Capítulo 3: Catarsis

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



Los ojos le dolían como si agujas se los hubieran atravesado, y su espalda gritó con cada contracción que intentó realizar para poder levantarse de la incómoda posición en la que se encontraba. No recordó como había terminado dormido así, no lo hizo al menos hasta que logró abrir los ojos y notar que sus párpados estaban salpicados de nieve helada. 

Tomó una gran bocanada de aire como si saliera del agua, solo para ver el mundo del revés. 

Literalmente. 

El vagón del tren, volteado hacia un costado como si se hubiera tratado de un trencito barato de plástico de un niño y este hubiera hecho un berrinche hasta el punto de tirarlo sin cuidado.

La mitad del vagón, aplastada como menos que una hoja de papel. 

Respiró agitado, recordando vagamente haberse desmayado luego de que SeokJin dijera algo sobre el Bulgogi. El sabor de este, que indicaba claramente que llevaba algún tipo de droga. Y todos ellos lo habían comido sin darse cuenta. 

Al pensar en SeokJin, su corazón se aceleró con miedo. Giró el cuello adolorido hacia la ventana, descubriendola totalmente rota con una ramas— pues de ahí provenía la nieve en sus ojos— pero sin rastros de sangre en ella. Al menos. No disminuyó su preocupación, pero al menos su estómago no se volteó más de la cuenta. 

Miró alrededor, divisando a SeokJin encaramado al asiento de su costado, una cuantiosa cantidad de sangre manchando por su abrigo de piel blanco. Hubiera creído que estaba muerto, juzgando por ello y porque sus ojos estaban abiertos de par en par, mirando a la nada. 

Sin embargo, lanzó un hipido leve y NamJoon obligó a sus músculos a deshacerse de la posición en la que estaban forzados. El asiento de enfrente se rompió a la mitad, debilitado por el choque y tambaleante se arrastró hasta el castaño. Lo mejor que podía en un vagón casi volteado, claro. 

—SeokJin— raspó, y siseó al apoyar su peso en su mano izquierda. Estaba morada y uno de sus dedos estaba doblado en un ángulo antinatural. El otro apenas y registró el llamado, obtando por temblar en vez. 

Consiguió llegar hasta él, haciendo una mueca al sentir el hedor a sangre saliendo de su abrigo. 

—S-SeokJin— intentó de nuevo, y esta vez el castaño dejó de mirar al frente para lentamente girar sus ojos hacia NamJoon. 

Su rostro estaba tan pálido como la nieve que se acumulaba en los costados del vagón. 

—N-Nam...— musitó, y el pelinegro jadeó. 

—¿Estás herido? ¿D-de dónde es esa...?

Los ojos de SeokJin se llenaron de lágrimas irreverentes, y no pasó un segundo para que estas bañaran sus mejillas magulladas. 

—E-Está mu-muerto, ¿v-verdad?— inquirió tartamudeando, pero NamJoon no supo si era producto del frío o del shock. Jadeante, ladeó la cabeza. 

—¿Quién...—

El otro señaló con un dedo hacia arriba y NamJoon dolorosamente alzó la barbilla. 

Si su estómago no había estado lo suficientemente revuelto, ahora lo estaba. 

Uno de los pasajeros se hallaba clavado al techo por el cuello y el torso. Las ramas de los árboles había destrozado el metal y lo habían perforado como si fuera una tela. 

La persona estaba empapada de sangre congelada, y parecía ser que el abrigo de SeokJin había conservado toda la sangre que cayó de él. 

NamJoon desvió la mirada de inmediato y se acercó a SeokJin, estirando con su mano sana el abrigo hacia él. 

—L-Lo está, lo s-siento. N-No lo mires. 

SeokJin sollozó y tomó la mano de NamJoon. Uno de los dedos de su guante estaba completamente roto. 

—A-Abrázame, por favor.

Sus brazos obedecieron de inmediato y estrujó al mayor contra él, apretando los párpados mientras lo oía lamentarse contra su hombro. La sangre era peor estando cerca, pero no era peor de lo que ya era toda la escena. 

Las mejillas de NamJoon se enfriaron, pero no quiso reconocer la fuente de ello. Así que siguió intentando recobrar el aliento mientras dejaba que SeokJin lo soltara todo. 

El metal del vagón se estremeció con la brisa y los vidrios rotos se chocaron entre sí, aumentando la tensión ya palpable en el ambiente. 

Tenían que salir de ahí lo más pronto posible. 

—Tenemos... Tenemos que encontrar al resto— le susurró y SeokJin asintió, despegándose del afecto vacilante. 

