cuando Soojin dio un paso hacia ella, retrocediendo de un salto, pero Soojin no puso una expresión triste, sólo levantó sus manos en señal pacífica, como diciéndole que no le haría daño. La conejita se debatió un instante –pareciendo luchar contra su propio instinto– antes de dar un paso, tímida.

―No me vas a comer, ¿cierto?

―No de la forma qué piensas ―soltó Soojin, sin pensarlo un poco.

Lisa estuvo a punto de golpearse a sí misma por la tontería que la loba alfa dijo. Shuhua miró a Lisa.

―Ya no quiero ir con ella ―dijo, sin importarle si lo dijo en voz alta.

La híbrida de ardilla estuvo a punto de decirle que podían ir juntas, pero antes de hacerlo, Jennie le agarró la mano.

―Pues te jodes, porque Lis es mi cita ―le dijo a Shuhua, mirándola feo.

Rosé y Jisoo parecían estar en una luna de miel, sin dejar de mirarse como idiotas.

Shuhua parecía a punto de hacer una rabieta, sin embargo, otra vez, Jennie se le adelantó. La pantera ignoraba totalmente la cara atónita de Lisa.

―¿Vamos a los juegos? ―preguntó.

―¡Oh, verdad! ―Rosé tiró de Jisoo, que estaba pegada an ella como un caracol a una pared―. ¿A cuál quieren ir primero?

―Yo no quiero ir a ninguno ―dijo Lisa, dejándose arrastrar por Jennie―, me dan miedo esos juegos, ¡un tornillo podría salirse y todos moriríamos, como en esa película!

―Apoyo a Lisa ―dijo Soojin―, la otra vez sólo me subí por Shuhua, ¡pero no me gustó!

―¡Qué cobarde eres, Soojin! ―exclamó Shuhua, sorprendida―. ¡Eres una alfa loba!

―¿Y eso qué? ―trató de defenderse la rubia―. ¡Qué sea alfa, no significa que no tenga miedos!

―Además, ¿por qué la criticas? ―se burló Jisoo―. ¡Shua, tú le tienes miedo a los microondas!

Shuhua enrojeció mientras pagaban sus entradas y Soojin trataba de no reírse. Lisa sentía el agarre firme de Jennie sobre su mano, tranquila y con una sonrisa irónica en sus labios. Se veía realmente guapa.

―No hay problema si no quieres subirte ―aseguró Jen, llamando su atención―, podemos ir a otro tipo de juegos. ¿Qué tal el barco pirata?

Lisa mordió su labio inferior. Podía escuchar a Shuhua tratando de convencer a Soojin de subir, sabiendo que lo estaba logrando, porque había abierto sus ojos lo más grande que podía y aplastado sus orejitas contra su cabello. Si Soojin aceptaba, entonces Lisa se quedaría con Jennie, como la otra vez, y ella...

Lisa no quería quedarse a solas con Jennie, porque tenía miedo de que la alfa de pronto quisiera reírse de ella. O le abandonara. O le dijera algo cruel. O le pegara.

Tal vez Jennie quería eso, que Lisa fuera su presa, para que sólo ella pudiera molestarla, nadie más.

Pero tampoco quería subir a la enorme montaña rusa a la que se dirigían. Y no quería expresar sus preocupaciones con sus dos amigas, porque se notaba que ellas lo estaban pasando bien. Shuhua parecía haberle perdido el miedo a Soojin un instante, en tanto Jisoo iba muy acaramelada junto a Rosé.

Vale, ¡si Jennie la molestaba, Lisa se iría!

―Está bien ―le concedió―, aunque tampoco me gusta mucho ese juego, pero es menos feo que la montaña rusa.

Jennie le sonrió, feliz por ver que Lisa había aceptado su propuesta, y se despidieron de sus amigas, yendo hacia el juego del barco pirata.

―¿No quieres que te compre algo? ―preguntó de pronto la mayor, mientras se abrían paso por entre la gente.

―¿Algo como qué? ―dijo Lisa, desconcertada.

