Careta

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Se dice que existen dos motivos, los cuales hace que la gente adquiera gustos por los vicios: les gusta sentirse felices para olvidar una vida de mierda. O simplemente son unos adictos sin remedio.
Dado que Yoko Antonieta Hamilton Nazawa no era alguien con gustos por consumir estupefacientes por moda o para olvidar que tenía una vida de porquería, la razón que la tenía sentada en la pequeña mesa redonda al centro de la habitación con una botella de vodka barato no era por mero gusto al alcohol.

Cada trago que evocaba un ligero ardor en su garganta le resultaba contraproducente por recordar el cañón del arma que estuvo a nada de arrebatarle la vida. Lejos de sentir relajación, el alcohol le alteraba los nervios de tan solo saber que todo su mundo se había hecho pedazos.
Entendía que para salir con vida necesitaba morir en sentido figurado, pero se preguntaba si de verdad valía la pena perderlo todo para seguir respirando. Justo entonces se replanteó si evitar que muriera valía más que vivir sin nada.

—Para el señor Pulisic yo estoy muerta —dijo entre dientes, después de beber directamente de la botella a medias—. Sin trabajo, ni amistades... sin un propósito para vivir. Yoko de años atrás: ¿Alguna vez pensaste que terminarías así? ¿Y todo para qué? Solo por querer agilizar mi trabajo y el de mi jefe, el cual me mataría si supiera que el hermano del gigoló que se tiraba a su hermana es el verdadero asesino?

El ruido de la reportera dando las últimas noticias en la radio junto a la mesa era lo que reinaba en la habitación del hotel barato en el que se encontraba para pasar la gélida noche. Tanto ella como el chico que descansaba en la cama matrimonial estaban atentos a las palabras de la noticiera que apenas podía entenderse gracias a la estática de la señal en la emisora, producto de la escasa señal de la estación.

—Cambia de estación —dijo Kendall mientras trataba de conciliar el sueño—. Si vas a tomar hasta perderte que sea soñando bonito. Seguir pensando lo mismo seguirá sacando lo peor de ti.

El chico podía detectar los catatónicos pensamientos que convergían sobre Yoko. No era para menos, pues era el mismo lío por el que cruzaba.

»Seguir dándole vueltas al asunto no cambiará nada.

La chica sorbió otro trago de la botella. Rápidamente sintió que el vodka raspaba su garganta hasta pasar por el estómago que todavía le dolía por los golpes de Salazar.

—Mataron a dos personas —dijo ella, estoica— le dispararon a Lara frente a mí. Ví el cuerpo de mi amiga sin vida. Quizás y tú no sientas nada porque no conocías a Akiko. Pero conviviste con Lara por mucho tiempo. Y ni así sientes remordimiento.

—Sentir lástima por ella no la traerá de vuelta. Mira el lado bueno, sigues con vida. Debemos agradecer que respiramos. No sabes lo afortunados que somos al sobrevivir contra alguien como Salazar.

—Si vuelvo con el señor Pulisic, el querrá saber cómo pasó. Si lo hago tendría que delatarte. Mi orgullo no me permite hacerlo. Hasta yo sé que no debo morderle la mano a quien te da de comer, pero la cosa cambia cuando eso implica delatar a la persona que me salvó.

—No puedes hacer eso —dijo Kendall— él piensa que estás muerta. Debe seguir pensando así. Por tu bien y por el mío. Si Kande sabe que le ocultas algo, no dudará en poner la venganza de su hermana antes de ti.

Los minutos pasando por un evento postraumático se volvieron horas hasta llegar a altas horas de la madrugada, donde la botella de alcohol barato había sido vaciada por la rubia que, todavía mareada hasta el punto de tambalear, se dirigió a la cama entre la oscuridad, dejándose caer en el espacio libre que quedaba. Entre sollozos se colocó en posición fetal para llorar en silencio.
Su estado anímico estaba tan deteriorado que no le importaba seguir con los mismos pantalones, que si bien ya estaban secos de haberlos mojado, el olor a orina seguía presente.

