ii. De visitas y deberes.

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❛DE VISITAS Y DEBERES❜

                              Hiddensworth House, la casa de campo predilecta de Charles Sheffield, marqués de Normanby, se encuentra en el pueblo con el que comparte apellido: Sheffield, a solo un par de horas al suroeste de Leeds.

En el devenir de las visitas de los Osborne a los Sheffield, estos siguen un único protocolo, el de atender a la cripta para presentar respetos al fallecido padre de Charles, Henry Sheffield, y posteriormente visitar la capilla y rezar en su honor. No obstante, como la dupla de doncellas pronto nota, las familias parecen tener el tiempo contado, pues al arribar a la fachada principal de la casa de campo, son recibidos por Charles y su esposa, Dolley, quienes los conducen sin mucho miramiento al comedor aledaño al jardín trasero, el lugar favorito del anfitrión por la vista que permite tener las paredes de cristal.

Camellia no puede estar más feliz ante cualesquiera que sea la razón que los orilló a tal decisión. Advertida por su amiga, temía que la hora del almuerzo se hiciera el de la cena e, indudablemente, Camellia Beesley tiene hambre, casi desde que partieron de Junipers Manor.

El andar de las familias es presuroso, mientras las jovencitas, pisandoles los talones, observan a los duques y a los marqueses charlar sobre la temporada en el Parlamento que se avecina, sin detenerse siquiera a recuperar el aliento, hasta que toman asiento y las bandejas de plata a rebosar de alimentos llegan a eclipsar su campo de visión. Solo en ese preciso momento, detienen la conversación para servirse.

Cuando el plato del padre de Juniper, Jacob Osborne, tiene una cucharada servida de cada platillo, se permite alzar la copa para llamar la atención de los anfitriones.

—Qué mala educación la mía, no les he presentado a nuestra protegida —dice, observando a la de cabellos color castaño caramelo con una sonrisa apenada—: Camellia Beesley, Sus Señorías. Hija de Perseverance Beesley, mi nuevo socio; un excelente comerciante de especias y telas, las mejores del extranjero. La señorita Beesley estará con nosotros toda la temporada de debutantes.

—Mi error, señorita Beesley, he olvidado mis modales por la premura de nuestros asuntos... Un placer conocerla, Juniper ha hablado mucho sobre usted en las cartas —replica el marqués, levantándose de su asiento para saludar con propiedad a Camellia. Ante aquella observación que la deja en evidencia, la aludida de melena azabache sonríe avergonzada hacia su compañera—. Una querida amiga suya es una querida amiga mía.

Siguiendo sus pasos, la esposa del marqués se levanta, saludandola con amabilidad pero procurando el decoro. Juniper le ha hablado, sin cesar, del matrimonio con el que es cercana desde la infancia y que considera sus íntimos amigos, siendo el par no más que unos años mayor a ella; por supuesto, no pudo contar ninguna anécdota sin mencionar el característico y extremo respeto que mantienen hacia el espacio ajeno, cosa que realmente agradece; es, probablemente, la única familia de alta alcurnia que ha visto respetar los protocolos de decoro, evitando darle pares de besos y abrazos.

—Qué modales de Giovanna, no le vendría mal venir a saludar a amigas —comenta Dolley, negando en gesto reprobatorio y severo. Tratando de hacer memoria de sus largas conversaciones con la joven Osborne, Camellia solo atina a recordar que se trata de la prima de Charles Sheffield.

El mozo de cabellos azabache asiente, en acuerdo—. Sel —pronuncia, llamando al mayordomo que permanece cerca de la puerta, listo para cualquier orden; el hombre se acerca al instante, con una postura calmada, de seguridad e incluso familiaridad con el marqués—, ¿Giovanna recibió el llamado del almuerzo? —inquiere, procurando bajar la voz.