―¿Qué tal un sombrero? ―ofreció Kim, sus orejitas negras moviéndose en su cabeza―. ¡Podemos ir a juego con algún gorro si quieres!

―No es necesario ―se apresuró a decir una vez se pusieron a hacer la fila―, ¡estoy bien así, Jennie!

La alfa pareció enfurruñarse, pero la pobre ardillita trató de no tomarle importancia.

―¡No te lo dije! ―habló de nuevo Jennie―. Pero te ves muy bonita, Lis, ¡hoy hueles demasiado bien! Y tú delineado te hace ver tan preciosa...

Extendió la mano para tocarle la mejilla, pero el instinto de la omega fue mucho más fuerte, y retrocedió un paso en señal de defensa. La mirada de la híbrida de pantera se tornó desilusionada y triste, y Lisa se sintió un poco culpable.

―¿Me tienes miedo? ―preguntó Jennie, apenada.

―Eres carnívora ―trató de defenderse, la fila avanzando―, y eres la primer alfa en... en cortejarme...

Al parecer, iban a tener que subirse en el próximo turno, así que Jennie frunció el ceño levemente, su nariz arrugándose.

―¿De verdad? Pero eres muy bonita, Lis, de verdad.

La ardillita comenzó a ponerse nerviosa, moviendo sus dedos sobre su ropa, agarrando el borde de la sudadera. Terminó por buscar una bellota de su bolsito, comiéndosela de golpe.

―No bromees con eso ―le dijo con sus mejillas infladas.

El ceño de Jennie se frunció más.

―¿Qué estás diciendo? ―por el tono de voz de la alfa, ahora sonaba medio enfadada―. Es la verdad, ¡eres hermosa! Estoy segura de que algunos alfas te han mirado...

Sin poder evitarlo, Lisa soltó una risa amarga e irónica, sacudiendo la cabeza, como si Jennie estuviera contando un muy mal chiste. Al ver que la pantera no sonreía ni un poco, la omega la observó.

―No ―le soltó―, no me han mirado, Jennie, jamás he sido cortejada y ningún alfa me ha siquiera echado el ojo excepto para molestarme, porque estoy gorda. Probablemente tú también quieres reírte de mí, ¿no es así? ―Lisa comenzó a enfadarse, pero consigo misma, porque de pronto estaba soltando esa mierda que prometió no decir jamás―. Estás haciendo una apuesta con algún idiota de que puedes enamorarme para después burlarte de mí, ¿cierto? Porque ¿qué imbécil se enamoraría de esta omega gorda llena de grasa por todas partes?

A medida que Lisa escupía todas esas cosas, la mirada de Jennie se iba tornando más y más molesta, sus ojos brillando con ira, su boca formando un rictus de enojo. Al inicio, la ardillita no se sentía un poco intimidada, pero ahora que el silencio se instaló entre ellas, con la alfa luciendo tan irritada, sintió algo de miedo.

―No me conoces para decir esas cosas de mí ―le dijo Jennie, su voz helada y fría―, no me conoces ni un poco, Lalisa Manoban, porque lo que acabas de soltar es pura mierda que jamás se me ha pasado por la cabeza.

La fila volvió a avanzar. Jennie se volteó, dejando de mirarla y Lisa no supo qué decir, enmudecida por sus cortas pero filosas palabras. Tal vez debería salirse de la fila e irse de allí, sin embargo, su instinto tiró de Jennie, siguiéndola y subiéndose al barco pirata, sentándose a su lado.

―Jennie... ―tartamudeó Lisa.

―Si quieres ―le cortó la castaña, su tono todavía molesta, pero con un toque de tristeza que pudo sentir―, luego de esto, puedes irte a casa. Yo igual me iré.

Lisa se sintió herida y apenada, aunque no tuvo mucho tiempo para pensarlo, porque en ese momento, la barra de seguridad del juego bajó hacia su cuerpo, asegurándola. La omega empezó a sudar.

Unos segundos después, el juego empezó a moverse.

―Oh, mierda... ―balbuceó Lisa, sintiendo como el alma se le iba del cuerpo con sólo la primera mecida―, oh, Dios...

Jennie pareció oler su miedo –literalmente– porque se volteó a mirarla, su expresión repentinamente preocupada.

―Oye, Lis...

―O-odio esto ―jadeó Lisa, soltando un ruido bajo cuando el barco comenzó a agarrar velocidad lentamente―. Ay, mi-mierda...

Jennie, sin pensarlo demasiado, le agarró la mano como para hacerle saber que estaba allí, sobresaltándose al escuchar el primer grito de Lisa. El barco ni siquiera agarraba una gran altura.

―Lis, Lis bebé ―balbuceó la mayor, preocupada, haciendo una mueca por el aire golpeando su rostro―, si no querías...

―¡No quería arruinar la citaaaaaaaaaaaaaaaaah! ―gritó Lisa, aterrada por la nueva caída, el juego ya andando más rápido.

―¡Liiiiiiiiiiiiisssssss! ―gritó también Jennie.

―¡No quiero moriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir! ―lloró Lisa.

―¡AAAAAAAAAAAAH! ―gritaron las dos.

Minutos más tarde, Lisa salió llorando del juego y Jennie le compró una malteada de fresa para calmarla.

―O-odio los juegos ―hipó la tailandesa segundos después, más tranquilizada.

―Está bien ―Jennie sacó un pañuelito desechable de su bolsillo―, si quieres, te puedo acompañar hasta tu casa.

Lisa llevó sus labios hacia el popote, sorbiendo del vaso de malteada, e hizo una mueca al sentir su cerebro frío.

―¿Por qué me vas a llevar? ―preguntó la pelinegra.

Jennie parpadeó, confundida.

―¿Por qué no quieres salir conmigo?

―No sé ―Lisa sintió ganas de llorar una vez más, así que, para evitarlo, volvió a sorber de la malteada―, estoy confundida, Jennie. Yo no... no bromeaba cuando te dije eso de que... de que nadie me ha cortejado. Sé que... sé que no soy estereotipadamente bonita-

―Esa es realmente una palabra muy larga ―le interrumpió Jennie.

―La he ensayado muchas veces ―se defendió, suspirando antes de seguir hablando―, pero siempre me... me han molestado por estar gorda y es... es algo que ya asumí, que no... que nadie se va a fijar en mí por eso.

―Pero me pareces bonita ―insistió Kim, limpiando las lágrimas secas del rostro de Lisa con cariño―, muy lindo, aunque no lo creas. Te demostraré que es en serio, Lis. Me... me gusta mucho tu aroma, hu-hueles... hueles bonito y me dan ganas de seguirte todo el día. ¿Puedo hacerlo?

Lisa parpadeó, dejando que Jennie le apretara la nariz, sin un mohín de asco, sólo la evidente preocupación en su rostro. Se estaba volviendo a sentir cohibida en presencia de la alfa.

Tragó saliva.

―Eso suena acosador ―dijo Lisa.

Jennie le sonrió, mostrando sus dientes.

―Sí ―aceptó―, pero eso no quita lo que te estoy diciendo. ¿Me dejas cortejarte?

―¿Qué significa que me cortejes? ―preguntó la menor. En el caso de las ardillas, era todo coqueteos, regalos como bellotas o aguacates, jugueteos y rodar en el suelo en sus formas animales.

Jennie le revolvió el cabello.

―Que voy a querer protegerte ―explicó―, y marcarte en mi olor. También voy a... a querer jugar contigo, ¡pero inocentemente! ¡No voy a morderte fuerte o algo así, Lis!

No era una buena idea. En definitiva, no lo era, porque eran especies distintas, pertenecían a categorías diferentes, y porque quizás Jennie estaba sólo jugando con ella. Era muy probable que Lisa terminara enamorándose de la alfa, y entonces la alfa conocería a un o una omega que fuera de su mismo tipo, ¡y le dejaría!

Lisa quedaría entonces con el corazón completamente roto, sin tener reparo alguno.

Por eso, Lisa contestó:

―Está bien.

Lisa quiso golpearse con la pared.

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