—Otra vez lo perdí todo —dijo sin esperar que el chico le diera una respuesta— no tengo motivos para seguir. De nada sirve vivir escondida y sin la libertad de caminar sin el miedo de ser atrapada. No quiero traicionar al señor Pulisic. Él me ha dado mucho, pero tampoco quiero vivir con el remordimiento de que te matarán después de haberme salvado. Yo... debí morir, pero tú lo impediste cuando no tenías porqué hacerlo. Eres idiota... o yo soy la idiota por no saber que hacer.

Kendall podía empatizar con la chica, pues él más que nadie conocía esa horrible sensación de haberlo perdido todo. Por lo que, aprovechando que ella estaba muy ebria, se tomó la molestia de acariciar su cabello mientras ella lloraba en silencio.
La rubia lloró hasta quedarse dormida entre las cuatro paredes amarillas junto al chico.

—Puede que no acostumbres a comer algo que no sea gourmet, pero haz el esfuerzo tener algo en el estómago. Ayer no comimos en todo el día —masculló Kendall—. Prueba las arepas. La viejita que las vende en las esquina se arriesgó en hacerlas antes de que se fuera por la lluvia que casi le tira el puesto.

La mañana de ése domingo estaba como el interior del par de jóvenes: con una tormenta que remataba el positivismo después de una noche de melancolía.
La fuerte lluvia que inundaba las calles hasta cubrir las banquetas de agua por el mal funcionamiento del drenaje, incluso los truenos que evocó un fallo con los postes de luz para dejar a la colonia sin luz.

—Desayuna para que tomes un baño —con el brazo sano, Kendall le pasó un plato desechable envuelto en papel aluminio que contenía la comida caliente que compró—. Debemos prepararnos para salir de aquí.

Diversas cosas pasaban por la memoria de la chica sentada en una de las dos sillas de plástico, observando el plato que el pelinegro le ofrecía cordialmente. Dudosa, volvió la vista a él y su sonrisa que pretendía normalidad.

—¿Por qué? —cuestionó Yoko.

Él la miró indiferente.
—¿Qué cosa?

Muy desganada por la falta de ánimos y energía, pero decidida a despejar sus dudas, se armó de valor y dijo:

—Muchas personas murieron mientras dormía junto al hijo bastardo de mi jefe,, mi vida se fué al carajo por jugarle al todopoderoso, Lara murió a manos de su hijo no reconocido, y casi terminamos como ella. Todo en menos de un día. ¿Y tú sigues actuando como si nada hubiera pasado?  —por primera vez alzó la voz—. ¡¿Cómo puedes ser tan desalmado como para no sentir nada?!

Debido a los nervios de acero que la experiencia de estar en constantes peligro le concedió, y haber presenciado a la muerte en más de una vez, Kendall pudo mantenerse en un estado mejor conservado que Yoko. No obstante, eso no quería decir que estaba ileso. Al igual que ella, también estaba afectado. Solo que optó por tomar la iniciativa de seguir avanzando y dejar el remordimiento atrás, en al menos ir por la vida sin victimizarse.
Esa sonrisa que después de tiempo dejó de ser sarcástica se había esfumado para mostrarse inerte.

—Linda, todas las noches ceno con la muerte. Todas. No es la primera vez que matan a alguien frente a mí. Te acostumbras con el tiempo. Ahora, quiero que escuches con atención, sé que puedes hacerlo. —Torció los labios de modo que ella no supiera si reía o hacía una mueca de disgusto—. Tenemos que aprovechar el tiempo antes de que Kande sepa que sigues viva para salir de la ciudad. La buena noticia es que en las noticias no salió tu cara, pero no hay que confiarnos, debemos hacer algo con tu apariencia. Es importante que hagas un cambio contigo.

La rubia vio al chico que subió una segunda bolsa negra a la mesa. Confusa, quiso ver lo que contenía dentro. De pronto sintió una punzada en el pecho, puesto que algo en ella le susurraba lo que contenía, eso no le gustó.