El pelinegro fue el primero en levantarse, las rodillas flexionadas por cualquier cosa, y SeokJin trastabilló, sosteniéndose el costado.

NamJoon lideró el camino, avanzando lentamente hasta llegar al asiento en donde se suponía que JungKook y YoonGi estaban. 

El azabache estaba encorvado hacia JungKook, quien yacía debajo de este, como si hubiera querido protegerlo del impacto. Ambos tenían los ojos cerrados, pero sus pechos se alzaban ritmicamente, casi imperceptible. No parecían estar heridos por las ramas ni los vidrios ya que no había sangre por ningún lado. 

Se agachó para moverle el hombro a YoonGi, cuando un grito los alertó proveniente de la parte de atrás. 

TaeHyung, rezagado, tenía un corte atravesando su frente y mejilla, pero parecía mas preocupado por JiMin cerca de él. Una gigantezca rama atravesaba la ventana contigua y terminaba justo en el antebrazo de este, de donde empezaba a gotear el líquido carmín. 

—¡JiMin! ¡Oh, Dios!— se lamentó, y SeokJin se acercó como pudo.—¡Mimi, no, por favor! 

El castaño le tomó de un hombro, alejándolo ligeramente del cuerpo inmóvil de JiMin. 

—¡TaeHyung, c-cálmate! 

—¡JiMin!—igual gimoteó este, intentando regresar hasta el otro rubio.—¡Ayúdame a sacarlo! 

—¡La rama está impidiendo que se desangre, TaeHyung-ah!— exclamó NamJoon desde su lugar, una mano sobre YoonGi.—Necesitamos un botiquín o algo para parar la hemorragia si lo hacemos. 

SeokJin apretó a TaeHyung entre sus brazos, cuando este comenzó a llorar a moco tendido, entendiendo lo que implicaba. 

El griterío pareció remover algo en los dos que tenía a un costado, pues YoonGi movió la cabeza desorientado y miró a NamJoon. 

—¿... Kook?— preguntó antes que nada, y NamJoon le señaló a la figura que tenía entre los brazos. YoonGi soltó un jadeó y confirmó que en definitiva, el más pequeño seguía contra él, despabilándose con un gemido. 

—¿Están heridos?— preguntó el escritor, y YoonGi sacudió la cabeza. 

—No de mi parte, ¿qué... qué demonios...?

JungKook volvió a gemir. 

—M-Mi cabeza, hyung. 

Tanto NamJoon como YoonGi lo miraron con cierto miedo, y el castaño alzó una mano para sostenerse el costado de la cara. Gimoteó por tercera vez. 

—Kook, mírame.

Lentamente, JungKook, con los hombros hundidos obedeció, revelando el cristal que se había colado entre ambos y estaba incrustado en su sien. 

—Santo dios— susurró YoonGi, los dedos largos y estilizados recorriendo apenas la herida, con miedo de empeorarla.

NamJoon se mordió el labio hasta que sintió sal en su lengua. 

—Tenemos que encontrar un botiquín, urgente. Si todo el tren chocó, entonces...—

De nuevo, otro quejido cruzó el aire. 

HoSeok se arrastró con pánico fuera de la parte más aplastada del vagón, empapado de sangre y nieve. Atrás de él, una mano solitaria se hallaba descuartizada, y más allá, un río de sangre congelada escurría por entre los metales y restos de asientos. Zapatos, gorros, pantalones y hasta lo que parecían ser extremidades sueltas decoraban los lugares en donde debían estar los otros pasajeros. 

NamJoon se inclinó al lado contrario de los asientos para escupir la bilis en su garganta, apretando los párpados para no vomitar por completo. 

HoSeok se asió de un trozo de metal, levantando su torso como podía cuando los vio a todos mirándolo. 

—¡A-Ayuda, mi pierna...— 

YoonGi lanzó un gruñido, levantándose tan rápido del asiento que ninguno pudo predecir sus movimientos. 

—¡Tú, maldito bastardo!— ni bien terminó la frase, y lanzó un puñetazo hacia el otro aunque ni siquiera pudiera levantarse. NamJoon reaccionó de inmediato, trotando hasta ellos para sostener a YoonGi y evitar que continuara golpeando a HoSeok. 

—¡YoonGi-hyung!

—¡Suéltame, voy a matarlo! ¿¡Como te sientes ahora!? ¡¿Estás feliz con esto?! 

—YoonGi, basta— exhortó NamJoon, empujando al azabache hacia atrás, mientras HoSeok se sostenía el rostro en donde YoonGi le había golpeado. Sacudía ligeramente la cabeza, como si estuviera totalmente perdido. 

Para ser sinceros, NamJoon se sentía igual. 