—Así es —responde. Camellia repara en la falta del título de cortesía al marqués, pero permanece atenta al ver que no representa una molestia. En efecto, deben ser cercanos; supone que algunos aristocrátas se permiten tales interacciones—. Se ha quedado con la doncella, Lavinia, practicando el dibujo en acuarela... Expresó su deseo de terminarlo y que se le suba una bandeja.

—Bien, pero dile que no espere un paseo por las casas de artistas en Londres... Le he avisado de esta visita, no hay excusa —musita, compartiendo una mirada cómplice con su esposa, cansada. Levanta la mirada, sonriendo con amabilidad—. Perdóneme, señorita Beesley, me habría gustado que conociera a mi prima... No obstante, creo que tendrán bastante tiempo una vez en la ciudad, es también su primera temporada.

Sin muchas ganas, habiendo estando atenta al intercambio entre Charles y Sel, Camellia asiente con una sonrisa de cortesía. Peca de prejuiciosa, mas no cree estar equivocada con sus primeras impresiones, lamentablemente negativas, sobre la joven; casi un año atrás ocurrió lo mismo, salvo que aquellas no fueron negativas, con Juni, Selina y Elsie, habiendo atinado a cada una de sus apuestas sobre ellas.

—Y vaya que tendrán tiempo, jovencitas —comenta la madre de Juniper, Mercedes Osborne, cuyos ojos saltan entre cada uno de los mayores en busca de su beneplácito, antes de volver a abrir la boca para continuar—: Ésta visita no es solo para visitar a nuestros queridos amigos, me temo. Si me permiten anunciarlo ya, con los queridos Sheffield vamos a organizar un gran baile en Bloomsbury, en la Montagu House.

Dolley asiente, con brío—. Oh, será una estupenda velada, por suerte ya hemos conseguido el lugar... —Ambas mujeres parecían ansiosas por compartir la noticia y comparten amplias sonrisas de suficiencia—. No creo que hayamos podido planearla hasta este punto sin ustedes... Será una gran oportunidad para las muchachas... Tanto para pulir sus dotes de organizadoras como para que brillen ante pretendientes.

Su esposo asiente, sonriendo radiante—. Confío en que contigo, Juniper, podré acoplarme para la decoración y la temática —Habiendo dejado su comida de lado, Charles da un bocado, procurando deglutir bien para proseguir—, porque no es algo que hayamos discutido hasta ahora.

—Queríamos involucrarlas —asevera lord Osborne—. Y mejor enterarse aquí que en el ajetreado Londres... Si les hubiera avisado allá, no me daría tiempo de respirar.






















                        Como premonición, tras el traqueteo del viaje a Londres, a Juniper y a Camellia las espera una turbulenta llegada a la residencia Osborne en el noreste de Hyde Park Corner, la Cydonia House, nombrada así como muestra de orgullo por el invernadero de membrillos instalado en su territorio, cuyos frutos han logrado madurar pese a las condiciones de la fría Inglaterra.

Y es que, pronto a su llegada, las institutrices de la familia procuran acaparar su tiempo, intuyendo que dejarlas acoplarse al nuevo ambiente les haría perder más su atención, ciertamente dispersa las últimas semanas en cosas que desconocen.

Juniper y Camellia se encuentran siguiéndolas a trompicones, cumpliendo obedientes con las tareas que les asignan, tratando de ser tan rápidas y eficaces como pueden, con la esperanza de poder tomar un descanso y centrarse en su plan de ir a las imprentas. Así que, ordenando sus notas y presentándose con amabilidad a los profesores que ayudarán a las institutrices, desde las ciencias al alemán y al piano forte, cumplen con lo que deben y no más.

A la hora del té, el grupo de institutrices parece satisfecho con los resultados, que toman como un indicador de buena conducta futura. Sin embargo, al darles permiso de retirarse para unirse a los duques de Leeds en el salón, las ven caminar rápido hasta una esquina del pasillo, desde donde se echan a correr.

—¡Las perdimos! —exclama una, la más alta del pulcro cuarteto.

—Y lo peor, es que no sabemos con qué —secunda la vecina, provocando una secuencia de asentimientos.

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