〘 02 〙

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Incluso si es al fin del mundo.
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La presión se sentía en mis pulmones, hacia todo por aguantar la respiración. Apretaba los ojos con fuerza, y forcejeaba para que me soltaran.
Unos segundos después, sentí como jalaban mi cabello para sacar mi cabeza del escusado, apreté mis puños furiosa.
Lágrimas de impotencia amenazaban con salir, pero no podía darles el gusto de verlas caer.

—Por tu culpa papá dejo de hablarme—mencionó Juwon apretando mis mejilla con fuerza—Regrésame al primer lugar.

—No es culpa mía—traté de responder.

—¿Qué dijiste?—me miró entrecerrando sus ojos.

—Qué deberías estudiar más para qué papi vuelva a hablarte.

Su típica sonrisa irritante sé formó en el rostro de la chica.
Y lo próximo que volví a sentir fue agua.

Era lo mismo todos los días.

Al pasar de los minutos, que se sienten infinitos, me quedó completamente sola en aquel cubículo del baño, mis compañeros ya se encuentran en clase, pues han comenzado hace poco.

Pero siento mis piernas débiles, no puedo pararme, recargo mi espalda sobre una de las cuatro paredes que encierran ese pequeño cuarto, las gotas resbalan de mi pelo, hacia la cara y terminan cayendo en mi uniforme.

Abrazo mis piernas a mi pecho con fuerza, mientras mi mirada se encuentra vagando por todo el lugar, para después quedar quieta, en un punto fijo.
Y un no muy claro "¿Por qué?" aparece en mi cabeza. Haciendo eco. Pero por más que busque, por más que piense, no encuentro una respuesta.
No hay un porqué.
Así de simple.


Caminaba directo a casa.
Apretaba los tirantes de mi mochila con fuerza, con la mirada baja.

Era una niña mala.

Mala por hablar, mala por crecer, mala porque así lo decidían todos.

Y no sabía si era por ser como soy, porqué yo no lo había decidido así.
Tenía nueve años y ya veía la sangre recorrer mis brazos, tenía once años y ya conocía el dolor, el odio y las ganas de morir, tenía quince años y ya veía la soga pensando en enredármela en el cuello. Tengo diecisiete años y a la vida ya no le encuentro sentido.
Las princesas, las hadas, los duendes, o las criaturas mágicas de todo tipo abandonaron mi cuento, pues un monstruo en el armario me asecha siempre.
Todo fue suficiente para que yo no volviera a soñar.

Caminó hasta la parada de autobús y tomó asiento, sintiéndome ajena a las demás personas que esperan el trasporte también, me pongo los audífonos y saco mi celular con la pantalla rota recodando el incidente del día anterior, para seguido darle play a la música.
Cierro los ojos y por un instante muy pequeño me siento pacífica. Vuelvo a abrirlos y grande es mi sorpresa, pero mi rostro no expresa nada.

El chico yace sentado en su motocicleta al frente mío, y me doy el lujo de admirarlo esta vez.
Un pensamiento vago diciéndome que es guapo aparece en mi cabeza, aún incluso con el ojo morado.
"Quizá si se vistiera mejor llamaría la atención de las otras chicas". Pensé.
Quitó los auriculares de mi oreja y los guarde junto con el celular.

Sin considerar demasiado una idea loca, o sin esperar una invitación de su parte, caminó hasta él y me subo en la parte trasera de su moto.
Logró ver cómo una ligera sonrisa aparece en su rostro y eso me hace sonreír también, extrañamente estaba sonriéndole a un desconocido. Extrañamente, estaba sonriendo.

—Sujétate fuerte—menciona mirándome sobre su hombro

Y no hago más que hacer caso omiso a su decir.
Con lentitud colocó mis manos en su cintura, haciéndome sentir algo incómoda. Escuchó el sonido del motor al momento en que él se pone en marcha.

El aire hace volar mi enredado cabello, y recorre mi rostro, levantó la mirada hasta el cielo azul marino repleto de destellos brillantes.

Me siento viva.

No me quedaba más, solo disfrutar aquel momento memorable, aquel momento en donde me siento infinita, necesaria, una gobernante.

—¿A donde quieres ir?—me pregunta sin detenerse, sin despegar la mirada del frente

Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y recargo mi mejilla en su espalda. Pienso un momento en la respuesta.

—A dónde quieras—respondo por fin serenamente—Incluso si es al fin del mundo

Llévame está noche contigo.

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