—¡No lo entiendes! ¿¡Como crees que terminamos aquí?! ¡Es su culpa!— le habló al pelinegro sosteniendolo y luego volvió hacia HoSeok.—¡Drogaste a todos y luego dejaste que cortaran la conexión entre los vagones! 

—Yo no... Yo no lo sabía— susurró HoSeok, aun tembloroso y con la piel casi translúcida. 

—YoonGi, escucha, no sé que haya pasado exactamente, ¿pero no crees que si lo hubiera hecho a propósito no estaría aquí también? 

—Está claro que le salió el tiro por la culata...—

—Sea así o no, no podemos hacer mucho aquí. No es momento de pelear. Tenemos heridos y estamos aún dentro de esta chatarra. Así que empujemos lo que no sea salir y conseguir un botiquín a un lado hasta que sepamos qué demonios hacer, ¿entendieron? 

Nadie respondió. Pero no era necesario; el silencio decía lo suficiente. 

TaeHyung continuó sollozando y gimiendo el nombre de JiMin, mientras SeokJin lo sostenía para que no cayera. 

YoonGi relajó su postura cuando JungKook lo alcanzó para envolver sus dedos alrededor de su muñeca, y NamJoon soltó su agarre en su pecho.

Dio un vistazo alrededor, y pasó de largo a los cinco para agacharse junto a HoSeok, quien lanzaba gimoteos horribles por su pierna sangrante. 

—HoSeok, necesitamos un botiquín. No podremos movernos sin él. 

El empleado suspiró tembloroso, con los ojos llenos de lágrimas mirando a NamJoon. 

—En-En la parte de a-atrás. Guardamos a-algunas maletas ahí. Podría haber algo útil. 

NamJoon asintió. 

—Ten, úsalo para hacer presión— se quitó la bufanda ligera con una mano y se la pasó al de pelo bicolor, quien lo observó con una mueca en el rostro. 

—¿Vas... a ayudarme? 

—¿Tengo una razón por la que no debería? 

HoSeok se estremeció, pero no contestó, así que NamJoon continuó.—Vamos, acéptala. No necesitamos otro muerto más. 

El otro le quitó la prenda, atandola de inmediato alrededor de su muslo, por encima de la rajadura que el vagón había dejado a lo largo de su pantorrilla y rodilla. 

NamJoon se incorporó y miró a los otros hombres. 

—Hay maletas atrás. SeokJin y YoonGi, vengan conmigo. 

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

Como la mano izquierda de NamJoon estaba inutilizable, se dedicó más bien a dirigir a los otros dos para que con cuidado, quitaran las maletas que HoSeok había mencionado. La mayor parte de ellas, sin embargo, estaba descuartizada y machacada, por lo que no encontraron nada importante hasta que sacaron como la quinta valija de viaje. 

YoonGi la tiró al suelo, y esta se abrió fácilmente, el candado roto por la mitad. 

Una cantidad de ropa salió de ella, pero al fondo, brillaba una caja de metal que lucía demasiado parecida a una llena de instrumentos médicos. 

SeokJin la removió con un pie, antes de abrirla con las manos y revelar un arsenal entero de elementos de primeros auxilios. 

Gracias al cielo— soltó el castaño en ruso, antes de mirar a NamJoon, esperanzado.—Es lo que necesitamos, ¿verdad? 

El susodicho miró a lo que se refería, y al captar hasta la silueta de hilo y aguja quirúrgicos, asintió con la misma vehemencia. Quizás, estaban siendo suertudos dentro de todo. 

YoonGi cerró la caja y se levantó. Cerrando su abrigo alrededor de él al sentir la nieve de los árboles cubrirlo.

—Listo, curamos a los heridos y ¿luego qué? Estamos en medio de la puta nada. 

SeokJin se cruzó de brazos. 

—Pues buscamos civilización o un lugar para pasar la noche. No podemos quedarnos dentro del vagón. 

—Estamos a mitad de San Petersburgo probablemente. En el bosque. 

—Si caminamos quizás llegaremos a algún lugar. 

—Sí, a nuestra tumba. 

—Suficiente— intervino NamJoon, la voz firme hasta donde podía.—No tenemos opción, YoonGi. Necesitamos ayuda y el invierno solo va a ponerse más crudo. Con suerte uno de nosotros sobrevivirá si nos quedamos en el tren. Y hablando de eso...— trastabilló al último, mirando alrededor a los árboles nevados y todas las plantas circundantes. Se alejó de ambos, buscando con la mirada los restos de los otros vagones. 

—¿NamJoon? 

El pelinegro entornó los ojos y siguió caminando por la longitud del vagón, hasta llegar al final y encontrar solo más nieve. 