—Quiero preguntarte otras cosas —dijo Yoko, entre desganada e inquisitiva ante todo movimiento de Kendall.

—Me alegra que tomes la iniciativa. Es un buen comienzo —con los dientes quitó la corcholata de la botella de vidrio con refresco de cola cerca de su plato desechable—. Quítate las dudas.

Sabiendo que no ganaría nada con seguir cabizbaja, se dio un par de bofetadas mentales a la par de bajar a su plato para sostener una de las arepas rellenas. Cuando el olor que producía lo caliente llegaron a su olfato, el hambre llegó a ella, sopló un par de veces antes de darle un mordisco.

—El tipo que casi me mata se refería a Lara como su mamá, también dijo que tenía pasado contigo —agarró una de las servilletas que venían con el desayuno para limpiarse los labios—: ¿quién es y qué razones tuvo para matar a muchas personas?

—De todo lo que pudiste preguntar, ¿en serio comienzas con Salazar? —volvió a ella con desdén—. Él es un punto y aparte. Puedo asegurarte que jamás te volverá a hacer daño.

—Contesta, no trates de escurrirte. Por su culpa perdí mi vida entera. No quiero ser disco rayado y volver a repetir lo mismo —con otras tres mordidas se terminó la primer arepa— dijiste que me sacara de dudas. Ahora cumple tu parte. ¿Quién es ése malparido? Recuerda que me estás pidiendo cosas que en mi corta y deprimente vida haría con alguien. Prácticamente quieres que entierre mi imagen actual. Lo mínimo que puedes hacer es decirme por quién morí para todos.

No queriendo, el chico emitió un pequeño gruñido. Entendía que ella no dijo ninguna mentira. Estaba haciendo cosas en contra de su voluntad, algunas de las que incluso él dudaba si haría en la posición de Yoko.

—Se llama Salazar —vaciló— Salazar Trujillo. Es el último hijo no aceptado por Lara. Legalmente deberíamos ser primos, pero como ninguno tiene los apellidos de nuestros padres. Él y yo vivimos en la zona muerta del país desde que tenemos memoria.

—¿Es hijo de Nacho Trujillo? —cuestionó ella.

—Si.

—¿Por qué nadie sabía de él?

—Miento si digo que tengo la respuesta —negó con la cabeza— pero debe ser la misma razón por la que Kande me abandonó.

—Cierto —dijo Yoko— por poco lo olvido. También eres un Pulisic. ¿Como...? No —vaciló— más bien: ¿Por qué tampoco apareces en los registros? Digo, ¿quién eres?

—Eso es harina de otro costal, chinita. No necesitas saber de mí.

—Error, claro que tiene que ver con todo —afirmó la rubia—. Quieres que escape de la ciudad contigo. Somos unos completos desconocidos que solo se han visto dos veces. No sé nada sobre ti, salvo que por una razón el señor Pulisic te quiere ver muerto. Hasta ahora solo tengo motivos para separarme y estar por mi cuenta, o regresar con mi jefe sin importar las consecuencias. ¿Me salvaste la vida? No lo niego, hasta lo agradezco. Pero necesito más. Dame algo que me sirva para abandonar todo por completo, algo que valga la pena no luchar para recuperar mi vida.

Entendía que no tenía escapatoria. Persuadir a la chica estaba descartado. Incluso si recordar su vida o quién era le causaba un mal trago, necesitaba sincerarse con ella.

—No te salvé para que me des las gracias, lo hice por capricho propio. Por egoísmo, nunca tuve la finalidad de ganar algo de ti. Pero si quieres saber de mí, tengo que recibir algo a cambio. Y eso es que también me digas quién eres. Cuáles son tus intenciones de aquí en adelante, y todo lo necesario para saber que no daremos vuelta atrás, una vez salgamos del cuarto.

—Un trato justo —reacomodó su postura mientras iba por la tercera arepa—. Comencemos antes que se haga tarde. ¿Cómo es que siendo parte de una familia tan poderosa, terminaste en los barrios más bajos?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro