〘 03 〙

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Aquel momento sempiterno.
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Me despegué de él cuándo estacionó la motocicleta.
El lugar era demasiado oscuro, muy solitario. Las casas eran anticuadas, pequeñas, el sonido de los carros pasar era casi imperceptible.
El chico bajó de la moto y yo lo hice después para seguirle el paso, introdujo la llave en la manija, abrió la puerta y entró, seguido de eso prendió la luz. Por dentro no era muy diferente. Las paredes eran color blanco, había moho en el techo, los sillones estaban desgastados, la sala y la habitación solo eran separadas por una cortina.

—¿En donde estamos?— me tomé él atrevimiento de preguntar admirando todo el lugar

—En mi casa—respondió dejando las llaves en un pequeño buró de madera

—Es acogedora—respondí pensando un poco en mis palabras

Una ligera carcajada salió de su boca, dejándome confundida.

—¿Qué sucede?—pregunté con el ceño fruncido

—Nada, es solo que me parece gracioso como tratas de buscar adjetivos para no decir que es una casa lo bastante fea—contestó divertido

—Me gusta más que la mía—contesté suavizando mi expresión y dejando mi mochila en uno de los sillones—La calidez que este lugar desprende no la tengo en mi hogar.

—¿Tienes hambre?—preguntó caminando a la cocina conmigo detrás, cambiando completamente de tema.

Asentí levemente, mirando cada movimiento que él hacía.

—¿Cuál es tu nombre?—aquella pregunta se escapo de mis labios por inercia.

Es decir, estaba en su casa y ni siquiera tenía la decencia de saberlo. Al menos tenía que conocer su nombre para que esta situación no fuera ya lo suficientemente peligrosa y rara.

—¿Quieres saber mi nombre?—respondió elevando una de sus cejas

—¿Puedo saberlo?—dije sin dejar de mirarle

—Hoseok, Jung Hoseok—contestó poniendo agua a calentar—Creí que ya lo sabías, lo dinero esos punks aquella noche.

—Quería corroborar que fuese cierto—solté recorriendo la sala con mucha curiosidad—¿No eres de aquí cierto?

—Soy de Gwangju— mencionó causando cierta impresión en mi.

—Gwangju es lindo—me limité a decir.

—¿Cuál es el tuyo?—esta vez preguntó el.

—¿Ahora quieres saber mi nombre?

—¿Puedo?—mencionó divertido causando que una sonrisa se escapara de mi parte.

—In Na—contesté—Solo llámame In Na.

—Así que In Na—repitió apagando la estufa—Por mi parte no le encuentro sentido el ir a una escuela, pero por el uniforme que llevas puesto, puedo decir que tú si.

—No le encuentro sentido a nada, si te soy sincera—le contesté tomando asiento—Pero he de confesar que estudiando es la única manera de poder dejar mi casa.


El sonido de su mano estampando contra mi mejilla inunda la oficina. Un líquido espeso resbala por la comisura de mis labios, resultado del uso de sus anillos. Mi cabeza queda volteada, mi vista se nubla y mira el piso.
Aprieto mi falda con mis manos a los lados.

—¡Está pequeña niña vaga!—grita mi padre resonando en mi oído—¡¿Qué son estas benditas horas de llegar?! ¡Deberías estar estudiando en lugar de perder el tiempo!

Regreso mi vista a él, tratando de demostrar que su golpe no me ha afectado en nada, cuando en realidad me mata de ira por dentro.
Trato de mantener la cordura. Suspiró.

—Me mantengo en el primer lugar como pediste—contesté seria—No sé que...

—¡No te atrevas a responderme!—soltó el señalándome con su dedo índice—Ya ve a dormir, debes ir a la escuela mañana—mencionó dándome la espalda como siempre

Sin decir nada más, atravesé la oficina hasta la puerta de salida. Caminé y me encerré en mi habitación, dejándome caer al suelo derrotada.
Estaba perdiendo todo en un abrir y cerrar de ojos, mi largo cabello negro se hacía áspero y quebradizo con el tiempo, mis ojos lucían más opacos, más fríos, se volvían dos faros inservibles, con dos manchas moradas abajo de ellos, resultado del insomnio.
Mi piel estaba seca y pálida, se dejó de ver a aquella pelinegra de ojos negros cantar caminó a ningún lado con los audífonos puestos.

Ahí, tirada sobre el piso recién pulido de madera. Atrapada en esa enorme casa con una aura solitaria.
Una lágrima se escapó acompañada de una sonrisa, cuando la suya apareció en mi cabeza.

Quizá había recibido un golpe esta noche, tal vez había ganado un regaño.

Pero aquel momento que pasamos juntos, siempre se haría sempiterno en mi memoria.

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