Era inútil. En algún momento, se habían alejado tanto de las vías que estaban casi a medio bosque. 

¿Como demonios había pasado eso? 

Regresó con sus acompañantes, suspirando. 

—Parece que el resto del tren chocó en otra parte. Nos deslizamos muy lejos. 

—Es que ya lo dije. HoSeok dejó que esos imbéciles de los guardias cortaran el pivote del vagón. 

NamJoon dudó. 

—Eso no tiene mucho sentido. 

—Sé lo que vi, mocoso— contraatacó el azabache, dando un paso hacia adelante. 

Sin embargo, SeokJin también lo hizo. 

—¿Y cómo sabemos que no nos estás mintiendo también? 

NamJoon se pellizcó el puente de la nariz. 

—¿Podrían dejarlo? No es...—

Un llanto desconsolado, desde dentro del vagón, los alertó una vez más.

—JiMin— susurró SeokJin, antes de que los tres se apresuraran volverse al vagón por la abertura que el impacto había ocasionado, apretando el botiquín como si fuera lo último que les quedaba.

Así era. 

Adentro, TaeHyung sostenía el rostro moribundo de JiMin, quien soltaba quejidos al ver su brazo clavado y ensangrentado. 

—JiMin, mírame. T-Todo va a estar bien— murmuró, juntando sus frentes a pesar de que JiMin siguiera quejándose.

Ambos rubios sollozaron, y SeokJin se adelantó con los medicamentos hacia ellos, cayendo de rodillas en donde JiMin tenía el brazo herido. 

Rebuscó entre las cosas y sacó unas vendas de color blanco. 

—Tengo que quitarlo— le dijo al rubio y este, todavía como ido, asintió. No estuvo seguro de que sabía a que se refería del todo. —P-Pero no tengo anestesia, JiMin. 

El rostro de TaeHyung pasó de angustia a horror en un solo segundo. En cambio, JiMin soltó otro quejido, doblando las rodillas y mirando su brazo como si lo acusara de todo lo malo. 

—Solo hazlo, joder. 

—J-JiMinnie...—

—TaeHyung, es la única forma. D-Dame la mano. 

SeokJin, con una mirada disculpa, se inclinó sobre el antebrazo del rubio, sosteniendo las vendas entre su índice y pulgar en una mano y la otra mano aferrada a la muñeca ajena. 

—A la cuenta de tres— avisó, y JiMin asintió. 

NamJoon siguió mirando curioso, pero sintiendo todavía las ganas de vomitar. 

—Uno— SeokJin estiró el brazo hacia atrás con fuerza, la piel de JiMin se deslizó por la rama y soltó un grito agónico que le estremeció hasta los huesos. 

—¡Carajo!— gimió, y TaeHyung apretó los párpados mientras sostenía su mano libre cada vez más fuerte.

El antebrazo ya liberado de JiMin comenzó a sangrar como si fuera una fuente, y aunque sus manos temblaran sin control, SeokJin deslió el vendaje con habilidad. 

NamJoon se acercó con cautela. 

—¿Necesitas ayuda? 

SeokJin asintió sin mirarlo, con los labios tan rojos como la sangre que rezumaba por su abrigo. 

—Su brazo. Sosténlo ahí, por favor. 

JiMin continuó gimiendo de dolor, y NamJoon volvió a sentirse nauseabundo al agarrar el brazo y sentir como sangraba con más intensidad. 

SeokJin comenzó a envolver la herida entre el desastre líquido y carmín que lo envolvía, apretando los belfos hasta que estuvieran blancos. 

—Perforó una arteria, probablemente— murmuró, la venda se fue volviendo roja a medida que avanzaba. Apretó la tela encima del tajo, y JiMin volvió a maldecir. 

Sin embargo, la hemorragia había disminuido considerablemente. 

El castaño ató las puntas del vendaje y alejó sus manos sucias de JiMin en cuanto terminó. 

NamJoon soltó el brazo del rubio lentamente y este, todavía pálido, jadeó por sus labios entreabiertos. 

—¿... Y-Ya...?

SeokJin se quitó los guantes arruinados, con la nariz rojiza y los ojos acuosos. 

—Ya está— las lágrimas salieron de sus párpados una vez más, y se cubrió el rostro con un brazo.—P-Permiso.

Se levantó de su lugar y trotó fuera del vagón, dejando detrás de sí su nuevo aroma a óxido y sal. 

NamJoon quiso seguirlo. Confortarlo una vez más y decirle que todo estaría bien. 

Pero no lo hizo. 

No estaba seguro de que así sería. 










Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro